El año antes de irme a estudiar fuera conocí a S. Estaba en primero de Medicina. Sentí inmediatamente una atracción brutal hacia él.
No era guapo, ahora debe estar calvo por completo. Además, era bastante pijo, impertinente y mentiroso. Pero rezumaba morbo. Era el típico tipo que está deseando follar pero va de sibilino. Me recordaba a una serpiente. Me apetecía follarme a una serpiente.
El día que lo conocí no hubo acercamiento alguno, sonrisas, tonteos y calentura muy disimulada por mi parte. Dormimos en el mismo cuarto, separados por un pasillito entre dos camas. Un cuarto en el piso de estudiantes de mi amiga AB. Se suponía que S. tenía piso pero se las arregló para pasar la noche allí, con nosotras. Me divertía y excitaba esa situación pero yo aún era virgen y no sabía cómo hacer para acercarme a un tío y tirármelo.
Al año siguiente yo ya vivía en mi propio piso de estudiantes. Una noche lo encontré casualmente y de nuevo, como el que no quiere la cosa, se coló en mi cuarto. Le enseñé fotos antiguas. Acabamos revolcándonos en mi minicama. Era un tipo morboso y me ponía hirviendo. Me lo pasé bien con él y me quité la espinita que tenía.
Lástima que tenía novia y no volvimos a quedar. A mi me duró el calentón una temporada. Imagino que será médico en algun centro de salud. Imagino que andará con su bata blanca echándole los tejos a las enfermeras y follandose a la que se vaya dejando.
Los ángeles no tienen hélice, de El último de la fila, es la canción que escuché el día que le conocí. Invariablemente me recuerda a aquella noche en que un pasillo nos separaba y yo ardía de deseo.
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