Javi comenzó siendo una voz tras el teléfono. Cada día, a veces por la mañana, a veces por la tarde, según mi turno. Una voz agradable, flirteábamos, era un trabajo aburrido el de aquel verano mío. Julio y Agosto de 1988. Había mañanas en que le escuchaba al teléfono a las siete, era divertido.
Quedamos una tarde, me recogió en la puerta de unos cines que ya no existen. Le gustó mi pelo, que ese verano llevaba teñido de henna; le gustó mi vestido verde. Ese verano yo me parecía a Carmen Maura en La ley del deseo.
Con Javi follé por primera vez en un coche -no recuerdo qué coche tenía, uno corriente- Y en un hotel. Mis amigas me dijeron que no era guapo, pero a mi me gustaban su boca, sus pecas, tenía -tiene- un buen cuerpo, más alto que yo. Javi estaba orgulloso de su polla, me gustan los hombres que se vanaglorian de su polla y se pasean por la habitación del hotel luciéndose. No me parece engreimiento. Es gloria bendita. Yo le recompensaba con mamadas de lujo. Él me juraba que era la mejor mamadora del mundo.
Yo pensaba que aquel verano acababa con novio. Javi era un muchacho muy normal, muy corriente, yo fantaseaba con un novio normal: cenas, copas y folleteo en un descampado. Javi me dio excusas absurdas, ni me acuerdo. Volví a la Facultad y dejé de verle.
En Navidad me llamó, me pidió quedar. Yo ya andaba con otros amores, me dijo que quería reanudar nuestra relación del verano, me quiso meter mano -¿era un Ford?-, hubo un instante en que pasé miedo. Javi era un caballero. Me dejó en casa, sin un beso de despedida.
Volví a verle en mi trabajo actual. Él ha prosperado, tiene su empresa, está casado, tiene tres hijos. No está gordo, ni calvo, ni envejecido. Nos alegramos de vernos, no hubo ni el más mínimo flirteo, pero esta vez sí nos besamos.
La única canción que me recuerda a Javi es Sabor de amor, de Danza invisible. Fue un éxito en el verano del 88.
No hay comentarios:
Publicar un comentario