El primer recuerdo que tengo, allá en la Prehistoria, me ronda sobre los tres o cuatro años. Es una imagen muy breve que desaparece luego en la nada. Tengo ese recuerdo y ya no hay nada más.
Estoy en el patio de la casa de mi abuela. Debe ser primavera o verano porque hay una mesa puesta para comer. Hay un mantel blanco. Mi cabeza llega justo al tablero de la mesa y quiero ver lo que hay encima. Me agarro al mantel. Entonces suena un shhhh severo y quito las manos rápidamente. Me llevo un buen susto.
No creo en el psicoanálisis y demás zarandajas. Ese recuerdo no explica nada de mi evolución personal. Ese recuerdo me parece curioso, me gusta pensar en él porque es extraño mantener una imagen viva de una época tan lejana. Recordar tantos detalles.
Me resulta curioso cómo tuvo tanto impacto en mi ese shhhh, porque si recuerdo esa escena es por la regañina. Ese ínfimo percance traumático. Probablemente me regañaron más veces, como a todos los niños, pero tuve que llevarme un buen susto si recuerdo aquel shhhh.
No me gusta que me regañen porque soy una puñetera perfeccionista y me joroba mucho equivocarme. Pero si E. me habla con severidad me excita. Me enfado conmigo misma, me excita y me enfado aún más por ponerme así. Después me río, encantada de la vida.
Como esta canción, un encanto de canción. Estuve tatareándola toda la mañana.
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