domingo, 27 de mayo de 2018

Mi viaje normal

Hace un mes fui a Tenerife por motivos de trabajo pero qué coño, también a intentar pasarlo bien. Fui con dos compañeras que son buena gente y me gustan pero tengo poca confianza con ellas. Yo, cuando tengo poca confianza, que suele ser habitual, me vuelvo súper insegura y dependiente.

Mis compañeras de viaje salieron dos tardes a la busca del souvenir y del detalle para la familia. Era previsible y ya contaba con ello. Yo detesto ir a la caza del souvenir y del detalle pero acabé comprando cuatro mierdas para la familia por miedo a que pensaran que soy una avarienta. Al final, en casa, se burlaron de mi por caer en la trampa del souvenir desfasado.

También me compré un rímel de marca, porque ellas se lo compraron y me dio corte, aunque es algo mierdoso y me deja pelotones en las pestañas ( quizás yo no sepa ponérmelo). Casi me compro un perfume pijo y  viví  un rato de apuro en la perfumería. El dependiente era un caballero sabio que dominaba el ramo de los aromas y agitaba los frascos con donaire. Un maestro de las ventas a señoras turistas. Me miraba como pensando “vaya agarrada”. Los perfumes olían bien, eran, claro, de marca, y no los compré por orgullo.

Lo peor del viaje fue el Loro Parque. Como era cosa del trabajo no podía negarme a ir y también vi los espectáculos de la orca, los delfines, toda esa galería de horrores. Podía haberme quedado fuera pero no quise dar el cante; me senté junto a mi compañera que aplaudía como loca y me miraba raro porque yo me resistí todo el rato a dar aplausos y ponía mi careto compungido. Son espectáculos tristes: los delfines saludan de mentira, la orca habla con el público de mentira, los loros apagan un fuego de mentira y todo es delirio.

Pero es miserable poner aquí solo lo malo cuando solo dos cosas fueron malas: los souvenires y el Loro Parque. Y debería contar que las tres encajamos y era la primera vez que pasábamos tanto tiempo juntas.

Encajamos y así pudimos hacer aquellas bromas a costa del guía y reírnos cuando nos timó con el áloe vera, gritar como locas felices en todos los toboganes del Siam Park, comer a reventar, tomar helados, bailar salsa, chismorrear, hacernos fotos, un viaje normal.

lunes, 21 de mayo de 2018

Urgencia

Llevo muy bien domadas las urgencias no urgentes. Por ejemplo, los viajes en verano. Yo haría mi viaje en otra estación pero las vacaciones son en agosto sí o si,  por lo que no me queda más remedio que ponerme a viajar en ese mes. Pero planificar desde febrero, como la mayoría de la gente que conozco hace... O incluso desde antes de Navidad. Planificar con tanta antelación va contra mis principios. Pero la gente ve urgencia donde no la hay. Por sacarse vuelos baratos y chollos en los que yo nunca pienso.

Es que además ni siquiera sé si me iré de viaje este verano.

Pero estos días la urgencia no urgente que peor llevo son los estudios de mi hijo, que ya acaba Bachillerato. Gente que veo, gente que me pregunta que qué va a estudiar el niño. Y ya no sé qué responder para no parecer borde. O ida.

Así que me lo cuento aquí y me quedo tranquila.

Él va a cumplir dieciocho. No sé por qué no se lo preguntan a él. Aunque temo muchísimo que se vaya y sé que mi síndrome de nido vacío será de aúpa, tengo claro que así debe ser. Y él chaval debe elegir. O esperar si aún no tiene claro qué elegir. Pero me preguntan a mi y no sé cómo responder que el tiempo de decidir por él ya casi acabó.

Es jodido tomar una decisión que implica toda una vida futura en un plazo tan breve y sobre todo, con la mayoría de edad recién cumplida. A qué ciudad se irá a estudiar. Sobre todo, qué estudiará. Él no debería tomar una decisión movido por la urgencia y por lo que "todos sus compañeros hacen"

Sobre todo, son muy jodidos los años de Bachillerato. Sé que gran parte de lo que él ha aprendido durante sus años de Instituto ha sido por lecturas y vivencias personales (no por unos planes de estudio a menudo absurdos) y jode muchísimo que en este segundo año le hayan preparado (y a todos sus compañeros) para una estúpida prueba de Selectividad en la que cuentan decenas de datos memorizados para obtener porcentajes y notas de corte. Y no cuenta madurez, ni autonomía, ni capacidad de tomar decisiones o de aprender por uno mismo. 

Hemos hablado, él y yo, de que no hay necesidad de precipitarse. De reflexionar bien. de tomarse un año sabático y quizás viajar, hacer un voluntariado, sacarse incluso el carnet de conducir. de pensarlo bien, hacer otras cosas diferentes al estudio y la memoria, otras experiencias.

Pero tampoco quiero influir demasiado. Ni quiero correr. Quizás lo que ocurre es que tengo mucho miedo de cómo corre el tiempo.