lunes, 30 de diciembre de 2013

Post fin de año

Me he cascado dos entradas al blog en un rato que llevo aquí sentada y los dos los tengo guardados en borradores. Uno es del tipo frívolo-costumbrista pero no me sale escribirle una conclusión. El otro me ha salido tristísimo, aunque muy bonito y gris, muy melancólico y muy bien acabado pero ponerlo de post fin de año queda feo.

Tampoco quiero escribir el típico post deseando Feliz Año Nuevo a los lectores (porque tampoco sé si me queda algún lector). Ya saben, si me siguen, que yo voy de guay. Y el post de resumen del año, o ese tan cuqui de propósitos para el año que viene, ni lo hice nunca ni lo haré jamás.

Así que estoy bloqueada, porque yo quería despedir el año con un post que hablara de sexo y guarrerías genitales pero lo que pasa es que no me quiero repetir. Que ya son cinco años de blog y las ideas a veces no dan más de si. Yo quería escribir sobre ser una cachonda y una zorra y dar un zas en toda la boca al fin de año y al brilli-brilli, pero me iba a salir una cosa dogmática y lenta. La idea era poner un título con la palabra SEXO en alguna parte, porque atrae a lectores y sí, soy una bloguera que mendiga éxito y las mieles de la ciberfama. Ya se lo mala que es la ciberfama y lo engañosa, pero estamos en fin de año y es momento de sincerarse. Yo quería escribir sobre alcohol, sobre dramas, sobre lo poco que saben los varones sobre la cachondez femenina, sobre leyendas sexuales y las modelos de fotografía erótica que tanto molan a los blogueros machos. También tengo un post muy bonito sobre el mejor polvo que me echaron jamás; no se si lo publicaré alguna vez. Y un post sobre la Universidad que sólo tiene una frase y no sé cómo continuar. Y otro sobre Finlandia en plan combativo que no postearé nunca porque es aburrido.

Ni un post sobre el futuro y lo que vendrá.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Tolkien en Navidad

Ayer fui a ver El Hobbit número 2. Como soy tan influenciable, me dejé llevar por la épica y disfruté con Legolas correteando a orcos. Hasta me emocioné un pelín con la truño-historia de amor interracial. Pero eso no quita para que ande indignada con Peter Jackson y su prepotente manera de tratar al espectador.

Que tanto clímax agota y los reyes elfos grandilocuentes dan risa.

CUIDADO: rey elfo chachi
Los añadidos a la historia (más de la mitad) son absolutamente predecibles ( y la historia de amor interracial ya sabemos cómo va a acabar). Que Legolas está más fofo que en ESDLA y sin embargo más saltarín. Y Bilbo está, el pobre, de pegote y no mola nada. Que falta humor y sobra pretenciosidad. Que Jackson nos toma por tontos (lo mismo que hizo con King Kong).

Orgía de bichos en King Kong (2005)

Yo no soy una purista de Tolkien, aunque tengo todas las papeletas para serlo. Me lo leí todo y me lo volví a leer en mi tierna juventud y tengo los libros manchados, manoseados y requetesobados. Cuando estrenaron la trilogía ESDLA lloré de la emoción. Era casi lo que esperaba: La Comarca. Moria y el Balrog. La batalla del Abismo de Helm. El rey Theoden. Casi todo. Me sobraron algunas cursiladas de Arwen y de Galadriel (me sobra toda Galadriel en realidad) y también me sobraron las eternas escenas del final.

Galadriel la ñoña etérea

Pero vale, no le daba un DIEZ pero el notable alto seguro que sí. A este Hobbit número dos le doy un cinco pelao y gracias. Porque los niños no pestañearon en las dos horas y media largas de cine y me aseguran que fue chulísima, por eso.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Ciclogénesis

El día de mi cumpleaños amaneció con temporal. Yo pretendía levantarme tarde pero a las ocho parecía que se acababa el mundo. La calle se inundó y tuve que vigilar para que no me entrara agua en la casa. El patio era una desolación: ramas, hojas, la mesa volcada y ni rastro del mirlo que viene cada mañana a desayunar bichitos.

Luego se fueron levantando todos (éramos siete en casa) y hubo más desayunos, charlas, carreras de los niños. Dejó de llover y no entró el agua en casa. Encendí el árbol. Hubo regalos. Hubo ropa amontonada y pintalabios, planchas para el pelo y muchas risas.

Hubo felicitaciones, muchas. Hubo tarta de cumpleaños y olvidé pedir un deseo antes de apagar las velas.

sábado, 14 de diciembre de 2013

El cine erótico y las intensas

Le echo un vistazo al trailer de Nymphomaniac. La última cagada  obra de Lars von Trier. Sale Charlotte Gainsbourg (que me cae simpática porque tiene cara caballuna como la mía). Yo con ver el trailer ya me huelo lo peor. Esta mal condenar sólo con el trailer, lo se, pero con el amigo Lars no puedo. Ver a la Gainsbourg diciendo toda intensa: soy ninfómana, es muy duro a mis años. Esa falta de chispa, ni un miligramo de gracia, ni una pizquita de humor.

Yo llevo muy mal a las intensas que salen en las películas eróticas. Todas sufren mucho cuando follan. En Nymphomaniac la tesis es: las tias que follan mucho tienen un trauma de la niñez. Joder. Pasa en casi todas las pelis eróticas. Promiscuas dolientes y sin humor.

En este top de películas eróticas no se salva casi ninguna de la intensidad. Estas son algunas de mis intensas favoritas:

Lucía, la de Lucía y el sexo, que lo vivía con cara de arrebato constante; se supone que era una cachonda pero Medem yo creo que no ha visto a una mujer cachonda en su vida. Ni sexualmente cachonda ni cachonda a secas.

En la inefable Instinto básico, Mrs Stone -eternamente anclada al papel de perra mala-  hace todo el rato de mujer sexualmente activa pero que en realidad sufre por ello. Sabemos que eso es lo que le pasa a las malas perras. Lo mismo que a Demi Moore en Acoso, que por acosar a Michael el babas Douglas,  jamás hallará la paz en este mundo. Acumuló mal karma para decenas de años.

Las dos pavas de Juegos salvajes también van de megaintensas toda la peli. No recuerdo bien, pero una era una tarada y otra una drogata y montan una escena de trío con el pringado Matt Dillon que da verguenza ajena. Tirando champan del caro. Sufriendo a lo grande. Terminan mal las dos, creo.

Hace poco vi Melissa P. Una con María Valverde que más intensa no la hay. Va de adolescente que descubre el sexo y el sufrir a la vez. Marcada pa to la vida. Un asco. Para echar la pota no una, varias veces. La niña-mujer iniciada más intensa del cine de los últimos años. Que son legión.

En cine las mujeres la jodemos a base de bien. Yo casi no quiero ver pelis eróticas, para no pasarlo mal. Casi prefiero el porno sin argumentos, sin éxtasis y sin orgasmos dolorosos. Yo no se si es culpa de directores iluminados (el amigo Lars), guionistas egomaníacos, productores codiciosos, y tampoco quiero largar el rollo feminista de que una mujer directora no haría pelis asi, porque no tengo datos (¿Por qué no tengo datos, joder???). Y no me refiero al porno de mujeres de Erika Lust. No tengo datos de pelis de erotismo soft y comercial. No lo hacen las tías. Nada. Cero. Así que no se decir si habría o no habría intensidad.

Charlotte, con lo bien que me caes y cómo te has dejado llevar al ridículo, cabrona.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Aquella extraña pandilla

Cuando mi mejor amiga A. se hizo novia de J. cada uno trajo a sus amigos y se formó una pandilla rara. Las amigas de A. éramos un grupo maravilloso, ese que germinó de adolescentes en los ochenta y se hizo sólido de universitarias en Cádiz. Los amigos de J. eran una panda de tíos raros. Yo los conocí en mi primer Carnaval de Cádiz , pero pasé de ellos porque me parecieron feos y yo era así de gilipollas.

Cuando en primavera A. y J. comenzaron a salir, los amigos que trajo cada uno nos fuimos haciendo amigos; incluso yo, que soy muy reacia a las nuevas amistades y soy de círculo cerrado, me hice amiga de aquel hatajo de frikis. Era raros, lo juro, eran feos y sólo dos tenían habilidades sociales. Pero nos divertíamos.

Salíamos cada fin de semana y quedábamos en el mismo pub cutre que hacía esquina. Tres horas en aquel pub trasegando cervezas y trago largo (era mi época del Jack Daniel´s, cuando yo iba de chica-dura). Los frikis tenían una costumbre peculiar: cada noche pegaban la hebra con algún tipo más raro que ellos que pasara por allí y echaban el rato. No lo hacían para burlarse, yo creo que necesitaban contrastar sus rarezas con las de cualquier otro pringado.

Nos divertíamos. Salíamos en Carnavales con caja y bombo, nos disfrazábamos de cualquier manera y callejeábamos sin parar de cantar. Salíamos en Feria y mientras nosotras bailábamos en las casetas, ellos se apalancaban en la barra, sosísimos y cada vez más borrachos. Rodamos un corto. A. y J. dirigieron cada uno a su grupo, las chicas con A. y los chicos con J. y me sigo muriendo de risa cuando me pongo el DVD (y yo salgo horrorosa). Hacíamos fiestas en los pisos de los que ya teníamos piso y nos agolpábamos en la cocina para beber y no parar de reír. Eran raros y su humor era surrealista. Eran geniales.

Nunca me quise acostar con ninguno. Eran colegas, eran mi pandilla rara. Nunca intimé con ninguno pero a J. y a C. les tenía un afecto muy grande. Cuando A. y J. se divorciaron les dejamos de ver. La pandilla se rompió sin pena ni gloria. Desapareció.

A veces veo a J., que se volvió a casar y tiene dos críos pequeños. Está más calvo, mucho más delgado y se le ve cansado. Siempre me hace reír. También veo a veces a C. y le noto triste. No me atrevo a preguntarle por qué. Del resto,  no he vuelta a saber nada.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Ñoñas que escuchan canciones de amor

Yo soy una ñoña de manual aunque no lo aparento. En realidad hago muy grandes esfuerzos por no aparentar mi ñoñez extrema. Yo soy de las que llora con cuatro chuminadas tontas: el final de una película, un trailer épico, una puesta de sol, una canción, un orgasmo. Lloro y me creo que LA VIDA  es así y también EL AMOR. Axiomas como la belleza, la maravilla y el poder del amor. Cosas así de superñoñas.

Yo soy una Mr Scrooge del romance y camino murmurando Paparruchas!!! ante cualquier manifestación de sensiblería romántica. Pero -muy de vez en cuando- me visitan Canciones de los Tiempos Pasados, Canciones del Presente y también Canciones de los Tiempos Futuros. Que me maten si confieso la canción que me visitó hace poco, la misma -puta perversión emocional- que estoy escuchando ahora.

Mis momentos de  ñoñería son como unas fiebres tercianas: me creo curada tras una temporada de sudores fríos y me lanzo a la calle más fresca que una lechuga. Me creo llena de anticuerpos contra el para siempre, ese que me inocularon hace tanto (con sobredosis de Disney supongo, como todas), me creo aguda y perspicaz, capaz de darle un zas en toda la boca al primer síntoma ñoño que me ataque.

Pero nah, llega la canción romántica de turno -esta que ni muerta confesaré- y otra vez con síntomas de calentura: pajaritos en la cabeza, fe, esperanza y hasta un poquito de caridad, las manos frías y una breve, pero insoportable, pesadez del corazón.




viernes, 29 de noviembre de 2013

El sexo y lo pedante

Estaba leyendo ese bloj enorme que es Vicisitud y sordidez y caí en un post de Paco Fox sobre pedantes (disculpen si no lo enlazo, mejor lean el bloj que no tiene desperdicio). Como es obvio, en Vicisitud y sordidez profesan un enorme cariño hacia los pedantes, especialmente los de internet. Luego, ayer mismo, me topé en twitter con un pequeño pero intenso debate sobre Cásate y se sumisa. Miren que 140 caracteres no da para mucho, eh, pero hay twitteros que son capaces de las más grandes pedanterías en los 140 y hasta en menos. Son ídolos.

Yo andaba rumiando un post de esos impactantes para la etiqueta "antiteoría D/s", que la tengo tan olvidada, y había pensado escribir una comparativa entre la D/s juguetona de las prácticas BDSM y ese concepto que nos traen en Cásate y se sumisa. No arrancaba mi post porque no he leído el libro y mi ética profesional me impide hablar sobre lo que no leo (no se si conocen mi proeza con la trilogía de las 50 sombras). Hasta estaba pensando en hacer trampa y escribir el post (y dar vidilla al apartado cachondo de este blog) y escurrir el bulto hablando de otros escritos sobre sumisión católica que si he leído.

Iba a ser un post de esos míos, simpáticos, cortitos y en los que muero por soltar un par de cochinadas. Argumentos tenía pensado un par, más mal que bien hilvanados , así que no iba a ser un post que dejara huella. La idea era reírme de unos, de otros y un rato también de mi y concluir en que el BDSM es superguay para disfrutarlo en pareja con cabezas bien amuebladas. Lo de siempre, vamos.

Pero se me quitaron las ganas ayer viendo el nivel del personal en twitter. Yo no sé de dónde saca la peña esos términos apabullantes y cómo son capaces (en 140 caracteres) de argumentar con sustantivos y adjetivos DE LOS DIFÍCILES.  A mi, debates así, me generan estrés y sobre todo, me bajan la autoestima pero a lo bestia. Porque ya saben (lo repito mucho aquí) que mi capacidad para escribir textos con profundidad intelectual es muy limitado. No se si es una tara mía o que, en el fondo, y aunque me crea INTELIGENTÍSIMA, soy de una simpleza letal.

La etiqueta "antiteoría D/s" de este blog se queda, por el momento, en las 63 entradas molonas y no se por cuánto tiempo. Este blog tiene 5 años y corre el peligro de repetir temas (lo cual me importa bien poco, así que tampoco es excusa y no se ni por qué lo pongo, pero mola ponerlo. Lo de los 5 años). Un día que me pille inspirada escribiré el post de Cásate y se sumisa u otro similar sobre el matrimonio católico y la conexión-BDSM. Pero prometo que usaré palabras fáciles.

martes, 26 de noviembre de 2013

La insociable se sigue esforzando

No se imaginan cuánto. Si no entro a actualizar el blog es porque estoy socializando que te cagas. Unos ejemplos:

Me apunto a unas jornadas de formación. Yo las hago por amor al arte, de verdad de la buena. No por las horas del sexenio, que ya las tengo todas. Cada año me repito que no haré más cursos ni jornadas ni estaré en grupos de trabajo ni coordinaciones de nada, pero siempre pico. Lo malo de esos cursos es que nunca conozco a nadie. Fui a unas jornadas en un hotel, con sesenta colegas y no conocía a ni uno. Las jornadas son muy molonas pero las insociables sufrimos lo indecible con la pausa para el café. Yo odio las pausas para el café de la tarde porque ni tomo café a esas horas ni necesito descansar. Yo quiero que todo acabe cuanto antes y volver a mi cubil. La pausa del café de la semana pasada la llevé lo buenamente que pude: saludé a unas colegas que no conocía de nada pero eran de la ciudad donde trabaja mi hermana; me fumé un cigarrito por hacer algo, intenté acercarme a un grupito que hablaba en voz alta sobre problemas que se habían planteado en la hora anterior, pero no pegué la hebra con nadie. Un patetismo rayano en lo inmisericorde.

Me apunto al almuerzo de Navidad del trabajo . Este año hemos reservado un restaurante de los buenos. Si el plan hubiera sido repetir lo del año anterior, paso (cosa que hice el año anterior). Puse mi nombre en la lista y mientras lo hacía mascullaba, me voy a apuntar pero lo mismo ni voy. Juego el rol de LA IMPREDECIBLE.  También me apunté al amigo invisible y juro que el esfuerzo fue casi sobrehumano. Me tocó una compañera de las fáciles y ahí me libro, pero la angustia del día de INTERCAMBIO DE REGALOS no me la quita nadie. Claro que siempre es mejor participar que sufrir esa hora en soledad.

Tuve un día de fiesta de cumpleaños con mi pandilla de toda la vida (y algún agregado). Hice lo que siempre hago: montar el show , eso que a las tímidas sin vergüenza se nos da tan bien. Luego, el subidón extrovertido me dura un par de días donde lo flipo: charlo con todo el mundo, cuento anécdotas y me lanzo al mundo ancho y ajeno. A veces dudo de ser yo.

Como ven, hago un esfuerzo del carajo.

martes, 12 de noviembre de 2013

roxanne busca

Hay un sueño que se me repite con irritante frecuencia. Es de noche y camino con cierta prisa por las calles de mi ciudad, en la antigua zona de bares del centro, el viejo territorio de una movida que ya no existe. Busco a alguien pero en mi sueño nunca se específicamente quién es. Un tío, eso si, eso está claro. Busco a un hombre con el que me quiero acostar. Un hombre al que conozco pero en mi sueño nunca lo identifico con alguien concreto, quizás sea una suma de diferentes hombres que he deseado. El deseo sexual está muy presente en mi sueño. Camino con prisa pero no entro en ningún bar porque voy sola y es un corte entrar sola en los bares. Lo único que hago es rular entre los grupos de bebedores de la acera y asomarme con disimulo a las puertas de los garitos. Nunca encuentro a quien busco y me despierto con ese deseo sin saciar. Ojo, no me despierto caliente como una gata en celo. Me despierto con una fastidiosa sensación de vacío espiritual, una cosa muy metafísica (y a la vez, levemente carnal).

Me irrita ese sueño recurrente porque mis tiempos de buscadora se fueron para no volver. Supongo que es un sueño debido al peso morrocotudo de horas  y horas de búsqueda del hombre ideal que además me pegara un buen polvo, cuando yo tenía veinte años. Yo salía absolutamente todos los fines de semana con mis dos amigas y no disfrutaba de ellas ni con ellas. Yo buscaba por los bares pensando que lo que encontrara me haría feliz. A veces me topaba con EL (que unas veces era P. o S. o J. o J.C. ;  yo qué se) y le robaba un par de besos y muchos jijiji jajaja y ya con eso era feliz. En contadas ocasiones me llevaba el gato al agua (a EL a la cama) pero bastaron para crear la fantasía de que noche de marcha podía equivaler a noche de sexo ( y AMOR). Sólo había que esperar a la conjunción astral adecuada.

Mi irritante y recurrente sueño no se debe a deseos insatisfechos, creo yo. No me psicoanalizo ni miro en manuales de interpretación de sueños ni querría que nadie lo hiciera por mi (para no perder el tiempo y para dejar claro lo soberbia que soy). En realidad escribir sobre ello me basta. Dentro de unos días, cuando lo relea quizás piense lo absurda que puedo llegar a ser.


sábado, 9 de noviembre de 2013

El erotismo cotidiano

Hablo de bragas de algodón. De conjuntos de bragas y sujetador que no van a juego. De follar con calcetines cuando es invierno y el cuarto amanece helado. De follar con el pelo revuelto. De follar sin estar perfectamente depilada.

También hablo del erotismo de un sofá con una comedia tonta en la tele, de magreos bajo la manta y juguetes de los niños tirados por el suelo. De una habitación sin sábanas de seda. De piel que huele a gel de baño de marca blanca.

El erotismo que nunca sale en las películas y en los relatos, el que nunca leo. Sin velas ni incienso, sin cava, sin pétalos de rosa.

Los pantalones medio bajados, las tetas por fuera del sujetador, las risitas cuando la polla no acaba de encontrar su lugar, follar en zapatillas, follar en bata, follar con el vestido mañanero del verano, un poquito sudado.

Y las tonterías mientras follas. Las frases intrascendentes, los apelativos guarros; los juegos que no salen como en los libros pero te ríes, los juguetes que no encuentras en el cajón de la ropa interior, las posturas que no terminan de convencer, el vientre hinchado tras un no parar de jadeos, las sábanas manchadas de semen o quizás un poquito de sangre menstrual y a poner la lavadora, el olor de lo cotidiano.




viernes, 8 de noviembre de 2013

"Días idénticos a nubes"

Así era el título de una novela que sólo tuvo cuatro capítulos. Recurrí al viejo truco (tan gafapasta) de utilizar un trozo de verso que sólo los entendidos conocen. Al menos eso pensaba yo, con ese título copiado del poema "Adolescente fui en días idénticos a nubes" de Luis Cernuda. Cuando yo me creía la adolescente más única e inigualable del mundo.

Yo me iba con una libreta a la Biblioteca Municipal a devorar y copiar poemas. Estaba convencida de que Cernuda me hablaba mi, sus versos eran para mi, su sensibilidad, su angustia, su dolor eran como los míos. Cuando eres adolescente te crees el ombligo del mundo.

Ahora se celebra no se qué aniversario del poeta y leo en la prensa que en Sevilla le ningunean; leo también a columnistas que se indignan por este hecho. A mi es que celebrar aniversarios de nacimientos o defunciones de celebridades me da una pereza tremenda y me resulta un ejercicio de soberana hipocresía. No obstante, recurrí a Cernuda para este post y repasé algunos de esos poemas que me supe de memoria.

Qué ruido tan triste

Diré cómo nacisteis

Donde habite el olvido

Y me doy cuenta que, es terrible, esos poemas no me estremecen. Que si me conmueven, lo hacen como un pequeño escozor de nostalgia. Que los leo sin echar de menos aquel dolor de amor, aquellas heridas apasionadas que nunca me molestaba en cerrar.

Supongo que me hago mayor.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Cuentacuentos

Siempre he contado cuentos y creo que lo hago bien. Cuando era adolescente me gustaba reunir a mis primos pequeños y dejarlos embobados a base de cuentos. Siempre del rollo clásico: una Blancanieves, un Pulgarcito, nada de esos cuentos postmodernos donde Caperucita es más lista que el lobo. Me gustaba sorprenderlos con cuentos clásicos pero casi desconocidos: Piel de Asno, Riquete el del Copete, Los siete cisnes. Y La reina de las nieves, ese increible cuento de Andersen.

Me gusta tener mi público alrededor y embelesarlo. No soy una cuentacuentos que utilice parafernalia. No me pongo sombreros estrafalarios ni nariz de payaso. No saco marionetas (que me dan grima) ni me pongo pelucas. Yo cuento cuentos a pelo, de memoria y con pasión. Me gusta contarlos de pie, yendo de un lado a otro y gesticulando mucho con las manos. A veces pongo caras y hago muecas, pero no abuso.

La clave de un buen cuento es la voz. Yo creo voces de princesas, de brujas y de apuestos caballeros. Paso de narrador a protagonista y de ahí a personaje secundario con convicción y sin aspavientos. La clave de un buen cuento es dejar que los oyentes imaginen sólo con escuchar los cambios de registro de la voz.

La clave de un buen cuento es la emoción. Narrar con el alma y con la confianza de que es un buen cuento el que estás contando. Tratar a tu público como gente inteligente que sabe que tu narración es pura fantasía aunque al protagonista le hagan todas las putadas del mundo. Que sabe que hay cuentos crueles y cuentos con final feliz.

Casi todos los días cuento cuentos a un público unas veces más entregado y otras menos. Intento que sean cortos cuentos que hilvano e improviso. No me los invento, son cuentos que hubo y habrá y a veces mi público se entera del rollo y otras no, depende del día y de la hora. Me gusta con locura mi público. Intento mirarles a los ojos y si no me miran, les busco la mirada. Adoro asustarlos un poquito y asombrarlos algo más. Querría contribuir a sus sueños.


lunes, 4 de noviembre de 2013

Un domingo en el campo

Yo he sido una dominguera militante, de ir al campo en familia (abuela, padres, hermanas, primos y titas) y montar un campamento absolutamente dominguero al que no le faltaba un detalle. Yo era de las que sufrían de pensar que nuestro sitio, en el llano más chulo del campo, pudiera estar ocupado por una familia más dominguera que la nuestra. Nosotros madrugábamos en domingo para coger sitio en el mejor llano de la zona, a saber, aquel con hierba sin pisotear, con cachos de sol y cachos de sombra, suficientemente llano para poner mesa, sillas de playa y con un rinconcito para que mi abuelo pudiera echar la siesta. Un miniapartamento en el campo, vaya.

Ahora lo pienso y abomino, pero en aquella época el domingo de campo era imprescindible para ser feliz:

- una candela para echarle palitos y ver cómo arden.
- una cama de helechos para ver las nubes pasar.
- una mesa llena de comida deliciosa de mi abuela.
- una manta sobre la hierba para hacer el pino y dar volteretas.
- un río para tirar piedras.
- un sendero para imaginar aventuras con ladrones y bandidos.
- un bosque galería tenebroso para fantasear con hadas y duendes malvados.
y
- asar castañas
- observar bichos
- escuchar el agua del arroyo, los pájaros, la brisa en los árboles
- leer al sol
- oler a leña que arde y a humo
- soñar despierta.

Ya no soy dominguera militante y cuando paseo por el campo solo hago eso, pasear y si es tiempo, busco setas. Ya no están los abuelos y la familia extensa se entretiene los domingos con otras cosas. Los lugares donde acampábamos están cerrados, acotados, restringidos al paso, protegidos (y bien que sea así). Y de la lista anterior ya sólo hago un par de cosas.

domingo, 20 de octubre de 2013

Lazos rosas y camisetas verdes

Estos días mi whatsapp estaba lleno de lazos rosas y algunos muros del facebook también. Hoy un compañero, en el grupo de whatsapp del trabajo, proponía que, tras los lazos rosas, se llenaran los muros con el logo de la marea verde.

A mi no me parece mal.

Pero se que la mitad de los que se les va a llenar la boca y los muros del facebok con el verde de la Escuela pública no harán huelga el día 24 y para ello alegarán los motivos con mayor despropósito del mundo. Y les dará igual.

Me atrevo a vaticinarlo porque ya ha ocurrido en las otras ocasiones de huelga por la Escuela pública. Muchos de mis compañeros alegan no querer hacer huelga porque ese dia les quitan el sueldo. Otros dicen que no quieren que la Junta se quede con el sueldo de ese día, que ya les recorta bastante para perder una jornada más. Otros dicen que no piensan hacerle juego a los sindicatos. Otros, que con las huelgas no se consigue nada. Y así hasta el infinito.

Yo no puse ningun lazo rosa estos dias y no pondré el logo verde tampoco. Pero haré huelga, como siempre hago desde que en este país a los docentes se nos ningunea, se nos falta el respeto, se nos obvia en la toma de decisiones educativas, se nos lleva y se nos trae con leyes que cambian con cada cambio político. Cuando se socava milímetro a milímetro el valor de lo público y del servicio a los demás. No haré huelga por seguir a los sindicatos, ni porque crea que vayamos a lograr parar esta nueva ley educativa, que ojalá. Lo haré por dignidad. Igual que hago otras cosas día a día de manera más silenciosa pero tengo fe en que sean efectivas. Mi trabajo con amor y con honradez.

Estan bien el lazo rosa y la camiseta verde. Pero hay quien se queda ahí y ya se siente con la tarea cumplida y a mi, esa gente la verdad que me da mucho asco.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Manual de rarezas

Normalmente me mola ser rara.

Ser rara es ser fuera de lo común pero sin que se note a simple vista. La mayoría de la gente que me trata piensa que soy una mujer discreta y muy sensata. Suelen alabar mi serenidad y eso. No vean cómo doy el pego. Cuando escucho a la gente decir chorradas y no intervengo, parece que soy una maravillosa interlocutora. En realidad copio la estrategia de mi madre que escucha a la gente como quien oye llover y las deja la mar de felices. Es muy zen, mi madre. Y un poco rara.

La gente que me tiene calada, sin embargo, me llama rara y acierta que da gusto. Lo habitual es que me llamen rara cuando me niego a cumplir con compromisos sociales. Ir a un almuerzo o a un cumpleaños porque es lo que se espera. Por quedar bien. Y yo, por quedar bien, no hago casi nada. Algo haré, tan horrenda no soy, pero cada vez menos. Supongo que habrá quien hable mal de mi. Alguien más ecuánime que yo pensaría, "pues me da igual", pero yo no soy nada ecuánime. En realidad me gustaría saber quién en mi entorno me critica, son cosas que me matan de curiosidad. Aunque creo que tengo tal aura de discreta que puede que nadie hable mal de mi. No lo se pero me importa. Por curiosidad, lo juro que sólo por curiosidad.

Mis rarezas suelen consistir en ir a mi putísima bola. Sin dar explicaciones, que es lo suyo. Si vas a tu bola y te vas justificando luego,  no vale. Si haces lo que que da la gana y los compromisos sociales te traen al pairo y además no te excusas, quedas fatal pero impune. La gente hablará de ti fatal (supongo) pero la sensación de libertad es del carajo.


domingo, 13 de octubre de 2013

De domingo a domingo

Fue una semana de no parar, aunque es cierto que yo me lío con cuatro tonterías y me falta tiempo siempre. Pasé la semana con la mente a mil y con trabajo a saco, con ganas de escribir pero sin tiempo para hacerlo. Con ideas para escribir que pasaron de moda y ahora que he arañado un rato ya he olvidado.

El viernes crucé media Andalucía, ida y vuelta, debatiéndome entre cuanto me gusta mi trabajo y cuánto aborrezco a la gente que lo hace mal. Me topé el viernes con gente de mente vieja y aborrecible que me pusieron al filo de ser aborrecible yo también. Lo bueno de mi trabajo es cuando te das cuenta del error y lo reconoces. Ves que no pasa nada y todo se arregla. Al final el viernes fue bullanguero y muy divertido, nadie enfermó, ni se cayó por el puente ni fue atropellado, aunque acabé agotada.

Hoy un largo paseo entre castaños. Un pueblo pintado de azul (casi famoso, llenísimo de gente) que me hizo tanta ilusión, absurda y naif. Castañas peludas abarrotando los arcenes. Tanta gente de domingo. Y ahora un rato corto para escribir nada bien porque hay impresiones, sensaciones, emociones que no se nombrar.

domingo, 6 de octubre de 2013

Películas y bloqueos

Ayer vi una película porque prometía comedia y romance, esa mezcla inefable que hay noches que no aguanto y noches que si. Hay noches que el cuerpo me pide sangre, balazos y persecuciones; noches en que me pide comedia soez y con muchos "fuck you", noches (pocas) en que me pide pelis serias que la gente seria considera imprescindibles, noches en que el cuerpo me pide volver a ver pelis vistas mil veces. Ya llevaba tiempo sin necesitar pelis de romance simpático e inocuo y me puse a ver Un invierno en la playa.

Yo me pongo tontísima con pelis así, donde la peña acaba propinándose unos abrazos fraternales y paternales que yo creo nunca daría (en el sur somos más contenidos de lo que se tiende a creer). Las lagrimillas se me saltaron dos o tres veces (e intentaba contenerlas) y me fui a la cama contenta y saltarina (yo soy así de simple).

En la peli hay una familia de escritores y nombran varias veces a Stephen King. Como ya digo que soy una simple y una influenciable, anoche me dormí dándole vueltas a infinidad de temas para escribir sin poder redondear ninguno. (También me dormí pensando añadir a la lista de libros de otoño unos cuantos de Stephen King). Esta mañana yo seguía con la misma cantinela: escribir - qué escribo - sobre qué escribo - por qué coño no escribo. Les juro que medité sobre siete u ocho posibles motivos por los que no escribo y ninguno me pareció suficientemente válido. Podría escribir siete u ocho aburridos posts sobre mi bloqueo escritor dándole vueltas  en cada uno a cada una de las aburridas razones que puedo encontrar para no escribir.

Luego, ahora, como ya no me podía aguantar más (he intentado aguantarme descargándome fotos de la cámara al pc y de ahí al pendrive para ir el miércoles a sacarlas en papel), digo, que como no me podía aguantar más las ganas de escribir ALGO he hecho lo que mejor se hacer que es marear la perdiz. Supongo que mis siete u ocho aburridas razones para no escribir pueden resumirse en dos (incluso ajustarse a una): no quiero hacerlo porque no quiero llegar al quid (se escribe QUID, señores) de la cuestión.


sábado, 21 de septiembre de 2013

Hiperrealismo (2)



Era el cuadro de una mujer joven que se parecía a mi o yo me parecía a ella. Se apoyaba en la barra de un bar de la misma manera indolente y algo viciosa  que lo hacía yo. Que sigo haciendo. Llevaba una cazadora negra de cuero y botines. En el suelo del bar había un par de servilletas de papel hechas una bola y creo que un perrito peludo. Miraba lo que hubiera fuera del cuadro, al frente y al encontrármela fantaseé con que era mi reflejo.

Estaba en una exposición de un pintor hiperrealista que ni recuerdo. Sólo recuerdo aquel cuadro; menuda flipaera la mia. Y que fuimos en tropel el grupo de compañeros de Quinto. No no perdíamos ni una: exposiciones, estrenos de teatro, conferencias y congresos, éramos una panda de snobs. Creíamos ser la monda, listos y rebosantes de opiniones contundentes en una ciudad de provincias de tercera.

Yo en el cuadro, menuda farsante. Una mujer joven y retadora con toda la vida por delante, apoyada en la barra del bar y despreciando la inercia y las tradiciones.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Mi familia de Sevilla

Ya he escrito sobre mi cuarto de Sevilla y sobre mis tristes diecisiete en aquella ciudad. Desorientada, confundida y encerradísima en mi misma, yo pasaba las horas metida en mi cuarto mirando por la ventana, escribiendo poemas y estudiando. La mayor parte de los días no fui una compañía agradable y siempre lo he lamentado.

Yo adoraba a María, la niña de la familia que me acogió aquel año en Sevilla. Había también un bebé gordo que se pillaba rabietas tremendas, pero ni siquiera recuerdo un nombre ficticio que ponerle. Con María, en cambio, pasé ratos estupendos cuando a veces iba a recogerla al cole o cuando la llevaba a la cama y le contaba cuentos. Era muy pesada, como todas las niñas cariñosas, y siempre me pedía más cuentos, otro más. Era una gitanilla rubia de ojos azules y con un carácter endemoniado. Jamás he vuelto  a ver a un crío al que se le hinchara la vena del cuello cuando se emberrenchinaba como ella. Yo la adoraba y volcaba en ella lo mucho que echaba de menos a mi hermanita pequeña, que era de su misma edad (aunque mucho más dócil y tranquila). María era un torbellino y agobiaba a su madre y muy a menudo me agobiaba a mi. Pero yo la adoraba. Sus rizos, su voz ronca, sus abrazos apretados.

Y Rosi, que no se llamaba Rosi pero le pega el nombre que le he puesto, era tan frágil, tan chiflada a veces, tan distante y fría, tan necesitada de cariño. No se por qué me acogió en su casa, a una adolescente rarita y huraña que sólo era la hija de unos amigos de otra ciudad. Recuerdo sus fantásticas croquetas y su ensaladilla, su insomnio, su tristeza y quiero recordarla alegre pero no lo consigo porque cuando pienso en ella la veo agobiada con los niños y por el peso de una vida vacía. Recuerdo intentos de conversar, creo -o quizás imagino- alguna de esas conversaciones intensas que me entusiasmaban de adolescente y quiero recordarla contándome cosas de su vida, de sus preocupaciones, de su vacío. 

Apenas recuerdo a Luis, al que también le he colocado un nombre apropiado, y es fácil adivinar por qué. Luis llegaba siempre muy tarde del trabajo y cuando estaba en casa era como si no estuviera. ¿Cómo una polvorilla como Rosi, tan neurasténica y excitable, se pudo casar con un tipo cachazudo como Luis? Apenas le recuerdo igual que no recuerdo al bebé gordinflón y en cambio a ellas dos, la madre y la hija de mi familia de Sevilla,  las eché mucho de menos cuando me fui.

No se si María lloró cuando supo que me largaba, no quiero ni pensar en sus ojillos azules con lágrimas -esas lágrimas que derramaba con tanta facilidad-. No se tampoco qué pensó Rosi de mi aquel día que abandoné, quizás que estaba más loca que ella. Que ya es decir. La última vez que tuve noticias de ellos María se había convertido en la adolescente bellísima que todos esperábamos, el bebé gordo era un crío que rayaba la morbidez, había nacido un tercer bebé del que lo ignoro todo y se habían metido en los kikos el camino neocatecumenal o algo así. 

domingo, 15 de septiembre de 2013

La insociable se esfuerza

La segunda semana de septiembre es altamente puñetera, espídica y pone siempre a prueba mi sociabilidad. He gruñido encerrada en el despacho, con la mesa desordenadísima y he gruñido a los incautos que se asomaban a preguntarme cosas. Todas me resultaban odiosas e inoportunas y he distribuido miradas de rencor a diestro y siniestro.

(De vez en cuando me acordaba de lo fea que me pongo con el ceño fruncido. Y a veces me ponía en modo simpático y echaba para fuera la sonrisa. Joder, de verdad que salen como brillitos en el ambiente, no es coña, sonreir tiene unos efectos paliativos acojonantes.)

Cuando salía, esta semana, del despacho para ir al váter, por ejemplo, sabía que me iban a entretener con esa enojosa sucesión de problemas propios de la segunda semana de septiembre. "Mar, pasa ésto", "Mar, pasa lo otro", joder, no me dejaban ni ir a mear ( y además tenía que subir al servicio de arriba, porque el de abajo tiene la puerta rota. También me preguntaban cuándo arreglarían la puerta. Coño, yo que se, el de mantenimiento ya estaba avisado).

Un noche C. nos mandó un whatsapp al grupo de las tres jefas para desayunar juntas antes de ir al trabajo. Lo que viene siendo de toda la vida un "desayuno de trabajo", cosa que jamás he hecho y me entusiasma una mierda. Estuve pensando mil formas de dar largas al desayuno porque tengo una fobia loquísima a ir a tomar café con otras mujeres. Hablar de niños. Hablar de extraescolares. Hablar de thermomixes. Como no encontré ninguna excusa decente, quedé con C. y N. y fuimos a una venta en la salida de mi ciudad que es famosa por su cafe  y sus tostadas de pan moreno. Hablamos de niños, pero sobre todo hablamos de trabajo, no lo pasé del todo mal pero espero que no se convierta en costumbre.

El jueves acabé rendida y llegué a casa imbuida en una insociabilidad extrema. El viernes estuve de morros parte de la mañana pero sin darme cuenta se me fue pasando y acabé de cervezas en el centro con un grupito de compañeros,  lo cierto es que logré dar el pego y charlé de todo la mar de simpática y empática.

Lo que no se es si quiero que se convierta en costumbre.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Cincuenta sombras de Grey y las lecturas perniciosas

No seré yo quien lleve la contraria a la Universidad de Ohio. Si allí concluyen que Cincuenta sombras de Grey describe una relación de maltrato y no BDSM, yo digo amén. Aunque la historia que cuenta sea la misma que te cuentan en decenas de narraciones y novelas -que no han tenido tanto éxito- y se resume en Amo chachi somete a chica boba. En muchas -no diré la mayoría- de las novelas y relatos con tema BDSM que he leído existe manipulación, chantaje emocional y maltrato psicológico. Y no digamos en las decenas de blogs-diarios personales de sumisxs y esclavxs donde la dependencia malsana hacia Amxs es habitual. Parece, leyendo dichos blogs, que las lineas entre maltrato y BDSM no se perfilan muy claras.

Pero yo no quería escribir sobre eso, sino sobre libros y lecturas, que es un tema en el que me defiendo mejor. Me resulta muy irritante la actitud de desprecio hacia las lectoras de Cincuenta sombras de Grey (deduzco por lo que leo que la inmensa mayoría son mujeres). Maduritas calientes. Mamás que descubren el porno. O directamente estúpidas que leen basura. Una actitud que encuentro en artículos escritos por gente  muy guay. Esa gente que sólo ve en la tele documentales del National Geografic  -en el caso de que vean la tele-.

Verán, me irrita que se juzque a la gente por lo que lee. Cuando veo a un adolescente embebido en un libro yo casi lloro de emoción. Da igual si es Crepúsculo. Al menos lee. ¿Que leyendo Crepúsculo sus neuronitas adolescentes quizás se vuelvan majaras de amor romántico? Sí, quizás. Pero es que leer es peligroso. Casi como vivir. Miren a Don Quijote. Leer -lo que sea- te mete ideas en la mollera. De eso se trata. Yo, de chinorri, leía cualquier cosa. La basura más inmunda y los clásicos más sublimes. Y sigo haciéndolo, porque me hace feliz. Probablemente mi mollera sea un nido en el que se mezcla la cochambre con lo excelso. Pero ya digo que me va bien. 

Me molesta que se trate a la gente que lee novela romántica como gente estúpida. O a la gente que lee best-sellers. No entiendo las críticas elitistas, me exasperan las posturas superiores de gente que sólo lee libros de temática superior. Sobre todo, me cabrea que se considere tan imbéciles a esxs lectorxs de novela barata como para escribir artículos previniendo los peligros de tales lecturas. No lean la novela X que es malo. No lean la novela Y que se volverán muy malos. El viejo cuento de las lecturas perniciosas.

Hace años elaboré un pequeña investigación manejando un Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia, un Índice editado en los años 40. Un libro muy grueso lleno de referencias a lecturas perniciosas. Siempre me pregunté quiénes serían sus autores, qué tipo de gente sería aquella capaz de calificar una lectura como perniciosa, qué tipo de gente aquella capaz de categorizar a los posibles lectores por su grado de imbecilidad y permeabilidad a lo peligroso. 

Ahora no te encuentras tanto clérigo desatado pero gente que hace anatema de ciertas lecturas, abunda y mucho. No me gusta esa gente -ni me gustan los clérigos desatados-, no me gusta la gente que menosprecia a la adolescente que lee Crepúsculo o a la señora de cuarenta que lee las Cincuenta sombras. Que escribe sobre lo peligroso y lo inconscientes que son y lo fácil que es que se vuelvan víctimas y quieran vivir amores absurdos.

Esa odiosa actitud paternalista de cierto elitismo intelectual.

viernes, 23 de agosto de 2013

Lecturas compulsivas de agosto

Estoy leyendo de manera compulsiva y algo desquiciada. Me levanto cada mañana ilusionadísima con lo que voy a leer. Me acuesto ilusionadísima con lo que he leído. Tener libros amontonados y en lista de espera me produce un placer tremendo.

Terminé por fin Retorno a Brideshead y le di un repaso a algunos capítulos de la serie. No tengo paciencia para verla entera y además no soporto mucho a Jeremy "lánguido" Irons. No sé por qué tiene tanto éxito entre mujeres de mi generación (yo le perdí el respeto desde Herida, ese rol de depredador sexual sibilino me da mucho asco). La novela es formidable, llena de ironía british, no sé por qué motivo tardé tanto en leerla.

Me leí Inferno en dos días por culpa de este artículo de Ana Sofía Pérez Bustamante, que tiene un criterio muy fiable. Es el segundo best seller de Dan Brown que me leo. Prometí no leer ninguno tras el chasco de El Código da Vinci que menuda mierda. Lo que pasa es que el mal rollito del infierno de Dante me atraía muchísimo y la novela da casi lo que promete (persecuciones trepidantes, códigos indescifrables, congoja apocalíptica), excepto en el final, igual que en El Código. Eso sí, te entran unas ganas enormes de ir a Florencia a saco.

Pillé La senda oscura de Assa Larsson, porque las novelas ambientadas en esos parajes medio glaciares me ponen muchísimo. Nada más alejado de el calor y sudor de estos días. Ahora he empezado por el principio de la serie y estoy con Aurora Boreal. Me quedan tres más, qué emoción.

Assa Larsson es mi lectura de las noches. En la hora tonta entre el almuerzo y la playa (las dos horas de la digestión) leo Guerra Mundial Z. Me asusto de verdad y por eso la leo a esa hora tonta. Luego me voy a la playa y veo zombis saliendo del agua, en un rollo absolutamente paranoico. Calculo posibilidades de huida por las dunas, busco objetos contundentes alrededor para poder descabezar zombis y todo eso. Y nadie se da cuenta, no vean lo bien que disimulo yo mis paranoias.

Pero es verano y  muchas cosas dan igual.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Mi lista de lugares grimosos donde follar

1. El ascensor. Es la típica fantasía de las entrevistas chorras. ¿Un sitio curioso para hacer el amor? Y el entrevistado contesta: en un ascensor. Yo claustrofobia no tengo ni me importa echar un casquete con sensación de peligro, pero es que los ascensores ni fu ni fa. Meter mano en un ascensor mientras va subiendo está chulo. Un magreo de urgencia y pelín ansioso. Pero prefiero follar en el lugar de destino.

2. En el agua. Tanto mar como piscina. A favor tiene que se pueden hacer posturas  sin herniarse, pero duele. Yo no sé por qué misterio de los fluidos internos y externos, pero las pollas bajo el agua se quedan resecas. Duras y tiesas pero resecas y joder lo que duele follárselas así. Además -y es una manía personal- me da mucha grima que me toqueteen cuando estoy metida en agua. Incluyo bañeras y duchas por lo mismo. También porque pocas bañeras hay donde mi metro setenta esté a gusto. Y porque cuando me ducho soy muy avariciosa con el chorro calentito y lo quiero todo para mi. Nunca he probado un jacuzzi pero me dan mucha grimilla, la vez que me metí en uno -sin ánimo de folleteo- me sentí como un huevo duro rodeada de más huevos duros y desconocidos.

3. En la playa. Follar tras una duna de Bolonia queda supersalvaje y estético. Yo creo que es una escena que tenemos en la retina de decenas de películas. Yo, cuando he follado tras una duna, me he recreado en esa imagen -tan falsilla- de mi como mujer semisalvaje sedienta de sexo. Lo que pasa es que la arena es un coñazo que se mete por todos lados y al final quedas sudada y rebozada. Da un poco de pfff, la verdad, aunque si se da el caso de fornicar en la playa y está atardeciendo, corre la brisilla de poniente y se escucha el mar  a lo lejos... quizás lo tachara de la lista.

4. Unos servicios públicos. Me da asquito retozar sobre unos azulejos que yo no he limpiado, y eso que no soy doña maniática de la limpieza. También me da reparo tener gente al otro lado porque, cuando uno se mea, da rabia que te hagan esperar y no soportaría las miradas de odio de las maris meonas cuando saliera ya follada. En realidad yo nunca he tenido la ocasión de un polvo de discoteca lo cual da pistas sobre lo patética que fue parte de mi juventud (ya el tema discotecas y rollete con desconocidos lo tengo muy obviado, como es natural). Supongo que si se me hubiera dado el caso de echar un polvo en unos servicios con un tio morboso no le habría hecho ascos. Yo es que me conozco.

5. Los probadores del Corte Inglés. Que son los más grandes que conozco porque las tiendas de Inditex y otras similares tienen probadores enanos y con cortinillas que no invitan a nada. El Corte Inglés tiene probadores enormes pero casi siempre están llenos de perchas y ropa tirada por el suelo (lo cual odio que haga la gente, qué trabajo cuesta devolver la ropa que te pruebas a la estantería correspondiente, eh??). Yo creo que no es grima, lo de los probadores, sino una mezcla de agobio por el desorden y que soy muy cuadriculada en ciertos momentos. Yo soy de las de entrar en la tienda, ir directa a lo que busco, probarme y pa´lante; ponerme a follar mientras tanto, no se, me pongo muy tensa en las tiendas, yo.

Puede que más tarde me ponga a pensar y me salgan más sitios. Lo que pasa es que no quiero quedar como una tiquismiquis que se la coge con dos dedos a la hora de echar un polvo, yo creo que no. Aunque una camita cómoda y todo el tiempo del mundo es lo que más me gusta. Soy tan previsible, coño.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Estas redondeces

Me miro en el espejo del baño -que por una razón misteriosa hace delgada y mola mucho- y ahí están mis dos michelines en la cintura. Yo hace dos años creo que no los tenía. Hace dos años tenía mi barriguita redonda y luego, las caderas con su hueso y tal. Ahora tengo dos flotadorcitos en torno a las  caderas que he ido criando este invierno a base de vino y queso.

Mis amigas están igual que yo. Hasta AB que siempre fue la canija del grupo tiene su barriguita y sus dos michelines a cada lado. Celulitis no tenemos ninguna, lo cual es un puro milagro. Casi ninguna es tan boba para perderse en el bucle infinito del tema dietas (sólo C. que de vez en cuando coge la cantinela y nos da la matraca con el gimnasio y patatínpatatán). Mis amigas y yo misma comemos con alegría y cuando quedamos para cenar es un no vivir el trajín de platos y raciones de los que picamos todas.

Yo nunca he hecho dieta y confío en la genética para no ponerme foca. Lo cierto es que a más vieja más tonta me vuelvo con el papeo, hay cosas que ya me sientan mal, como los fritos y la leche. Ya nunca bebo leche y pensar en ella es como pensar en veneno. También por alguna extraña razón aborrecí el chocolate y muchas cosas dulces, antes era capaz de empacharme a chuches y ahora con un trocito de galleta ya me noto el cupo diario de azúcar a tope.

Así que estas redondeces deben venir por otro lado, que no de las chuches ni helados (que ya no tolero) y por ahí he leído que si a los cuarenta y cinco tienes mollis como las mías ya no hay dios que te las quite. Yo se que eso es ser una mujer real y blablabla pero yo cuatro kilos tendría que perder por lo menos. No se cómo porque del vino y el pan no me pienso quitar (mojar pan en el aceite que sobra de la ensalada, qué delicia) y deporte hago lo justo. Ya saben , ir caminando a todos los lados y va que chuta. Apuntarme a un gimnasio o a natación es demasiado para mi misantropía galopante. Y hacer cosas como pilates me da como yuyu.

En realidad estoy feliz con mis caderas redonditas. De vez en cuando me entra un poquito de angustia cuando veo fotos subreales de chicas en bikini. O cuando me pruebo ropa en Zara que no sé por qué razón tiene espejos que hacen deforme. Pero prometo no hacer planes para septiembre ni para después de Navidad. Y lo que tenga que venir, que venga.

domingo, 11 de agosto de 2013

Más sobre redes sociales

Mi relación -que no es interrelación- con las redes sociales va fatal. Ya lo tengo escrito aquí y aquí. Mi facebook lo miro a diario para engolfarme en lo que pone la gente. Con twitter hago tres cuartos de lo mismo. Miro mucho y escribo poco o nada. Un despropósito social. Podría borrarme y sería como apostatar: una maniobra muy digna pero poco práctica Me llevaría directa al ostracismo y aún no tengo ganas de llegar a esa etapa.

En twitter me engolfo entre las polémicas más absurdas y atorrantes del día. Es un baño surrealista que miro pero no toco. Probablemente me crea un ser superior. La peña es muy graciosa, eso no lo discuto, pero entra al trapo que da gloria. No entiendo muy bien esos cabreos ni las pataletas de la peña. En facebook pincho a veces enlaces indignados y leo los 358 comentarios. 358 comentarios indignados que van del hijoputa escrito en mayúsculas al "hay que salir a la calle y blablabla".

Bueno, mal: si entiendo los cabreos y las pataletas pero cada día igual, cada día igual, cada día igual y parece que con eso -escribir frases brillantes e indignadas- ya hay gente que tiene el cupo de protesta cubierto. Tengo una amiga-facebok que día si, día no escribe sobre esta mierda de pais y enlaza artículos terribles. Otro amigo que le saca el lado malo y cutre a cualquier iniciativa de la ciudad donde vive (excepto las iniciativas cool en las que él participa). Y un puñado más así. Pero nunca, casi nunca, leo a gente que haga cosas. Miento: leo a gente que hace cosas y lo publica para que le den su reconocimiento. En facebook o en twitter.

Y supongo que es absolutamente humano y lógico porque todos necesitamos leer que los demás reconocen nuestro trabajo y necesitamos palmaditas en la espalda. Que nos digan cuán solidarios somos y cuánto pensamos y nos esforzamos por los demás, con dos o tres frases pseudorevolucionarias.

Es que yo no se si incluirme en el lote.


viernes, 2 de agosto de 2013

Mi amigo el carismático

D. siempre ha sido un carismático y eso que habla poco. Hubo un tiempo en que lo veía casi a diario, era uno más del grupo, venía a la playa -íbamos caminando y cuando él venía no se hacía pesado-, venía de bares y era el que más aguantaba. Era uno del grupo y hablaba poco pero estar con él era gratificante.

Ahora lo encuentro muy de vez en cuando, pueden pasar años sin verle, porque vive lejos y cuando se acerca a visitar a sus padres, no llama a nadie. Puedo encontrármelo en plena calle de compras navideñas. O en una barbacoa así por sorpresa. Yo apenas tengo contacto con él, aunque siempre le felicito en su cumpleaños y él a mi (y sin facebook que nos lo recuerde). Pero mi amiga ES si que lo ve con cierta frecuencia y me cuenta.

D. sigue igual, AB dice que está metido en manteca. Tiene 43 años y sigue garboso y pinturero. Usa camisetas negras chulas y mantiene ese pelo negro rizado tan resultón. Lo bueno de ser su amiga es que nunca nos reprochamos no saber uno del otro en años. Lo bueno de ser su amiga es que cuando nos vemos es como si fuera ayer. Él sigue igual pero menos loco.

Mi amigo D. es de esos que sabe escuchar, por eso le queremos tanto. Puedes contarle cualquier cosa que te escucha y nunca te juzga. Él no es de contar mucho y en eso se parece a mi. Él escucha y asiente, pregunta y comenta y te da abrazos cargados de devoción. Él casi nunca nos contaba nada de sus amores tormentosos, había que sacarle noticias con sacacorchos. Tuvo dos novios muy cabrones, que ya es mala suerte, dos tipos muy malos que cotilleaban a nuestras espaldas e intentaron meter cizaña. Joder, tuvo a uno detrás del otro, el segundo más cani que el primero, menuda puntería.

Ahora no, ahora lleva años con R. que es un tío de una pieza, un poquito pedante, pero se le perdona porque es bueno y formal. Nosotras para D. siempre quisimos un tío formal que le quitara los pajaritos de la mollera y el desenfreno. D. ya no se corre juergas como aquellas de los noventa y sentó la cabeza. Forma una pareja, con R. de lo más burguesita y entrañable aunque eso sí, muy molona, muy cool, muy de profesionales liberales chachiguays. Pero no se lo tienen creído y eso me gusta de ellos.

D. es un tío que habla poco, que desaparece, que no tiene facebook, que no hace ni dice grandes cosas ni falta que le hace. Jamás le he visto gritar (aunque se que tiene genio) ni alterarse (aunque se que se traga los nervios) y si y mucho reír, con esa risa tonta e hipercontagiosa que tiene. Supongo que parte de su carisma viene por ahí.

martes, 30 de julio de 2013

Paraíso



Encima de esa duna gigante. Con el viento de poniente fresco porque viene del mar. Una duna gigante que cuesta trepar (arf, arf) y por la que no cuesta tirarse. Niños que se deslizan por la duna y ruedan haciendo la croqueta. Una duna gigante para sentarse y otear el horizonte, adivinar cuántas posibilidades de azul existen. Una duna de arena diminuta y suave, pies enterrados en la arena que no quema porque es poniente.

Abajo una orilla inmensa en marea baja, rocas que huelen a salitre. El agua transparente y muy salada. Sol que quema pero no te das cuenta porque el poniente es así: corre la brisa fresca y no sientes el calor. Olor de crema solar y salitre y el pelo estropajoso pero qué importa.

martes, 16 de julio de 2013

Gente que va, viene o se queda


Esta es una ciudad de frontera y como suele pasar, es fea y sucia, un horror urbanístico. El Paseo Marítimo  no es marítimo porque al mar se lo tragó el puerto, nuestro ENORME puerto que crece y crece y da trabajo y nos coloca en el mapa. Nadie quiere, que yo sepa, que el ENORME puerto deje de crecer.

Hace muchos años. pero muchos años, yo descubrí a la gente que pasa por aquí, a la gente en tránsito. Venían en coches de marcas chulas -nada que ver con nuestros Seitas- de matrículas belga y francesa. En coches y furgonetas hasta arriba de bultos y cachivaches. Aparcaban en el Paseo Marítimo, que entonces sí daba al mar, y de ellos brotaba cansancio y sudor. En los jardines del Paseo, en julio, dormitaban ancianas descalzas  y jugaban pequeñajos con la ropa llena de churretes. Era un espectáculo extravagante y en cierto modo mugriento -la mugre del viajero que tiene prisa por llegar al hogar- , pero yo, hace muchos años, no entendía a cuento de qué estaban allí.

Fue cruel cuando les pusieron nombre.  "Ya llegaron los moros guarros".  El Paseo se convirtió en una ruta de miedo y vergüenza. Pasé muchos años sabiendo que lo que me decían no estaba bien. Moros sucios. Moros mierdas. Moros que huelen mal. No estaba bien escuchar aquellas frases y callar, pero yo no tenía argumentos. Tenía solo ocho años. O diez. O doce.

Me llené de argumentos con el tiempo y, sobre todo, con la experiencia. Y reconocí que el principal argumento contra el asco y el miedo son el conocimiento y la convivencia. Esos chiquitines churretosos y las ancianas que dormitaban en la hierba ya no están porque tal y como llegan se marchan en barcos veloces, pero otros llegaron y se quedaron aquí, en esta ciudad de frontera, a vivir.

Conozco demasiada gente que no se hace llamar racista pero practica un racismo de baja intensidad muy dañino. Contra ellos estoy cargada de argumentos que nacieron de la experiencia y del sentido común pero suele pasar que no te escuchan porque la gente racista -que nunca admite serlo- lleva la palabra "recelo" escrita en la frente. Sobre todo, contra ellos tengo la mirada sin prejuicios de mis hijos, que tienen amigos y no le dan importancia al lugar donde nacieron; las miradas limpias de esa comunidad de críos y adolescentes que, aunque son pocos, son mejores que yo a su edad.


sábado, 13 de julio de 2013

Novela social: una pequeña defensa.

Finalmente elegí Con el viento solano. Una novela no muy extensa, estupenda para leer al fresco y compadecerse del lamentable Sebastián, ese tipo que huye y se empapuza en vino y aguardiente. Como le decía a Sara, me gusta de vez en cuando pillar una de esas novelas sociales de los años 50, que ahora no están de moda y que tienen furibundos críticos entre los que no me cuento.

La novela social hay que leerla en pequeñas dosis, eso si, porque suele ser despiadada y te deja el alma reseca. También hay que ser selectiva y desechar las que atufan a moralismo, cosa que se descubre siempre en la primera página y con esas no tengo reparo. A la estantería a morir.

Me gusta este Ignacio Aldecoa, que cuida las palabras y es rotundo en adjetivos. Cuenta las desdichas de Sebastián sin mojarse, como diciendo, oye, yo no tengo la culpa de las cosas que le ocurren a este pringao.

Me flipa El Jarama, de Sánchez Ferlosio, que creo es la primera novela social que leí. El día de fiesta junto al río, las charlas en el merendero, las tensiones y pequeñas broncas, la tragedia narrada con tanta frialdad y que de deja KO.

Amo Entre visillos, de Carmen Martín Gaite y su atroz descripción del aburrimiento y la resignación pequeño burguesa de pueblo. Tengo que volver a leerla.

Adoro Dos días de septiembre de Jose Manuel Caballero Bonald, quizás porque habla de un lugar que conozco medianamente bien y del levante que vuelve loca a la gente. Porque habla de dos días en los que pasa poco pero sucede mucho y para eso, el jerezano es un maestro.

Hay algunas más por ahí. Dentro de unos meses volveré con Aldecoa y Gran Sol (lo dicho, en pequeñas dosis) que supongo será una lectura muy grata en otoño, cuando el viento sople fuerte. Ahora, con el mar enfrente y la ducha fría esperándome, leer estas historias de calor meseteño son mi pequeño y culpable placer.

miércoles, 10 de julio de 2013

Libros de julio

Ayer terminé El atlas de las nubes. Creo que eran las nueve y media. Media hora después me puse la película. He aguantado como una campeona dos semanas sabiendo que la película estaba ahí. Siempre releo el final de las historias y en El atlas de las nubes ha sido jodido porque son seis historias con seis finales (que se entrelazan) así que he caído en la tentación innumerables veces. Compré el libro en abril, creo, y lo tuve cogiendo polvo porque no me fiaba mucho. Pensaba, incluso, que me había hecho falsas expectativas cuando vi que eran seis historias y la primera empezaba en la Polinesia, que es un lugar que en principio no me dice nada.

Leer un libro al que le has puesto un listón bajo es estupendo. He leído El atlas de las nubes y cada historia supera a la anterior, incluso la de la Polinesia (¿qué es un océano sino multitud de gotas?). Más aún, cada historia se iba superando conforme avanzaba y eso me ha ocurrido sobre todo con la del vejete editor, el genial Timothy Cavendish y su odisea en el geriátrico (otra historia que en principio no seduce y se transforma en una trepidante Fuga de Alcatraz de abueletes).

La peli ha resultado divertida -no caeré en la tontería de comparar peli con  novela-. Tenía ganas de ponerle escenario sobre todo a la historia de Somni y ver cómo se las apañaban los Wachowski. Nuevamente la historia polinesia resulta más atractiva de lo que promete. Y lo mejor, descrubrir a los mismos actores y actrices caracterizados de manera diferente en cada historia (Hugo Weaving de enfermera Noakes está soberbio).

Ahora tengo dos novelas en la parrilla de salida. Tengo Victus, de Sanchez Piñol, sin saber aún si el sopor del mes de julio me permitirá aguantar mucho rato tanta escenas bélica (aunque no se si hay muchas). Y tengo Con el viento solano, de Ignacio Aldecoa, para solazarme un poco con esas cutrísimas historias del realismo social. No se con cuál me quedaré ahora mismo, quizás las vaya alternando. O puede que aparezca otra historia por medio y me quede con ella. Julio es pura improvisación.


jueves, 27 de junio de 2013

Sexy Feria




Estaba ahí plantada frente al Toro Loco la mar de entretenida y me percaté de las tetas de la chavala. Esa que está pintada bajo el letrero y que se supone es una cowgirl. Primero me fijé en el retrato de Clint, claro. El toque cinéfilo chuli. Llevaba un rato esperando y harta de verle el careto a Clint cuando vi a la de las tetas  de la derecha y entré en bucle.

Yo de chinorri le tenía pánico al Tren del Terror. Joder con los tipos que pintan esas atracciones, la imaginación que le echan. De chinorri no soportaba mirar al Tren del Miedo porque yo siempre he tenido la mente calenturienta en el mal sentido y acababa con pesadillas. En el Tren del Susto siempre te ponían gente degollada, guillotinas y péndulos de la muerte y tipos aullando. Era muy desagradable.

Pero los tipos cachondos que pintan las atracciones de feria yo creo que no se pueden resistir a las tetas. En la Montaña del Terror siempre pintaban -y siguen pintando- pibas despelotadas que lo pasan mal. Yo, con pongamos once años, no les quitaba ojo. Y claro, estas cosas son las que te marcan. Entre el Drácula y el Hombre Lobo de turno te colocan a la Damsel in distress convenientemente atada, azotada y magullada. Observen a las dos mendas de la foto de abajo. Una con el ojo saltado que te mueres del susto. Y el tipo verde y asquerosito dándole caña. Y cadenas. Es que ves eso de chinorri -si eres una chinorri con dosis de lubricidad como era yo- y te vas a dormir esa noche hecha un lío. No sabes si mola o no mola -no el ojo saltado, que da mal rollito- pero esas tetas y las cadenas y ... para qué coño pintan cosas así, me pregunto.



lunes, 24 de junio de 2013

Cinco y media de la mañana

A veces me despierto a las cinco y media y ya hay gaviotas chillando. Entonces siempre, siempre recuerdo las mañanas en que me levantaba a esa hora para ir a trabajar. Los cinco veranos en que trabajé de eventual en una gran empresa y madrugaba cuando tenía el turno de mañana. Es un coñazo pegarse el madrugón pero luego casi se alegra una. Huele bien y esta todo por hacer.

Mis cinco veranos de eventual fueron cinco veranos diferentes y hasta podría llamarlos emocionantes. Aprendí mucho, yo, esos cinco veranos y gané dinerito que me pagó la carrera. Pagaba bien aquella empresa que ya no existe (o le cambiaron el nombre) con sus pluses por nocturnidad y horario intempestivo. Mi cuenta bancaria era la envidia de mis amigas de veinte años, aunque en contraprestación, aquellos veranos yo apenas iba a la playa ni me corría muchas juergas.

Cada verano me mandaban a una sección diferente y era una oportunidad para observar aquellos microcosmos tan apasionantes. Los eventuales llegábamos como aire fresco a oficinas llenas de cuarentones aburridos y, aunque pertenecíamos al escalafón mas bajo de la empresa, en aquellos dos meses, reinábamos como dioses. Sobre todo las chicas. Que éramos pocas pero muy putas. Era, os lo aseguro, un auténtico placer contemplar a aquellos machirulos pelearse por nuestros favores. Convidarnos a café, llamarnos con apelativos cariñosos ("rubia", "cielo"), insistir en lo guapas que íbamos aquella mañana. Por supuesto nos reíamos en sus barbas y nos aprovechábamos de nuestra simpatía para raspar minutos a nuestra media hora del desayuno. O para escaquearnos de algunas tareas especialmente coñazo.

Aprendí mucho yo esos veranos. Conocí a racistas de manual y racistas solapados y advertí con miedo que es fácil caer en ésto último. Aprendí a  desenmascarar a pelotas y chupapollas. Aprendí a despreciar a jefazos engreídos. Conocí el aburrimiento atroz de un trabajo fijo y repetitivo y sin apenas valor humano. Conocí que a los trabajos sin valor humano se les puede dar la vuelta y hacerlos nobles (gracias a gente noble que también vive en esos ecosistemas). Aprendí lo que es caminar sobre la mediocridad y la tontería repetitiva (piropos, miradas obscenas, puñaladas, murmuraciones, hastío) y limpiarse las suelas al acabar la faena.

Conseguí cosas importantes aquellos cinco años: dinero, una amiga de ojos verdes que acabé perdiendo y un amor al que le pasó lo mismo. Y, al menos, la emoción de tenerlo todo por hacer de las cinco de la mañana.



domingo, 26 de mayo de 2013

El (trillado) vocabulario D/s

Hay palabras que de tanto usarlas pierden su valor. También pierden su valor por mal uso. A mi eso me da una rabia tremenda. La alegría con que se le llena a muchas y muchos la boca con el rimbombante vocabulario D/s. Porque ya me suena a rimbombante , esas palabras que una vez yo también usé y también se me llenaba la boca con ellas.

Hoy día prefiero obviarlas. Supongo que por ir de original. O por negarme a utilizar lo que a menudo la gente del mundo BDSM usa con tanta alegría como poca cabeza. Son palabras que se me han desvirtuado. Que me suenan a hueco. Que no me dicen nada (quizás sólo me producen una leve sensación de ridículo).

Palabras como Amo. Esclava. Entrega, Sumisión. Pffff, qué pereza.

No se si estaré escribiendo yo una herejía muy gorda. A E. se lo he contado y no me ha dicho que sea una herejía pero es que Él me entiende muy bien. Lo cierto es que me mola ir de hereje y disidente y cruzar las líneas de la ortodoxia. Cualquier cosa menos ser una más del cotarro sumisil, ese que llena sus diarios de palabras muy bonitas y que suenan a falso. A mi me suenan a falso Yo es que soy un poquito jacobina.

Lo que pasa es que no se (aún) qué palabras nuevas usar.


viernes, 24 de mayo de 2013

Como nunca me verán

Yo soy muy Capricornio en el vestir. Ya se que queda fatal justificarse con el signo del Zodíaco pero es que concuerda. Lees la forma de vestir de una Capricornio en cualquier revistilla de mala muerte y la palabra AUSTERA es la reina.

Yo soy austera. No monjil. No mojigata. No Rotenmeyer. Soy austera en el sentido de sobria y poco dada a lo extravagante. A mis hermanas en cambio da gloria verlas cuando se visten en modo extravagante. Lo bien que lo lucen. En cambio yo, que intento por todos los medios no caer en la sosez,  nunca me atrevo a ponerme cosas que den la campanada.

Por ejemplo,

Sombreros. Como mucho, mucho me pongo gorrito de lana por las mañanas camino del trabajo. O cuando subo al dulce pueblecito en invierno. Pero sombreritos lindos no me atrevo. Una vez en el amigo invisible me regalaron una preciosidad gris y ahí sigue en un armario, muerto de risa. Me da penita no ponérmelo pero el miedo a DESTACAR me puede.
A Miss Delevigne le queda bien

Tocados. Por el mismo motivo, jamás llevaría tocado en eventos de postín. Me han invitado a algunos donde la madrina gilipollas requería uso de tocado y yo me he negado cerrilmente. Yo me moriría allí de pie, en la puerta de la iglesia, en ese momento absurdo en que esperas a los novios salir para echarles arroz pétalos de rosa, con las vecinas mironas del barrio pasándolo pipa... Y además que no le doy gusto a las madrinas gilipollas.
Radiante en las bodas

Manicura francesa. Ya me atrevo a pintarme las uñas de vez en cuando y sólo para salir de noche. Y antes me las corto y limo cuidadosamente para que no destaquen nada. Pero ese HORROR de manicura francesa, que además es la horterez supina, jamás.
Qué pereza, madre

Mechas. Una vez mi madre me sugirió que me pusiera mechas rubias para suavizarme los rasgos. Mechas rubias. Porque ya voy para mayor. Para disimular mejor las canas. En fin. Yo voy de chula siempre alardeando que no tengo prejuicios de nada ni de nadie. Pero si. Los tengo hacia ciertas mujeres que se ponen mechas rubias. A casi todas las mujeres con mechas rubias. Es un prejuicio irracional, como todos los prejuicios. No quiero buscar explicación.
Mechas de bote

And last but not least

Maxicollar. Yo se que son bonitos. Que favorecen tela. Que te los pones con un vestido soso y pareces otra. Que son tendencia. Todo eso lo se, pero siempre que he probado uno me he sentido la payasa del lugar. O que TODO el mundo me va a mirar. Y se va a reír o algo chungo. Las austeras es que nos comemos mucho la cabeza, en el fondo.
Heidi y su MAXICOLLAR

martes, 21 de mayo de 2013

El evento absurdo

No hay evento social más absurdo que una primera comunión. Este año estoy feliz porque no tengo ninguna pero el año pasado me tragué dos y fueron insufribles. Este año veo pasar a la gente camino de la iglesia del barrio y se me afilan los colmillos de gusto.

Pobrecitos los niños de las comuniones del año pasado. Yo les di un beso y no los volví a ver en todo el día. Los niños de comunión son meros pretextos para la fiesta. Van ridículos en sus trajes y entran en modo hiperactivo tras la ceremonia. Comen cuatro patatas fritas y se lanzan a las colchonetas hinchables y ya no hay quien los vea. Te olvidas de ellos al primer langostino.

Los padres del niño de comunión compiten entre ellos por ver quien la monta más gorda. En una de las comuniones del año pasado pusieron un carrito de chuches. Cierto que aparecieron los niños -existían!!!- pero el subidón de azúcar que les dio les hizo más temibles. En la otra comunión hubo castillo hinchable y fue una metedura de pata porque apenas había niños pequeños y en cambio abundaban los adolescentes. Se aburrieron como ostras.

Como tengo tanta empatía, me alegro de ver a tías abuelas y primas segundas que nunca veo y hasta me intereso por sus vidas (un poco, porque socializar se me hace interminable). Pero como tengo la conversación corta, pronto me aburro, me abrumo y me pierdo jugueteando con las migas del mantel. Me consuelo saliendo a fumarme un cigarrito y así hago un rato el paripé de estar pasándolo superbien.

Lo malo es cuando caigo en bucle y me veo en corrillo con otras mujeres de mi edad y hablando de cosas de mujeres de mi edad. Mi empatía funciona a tope y me es imposible salir del bucle. Otro cigarrito, un sorbo de gin-tónic y la maraña de una conversación cada vez más en modo arpía.

Las comuniones del año pasado me dejaron muy maltrecha e intoxicada. Bendigo al cielo no tener ni una este año.


lunes, 20 de mayo de 2013

Sexo, copas y bolsos

El sexo fue, este fin de semana, nuestro tema de conversación favorito. Cierto que hablamos de casi todo (poco de trabajo, afortunadamente) pero de sexo fue lo más. Que somos unas indecentes y unas charlatanas es verdad. A los camareros les hacemos mucha gracia.

Mis amigas son, además, unas borrachuzas. Cervezas, vino y gin-tónics cayeron sin medida y nadie se lamentó. Y siempre piden postre (algunas dicen que a partir de esta semana se ponen a dieta).

Se suponía que íbamos a hacer turismo pero se metieron en una tienda a comprar bolsos. Son unas consumistas de mala madre. TODAS compraron bolsos -y yo también, una monada de bolso blanco y negro con aire a bolsa deportiva versión chic-. Yo realmente no tenía intención de comprar un bolso pero piqué y el jolgorio fue generalizado.

Fuimos muy depravadas, estos días, las cinco.

domingo, 12 de mayo de 2013

Bastinado

Él dice "bastinado" y a mi me saltan chispas en el cerebro y, mediante ese efecto pavloviano que los dos conocemos bien, empiezo a salivar. Dice "bastinado" con esa voz suya un poco nueva, con un nuevo y leve matiz que no se definir.

Creo que soy muy cabrona porque salivo de placer con esa promesa. El bastinado no es poca cosa, duele de forma irritante y es un coñazo. Un auténtico coñazo. Pero yo salivo de placer y entonces deduzco que mi masoquismo sigue en plenas facultades.

Pero hay más. Yo lo se y supongo que Él también lo sabe. Él dice "bastinado" y le reconozco esa forma seca y un poco cruel de modular de la voz. Lo hace muy bien. Sabe poner "des" y "eses" en su lugar exacto (no como yo)  y sabe arrancarme el control.

Entonces compruebo que nuestra transacción de poderes sigue, también, en plenas facultades.

sábado, 11 de mayo de 2013

Mi ropa fetiche

Yo no soy nada fetichista. Pero nada, nada. Y es muy triste porque ser una mujer sensual de medias y liguero te da muchos puntos, pero no. Yo medias lo justo y liguero, en fin, mejor no cuento. No es que yo sea un desastre vistiendo. Fui un desastre en su día, tuve mis rachas de  desarreglo y mis épocas chandaleras  que afortunadamente pasaron y no volvieron. Pero no me verán casi nunca hecha un pincel por la calle ni por supuesto para ir a trabajar (sería de risa).

Yo soy de vaqueros en invierno y de vestidos con sandalia en verano, lo cual no me hace especialmente erótica, ni hechicera, ni felina ni cosas así que no me pegan ni con cola. Pero tengo comprobado que hay ropa despierta-líbidos y que es ropa que una no sospecha que lo sea, porque una es realmente ingenua y piensa que el resto del mundo también lo es.

Es cierto que rulan en mi armario vestiditos para follar, de esos que sólo hay que arremangar un poco. Yo he tenido vestidos de esos que se pegan al cuerpo y me los he puesto con premeditación. Una era así de básica. Me he puesto vestiditos para follar y con esa intención he salido a la calle. Pero no siempre acertaba. Tuve un vestidito verde que era una ricura. A mi el verde fuerte me queda estupendamente. También tuve un vestidito muy corto y muy jipi, de esos desteñidos, que era también una prenda de folleteo pero no me daba tanta suerte. Joder, creo que era un vestido gafado. Las veces que me lo puse ocurrieron dramas de AMOR. Pero yo le tenía mucho cariño a aquel vestido.

Pero los vestidos para follar son demasiado previsibles. A mi realmente los que me gustan son los vestidos-Amélie, esos que te dan un aura inocente y primaveral.  Hubo un vestido abrochado por delante, una especie de vestido camisero que me trajo triunfos y admiradores a partes iguales.  Nivel sexy = cero,  pero me han llamado morbosa por llevarlo. Ese es uno de los misterios masculinos que más me gustan: que te encuentren morbosa cuando vas hecha una Amélie.

O con  vaqueros y camiseta. Yo, lo que de verdad adoro, es seducir en vaqueros. Llámenme cutre, pero seducir con lencería fina está muy visto.

jueves, 9 de mayo de 2013

Es la ilusión de todos los días

Iba a escribir un post muy hostil sobre los que no hicieron huelga hoy. Estaba cargada de razones contundentes. De forma inaudita, me iba a salir un bonito post POLÍTICO, nada aburrido, muy irónico, muy  chulo.

Pero no.

Antes de ponerme a escribir volví a mirar un vídeo que hicimos el año pasado. Salimos todos y hay un cielo azul, ese pobre jardín tan verde y todos vamos vestidos de verano, llenos de color. Tan positivo, tan de buen rollito que se me pasó la hostilidad y pensé que no merecía la pena agriarme la tarde.

(No fui a la concentración. Me dio un ataque de fobia social)

Lo cierto es que a mi no me quitan la ilusión de cada día (aunque hubo mañanas este invierno que se me hicieron muy cuesta arriba). Ahora renovada, porque aparecen en el horizonte nuevas posibilidades de crecer, de innovar, de profundizar, de mejorar.

Yo hice huelga y tengo mis motivos. Pero mañana es otro día lleno de posibilidades (y alguna bronca, por supuesto). Y esa ilusión no me la van a quitar desde un despacho, joder que no.




martes, 7 de mayo de 2013

Las Madres Perfectas

Cuando charlo -o más bien escucho charlar- a Madres Perfectas me entran ganas de serlo yo también, porque parece estar chupado. También me entra cierta envidia, porque nunca seré perfecta y no lo escribo en plan guay, ese de "en el fondo mola más no ser perfecta". (¿O quizás sí que lo escribo en ese plan?)

Las Madres Perfectas que frecuento se pasan las tardes arriba y abajo con el coche, llevando a sus niños al Conservatorio. Llevar a los hijos al Conservatorio es una pasada: te da un halo de familia superculta y casi sacrosanta. Y si lo que tocan los niños son instrumentos chulos como la trompa o el fagot, ya te mueres. Es como un grado superior de perfección maternal.

También saben hacerles disfraces a sus niños para fiestas del cole. Y maquetas alucinantes para Plástica. Hacen piñatas y tartas con la Thermomix que saben a gloria -y si saben hacer cupcakes con florecillas, ahí ya consiguen otro grado superior-.

Yo me siento muy imperfecta cuando las Madres Chachis hablan del tema "Es mejor tener los hijos seguidos". Como yo me pensé seis años ir a por mi segundo hijo, me siento un gusano miserable y egoísta cuando las escucho contar las bondades de tener niños que se lleven como mucho un par de años. Ellas argumentan que sí, que las pasas putas durante un tiempo -sin dormir decentemente, sin vida personal y tal- pero que te compensa porque así los hermanos se crían juntos y se lo pasan mejor. Es de una lógica aplastante.

Yo no voy a contar aquí qué tipo de madre soy. No se lo cuento ni a mis compañeras Madres Perfectas. Probablemente me de verguenza reconocer ciertos fallos y seguramente me sienta orgullosa de hacer cosas que las Madres Perfectas nunca harían. Como casi siempre, escribir estas chorradas sólo me sirve de desahogo.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Parque del HORROR



Esta soy yo aterrada en el tobogán. Era un tobogán-de-la-muerte, de hierro, durísimo. En verano te quemaba el culo. Ya no permiten toboganes así en los parques, con esos filos cortantes. La escalerita tenía mini-peldaños. Trepar por ellos con tacones de gitana no era fácil.

La mano con reloj que sale a la derecha es la de mi abuelo. Él siempre me llevaba al parque. La mano está ahí pendiente y seguramente me animaba a tirarme. Mi abuelo sabía muy bien cuánto me aterraban los toboganes, pero el pobre me alentaba a ser una niña normal.

Salgo vestida de corto porque es Feria. Era tradición ir al parque en Feria porque por la mañana ponían un espectáculo de guiñol. Salía un muñeco llamado Peneque que molía a palos a los demás. Yo nunca le vi la gracia. Ni a los palos ni a los guiñoles, que en el fondo me dan miedito.

Montar en el tobogán asesino vestida de corto es aún más HORROR  que montar vestida normal. El traje de corto es incómodo, aunque supongo que yo, en ese momento me vería irresistible. Llevo moño, clavel y sombrero cordobés. También camisa de chorreras, fajín y pantalones bien apretados. Toda ceñida y constreñida. Además de los tacones. Un despropósito para corretear por el parque.

Pero yo nunca fui niña de correteos ni de socializar, como bien se sabe.  Mi frase odiada en el parque era: "Mar, niña, búscate amiguitos". Qué coño de amiguitos. Como si fuera fácil hacer amiguitos entre locos desconocidos.

En el fondo yo prefería el tobogán porque, aunque estaba alto, me permitía ir a mi bola, excepto cuando había presión por abajo (sólo hay que ver al niño que está trepando y me mira con cara de "valiente pazguata la de arriba"). También me molaban los columpios, porque me permitían soñar con volar (yo era una niña muy cursi) y sobre todo era lo más individual del parque.

Todavía hoy, cuando voy al nuevo parque, con toboganes de líneas curvas y bienaventuradas, siento la antigua opresión en el pecho cuando compruebo cuántos niños sociables hay por allí. Y me alegro de ser mayor y no tener que buscar amiguitos para jugar. Joder.

viernes, 26 de abril de 2013

Mientras duermo

Son las diez y media de la noche y me caigo de sueño. Mañana no madrugo pero da igual: como la mayoría de las noches, apagaré la luz pronto. A las once ya estoy dormida. Duermo unas siete horas porque invariablemente me despierto a las seis y ya me quedo en un duermevela hasta las siete menos cuarto. A las seis y media apago el despertador, antes de que suene. A las seis y cincuenta ya estoy levantada camino de la ducha y lamentándome por lo corta que se me hizo la noche.

Sigo despertándome sobresaltada al poco de caer dormida. No se cuánto tiempo pasa entre que apago la luz y empiezo a caer en el sueño hasta que me despierto llena de pavor: ¿cinco minutos? Suelo gemir y a veces grito. Luego me duermo profundamente. 

A veces, duermo intranquila y me despierto a lo largo de la noche. Por la mañana tengo la impresión de no haber pegado ojo, pero se que no es real. No recuerdo siempre lo que sueño. Mis sueños suelen ser muy bobos. Cuando estoy ovulando tengo sueños eróticos. Mis pesadillas suelen ser las mismas. Soy bastante convencional.

Tengo sueños que se repiten: busco a alguien en calles llenas de gente y bares; una plaza, una playa en las que nunca he estado; ascensores que no se detienen; casas llenas de habitaciones. Mientras duermo y sueño siento placer, angustia, soledad, alegría. Supongo que como todo el mundo.

Me gustan esas mañanas en las que no tengo que levantarme pronto y remoloneo en la cama dormida a medias. En esos raros momentos controlo -casi controlo- mis sueños y deseos, fantaseo, imagino, me recreo en imágenes que quizás he soñado esa noche o quizás he vivido antes. A veces hago planes, cada vez menos.

martes, 23 de abril de 2013

Rodeada de libros (y enciclopedias)


Una de las veces que más feliz he sido fue vendiendo libros en una Feria del Libro. O más bien enciclopedias. Me sentaba un buen rato por la mañana y otro buen rato por la tarde en el stand, rodeada de libros y era mi pequeño paraíso. No recuerdo si vendí, ni siquiera el dinero que gané. Recuerdo pasar horas tranquilas hojeando enciclopedias. Todo el saber estaba allí y aquello era una delicia. Enciclopedias de Historia Universal y de Historia de España, diccionarios enciclopédicos, enciclopedias de cine, de decoración, de cocina, atlas históricos y atlas geográficos, enciclopedias del motor, de las ciencias y de los inventos. Todo.

Aquella era una pequeña Feria del Libro en primavera. No se imaginen calles enteras, sino un pequeño puñado de puestos muy coquetos. No había escritores famosos firmando libros y sí muchas palomas atracándose de gusanitos y gente arriba y abajo que preguntaba, curioseaba, paseaba. Recuerdo que me ponía nerviosa uno de esos locos que abundan en mi pueblo, que aparecía invariablemente a media tarde y hojeaba libros con un cigarrillo entre los dedos. Tenía dedos sucios y el cigarrillo, invariablemente también, estaba en las últimas y derramaba ceniza. Me ponía muy nerviosa aquel loco que toqueteaba libros y no decía ni mu.

Pero la mayoría de mis recuerdos de esa semana son gratos. Hizo un tiempo espléndido y sólo llovió una mañana, una lluvia muy suave que desapareció pronto y dejó un aroma limpio.  Estrené una chaqueta que me hizo mi madre, de lino y a rayas; vestía de blanco y tierra y me sentía en paz. Recuerdo sentirme bien por primera vez en todo aquel año, tenía dieciocho y sentía el peso de mi fracaso y mi cobardía, era joven y me sentía muy triste. Hasta aquella primavera.