martes, 30 de diciembre de 2008

Dedos abiertos

A mis hermanas siempre les hizo mucha gracia mis pies. Como se puede observar tengo los dedos gordezuelos. El dedo gordo es todo un poema. Es gordo, como su nombre indica, bien gordo. Y el dedo meñique es para mondarse. Chiquitín y regordete. Es una bolita de carne.

Pero lo que más gracia les hace a mis hermanas es la gran movilidad de mis dedos. Son increíbles, al menos eso dicen ellas, porque hasta que me lo dijeron yo no había reparado en el detalle. Sobre todo el rechoncho dedito meñique. Soy capaz de moverlo de manera independiente al resto de los dedos. Como si tuviera vida propia.

Yo no les presto mucha atención a mis pies, porque es la parte de mi cuerpo que me gusta menos. Tengo un 40-41. Como decía la abuela Paca, son pies arreglados al cuerpo, claro. Unos pies chiquititos en mi resultaría ridículo. Así que el tamaño no me preocupa -ahora, de adolescente sí-. Lo que me incomoda es que no son unos pies delicados de damisela. Son anchos, acomodados a zapatos bajos. Y sobre todo, los dedos-bolitas -excepto el gordo que es bolaza-. No son muy delicados, no.

Pero, como digo, los puedo abrir a la perfección, se mueven como criaturitas con vida propia. E. lo podrá comprobar cuando me ensarte.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Estos días

Estos días me levanto tarde, hacía años que no me ocurría algo así. Despierto hacia las siete, pero un poco más tarde caigo otra vez adormilada. Llevo desde el día de Navidad levantándome a las diez. La mañana pasa rápido.

E. también se levanta tarde y está con sueño. Me habla perezoso. Deja que yo le cuente cosas. A veces desvarío un poquito. Esta mañana llegué a cantarle un cuplé. El de las jipis de los Yesterday. Ya no tengo ni verguenza.

Y es que es fácil dejarse llevar con E., contarle cosas y cantarle pamplinas. Escucha, bromea. Es un bromista, me toma el pelo pero también me deja que se lo tome a Él. Cosas del seny.

Estos días transcurren tranquilos. Llueve -y ha aparecido una gotera junto a la mesa de mi ordenador, ay-. Estuve con mis hermanas, con mis primos y con mis amigas. Estrené un vestido violeta, he cumplido 41 años.

martes, 23 de diciembre de 2008

Mi torpeza en los argumentos

No me gustan las personas que se declaran apolíticas. No voy a disertar sobre el tema, que no merece la pena; es sólo que me da pie para admirar a E. un poco más si cabe. A veces le escucho explicarme sus opiniones políticas y me quedo pasmadilla. También envidiosa, todo hay que decirlo. Envidio su capacidad de argumentación, tan clara y minuciosa.

Me gustaría saber argumentar como Él y poder explicar mis opiniones, que las tengo. Opuestas, en ocasiones a las suyas. No por ganas de discrepar por discrepar, o por retarle o por enfrentarme. Qué absurdo. Es por el simple placer del debate. Y por mostrarle mis pensamientos, quizás mostrarle mi capacidad de pensar y opinar como animal político... la manía de no aparentar ser una más.

Pero, agggg, no me salen los argumentos. Balbuceo, me bloqueo y concluyo pensando que no merece la pena. Además, peco de simplicidad en mis pensamientos. No lo considero algo negativo, la simplicidad tiene su encanto, el encanto de lo naif. Simplicidad en mis ideas políticas y religiosas. Sencillez y probablemente verguenza de no mostrarme complicada y abstracta. No soy muy abstracta yo.

Como muestra del lío que me he hecho y que corto ya -y ya sabemos ambos uno de mis motivos para cortar- este vídeo, de una de las mejores películas que se han filmado jamás:

lunes, 22 de diciembre de 2008

Una relación sencilla

Estuve leyendo la historia de la esclava Olga en clubsumision. Conociéndome como me conozco, yo no debería leer esas cosas porque se me ponen los dientes largos. Me entra la competitividad y el querer ser más chula que un ocho y la mejor... En fin, cosas mías del tipo inaguantable.

Pero estoy aprendiendo. Al principio de nuestra relación me agobiaba y agobiaba a E. En verano tuve unos días de bajón. Le planteé que lo nuestro no era relación ni nada. Yo ansiaba ser una supermegaesclava. Ansiedad. Impaciencia. Pura irracionalidad veraniega. E. es increíble (¿cuántas veces lo he escrito ya?, babeo por Él). Aprendí de Él, me dió una soberana lección. Aprendo de Él cada día y ni me planteo comérmelo con papas.

Nuestra relación es sencilla. E. utiliza mucho esa palabra y he aprendido a amarla. Sencilla. No se si se parece a otras, no se si es única o diferente o especial. Esta mañana pensábamos los dos cómo habría sido de conocernos con veinte años. Él piensa que nos habríamos casado. Quizás yo habría sido una especie de esclava Olga. O quizás no.

Me gusta fantasear con Él. Me gusta la realidad que tengo con Él. Me gusta pensar en un largo camino. Con Él.

(He encontrado un tema de los Tijuana in Blue que quizás le guste. Se titula Rebelión medieval. Y nosotros dos bailando. Yo llevo mis pantalones ajustados y los aretes...Usted, mmmmm, ya me contará que lleva puesto, si lo desea)

domingo, 21 de diciembre de 2008

Él con dieciocho años

Tengo una foto de E. con dieciocho años. Viste pantalón corto de deporte. Sus piernas aparecen fuertes y duras. No describiré más, me lo guardo para mi, hay sensaciones que si se describen desmerecen mucho.

Él dice a menudo que si me hubiera conocido a esa edad se habría fijado en mi. Guau, yo, al menos, en Él si me habría fijado. Me gusta imaginar cómo era. Me gusta cuando me cuenta cosas de sus dieciocho, veinte años. Me entra una terrible ternura. ¿Le habría deseado? Probablemente si. Tiene un cuerpo increíble, fuerte (un cuerpo joven en esa foto aunque ahora me gusta más).

¿Me habría resultado atractiva su forma de comportarse? Él me cuenta cómo actuaba, cómo seducía. Me gusta imaginarlo seduciendo. También imaginarlo entre sus amigos, de fiesta. Las cosas que se hacían a los veinte.

Hace un par de días me contó cómo alucinó la primera vez que vio en la tele un videoclip de Nirvana. Me derrito como una tonta cuando me lo imagino así.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Besos

Placer obsceno.

Disciplina.

Educación.

Servicio.

Humillación.

Dolor.

Obediencia.

Control.

E. lo puede tener todo. Es su voluntad. Puede hacer o no hacer. Soy su esclava.

Besos.

Soy su esclava enamorada.

viernes, 19 de diciembre de 2008

La atracción del dolor

Recuerdo cuando leí Historia de O, con veintitantos años. No es una maravilla literaria y nunca he podido leerla entera -lo cierto es que la novela erótica me aburre un poco. El caso es que me iba directamente a los fragmentos donde O es azotada o humillada. Prescindía de lo demás, un soberano rollazo (insisto, literariamente). Como pasará a la gran mayoría de sumisas masoquistas, me excitaba rabiosamente. Y al mismo tiempo, me sentía muy culpable e inmoral.

Siempre he fantaseado con ser azotada. Durante mucho tiempo he rechazado tales fantasías. Siempre era una imagen, unos instantes de recreación en ella y rápidamente mi Superyó actuaba.

Al principio, cuando comenzaba a explorar en páginas BDSM, siempre manifestaba que recibir dolor era un límite para mi. Qué tremenda impostora. Yo exponía, muy dignamente, que no aceptaría ninguna actuación dolorosa hacia mi persona. Menuda gilipollas. Lo estaba deseando. Y temía desenmarcarar mi masoquismo. Me gusta recibir dolor físico. No le doy explicación. No me provoca orgasmos ni nada de eso. Lo que me provoca es una brutal liberación. E. sabe de qué hablo. A Él también le supone liberación, desde la otra perspectiva.

Soy masoquista y no le doy demasiadas vueltas ni explicaciones, es mi naturaleza. No me desvivo por recibir dolor físico. Si no lo tengo, no sufro. Si lo recibo, bienvenido sea.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La boca seca

Esta mañana ciertas palabras de E. me secaron la boca. El paladar y la lengua completamente secos. Ni gota de saliva.

Escuché llena de asombro algo que desearía hacer conmigo. Me sentí esponja -seca, esponjosa, todo es posible junto a Él. Asimilé las ideas que me expuso con su voz, tan clara, tan cercana. E. es maravillosamente descriptivo y minucioso. Sabe crear la imagen adecuada para que yo, su esclava, pueda recrearla con facilidad.

La imagen me secó la boca, me estalló dentro, me humedeció el coño.

Ha sido una mañana muy intensa. Preciosa mañana de diciembre. Estuve pensando, más tarde, que la imagen que me ofreció esta mañana es similar a deseos que siempre han pasado fugaces por mi mente. Él me ofrece terribles y bellísimas posibilidades. Un espacio y tiempo lleno de maravillas.

(A mi si me gustan ciertas canciones de los 80, ya escribiré otro día sobre ello. E. sabía -¡es que tengo que quererle!- esta mañana que la canción y el vídeo de abajo me encantan. Con esos diecipocos años que tenía, imaginaba a mi héroe rescatándome del malo. Yo también era -soy- una soñadora.)

lunes, 15 de diciembre de 2008

El mundo en sus manos

E. tiene la capacidad y la inteligencia de saber qué hacer. Se que es la primera vez en muchas cosas para Él. Y tiene la soberbia humildad de solicitar que le ayude.

¿Cómo no voy a admirarle? Lleva la esencia de Amo en la sangre.

Siendo así Él me tiene en sus manos.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Dama en apuros

Cuando era pequeña yo vivía en la casa de mi abuela. Éramos multitud: mis abuelos, mi tía y mi tío aún solteros y en la planta de arriba, mis padres, mi hermanita pequeña y yo. Era una casa grande para la época y teníamos un patio colosal. Tenía un pozo en medio, rosales, un manzano esmirriado, un ficus enorme, lirios de agua y gladiolos.

El patio era el centro de mis juegos. A veces venían una prima segunda y una vecina, las dos de mi edad, para jugar conmigo. En realidad yo prefería jugar sóla pero si venían, era yo la que inventaba los juegos. Le echaba imaginación al asunto y las obligaba a seguirme el rollo. Uno de mis juegos favoritos era jugar a ser una princesa secuestrada, que me ataran y toda la pesca. Es un juego muy común, no quiere decir que todo niño que lo practique desarrolle luego tendencias sumisas. Eran juegos divertidos e inocentes, era jugar a princesas.

Había una imagen de la tele que me obsesionaba: era recurrente en las películas mudas. En aquel tiempo la televisión se dignaba a emitir películas antiguas en horario infantil. Muchos niños de mi generación recordamos ciclos de Charles Chaplin, de Buster Keaton, de el Gordo y el Flaco. La imagen que me obsesionaba era la de las "damas en apuros" secuestradas por el malo de bigotes y atadas a las vías del tren. Yo era pequeña pero algo se movía en mi cuerpo cuando veía esas imágenes: me excitaban, me gustaba imaginar que yo era atada de esa forma, brutalmente inmovilizada, gritar de miedo y ser salvada in extremis por el héroe.

El vídeo de The Muffs es una muestra de esas escenas.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Fases onanistas

Ya le conté a E. que comencé a masturbarme a los doce años. Recuerdo perfectamente aquel primer orgasmo, me llevé un susto. Placentero pero susto, porque fue mi primer orgasmo y no me lo esperaba así. Fue una sacudida brusca y rápida. Me había acariciado por encima de las bragas y fue tan rápido que parecía como si mi clítoris hubiera estado esperando meses para sentir aquello. En mi primera fase onanista me masturbé casi a diario. Nunca me miraba y apenas conocía mis genitales. Palpaba a oscuras y buscaba el centro que me daba placer. Me acariciaba tímidamente sin pensar en nada más.

Con el tiempo, como es natural, descubrí zonas e instrumentos para incrementar mi satisfacción. Utilicé espejitos de mano para explorarme y verme en pleno orgasmo. Aunque también fui espaciándome y dejé primar la calidad frente a la cantidad. Pasó la fase obsesiva y comenzó una fase refinada. Esperar momentos de tranquilidad, relajarse y buscar nuevas sensaciones. La aventura autoerótica.

Hubo también fases de apatía. Meses sin tocarme. Probablemente alguna descompensación hormonal que afortunadamente pasó.

Ahora hay un nuevo elemento añadido. Pido permiso a E. Es un bello ritual. Él tiene poder para permitir mi placer. Le informo, le cuento, le describo. Como E. es un hombre con los huevos bien puestos, me da permiso siempre. A Él le importa mi placer. Los buenos sementales cuidan de sus hembras. Y saben que estando satisfechas son más dulces, complacientes y dóciles. Así es como debe ser y como queremos que sea.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Relatos eróticos

No me parece sencillo escribir buenos relatos eróticos. Yo no soy capaz, creo que hay que ser muy cauto con las palabras y equilibrar bien para no caer ni en la cursilería ni en la ordinariez. Y equilibrar las líneas argumentales para no caer en tópicos ni en malabarismos sexuales.

Una vez tuve que escribir uno y parece que me quedó bien. Fue en un curso de educación sexual -un curso sobre técnicas de educación sexual-. Nuestro monitor nos puso la actividad de escribir un relato erótico y yo improvisé una historia sobre bragas mojadas. Le gustó al monitor (que por cierto, era guapo), de hecho dijo que era el relato que más le había gustado y mientras lo decía me miraba con cierta intensidad. Por supuesto durante todo el curso -que duró un par de meses- tuve fantasías eróticas con el monitor.

Esta mañana E. me contó algunos encuentros sexuales, con más detalle que en otras ocasiones. Voy avanzando. Sólo tuve una pizca de celos retrospectivos. Le imaginé en aquellos encuentros, ya digo que fue minucioso en ciertas descripciones. Le imaginé, le imagino ahora y me pongo caliente. Joder, E. está muy bueno. Tiene un cuerpo muy deseable. Deseo, babeo por su cuerpo.

Tiene una mente morbosa, más morbosa que la mía. Saber que yo doy rienda suelta a la oscuridad me llena de orgullo. Babeante. Ya digo que voy avanzando. Escuchar sus palabras precisas describiendo sus cópulas; imaginar su rostro, su cuerpo follando; grabarme en la mente las fantasías que hasta ahora no ha realizado; son bellísimos relatos eróticos que me cuenta. Soy la receptora. Elegida.

martes, 9 de diciembre de 2008

Él entra cada mañana

Edward Hopper, Evening wind, 1921.

Le espero cada mañana. Dos llamadas y entra. Bucea en mis pensamientos, me permite hablar, me permite escucharle, me permite estar callada.

Conozco perfectamente el sonido de su respiración y unos ruidos preciosos que hace cuando busca y conecta los auriculares. Conozco diferentes matices de su voz. Conozco cómo articula sus palabras, cómo pronuncia. Pronuncia muy bien la Ch.

En ocasiones no me explico bien, me embarullo. Hago ruiditos y onomatopeyas. Él ya sabe que soy muy onomatopéyica. Chas, chas, chas (pero no tan bien pronunciada como Él). Me deja hablarle y otras veces me impone silencio. Y ya tenemos códigos íntimos, bromas cotidianas. Conozco su risa, que es muy suave.

El placer de escuchar sólo su respiración, cada mañana, como un viento cálido.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Cuando desaparecen las kas

No me emociona pertenecer a un colectivo, ya salí muy escaldada de los tiempos de militancia política, con tantas kas radikales y mosqueos gratuitos. A veces, en aquella época me preguntaba por los orígenes de tanto cabreo. Una de mis coleguitas feministas estaba permanentemente cabreada con su padre. Vamos, le odiaba. Y pretendía que las demás flipáramos cabreadas con ella. A mi no me salía natural. Ni ese ni muchos otros cabreos y ese fue uno de los motivos de mi huida del activismo.

Poco después me recomendaron La exagerada vida de Martín Romaña, la novela de Bryce Echenique. Ay, cuánta empatía con el gran Martín, que seguía a su novia troskista en el París del 68 sin importarle una mierda el tema, sólo por puro amor.

Por puro amor.

Así que sigo siendo feminista, pero a mi bola. Sin cabreos. Sin kas. Y allá fuera. Me hace sentir muy satisfecha, porque no rindo cuentas a ningún colectivo políticamente correcto. Además, me excita saber lo que piensa hacer E. con su esclava feminista.

Esta mañana E. me comentó, además de lo anterior, otros proyectos para conmigo. En realidad me los tarareó. Y le salió una voz casi clavadita a la de Evaristo. Pero más bonita.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Naturalidad en la sumisión

Del pintor británico William Morris, miembro de la Hermandad Prerrafaelita, es esta Reina Ginebra. La reina se ciñe el cinturón con la mirada baja y pensativa.

Escribir sobre sumisión es complicado porque es tema que se presta a las florituras. Salen palabritas monas y babeantes, superficiales. Odiaría que me pasara a mi. Es un reto escribir sobre sumisión.

Antes de E. ser sumisa era una pose. Mis necesidades sexuales pasan por la sumisión y hasta ahí llegaba. Simple sumisión sexual. Ir más allá no entraba en mis planteamientos. Bajar la mirada, callar, aceptar pensamientos discrepantes con los míos, nunca. E. bien sabe cómo empecé.

Antes de E. no hubo auténticos Dominantes. Con Él ser sumisa es natural. Lleva la esencia del Dominante en las venas y en los testículos, no es pose, no actúa. No es un saco de órdenes. No hay teatro. Él fluye, lo siento cada día. Hay mañanas en que está adormilado y habla en susurros, hay mañanas de bromas y tonterías de enamorados y hay veces en que salta como el Lobo que es. Cuando le sale de los huevos.

Ya no sólo me pongo caliente cuando se abalanza, dando dentelladas.

martes, 2 de diciembre de 2008

Leyendo Tribus de Gor

Anoche estuve releyendo la única novela sobre Gor que tengo: Tribus de Gor (es un lío, ni se qué lugar ocupa en la serie). La releía por encima, de una manera anárquica y deteniéndome en las escenas con kajira por medio.

Pensaba yo anoche, qué pedazo de desalmados esos goreanos. Tratan a las kajiras como ganado, arropándose en esa frase enigmática -que ni John Norman entiende- Gor no es justo, Gor es Gor. Pero también pensaba que, si le quitas la manía de ir vendiendo kajiras como se vende una vaca, si le quitamos esa desagradable costumbre... tampoco son malos chicos.

Antes de conocer a E. ya había leído cosas sobre Gor, lo que aparece aqui: http://www.mundogor.com/

Me resultaba un tema exótico y me gustaba mirar las posiciones de las kajiras. Muy instructivas. Pero nada más.

Ahora E. me llama kajira. Pienso en Él y perfectamente puedo imaginarle como Señor de Gor. Es que le viene ni pintado: ese cráneo rapado, la barbilla orgullosa. El tórax amplio, las caderas estrechas, las piernas fuertes. Su carácter, los conceptos e ideas que me va desgranando, el espacio y tiempo ideal en que querría moverse, ese espacio y tiempo que me ha acogido. Nuestro espacio y tiempo.

La segunda vez que hablamos aparecieron imágenes goreanas. También comentamos algo sobre Conan, que, aunque no tiene que ver con Gor, tiene una imaginería que podría ser similar. Al menos me gusta pensarlo así. Ésta es la escena que da comienzo a Conan, el Bárbaro. Una escena impresionante.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Impresiones de mi primer viaje

Sólo he estado una vez en Barcelona, a los cinco años. Fui con mis padres y dejamos a mi hermana de un año con los abuelos, cosa que me dejó muy triste. Recuerdo bastante bien el viaje como una sucesión de imágenes y sensaciones. Me gusta recordarlo, fue mi primer viaje.

En la Plaza de Cataluña correteaba a las palomas mientras esperaba a alguien. El Zoo, recuerdo ver a Copito de Nieve durmiendo en un rincón, rodeado de sus hembras y recuerdo a un mono que me enseñaba la lengua, qué risa. El Tibidabo, un teatro de autómatas, la montaña rusa, unas tacitas que giraban. Churros bañados en azúcar, un desayuno único, en una cafetería con taburetes rojos. Un funicular cuesta arriba.

Nos alojamos en casa de unos amigos de mis padres. Me pusieron a dormir en el cuarto de una niña de mi edad, que me daba patadas por la noche y me desvelaba. Una madrugada me levanté y en el salón encontré a la mamá de la niña. Me arropó en el sofá y me quedé dormida. Yo detestaba a aquella niña, era odiosa. Me aguantaba las ganas de llorar, por culpa de la niña y porque echaba de menos a mi hermanita. Me quejaba de dolor en el pecho y me llevaron al médico. Me diagnosticaron simple tristeza.

Recuerdo maravillosamente bien el viaje de vuelta, en barco. Ya no existe esa línea que unía Barcelona con mi ciudad. Me bañé en la piscina. Comí pollo asado con patatas fritas. Dormí en un diminuto camarote. Paseé por cubierta y vi una película. Recuerdo el mar dorado, al atardecer.

Ahora se que no fue un viaje de placer. Mi padre acudió a entrevistas de trabajo, hubo serias posibilidades de irnos a vivir a Barcelona.

Yo era una niña fantasiosa y marisabidilla. Quería ser bailarina de ballet. Barcelona me pareció una ciudad mágica, llena de asombros. Magia, quizás me crucé con E. en el Tibidabo. Quizás Él y yo estuvimos juntos mirando el circo de autómatas, ese otoño.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Ser ninfómana

Casualmente estoy leyendo Diario de una ninfómana. Compre la novela la semana pasada en el Eroski, más bien me abalancé sobre ella. Esta mañana E. me preguntó si me siento ninfómana. Enredé mi respuesta, mis sensaciones pero no creo que lo que le haya contado sea lo definitivo. Como siempre, tengo que madurar y meditar sobre el asunto.

La historia-creo que autobiográfica- que cuenta Valerie Tasso en su novela no tiene nada que ver conmigo. Ella se define ninfómana y busca en sus relaciones sexuales entenderse a sí misma. Hay momentos muy duros, horribles. Y leyéndola, en ocasiones, se percibe que no disfruta.

He buscado definiciones y explicaciones y o bien asocian el término a cópula o bien lo asocian a adicción. En la primera acepción se queda corto. Copular es una pequeña porción en la identidad que yo llamo ninfómana. En la segunda, se queda largo. Asocia la ninfomanía a infelicidad, insatisfacción y desequilibrio emocional.

No encuentro otra palabra y me gusta definirme como ninfómana, pero démosle un nuevo significado. ¿Por qué no? Estoy en mi territorio. Y a E. le gusta.

Sexo inherente, genético, molecular. Exhalado y respirado. Vivido. Más allá del orgasmo y el coito. Piel, latidos, ojos. La ropa que llevo, la forma de caminar, un aura. Sin artificios. Sin pendejadas.

Natural.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Diferente perspectiva de los hechos

Ya he comentado en otra entrada cómo E. tiene, en ocasiones, perspectivas radicalmente opuestas a las mías. Él es cerebral y disecciona los hechos de manera limpia. Los aborda desde una línea cartesiana y a veces, fría.

No pongo objeción. Su visión es la que se impone, porque es su palabra y ya sabemos qué significado, qué poder tiene su palabra. Él tiene mi obediencia y como es práctico -y le admiro por ello- no creo que sea una molestia que sepa que soy una disidente.

Disidente en silencio, como es obvio. Pero disidente, dado que mi forma de afrontar la realidad no es práctica, ni metódica ni cerebral... ni quiero que sea así. No veo los hechos como Él los ve. Así me quedo tranquila. Yo sé que mi perspectiva queda intacta. Silenciosa, me da igual. El hecho es que existe.

También creo que soy más valiosa, para Él, así.

Y ahora me vienen muy bien The Clash.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Yo soy este desnudo mineral

Hoy ya sabe E. lo que pienso. He intentado escribir pero me salen bobadas y este no es un blog de baboseos, ni de cursiladas sumisiles.

Como quiero ser roca y E. ya sabe de mi autoestima en grado supino y también conoce la férrea seguridad que tengo en mi misma, me limitaré a poner aquí un poema que creo es muy bello. También la Suite Aire, de J.S. Bach por un motivo muy simple. El poema formó parte de un trabajo que hice y aquella era la música que lo acompañaba. Me hace bien leerlo y escuchar a Bach. Fortalece y reafirma.

El poema es de Pablo Neruda.

Yo soy este desnudo mineral

Yo soy este desnudo
mineral:
eco del subterráneo:
estoy alegre
de venir de tan lejos,
de tan tierra:
último soy, apenas
vísceras, cuerpo, manos,
que se apartaron sin saber por qué
de la roca materna,
sin esperanza de permanecer,
decidido al humano transitorio,
destinado a vivir y deshojarse.
Ah, ese destino
de la perpetuidad oscurecida,
del propio ser -granito sin estatua,
materia pura, irreductible, fría:
piedra fui:piedra oscura
y fue violenta la separación,
una herida en mi ajeno nacimiento:
quiero volver
a aquella certidumbre,
al descanso central, a la matriz
de la piedra materna
de donde no sé cómo ni sé cuándo
me desprendieron para disgregarme.






miércoles, 26 de noviembre de 2008

Baile lento

En octavo de EGB, con catorce años, fui a mi primera fiesta en plan adulto. Con AB, mi amiga de siempre. En nuestro colegio, en el aula, con los compañeros de clase. Yo pensaba que iba a ser la típica fiesta de patatas fritas y contar chistes pero no. Cuando llegamos ya había empezado, el aula estaba medio oscura y había parejas ¡bailando lento! Flipé (aunque en esa época no existía el verbo flipar, yo flipé)

Era la época de Grease, a finales de los 70. O justo en el año 80. A mis catorce años yo me daba poquito a valer. Era lo que hoy en día se conoce como nerd. Empollona, soñadora, solitaria como lema vital. Y llevaba unas gafas enormes y ho-rro-ro-sas.

Mi amiga AB era más sociable que yo y un compañero rechoncho la sacó a bailar. Yo miré de reojo y vi que una de las enteradas de la clase se morreaba con el novio. Y había bebidas alcohólicas. Otra compañera estaba borracha. Estábamos a puertas de los 80. Adolescentes del siglo XXI, ja.

El caso es que me refugié en una esquina, junto a la ventana. Eran vísperas de las vacaciones de Navidad y en el edificio de enfrente lucía un grandioso árbol lleno de luces. No le quité la vista al árbol ni un segundo. Me moría por que algún niño me sacara a bailar. Me hubiera muerto si eso ocurría.

Mi primer baile lento fue dos años después, en una fiesta de verano que organizó mi sempiterna -y queridísima- AB. Ni recuerdo el niño que me sacó, sólo que era del tipo chulillo. Yo no había avanzado en arreglo personal. Seguía siendo rarita e infantil. Megatímida. Y quería y no quería que aquello acabara. Recuerdo, por supuesto, la canción: Every breath you take, un exitazo aquel año.

martes, 25 de noviembre de 2008

En realidad no es complicado

No soy la amante de E. No soy una relación convencional. No debe haber lloriqueos, ni imposiciones. No debe haber chantaje emocional. Ningún enfado de amantes. No hay lugar para la riña, el cabreo tonto.

El cuadro de Egon Schiele de arriba es una imagen ideal de esclava. En reposo, entiéndase. Feliz, sin complicaciones. Atenta y a la expectativa, sin ansiedad. En reposo y dispuesta. Anteayer hice una bonita alabanza al derecho de uso del Amo. Joder. Eso es lo que hay. Uso. Sin abuso por mi parte. Complacer y no incordiar.

Es sencillo, limpio y honesto.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El deporte de equipo es un arcano

Me encanta contar esta anécdota. En segundo de BUP suspendí la Educación Física. Fue en el segundo trimestre, un Insuficiente como un castillo entre Notables y Sobresalientes. La culpa fue del voleibol, ese deporte lleno de misterios. Nunca he entendido de qué va el voleibol. Los saques, unas veces con las yemas de los dedos -que se quedan hechas polvo-, otras con el puño o ¿con la base de la muñeca?. Ni idea. Cateé.

Soy desdichada en medio de una competición deportiva, nunca me las arreglé en deportes de equipo. Y puse mi empeño, porque tengo mucho pundonor. En octavo de EGB fui pívot en el equipo de balonmano del cole. Jugué partidos con otros equipos de otros colegios. Los sábados, en vez de ver a Torrebruno, me iba a jugar balonmano. Recuerdo a niñas como armarios empotrados y balones temibles directos a mis tetas. O a mi cara. Una vez marqué gol. Recuerdo al entrenador -al que amaba platónicamente, como es natural- aplaudirme y darme ánimos.

Mi relación con el deporte de equipo por tanto es nefasta. No veo deportes en la tele. Me abruma la competición. No entiendo las reglas. E. me ha explicado algunas cosas, a Él le gusta el fútbol, el baloncesto. Creo que otros deportes también. Siento curiosidad cuando me habla de fútbol. Es algo exótico para mi. Otra galaxia. Y me contagia su entusiasmo. O más bien, me entusiasma sentirle entusiasmado.

También me entusiasma pensar en el día -¡el día!- en que E. me haga estar a su lado, mientras mira por la tele un partido. Él y yo sabemos cómo.

Argollas

Ayer compré unos pendientes con forma de argollas. Como ya dije, tocar el cielo es, entre otras cosas, conectar fantasía y realidad. Son unos aretes feudales porque los compré en un mercadillo medieval. Edad Media en mi ciudad mediocre. El mercadillo estaba en el Parque, había artesanía de todo tipo, puestos de fritanga y unas ocas correteando.

La primera imagen que E. me regaló tiene como protagonista también a una argolla. ¿Fue un arma de seducción? Probablemente. Un arma afilada que pudo no haber dado en el blanco. E. fue audaz, aquella noche.

Acepté aquella imagen y me miré al espejo, al día siguiente, con ella. Pero era solo un juego. Era una ventana, aún podía asomarme, avistar un poco el panorama y desaparecer. Con no asomarme por la noche, habría desaparecido. Conectarme, teclear una nueva dirección, cliquear otro lugar, tenía en mi mano aparecer o no.

E. fue audaz y la fortuna favorece a los audaces. La herida que me hizo jamás cicatrizó, quise más, más imágenes, más heridas, más persecución. Quise retarle a una carrera y probar su audacia y su fuerza. Si era el cazador que parecía ser.

E. sabe lo que es. Y sabe lo que significan las argollas que me he comprado.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Señor feudal

E. tiene la paciencia bendita de explicarme lo que siente como Amo. Pero por mucho que me lo explique yo seguiré sin llegar al fondo. Es una cuestión de empatía.

Esta mañana E. me ha usado, lo cual me ha puesto cascabelera. Y colorada. Ese rubor que me sale cuando estoy cascabelera. No es un rubor de verguenza. Es otra cosa. Pero si hubiera sentido la mitad de lo que sentía E. esta mañana, ya no hubieran sido cascabeles. Una emoción huracanada, habría sido.

Entiendo la teoría: qué placer inaudito debe ser poseer una esclava. Lo que pocas personas pueden vanagloriarse de tener, E. lo tiene. No es envidia -cosa rara, porque soy envidiosa, pero no con E.- Es sencilla curiosidad, o más bien intriga. Emociones intrigantes que nunca percibiré.

No me gusta utilizar las palabras tan trilladas que suelen usarse en el BDSM más florido. Porque no hay nada florido en el desempeño del poder. PODER. Con mayúsculas. Utilizar a una persona para el placer personal. USAR. Con el absoluto y duro significado que tiene la palabra. Uso consentido. Reconforta, sentimos que así es como debe ser, nos sentimos dignos en nuestra piel, en nuestros actos. Reconforta.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Una cola de caballo

Me parezco a mi abuela María. Tengo sus manos y su rostro algo huesudo. Un genio parecido, un poco maniática, a ratos melancólica y muy protectora. Cuando tenía cinco años me quedaba a comer a menudo en su casa, con ella y mi abuelo. Ellos vivían cerca de mi colegio y pasaba alli las tres o cuatro horas entre las clases de la mañana y la tarde. Comía puchero, tortilla a la francesa un poco aceitosa; lo cierto es que no me gustaba demasiado. Creo que mi abuela María no era una gran cocinera.

Antes de volver al colegio mi abuela me peinaba. Me decía: "Niña, ven que te alise el pelo". Me sentaba en su cuarto, se ponía detrás y con un peine de concha me recomponía el peinado. Era un momento temible. Mi abuela alisaba, estiraba mi pelo, hundía las púas del peine en la piel. Me estiraba tanto que parecía iba a arrancarme el cuero cabelludo. Me ataba el pelo en una coleta, me echaba mucha colonia y acababa con un lazo a juego con el jersey.

Murió cuando yo acababa de cumplir siete años. Un 24 de diciembre. Recuerdo su patio, su cuarto, su tortilla a la francesa, sus manos, sus arrugas -me gustaba sobarle las arrugas del cuello-, recuerdo cuánto me mimaba. Yo era su ojito derecho.

Ahora me peino con coleta de caballo. A veces es E. quien me lo indica. Otras me peino así en su honor. En honor del que me tira de la brida. La cola de caballo es la brida que me guía. Llevarla puesta es un símbolo. Soy kajira. La kajira de E. , cuando llevo mi coleta siento orgullo.

Esta canción, La lista de la compra, me gusta cantarla. Me sienta bien. Me gusta cantarla a pleno pulmón.

viernes, 21 de noviembre de 2008

El apuesto hombre de cráneo rapado

He contado a E. la fantasía recurrente que me dejaba dormida en mi adolescencia. Era una historia elaborada a partir de un sueño y su base eran dos películas: El prisionero de Zenda (la versión de Richard Thorpe con Stewart Granger) y Anastasia.

En mi historia nocturna me secuestraban por mi parecido con una princesa que no se sabe dónde está (ese detalle no era importante). Me llevaban a una mansión maravillosa, rodeada de jardines versallescos y era sometida a un entrenamiento para despojarme de toda ordinariez y transformarme en el doble de la princesa.

Lógicamente me resistía al principio, como una jabata. Lógicamente caía rendida a los pies del encargado de mi educación: una especie de Yul Brynner recio y apuesto. Me enseñaba a bailar como una dama y era entonces cuando nos dábamos nuestro primer beso apasionado. Era una fantasía de Dominación romántica. Mi Yul Brynner -que siempre me ha parecido el colmo de la virilidad- no tenía piedad respecto a mi educación pero se enamoraba tan locamente de mi como en las películas se enamoran los héroes.

Creo que si adaptamos nuestras fantasías a la realidad podemos tocar el cielo. Ahora, con cuarenta años, sigo siendo ingenua y romántica, me gusta seguir siendo asi y me gusta pensar que he conseguido a mi Yul Brynner particular. Que soy su princesa.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Imágenes de ida y vuelta


Durante los primeros días de nuestro encuentro E. planeó mi caza. No ponía trampas ni cebos, se lanzaba a pecho descubierto y me arrojaba flechas punzantes. Imágenes. Imágenes convertidas en flechas. Todas daban en el blanco.

A lo largo de este tiempo E. y yo nos hemos retroalimentado de imágenes. A menudo aparecían de manera tímida. No sabíamos el terreno que pisábamos. Yo me mordía la lengua, tampoco quería aparecer excesivamente impetuosa. Él se frenaba. Hasta que una frase, una sugerencia animaba a uno u otra a experimentar con las ideas. Siempre han dado en el blanco.

Hablo de fantasías. Imágenes crudas, sin adornos. Fantasías que E. y su esclava, cada uno por separado y a lo largo de mucho tiempo hemos creado en nuestras mentes. Fantasías escabrosas e imágenes libertarias. Nuestros cerebros son infatigables. Nuestras mentes saben retroalimentarse.

Aprendo, gracias a E. -y Él se desinhibe conmigo- aprendo, digo, que dar rienda suelta a nuestras mentes es placentero. Me excito y punto. Mi mente excita a su mente. Sus imágenes dan rienda suelta a mi placer. Orgasmos mentales. Sin cortapisas. La mente es libre.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La voz severa

El primer recuerdo que tengo, allá en la Prehistoria, me ronda sobre los tres o cuatro años. Es una imagen muy breve que desaparece luego en la nada. Tengo ese recuerdo y ya no hay nada más.

Estoy en el patio de la casa de mi abuela. Debe ser primavera o verano porque hay una mesa puesta para comer. Hay un mantel blanco. Mi cabeza llega justo al tablero de la mesa y quiero ver lo que hay encima. Me agarro al mantel. Entonces suena un shhhh severo y quito las manos rápidamente. Me llevo un buen susto.

No creo en el psicoanálisis y demás zarandajas. Ese recuerdo no explica nada de mi evolución personal. Ese recuerdo me parece curioso, me gusta pensar en él porque es extraño mantener una imagen viva de una época tan lejana. Recordar tantos detalles.

Me resulta curioso cómo tuvo tanto impacto en mi ese shhhh, porque si recuerdo esa escena es por la regañina. Ese ínfimo percance traumático. Probablemente me regañaron más veces, como a todos los niños, pero tuve que llevarme un buen susto si recuerdo aquel shhhh.

No me gusta que me regañen porque soy una puñetera perfeccionista y me joroba mucho equivocarme. Pero si E. me habla con severidad me excita. Me enfado conmigo misma, me excita y me enfado aún más por ponerme así. Después me río, encantada de la vida.

Como esta canción, un encanto de canción. Estuve tatareándola toda la mañana.

martes, 18 de noviembre de 2008

Cuando Él escucha

Esta mañana estuve charlatana. E. me escuchaba, sabe escuchar. Cuando Él lo desea mantiene el silencio y deja que yo hable. Esta mañana me lancé a contarle cosas y me sentí bien: imagino que todas las mujeres que han sido madres se sienten bien hablando de sus partos, de los problemas en los primeros días; es un tema sobre el que nos lanzamos, necesitamos contar, contar, contar todo lo que hemos vivido entonces. Es personal y a la vez deseamos compartirlo y por muy trivial que puedan parecer esas pequeñas aventuras, siempre nos reconforta contarlas.

E. me escuchó en silencio todo el rato y me hizo sentir bien. Sin embargo no me gusta hablar demasiado rato, ni monopolizar la conversación. Así que más tarde, ya a solas, dudé si hice mal papel. No quiero cotorrear sin ton ni son. Hay tantos tópicos femeninos que no soporto... E. ya sabe que soy muy maniática.

Cuando leí Temario me tranquilizó comprobar que los gustos de E. respecto a la estética femenina coinciden en general con los míos. A Él le gusta la sencillez, la naturalidad y sin embargo es refinado y un esteta a su modo. La máscara que comenté ayer, la simbología, los rituales que describe son exquisitos.

No quiero ser excesiva en mis maneras y contarle cosas a E. que le maten de aburrimiento. A Él le corresponde decidir si hablo o callo. Eso es cómodo, la decisión es suya. Pero me sentiría mal si me tuviera que parar la lengua por cotorrear demasiado. Así que tambien tengo yo que aprender autocontrol en esas ocasiones.

Esta canción me deja suave como la seda. Apropiada para la ocasión.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Introspección

Durante el primer mes descubrí que E. y yo compartimos la misma pasión por la saga Star Wars. Me gusta escucharle hablar de ella y seré dichosa el día que la vea junto a Él (además, sabe más que yo, me encanta).

La máscara de arriba es de un personaje de la saga, pero de los creados para los juegos. Es la máscara que utilizaría E. para encerrarme en mi misma y facilitarme el silencio y la meditación. Esta mañana Él me indicaba cómo ha sido el único que ha querido y ha logrado llegar tan lejos. Llegar a mi. Es admirable, siempre.

¿Para qué quiere llegar a mi? ¿Qué necesidad tiene un Amo de dominar, controlar, someter mentalmente a su esclava? ¿Qué busca, qué satisfacción alcanza?

Ya le comenté a E. esta mañana que no contemplo utilizarlo a Él para mis fines. Es decir, meditar es un acto positivo, sé los beneficios que suponen para mi. Pero no es eso lo que considero primordial. Los beneficios de la meditación en mi persona son una consecuencia más. Lo que realmente quiero saber es ¿por qué hace eso por mi?

domingo, 16 de noviembre de 2008

El Vesubio al fondo


Hace unos meses E. me mostró una serie de ilustraciones de Paul Avril. Esta es mi preferida y también creo que la de Él. Una plácida mamada, con el Vesubio al fondo, en estado de erupción.

Las pieles bajo la esclava, porque las felaciones plácidas requieren su tiempo y el suelo está duro. Y, como es obvio, el asiento adecuado para el Dueño de la esclava, convenientemente erguido. La pelvis no está hundida y tampoco los testículos. La boca, la lengua, los labios tienen el acceso adecuado. Qué felicidad.

sábado, 15 de noviembre de 2008

El punto de vista exterior

Ayer E. leyó lo que hasta ahora he publicado aquí. Le mandé dos correos insistiendo en lo importante que era para mi desbloquearme. Lógicamente se trata de un desbloqueo parcial. Él sabe, igual que yo, que me reservo lo más importante.

Esta mañana E. me ha comentado sus impresiones sobre lo que ha leído. Ha sido claro y contundente, como Él siempre es. Me gusta que sea así. Ha aportado una visión exterior muy necesaria.

Como digo, me gusta y me admira la vehemencia de E. al exponer sus ideas. Su estricta visión de ciertos aspectos de la vida, en ocasiones muy diferentes a los míos. No veo nada malo en ello. Sabemos cual es el lugar de cada cual, sabemos el papel que yo cumplo y sabemos que el debate ideológico no cuenta.

Por eso éste intenta ser un blog de hechos y no de teorías. Sé que me acercaré más a E. con este medio y espero que Él acepte con benevolencia mis divagaciones, mi inofensiva ironía y el distanciamiento consciente con el que aborde los temas. Así podré ser clara y concisa, como Él, y no entraré en la dinámica de la ñoñería y el pensamiento abstracto y aburrido.

Esta mañana escuché por la radio I say a little prayer, en la voz de Aretha Franklin. Me pone contenta esa canción, es fresca y vital.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Bienvenido

Utilizo su frase, tal y como siempre me ha recibido. Me deja ocupar, a sus pies, el lugar más privilegiado de su tiempo y espacio. El que voy poco a poco conociendo y haciendo también mío.

Éste también es suyo. Azul y blanco.

Bienvenido a este espacio, a este tiempo.

Crush, de Garbage, resumía, según me dijo en una ocasión, su ideal de esclavitud y entrega. Lo hice mío.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Esclava en construcción

Estuve buscando entre mails y aquellas horas de conversación del IRC que quedaron grabadas y no encontré el momento. ¿En qué momento me llamó E. por primera vez esclava? Aquellos días pensaba que tiene narices el nombrecito. Alguna vez me he rebelado hacia el mismo.

Ay, E, cuando usted me lea (llevo varios días pensando en el momento en que le comente la existencia de este blog) (Cobarde, más que cobarde) (Lógicamente, yo)

Me supuso mucho tiempo de reflexión aceptar con alegría el nombrecito dichoso (dichoso de dicha). Pero no voy a entrar aquí en repetir esas aburridas reflexiones. Éste es un blog activo, donde no se teoriza!!!

Para sentirme digamos en paz conmigo misma, dado que detesto ciertas incongruencias en mi vida (llena de incongruencias, pero algunas soy incapaz de dominarlas), digo que, para sentirme en paz me llamo a mi misma esclava en construcción.

Esclava en construcción ¿cuántas horas al día? ¿10? ¿12? Jamás he soñado con E. a pesar, o quizás debido a, que pienso en Él minutos, horas, horas, horas. ¿Me hace eso ser su esclava? ¿Cuántas horas piensa Él en mi? ¿Horas, horas, horas?

Las canciones ya son aleatorias. Hoy me apetece ésta. La estuve cantando a menudo el verano pasado, en los días de autoconmiseración.

martes, 11 de noviembre de 2008

Camelot

Vivir en Camelot es una utopía.

Alarguemos la utopía cuanto sea posible.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El Amo olvidadizo

Conocí a RJ en una página de contactos estrictamente BDSM y fui su sumisa-guadiana. ¿Tres meses, cuatro? RJ desaparecía y volvía a mi vida su antojo, confiado en que yo permanecía aquí.

Se algunas cosas íntimas de su vida, algunas magníficas, algunas despertaron mi más profunda compasión. Me parecía admirable.

Fue una atracción rápida y unos inicios exultantes. Larguísimas horas de messenger. Nunca cibersesiones. Qué ridiculez. Largas conversaciones sobre política e historia en las que luchábamos por brillar. Una noche me confesó que yo era su primera sumisa con la que hablaba de Historia a su nivel. En realidad yo tenía más nivel que él. Por supuesto, hay despecho en mis palabras.

Largas conversaciones en las que hablábamos sobre Dominación. Aprendí mucho con él. Formas, protocolo, paciencia. Ay, paciencia. Me dio su collar. Abomino de esa entrega rápida de collares. RJ entregaba collares para satisfacer su ego. Mi ego también estaba satisfecho, como es lógico.

Él si tuvo la clave, la que no hallé con Santiago. Aprendí a manifestar mis deseos y mis necesidades. Algunos días era una sumisa que flotaba en una nube. Leía, escribía. Drogada de sumisión. Enganchada al móvil.

Desapareció en Navidades, me quité su collar, volvió a aparecer en Carnaval, volvió a ofrecerme su collar. Pidió perdón. Qué delicia ver arrastrarse a un Dominante.

En febrero pasamos 26 horas juntos. 26 horas que rozaron la perfección, un encuentro minuciosamente planeado, mágico. 26 horas de entrega física y emocional. Largas conversaciones, risas, afecto. Se sorprendió conmigo. Mis besos, mis caricias, mi docilidad, mi pasión. ¿Cómo entregarse sin afecto, sin amor?

Sádico, brillantemente sádico. Perfecto conocedor de técnicas dolorosas. Yo ansiaba conocerlas todas. Fui disciplinada y complaciente. Orgullosa, engreída, le tenía en mi mano. Me despedí de él en la estación de autobuses de Sevilla, lloré un poco, ese día, los siguientes, le amaba, le amaba, le amaba.

Su collar me lo arranqué con furia. De la misma manera furiosa en que cayó del pedestal de Amo.
Olvidadizo, se olvidó de mi.

Moon river, cantada por Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, fue una canción que escuchamos juntos, un par de ocasiones.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El Amo circunspecto


No relataré por ahora cómo se fraguó mi entrada en el mundo BDSM. Busqué, leí como todo el mundo; conversé con Dominantes, metí la pata a menudo; tuve encuentros cíber y telefónicos, algunos muy intensos, pero no quiero contarlos por ahora.

Santiago fue el primer Dominante con el que tuve relación real. Contacté con él en ALT y fue emocionante ver que era de mi misma ciudad, cosa que no creo que abunde pues mi ciudad es de tamaño medio y tirando a mediocre en todos los aspectos.

Fui impulsiva y actué con prisas pero los primeros momentos fueron deliciosos. Iba a conocer a alguien al que podría llamar Amo. Poca idea por entonces de lo que yo quería. Mi objetivo se limitaba a sesiones light y en mis conversaciones por messenger con él le pedía que nada de dolor, nada de humillación... Y era perfectamente consciente de que deseaba atravesar esa frontera pero no daba con la clave para hacerlo.

Santiago es hombre de pocas palabras. Una conversación con él era aburridísima. Pasamos a la acción. Jugamos a que me descubriera. Una mañana atravesé la calle principal de mi ciudad sabiendo que, por las indicaciones que le había dado, él estaría allí, ojo avizor, descubriendo quién era. Me vio, paseó junto a mi y, como habíamos convenido, no me dijo nada.

Días después, en esa misma calle, nos citamos brevemente, para conocerle yo. Y días más tarde, me sobó el culo en un ascensor del Corte Inglés. Y pocos, pocos días después tuve mi primera y única sesion con él.

No fue un desastre. Mis sensaciones predominantes fueron excitación en grado 10 y curiosidad en la misma medida. Una curiosidad inmensa. Por tanto no me supo mal su actitud misógina, despreciativa vaya, para qué andarnos con rodeos. Era mi primer Dominante, mi primera sesión y yo estaba dispuesta a disfrutar, sentir, vivir todas y cada una de las actividades que el hiciera sobre mi piel.

Así que acabé aturdida. Mareada. Los pezones agradablemente doloridos. Él cumplió lo pactado, me sometió a un dolor sosegado y ordenó lo que sabíamos iba a ordenar. Quedó muy satisfecho, mucho. Quería repetir pronto. Yo volví a casa y mientras caminaba, pensaba y ahí ya empezó a dolerme la falta de dolor. El vacío que llevaba, lo que de ningún modo quería sentir.

No hubo besos, no hubo afecto. Frialdad, sesión impecable pero aséptica. Eso no era lo que yo quería. Se despidió de mi con un "hasta otro día". Ya no hubo más.

Le vi hace unas semanas en el mercadillo. Nos sonreímos al saludar.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Venus en julio


En un mes de Julio tuve un espléndido encuentro sexual con Antonio. Ambos desconocidos, uno del otro. Ambos encontramos lo que queríamos. Fue sencillo.

Risas, cava con helado de limón, confidencias las justas, tres polvos salvajes y ternura, la que puede haber entre dos desconocidos que quieren serlo siempre pero saben darse. Fue perfecto, el sudor adecuado; vigor cómplice, adecuadamente compenetrados, como si llevaramos toda la vida en ello. Perfecto encuentro de cinco horas.

miércoles, 29 de octubre de 2008

El obseso sodomita


Entré en una página de contactos sexuales y un mundo lleno de posibilidades se me abrió. Las posibilidades aumentan si escribes un perfil sexualmente claro y conciso. Sin medias tintas, sin florituras, sin poemitas. Y si añades foto, lógicamente de cuello para abajo, sin ser hortera, sino seductora con sencillez, las ofertas de encuentros sexuales se incrementan endiabladamente.

Lástima ser novata y además, con las pilas necesitadas de recarga. Me escribió Alejandro, el audaz sodomita, un chico que pensaba que ser sodomita es la repera. También pensaba que me iba a asustar por ello, cosa que no hice.

Hubo correos y una charla por messenger aséptica. Me despedí educadamente de él y cambió de tercio asustado. Fui benevolente porque escribía muy bien y su correo disculpándose por su frialdad me excitó y me dió un subidón de autoestima.

Nos intercambiamos nuevos correos cada vez más morbosos. Es muy placentero recibir escritos calientes. Más aún escribirlos. Saber que el que los va a leer se va a masturbar en tu honor.

Como el encuentro fue de "mucho ruido y pocas nueces" no lo describiré. No he vuelto a saber nada más de él.

viernes, 24 de octubre de 2008

Cibersexo




Miguel fue mi ciberamante en el tiempo en que experimenté con el sexo a través del PC. Uno de mis amantes, Miguel fue el más duradero porque era el mejor. Un buen ciberamante.

Una vez entreví su cara, moreno y con bastantes entradas. Siempre me mostraba su cuerpo, de cuello para abajo. Tiene un magnífico cuerpo. Vello justo, más bien delgado pero fibroso y una polla soberbia.

Imaginación soberbia. Divertido, no íbamos nunca directamente al ciberfolleteo. Hablábamos, bromeábamos, nos contábamos la vida lo justo, con discreción. Era amable, cariñoso, escribe sin faltas de ortografía, es culto, es tímido. Es audaz.

He tenido encuentros extraordinarios con él. Verdaderamente agotadores, intensos, placenteros. Y he tenido encuentros con otros, también divertidos, pero Miguel era el mejor. El mejor ciberamante. Imaginativo y con un toque dominante exquisito. El justo toque dominante que me hizo ir más allá. Me gustó seguir sus indicaciones: el momento de desnudarme, cómo desnudarme, qué hacer con manos, boca, dedos.

Yo se que le gustaba mucho. Fui, por supuesto, una cabrona con él. Pude conocerle. Una vez fui a su ciudad. No le avisé. Planeé un encuentro, le di vueltas, hubiera sido un encuentro brevísimo, morboso, como a él le gustaban. No quise, no le avisé.

Dejé de buscarle. Ahora se que vive en otra ciudad, probablemente haya encontrado trabajo allí. Es lo que pone junto a su nombre, en el messenger.

viernes, 3 de octubre de 2008

Pasas a mi lado



Pasas a mi lado y sólo quedan retales,
trazos afilados, mapas del desastre.
Era mentira.
Yo, con falsa luz,
falso fulgor, llamada bálsamo,
nombrada auténtica, falsa amante joven
y sincera,
alivio del dolor y la vejez.

Qué engaño y qué vanidad: decías
"escribes cartas preciosas", mentira,
sólo ensayos de poder, teatro que devora:
simular agonía, fingirme sublime,
recitarte a ciegas, idiota, sin verme
acechante en el brindis,
en los besos, en las miradas que queman,
en las palabras tiernas y en las caricias devotas,
sin verme, digo, cubrirte con mi sombra
y clavarme en tu costado.

Escrita en el 92 o 93, el rencor aún hirviente.

jueves, 2 de octubre de 2008

2 de agosto



Dos de agosto

El emblema, la fecha mítica,
inmortal,
la nunca acabada noche
que desmembro y disecciono; conozco de forma exacta
sus minutos perfectos:
estrellas y besos,
cierto perfume,
una forma de mirarme, adjetivos
manoseados
que me dan sueño.

He reiniciado el dos de agosto
durante años.
Un día inmóvil
extraido del paso del tiempo.
Me he repetido sus sílabas, tantos versos
en homenaje inmerecido;
años para advertir
la sudada vulgaridad, la burda
construcción de frases, de anécdotas
de esperanzas pueriles.

martes, 30 de septiembre de 2008

El ex-heroinómano budista.

En el año 1991, de julio a diciembre, estuve con Pedro. El 2 de agosto nos besamos. El 27 o 28 de diciembre, días después de mi cumpleaños, hablamos y dejamos que nuestra relación acabara.

A veces relaciones con magia como aquellas, agotadoras, intensas y por mi parte, hambrientas, pueden acabar en pura mierda. No contaré aquí como acabó.

Sí cómo empezó, a primeros de julio, en el nuevo puesto al que me mandaron en el trabajo eventual de todos los veranos. Gente que más o menos conocía de otros años, excepto Pedro. Él era un fijo de años, llevaba mucho tiempo en la empresa pero nunca lo había visto. El segundo día de trabajo tuve que hacer horas extra por la noche y él me trajo un bocadillo de su casa porque yo no llevaba comida. Un bocadillo de jamón cocido y queso. Casi se me atragantó de la verguenza.

Llegaba a casa y no podía dormir. Llegaba al trabajo y enfermaba si no coincidíamos en el turno. Enfermaba si coincidíamos. Y más si hablábamos. Buscaba su olor como una burra. Su olor me ponía frenética.

La noche del 2 de agosto salimos a tomar una cerveza tras el trabajo. Me contó muchas cosas y me dijo palabras muy bonitas que nunca nadie me había dicho. No palabras cursis. Pedro no era cursi. A un hombre que ha estado enganchado al caballo durante años no le sale la cursilería. Esa noche nos besamos en su coche, frente a la bahía. Quedamos para el día siguiente. El día 5 se fue de vacaciones a un monasterio budista en Francia y yo le mandé una carta un día de lluvia. Lluvia en agosto. Era magia.

Cada encuentro, en los pinos de Bolonia, en el río de Las Corzas, en el piso vacío de Jerez, en la azotea de Cádiz, en las habitaciones de hoteles de Tarifa, de la Línea, de Chiclana, en su Opel Kadett, eran magia. Hambre. Quería su esencia. Sabía que acababa. Él me decía que en otra vida... no se, un tópico como un castillo, algo de otra vida, de amarnos siempre, de pertenecernos siempre.

No se nada de él. Hace dos años, en Semana Santa, le vi cruzar la Plaza. Estaba envejecido, ya debe rondar los 60 años. Era un hombre muy guapo, tenía ojos azules de acero, el pelo al uno casi blanco, tenía dientes postizos, pero no se le notaban. Tenía cicatrices terribles en el abdomen. Fuimos animales que se encuentran y , tras la lucha, se dejan cicatrices de por vida.

Escuchamos Heroin de Lou Reed camino de un día de playa en Bolonia. Hizo una larga disertación, en su viejo Opel, sobre el caballo, sobre su abstinencia, sobre budismo. Sobre renacer tras estar medio muerto, desahuciado en vida. Parafraseando a Machado, decía que era un viejo olmo herido por el rayo y que había florecido conmigo.

viernes, 26 de septiembre de 2008

El estudiante carismático

Cuando conocía a Jóse, él estaba en el último año de Medicina. Pero no se si ha llegado alguna vez a ejercer. Sé que también dió clases de Educación Física. Y que le gustaba el teatro, creo que hizo algo.

Precisamente el teatro me acercó a él. Era de los asiduos al garito de la pandilla radikal, aunque él no era de los excesivos. Una vez le vi con pañuelo palestino, acudía a fiestas solidarias, todo eso, pero sin fanatismos.

Qué guapo era el condenado. Y qué piquito tenía, llevaba a las nenas de calle. Así que la noche que se me acercó en el garito y me preguntó por mi grupo de teatro y se interesó tanto por mi monólogo... ese día ya me tuvo en el bote para siempre jamás.

Mantuve mi dignidad, no obstante. Aunque babeara por dentro, fui digna y circunspecta. Una noche me invitó a su casa a ver una película de Lubitsch. Yo le había confesado que no conocía nada de ese director (desde entonces llevo a Lubitsch en mi corazón). Sentados en su sofá -un diminuto apartemento en un bajo sin apenas luz-, yo rezaba por un roce de su mano. Hubo tensión sexual, puñetero Jóse.

Fuimos inseparables durante un tiempo: cine -La naranja mecánica-, teatro, cafeterías, copas, paseos en su moto -ay, su moto-, siempre la dichosa tensión sexual a flor de piel, yo tan tímida y rematadamente circunspecta. ¿Y él? Ni idea. Él era carismático.

Por fin, una noche, le metí en mi cama. Me había acompañado a casa desde una fiesta de esas solidarias -yo tenía la tontuna de que me perdía por los callejones-, nos habíamos tomado unas copas y unos pasteles y se hizo tarde. Y en plan idiota le sugerí que durmiera conmigo, que mi cama era de matrimonio (la cama de 90 había pasado a mejor vida).

Besos, muchos. Mis tetas también. Y, mmmmm, su pecholobo. Nunca había visto tanto pelo, sólo en el pecho, una masa negra y lujuriosa. El jodío engañaba, fue una sorpresa. Carismático y peludo.

Sólo hubo besos. Después le vi menos. Un día me apareció con una de esas casualidades que amargan bastante: teníamos una amiga en común, Eva, antigua compañera del cole mía, novieta o con derecho a roce suya. Al menos eso parecía.

Dejé de verle. Le busqué de una manera un poco gimoteante. Le eché el humo en la cara en mi monólogo, supe que daba clases en un Instituto, conocí su nueva dirección -un piso rehabilitado del casco antiguo, subiéndo de nivel- y le perdí la pista. No sé que es ahora de él.

No hay canciones con Jóse. Jóse es Lubitsch para mi, la pelí que vimos juntos, en su piso de mala muerte: El diablo dijo no.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El estibador macarra

Esb. era un chico macarra y chulillo que se coló en una fiesta. Entró con otro colega, llevaban una radio de aquellas enormes de los 80. Usamos aquel aparatejo toda la noche.

Era una fiesta en mi piso de estudiante. Lo compartía con tres amigas, aún sigo unida a ellas, viven cerca, las quiero. Hacíamos muchas fiestas allí y entraba todo Dios. Esb. se sintió cómodo inmediatamente. Hizo un escrutinio del personal y echó sus redes. Primero fue a por una de las invitadas, pero era demasiado tímida. Luego se metió en mi cuarto. Yo creo que me olfateó.

Una de esas fiestas memorables donde los invitados acaban derrengados. Yo acabé derrengada también, en mi cama con un macarrilla moreno y resultón a mi lado. Vestido. Me hice la dormida. Me dio besos en el cuello. Me abalancé sobre él.

Desnudo la noche siguiente. Fuerte. Me dijo que trabajaba en el puerto. Llevaba un tatuaje en la espalda en la época en que tatuarse no era moderno. Follamos como salvajes. Era un macarra salvaje. Me puse con la regla esa misma noche. No le importó la sangre, mi sangre empapó las sábanas. Era sexo sucio y reconfortante.

Me fue a buscar otra noche al garito del grupo radikal con k. Llovía, estaba enfadado no recuerdo por qué. Hablamos bajo mi paraguas, en el callejón. Alguien de mi grupo me fue a buscar, escamado. Esb. escamaba a la gente. Su pinta de macarra escamaba a todos, a mi me excitaba.

Mi amiga Ana me dijo que no le daba buena espina. Y si mi amiga Ana, que era surrealista y tenía amantes raros, desconfiaba, era mala señal. Una noche, Esb. llamó a mi piso de madrugada. No le abrí. No volví a verle.

Nadie sabe esta historia completa. Nadie sabe las dos noches espléndidas que tuvimos en mi casa. Ni que pasé de él desvergonzadamente. Por miedo. Por verguenza de su pinta de chuloputas.

En esa época yo escuchaba muchos tangos. De Gardel, Tomo y obligo, me recuerda a él.

El grupo radikal con k

Ya solo recuerdo a cinco personas del grupo radikal del que formé parte en los primeros años de Universidad. Dos hombres y tres mujeres. Recuerdo sus nombres y recuerdo sus rasgos. Les veía casi a diario. Nos solíamos reunir en mi piso y en un garito de una calle húmeda y oscura.

Nos reuníamos para cambiar el mundo. También para emborracharnos y bailar. Era gente amable y risueña. Con ganas de currar. Eran los tiempos del MiliKK, íbamos a protestar a la puerta de la base de Rota, apenas un par de años antes fue la movida anti-OTAN. Y aquella huelga general del 17-D o algo así. Me pasé una noche y un día entero en vela haciendo el paripé de formar parte de un piquete... batallitas.

Aquel grupo hizo cosas, un fanzine, pegadas de carteles, manifestaciones, sentadas, cortes de carretera... yo casi las he olvidado. Pase por aquellas movidas con emoción y apasionamiento pero había una parte práctica que nunca se me dio bien. Cambiar el mundo también es burocrático.

En realidad yo estaba allí por Pako, pero Pako vivía en otra ciudad y le veía en las concentraciones de Rota, una vez en Madrid, poco más. Igual que a Fran. Fran también vivía en otra ciudad y rulaba con su correspondiente grupo radikal. La peña se veía en las grandes movidas. Era un poco sectario.

No le tengo querencia a los grupos. Una de las de aquel grupo mío se folló a Pako casi en mis narices. En la habitación de al lado, con la puerta entornada. La muy hijadeputa sabía mi estado amoroso, yo lo proclamaba casi a diario. Son cosas que no se perdonan. Pasé mucho del grupo desde aquel día. Soy rencorosa.

A las mujeres no las he vuelto a ver. Uno de los hombres es abogado y a veces ha salido en el periódico. El otro vive en esta ciudad y me lo cruzo por la calle, pero me hago la tonta. Ya no visten los pañuelos palestinos, tampoco es que se hayan aburguesado, eso creo. Tampoco me importa mucho.

Solíamos botar mucho con Los siete enanitos de La Polla Records.

martes, 16 de septiembre de 2008

La voz tras el teléfono

Javi comenzó siendo una voz tras el teléfono. Cada día, a veces por la mañana, a veces por la tarde, según mi turno. Una voz agradable, flirteábamos, era un trabajo aburrido el de aquel verano mío. Julio y Agosto de 1988. Había mañanas en que le escuchaba al teléfono a las siete, era divertido.

Quedamos una tarde, me recogió en la puerta de unos cines que ya no existen. Le gustó mi pelo, que ese verano llevaba teñido de henna; le gustó mi vestido verde. Ese verano yo me parecía a Carmen Maura en La ley del deseo.

Con Javi follé por primera vez en un coche -no recuerdo qué coche tenía, uno corriente- Y en un hotel. Mis amigas me dijeron que no era guapo, pero a mi me gustaban su boca, sus pecas, tenía -tiene- un buen cuerpo, más alto que yo. Javi estaba orgulloso de su polla, me gustan los hombres que se vanaglorian de su polla y se pasean por la habitación del hotel luciéndose. No me parece engreimiento. Es gloria bendita. Yo le recompensaba con mamadas de lujo. Él me juraba que era la mejor mamadora del mundo.

Yo pensaba que aquel verano acababa con novio. Javi era un muchacho muy normal, muy corriente, yo fantaseaba con un novio normal: cenas, copas y folleteo en un descampado. Javi me dio excusas absurdas, ni me acuerdo. Volví a la Facultad y dejé de verle.

En Navidad me llamó, me pidió quedar. Yo ya andaba con otros amores, me dijo que quería reanudar nuestra relación del verano, me quiso meter mano -¿era un Ford?-, hubo un instante en que pasé miedo. Javi era un caballero. Me dejó en casa, sin un beso de despedida.

Volví a verle en mi trabajo actual. Él ha prosperado, tiene su empresa, está casado, tiene tres hijos. No está gordo, ni calvo, ni envejecido. Nos alegramos de vernos, no hubo ni el más mínimo flirteo, pero esta vez sí nos besamos.

La única canción que me recuerda a Javi es Sabor de amor, de Danza invisible. Fue un éxito en el verano del 88.

El grupo de teatro (aficionado)


Éramos un grupo pequeño, el director y su novia-ayudante, Juan Carlos, Jesús, yo... seguro que había más personas pero no las recuerdo. Nos reuníamos cada sábado durante dos años, mis dos primeros años de Facultad. Contacté con ellos por un anuncio y participé en un único montaje teatral.

Fue un sueño cumplido. El primer año lo pasamos aprendiendo. Términos que nunca había oído: ortofonía, Stanislavsky, construción del personaje... cosas así. La teoría no me gustaba. Pero sí hacer el payaso. Y declamar en voz alta. En mi familia no hay actores pero sí grandes exhibicionistas.

El segundo año fue el del montaje. Ensayos en mi piso. Yo era la absoluta y única protagonista, era un monólogo, mi sueño dorado. El centro único de atención. Un orgasmo de una hora.

La obra no gustó, era pesada y lenta, pero a mi me dieron buenas críticas, más bien alabaron el valor que había tenido, que un monólogo es tarea de titanes, etc, etc. Yo solo recuerdo que allí en el escenario me deseaba y deseaba que el público me deseara. Era lujuria escénica.

Al final, en la última escena, yo me fumaba un cigarrillo mirando al público a los ojos. Jóse estaba en primera fila. Le eché el humo a la cara. En escena sonaba el "Lacrimosa" del Requiem de Mozart.

lunes, 15 de septiembre de 2008

El hombre importante

Tampoco pondré su nombre porque era un hombre importante. No lo escribo con sorna, era, para mi pequeño mundo hace veinte años, realmente importante. Ocupaba un alto cargo en la Universidad. Fue divertido contárselo a mi amiga. Un hombre importante!!!!!

Qué atractivo era. Los hombres importantes no suelen tener tan buen tipo, un poquito calvo, solo eso. Miraba con lascivia, no indagué mucho sobre él pero creo que también era un asaltacunas, como su amigo el profesor. Me encantó ser objeto de aquel asaltacunas importante. Es ciertamente glorioso ser objeto de atención de un hombre que maneja a diario asuntos de extrema importancia. Y que se codea a diario con otras personas importantes como él. Es alimento para el ego. Pura vanidad, cosa que convenientemente disciplinada, es agradable.

Lo conocí en una fiesta, me dió sus dos teléfonos -el de sus dos despachos- y me alentó a que le llamara. Dos meses después le cité, de nuevo en otra fiesta. Una copa y muchas bromas por mi parte. No pensaba dejarme aturrullar por su importancia.

Tenía chófer. Qué emocionante. Bailamos. No paré de bromear. Me besó y seguía teniendo los ojos libidinosos, cada vez más.

En mi piso le mostré mis plantas y le restregué cómo vive una humilde estudiante que tira de los ahorros de su trabajo eventual del verano. Mi habitación de posters clavados con chinchetas con cama de 90. Le recordé mis ideas radikales con k. Me desnudé y le restregué mi cuerpo joven y sé que le gustó.

Le llamé un par de veces pero no volvimos a citarnos y no quise insistir. Le vi en un par de ocasiones, dos besos en las mejillas y nada más. Ya no tiene el alto cargo aquel y no sé si seguirá tan guapo como entonces. Tampoco sé dónde vive, ni si tiene el segundo despacho.

La canción de Serrat, Una mujer desnuda y en lo oscuro es la que bailamos la noche de nuestro encuentro.

Encuentro aquel nombre


Encuentro aquel nombre que hace tiempo
yo repetía a diario
lo distingo entre letras, en la página seis,
nombre y apellidos que manchan mis dedos,
mezclado con otros nombres,
segunda línea, segunda columna,
una noticia breve que mancha mis dedos,
quince, veinte frases pensadas anoche,
ocurridas ayer,
vocales y consonantes trivialmente unidas
que me resumen sin apartes
diez años de una vida.
¿Dónde, en qué palabra clavé mis uñas?
¿En cuál se desprendió mi memoria?

En mi ciudad, muchos años después de mi encuentro con el profesor.

viernes, 12 de septiembre de 2008

El profesor

No pondré su nombre. Él me dió clase el primer año de Facultad. Tenía algo más de 50 años, barba canosa, tenía carisma. Para mí tenía carisma, para otros era un viejo verde borrachín. A mi me gustó desde la primera clase y yo tengo constancia de que le gusté a él. Así me lo dijo, y que se situaba de forma estratégica en el aula para verme mejor las piernas.

En aquella época yo alternaba con el grupete radikal con k de mi ciudad y vestía de la manera preceptiva: vaqueros ajustados, largas bufandas, pañuelos palestinos -como los que se llevan ahora pero con menos glamour-. Llevaba el pelo suelto y salvaje, las cejas sin depilar, grandes aros en las orejas. Creo que daba morbo.

La borrachera de una fiesta en la facultad nos llevó a la cama, a mi profesor y a mi. Sólo besos. Ya dije que además de cincuentón bebía mucho. Pero a mi me bastó: era un sueño cumplido, me estaba enamorando de mi profesor carismático, viejo y borrachuzo. Era un deseo ambivalente, deseo de protegerle, deseo de ser amada e instruida.

Nos citamos varias veces pero no pasamos de besos. Una noche en un bar él me dijo: Un día de estos tenemos que follar. Pero yo no le creí. Una tarde, en otro bar, compitiendo por ver quien bebía más, pillé una tagarnina de muerte. Conversábamos mucho. Fumábamos mucho. Hubo ternura, ningún mal momento.

La historia se fue deshaciendo según avanzaba el curso, para primavera yo me limitaba a buscarle ansiosa por los pasillos, alguna vez en su despacho, regalarle poemas míos y libros de otros. Cada año él se buscaba a alguna alumna con la que acostarse, eso me decían. Yo nunca me sentí mal con él.

Hace un par de años conocí su hija, creo que tiene unos 10 años menos que yo. Coincidimos en el mismo trabajo, ella estaba haciendo una sustitución. Descubrí su parentesco de manera casual. Ella me contó que su padre ya estaba jubilado, que había dejado de fumar, que estaba un poco depresivo. Le di muchos recuerdos de mi parte.

La madrugada que pasamos juntos en mi piso, tras aquella fiesta, puse en el cassette una cinta de música clásica que me gustaba. "Che faro senza Euridice?", aria de la ópera Orfeo y Euridice, de Gluck.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Mi amiga surrealista



Entre 1986 y 1992 Ana fue mi compañera de facultad y una buena amiga. Quiero escribir sobre ella porque estuve muchos años sin verla y un día de hace cuatro veranos la encontré por pura casualidad mientras esperaba el autobús. De esa forma me enteré que Ana vive en Madrid y que había bajado al Sur para ver a la familia. Iba acompañada de uno que me presentó como su marido. La encontré demacrada. Hablamos demasiado poco. Dijimos tres o cuatro obviedades y, lo que me resultó muy incomodo, no se interesó por mi hijo, que tenía entonces tres años y estaba a mi lado. Tras despedirnos, me sentí llena de frustación, joder, allí iba mi amiga y no habían saltado las chispas que se suponen debían saltar.

Ahora me referiré a ella en pasado, porque así es como la quise: Ana era exhuberante. Alta, rubia, tenía unas tetas espléndidas. Yo pensaba al verla: Hija mía, llegan antes tus tetas que tú. Era como una walkiria. Me gustaba como vestía. Yo jamás me habría atrevido a vestir así. Se inventaba la ropa y despreciaba la moda. Y marcaba tetamen sin importarle que la miraran.

Y de hecho la miraban. Tuvo muchos amantes, ella despreciaba la palabra novios. Disfrutaba del sexo alegremente. Y, lo mejor en lo que a mi respecta, me contaba sus líos amorosos siempre riendo. Imagino que algún tipo algún día le partiría el corazón, pero a mi nunca me lloriqueó.

Con ella pasé juergas inolvidables. Tenía el don de crear la frase brillante que utilizaríamos toda la noche como un himno. Creó frases de antología, pero aquí no las escribiré. Era cachonda, atrevida, audaz, ingeniosa. Era mi amiga surrealista. Luis Buñuel era uno de nuestros iconos. Recuerdo la tarde en que vimos en su casa La edad de oro. Risas, deslumbramiento, adoración por el mítico aragonés.

Casi al final de la carrera se volvió más seria. Estudiaba más y salía menos. Dejamos de salir juntas. Tenía entre manos la tesina, consiguió becas de investigación, se encerró entre libros y se volvió un poco obsesiva con aquello. Después yo acabé la carrera y me fui a otra ciudad. Y no me preocupé por conseguir su teléfono. Hasta que la encontré de pura casualidad en la parada del autobús.


miércoles, 10 de septiembre de 2008

El estudiante de Medicina

El año antes de irme a estudiar fuera conocí a S. Estaba en primero de Medicina. Sentí inmediatamente una atracción brutal hacia él.

No era guapo, ahora debe estar calvo por completo. Además, era bastante pijo, impertinente y mentiroso. Pero rezumaba morbo. Era el típico tipo que está deseando follar pero va de sibilino. Me recordaba a una serpiente. Me apetecía follarme a una serpiente.

El día que lo conocí no hubo acercamiento alguno, sonrisas, tonteos y calentura muy disimulada por mi parte. Dormimos en el mismo cuarto, separados por un pasillito entre dos camas. Un cuarto en el piso de estudiantes de mi amiga AB. Se suponía que S. tenía piso pero se las arregló para pasar la noche allí, con nosotras. Me divertía y excitaba esa situación pero yo aún era virgen y no sabía cómo hacer para acercarme a un tío y tirármelo.

Al año siguiente yo ya vivía en mi propio piso de estudiantes. Una noche lo encontré casualmente y de nuevo, como el que no quiere la cosa, se coló en mi cuarto. Le enseñé fotos antiguas. Acabamos revolcándonos en mi minicama. Era un tipo morboso y me ponía hirviendo. Me lo pasé bien con él y me quité la espinita que tenía.

Lástima que tenía novia y no volvimos a quedar. A mi me duró el calentón una temporada. Imagino que será médico en algun centro de salud. Imagino que andará con su bata blanca echándole los tejos a las enfermeras y follandose a la que se vaya dejando.

Los ángeles no tienen hélice, de El último de la fila, es la canción que escuché el día que le conocí. Invariablemente me recuerda a aquella noche en que un pasillo nos separaba y yo ardía de deseo.