sábado, 31 de diciembre de 2011

Meow

Ni balances del año que acaba.

Ni propósitos para el nuevo que empieza.

Los días que se quedan atrás están para paladearlos, dulces o amargos. Contabilizarlos es reducirlos a logros y fracasos y eso no es vida.

Los días que vendrán son un misterio. ¿Para qué planificarlos?

Hoy.

Unos gatos al sol. Para los gatos, sólo es hoy. 

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Etílica

Kinito, el bebedor sonriente
El candié es una bomba: oloroso de Jerez con una yema de huevo y azúcar. Mi madre me lo daba con ese vino de la foto, yo le llamaba el kinito, porque creo que lo anunciaban en la tele con ese mozalbete pelirrojo. El candié te cae al estómago como una patada ardiente. Era algo terrible: mi madre se apostaba junto a la puerta de casa y no me dejaba salir para el cole hasta que no me lo bebía todo. Decía que estaba en edad de crecer. El calor te bajaba por el esófago y mientras bajaba, yo pensaba que prefería quedarme enana a tener que tragarme eso de nuevo. Y en realidad sabe bien, sólo que quema. Quema y te deja ahíta por horas.


En cambio, me encantaba darle un buchito al vermut de mi padre, en verano. Mi padre le llamaba vermut pero era Cinzano con casera y una rodajita de limón. Cosa más amarga y rica no la hay. En verano también me daban vasitos de casera con un chorrito de vino. Yo me la bebía y me sentía mayor. Y hablo de cuando tenía siete u ocho años.

La bota del abuelo
Mis abuelos bebían a diario. Mi abuelo materno siempre se tomaba uno o dos vasitos de vino para comer. Nada de copas, y con vino del barato. Mi abuelo paterno bebía en bota. Era alucinante: mi abuelo se ponía la bota en alto y se echaba el chorrito al gaznate. Te quedabas pasmá viendo al abuelo tragar y tragar vino sin derramar ni gota, podía estar como minuto y medio traga que traga. Yo creo que alguna vez me dio a probar, no estoy segura.

En Navidad, mis padres abrían una botella de sidra El Gaitero y nos echaban una copita, a mi hermana y a mi. Pensaban, ingenuos ellos, que la sidra, como sale de la manzana, no emborrachaba. Yo no recuerdo coger ni medio punto, pero esa copita molaba mucho, era como ser mayor.

Recuerdo borracheras, pero no la primera vez. Supongo que sería con la pandilla punki con la que salía en mi cutreciudad. De todas formas, nunca he estado tan borracha como para perder los papeles. Yo detestaba a esa gente que bebía sin degustar las copas. ¿La hora feliz? Qué asco me daba. Había gente que para amortizarla bien trasegaba un cubata tras otro a buen ritmo. Ya hablé del asquito que tengo a los cubatas.

No entiendo de vinos, pero me gusta beber una o dos copas con la cena. Prefiero el blanco al tinto. Me gusta la cerveza. No me gustan las bebidas dulces ni los combinados con Coca-cola. Durante una época tomaba Torres 5, hoy ya no podría. Tampoco me gusta el pacharán. Me encantan los vinos de Jerez y la manzanilla de Sanlúcar. Y un vino delicioso de Chiclana, el Gloria de las bodegas Sanatorio. Este lugar y la Taberna La Manzanilla en Cádiz son dos lugares clave en mi memoria.




martes, 27 de diciembre de 2011

Navidad con niños

Cantar villancicos, cuánto más jaleo, mejor. Con toda la parafernalia de panderos, zambomba y botella de anís.

Portal. Árbol de Navidad. Luces que se encienden y apagan (la casa parece una discoteca).

Ir a merendar chocolate con churros.

Ver pelis chorras en la tele. Ayer, Un chihuahua en Beverly Hills 2 (glups).

Ver pelis chorras en el cine. Por ejemplo, Alvin y las ardillas 3 (reglups).

Hacer postres ricos.

Bolsa de cotillón con pito, antifaz y sombrerito (el rosa no, que es de niñas).

Expectación ante las campanadas, pitos, bengalas, ¡acostarse muy tarde!

Cabalgata de Reyes.

Zapatos junto a la escalera. Una mesita con bombones y anís para Sus Majestades. Un cubo de agua en el patio para los camellos (en realidad deberían ser TRES cubos de agua).

Levantarse muy tarde (menos el día de Reyes, que toca madrugar: los regalos esperan. ¿Habrá regalos?)

viernes, 23 de diciembre de 2011

Más sobre la comida del miércoles, el día después y cosas que me dan grima

En el segundo pub -el de moda pero con música aburrida- pusieron Roxanne. Jo. Muy mal. Mar se evadió al plano de la ensoñación ñoña. Fueron unos minisegundos, lo juro, porque me di un pellizco virtual y volví a Tierra. Ya no me gusta evadirme ñoñamente.

¿Por qué me veo tan guapa en el espejo y luego en las fotos tan ho-rro-ro-sa?

El miércoles tarde-noche estaba lleno de buitres barrigudos. Mi cutre-ciudad cada vez tiene más rijosos. ¿Ocurre en el resto del mundo?

Anoche me quedé dormida a las diez. Como una bendita. ¿Estoy tan mayor?

E. piensa que me atiborré de comer ayer. Pero no. Insisto, E., mi vida, comí con apetito porque últimamente ando desganadilla y no pruebo cosas dulces, pero ayer me zampé dos rosquitos con un ansia que hacía tiempo no tenía. Yo creo que tuve un pico de azúcar. Pero no me atiborré, que yo no hago esas cosas.  

Algo muy grimoso. Y terriblemente odioso. La gente guay que va de alternativa y radikal en Navidad. Esas fiestas para guays. Yo una vez fui a una fiestuki navideñoguay de esas -una y no más, Santo Tomás-. Sólo había radikales cabreados con la morralla navideña. Pero lo juro, la fiestuki era NORMAL y corriente. No había nada radikal o superguay. La peña bebía, fumaba, intentaba comerse una rosca, ponía ojitos, reía, lo habitual. Yo ya no me creo a la gente alternativa.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La comida de compañeros navideña

Me cambio de medias tres veces. Unas tienen una carrera, otras me quedan pequeñas -creo que son de mi hermana-. Me pruebo dos modelos de pendientes y ninguno me convence. No llevo pendientes. Voy de negro, pero cuando salgamos del restaurante será de noche, así que no desentono.

Camino al restaurante me encuentro a S. y su marido, que hasta el año pasado fue compañero nuestro. Bien. Me ahorro el trago de entrar sola en el restaurante.

En la barra ya hay apalancados cinco compañeros. Besos a SY, mi antigua jefa, que se jubiló y siempre viene a las comidas. Le tengo cariño.

Pequeña lucha por ocupar un buen sitio en la mesa -larga, unas veintidos personas-. No me quiero sentar junto a L. que me es odioso -es una especie de raro manipulador y tengo mucha paranoia con él, de esos tipos que lo controlan todo, hasta la vida privada. Yo le hablo lo mínimo, se me nota que no lo trago-.

Como con apetito. No bebo demasiado. Pillo un mínimo punto. Ratos muertos, los justos. Enfrente tengo a C. y a N. que tienen temas de conversación a toneladas.

T. saca fotos.

Nos vamos del restaurante a las siete de la tarde. Ya es de noche. El centro está lleno de gente. Hacemos mucho jaleo y la gente nos mira.

Entramos en un pub a bailar. Dudo qué pedir y acabo pidiéndome un gin-tónic -qué original-. No nos gusta la música que ponen -demasiado reaggetton-. T. saca fotos.

Vamos a otro pub -uno muy de moda- pero la música es lenta y nos vamos a apalancar. Entran tres julais y se ponen cerca. Uno intenta ligar con M. que es rubita y mona diciéndole que va a ir a Gran Hermano. Patético.

Vamos a un tercer pub donde estamos solos, con la pista para bailar para nosotros. Ponen música aceptable. Después de dudar me pido una cerveza.  T. saca más fotos. Ya bailamos desbarrando un poco más. Miro a R. que ya está algo borrachilla. Me canso y me piro sin despedirme -sólo de C.-.

Camino a casa, mando un sms a E. 

Llego a casa a las diez y media. Al sentarme me doy cuenta de cuánto me duelen los pies. Me descalzo, me pongo el pijama, me lavo los dientes, me desmaquillo, dudo si comer algo pero lo único que quiero es acostarme.

Esta mañana, dolor de cabeza. Vemos las fotos que sacó T. -definitivamente, no soy nada fotogénica-. Tengo un hambre atroz.



martes, 20 de diciembre de 2011

Cosas (grimosas) navideñas

1. La expresión "entrañables fiestas". Da asco. La gente que usa esa expresión aborrece la Navidad.

2. Los besos de Fin de Año a gente que no veré nunca más o a gente a la que sólo le daré ese beso en todo el año. Son el tipo de hipocresía social que más detesto.

3. Las comidas/cenas de compromiso. De verdad, quedar mal con las cuñadas no es para tanto.

4. El cava. Yo no lo aguanto, me cae fatal al estómago, no me sabe a nada, me resulta absurdo. Claro que es siempre cava del barato; si hubiera probado cava de superlujo, a lo mejor otro gallo me cantaría.

5. Los regalos de Reyes hipergrandes para los niños. Cuando llega algún familiar todo contento con regalos así, pensando que da la campanada, me entran ganas de aggg.

6. Los regalos de Reyes teóricamente molones para los niños, pero que son de un sólo uso. Por ejemplo, los coches teledirigidos. Los ODIO.

7. Sobre todo, lo peor de lo peor, los Mr Scrooge militantes. Que no te guste la Navidad pero lo mantengas en un plano discreto, vale, lo respeto. Lo detestable es que no te guste la Navidad y hagas de ello militancia social. Cállate la boca y no me hundas. 

Yo ADORO la Navidad.

jueves, 15 de diciembre de 2011

When I´m sixty-four

Cuando tenga sesenta y cuatro, ¿seguirás felicitándome por mi cumpleaños? Es una fecha bien fácil de recordar. El día de Navidad. Tú tendrás sólo sesenta y tu memoria debería ser mejor que la mía.

Cuando tenga sesenta y cuatro estaré -teóricamente- a punto de jubilarme. ¿Seguiré caminando hasta el trabajo?  Yo así lo quiero, para mantener las piernas duras- ¿y el culo? ¿se me habrá caído?-.

Cuando tenga sesenta y cuatro seré una sesentona moderna -pero no hortera- y elegante -pero no fashionvictim-. ¿Me mirarán los tíos desde los coches, cuando pase por el puente sobre la autovía? Supongo que no, pero se que Tú si me mirarás.

Cuando tenga sesenta y cuatro seguiré teniendo ganas de follarte -ya me cuidaré yo de seguir teniendo ganas- y mi boca seguirá dura y flexible para Ti. Es lo que realmente importa, ¿no? Mi boca, mi sexo, mi deseo.

Cuando tenga sesenta y cuatro seguiré siendo romántica -pero no ñoña- y besucona -pero no empalagosa- . Mis manos tendrán manchas pero ya me daré cremas para que sigan suaves y acaricien bien. Tendré más arrugas en mi cara pero te seguiré mirando igual que ahora. Enamorada.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Femenina


Encontré una foto donde salgo yo, de un viejo recorte de periódico. Estoy en una esquina, junto al grupo feminista al que pertenecía. Estamos en una concentración para reivindicar algo o condenar yo que sé. Salen unas diez mujeres y sólo recuerdo el nombre de dos, las dos con las que más me relacionaba. Al resto las reconozco, pero no les consigo poner nombre.

Todas tienen la pinta de siempre, unas con el pelo rizado muy rizado. Otras, con el pelo corto. Unas eran tímidas como yo; otras, pizpiretas; otras, carismáticas. A mi me hubiera gustado ser de las carismáticas pero yo siempre me desvanezco en los grupos. Y además, había temas y actividades que, realmente, me la sudaban.

En la foto salgo con mi camiseta feminista, una de rayas blancas y violetas. Eso si, yo mucho postureo, eso que no faltara. Cuando me di cuenta que lo mío era más postureo que otra cosa -y mendigar amor-, me di de baja en el grupo. A traición, pero es que llegó un momento es que no las podia ni ver. Pobres. Sólo una me hizo una putada, el resto, es que ya ni las recuerdo.

Yo era femenina, pero estaba mal demostrarlo. La bufanda de la foto me la ponía a todas horas, está algo deshilachada, era mi bufanda favorita.

martes, 13 de diciembre de 2011

Masculina


Varias veces, hace años, me confundieron con un chico. Yo antes llevaba el pelo corto y sin gracia. Tampoco me maquillaba.

Ahora, con el pelo largo y otras hechuras, ya puedo hacer eso tan superguay de vestir masculina-chic y sentirme hiperfemenina.

Me gusta acodarme en la barra de los bares. No me gustan los grupitos de tías que cotorrean. No bebo ron miel ni mariconadas de esas. Yo antes bebía Jack Daniel´s -y creo que voy a volver a él, porque ahora toooodo el mundo bebe gin-tónic-. A veces me pinto los labios de rojo. Llevo bastante tiempo sin usar pendientes -los pendientes largos me dan pinta de gitana canastera y sólo los llevo en Feria-. No uso anillos, no me pinto las uñas de las manos, porque me veo sucia. En verano uso pulseras. Me gusta ponerme sombra de ojos azul.

Soy hipervanidosa y utilizo este blog para exhibirme.

Pero ya no me confunden con chicos. 

domingo, 11 de diciembre de 2011

Rosas

´Tis the last rose of summer
left blooming alone;
all her lovely companions
are faded and gone.

THOMAS MOORE (frag.)

Una vez tuve un sueño con rosas. Estábamos en la Plaza y vi una, pequeña, apenas abierta y blanca. La corté y se la ofrecí a Pako. Tenía frío y él me echó su chupa de cuero sobre los hombros. Sentí un amor agradecido y puro que me acompañó al despertar y durante todo el día. Desde entonces dejé de estar desesperada por Pako. Estaba empezando la primavera y el patio de mi abuela se llenaba de rosas. Cada vez que las miraba pensaba que sería capaz de sentir por aquel hombre lejano un amor más sosegado, más profundo y tierno. Y que ya no me dolería más.

Años más tarde, compré tres rosas para una Fiesta de la Primavera. Llevé dos en el escote. La otra se quedó en mi cuarto. En la fiesta, mi profesor se paseaba revuelto, le llamaban, acudía aquí y allá. Yo le perdía de vista y le volvía a encontrar. Finalmente pude ofrecerle una de mis rosas. Pero la perdió y ya no supe más de él hasta la vuelta de las vacaciones de Semana Santa.

Quedó la tercera rosa, algo mustia ya, que contempló mi encuentro con J.L. aquella misma madrugada. Ese encuentro que yo propicié en una cabina de teléfono, tras la fiesta y aún borracha. Fue un encuentro por despecho, porque yo soy así, pero al fin y al cabo, fue bastante hermoso y excitante.
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Ayer encontré este texto entre cuentos y poemas viejos. Todos son un horror. Cursis, llenos de adjetivos, insufribles. Éste es el único que podría salvarse de la quema (aunque le he quitado adjetivos y he acortado frases). El fragmento del poema que le acompaña es un ejemplo de cómo llevo años siendo una pedante.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Entre copas

Dos copas de vino y un gin-tónic. Mi amiga ES se ha instalado, quizás definitivamente, en nuestra ciudad y ahora la veo con más frecuencia. Y quizás nos llevemos ahora mejor y retomemos la complicidad de hace años.

Anoche, entre copas y la calle llena de gente, conversamos de lo divino y, cuando pillamos el punto, también de lo humano. Las viejas historias. Anoche recordamos aquellos momentos surrealistas y patéticos de los que ambas conservamos un buen puñado. Ella me decía que fueron momentos de perder la dignidad. Esas veces que una se metía un montón de kilómetros en el cuerpo para ver a un príncipe que resultaba ser rana.

Pero no, nunca perdimos la dignidad. Éramos audaces y queríamos comernos el mundo a bocados y si para ello había que besar algún sapo, qué más da, una experiencia más que echarse al hombro. Y ahora nos sirven para desdramatizar días de lágrimas y pataletas. Nos sirven para reírnos como anoche, entre copas.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Días de radio

Hubo una época en que yo escuchaba música. Ahora no Ahora paso por una de esas etapas en que escuchar música se me convierte en un naufragio. Cantar sí canto, pero apenas escucho música. Ya llevo varios meses así, no sé cuánto me durará.

Pero de  jovencilla tenía la radio encendida a todas horas. Mis cassettes, mis vinilos y la radio. Yo quería ser locutora de radio. Me parecía una de las profesiones más románticas del mundo. Sobre todo, sobre todo quería ser locutora de noche, de esas que hablan en susurros y dicen cosas poéticas. Menuda pava estaba yo hecha. Pero como cuando se me mete algo entre ceja y ceja, no paro hasta conseguirlo, envié algunos currículos y una radio piratilla me aceptó. Porque no está bien que lo diga, pero mi voz queda resultona en radio.

En aquella cadena apenas salí al aire. Aprendí cosas técnicas que ya he olvidado y me relacioné con gente guay que tenía pretensiones de hacerse un hueco en las radiofórmulas. Pero a nadie tan romántico como yo. Me suele pasar. Me hago ideas chachis de las cosas y luego la realidad resulta fea. O mediocre. Una vez presenté un tema de Boston. Ahora que la estoy escuchando me pasa: que me entra melancolía y un poquito de autocompasión.

De jovencilla me gustaba tanto escuchar la radio que pensaba que me dedicaría a ella. En un concurso de cuentos que organizó una radiofórmula, me llevé el premio. El tema era contar una historia centrada en la radio. Yo escribí un relatillo lleno de sentimientos adolescentes. Yo era una adolescente calenturienta, llena de ganas de enamorarse y sobre todo, enamorar. Y los relatos me salían así, terriblemente apasionados. Me hicieron una entrevista, por ganar el premio. Como siempre me pasa, que soy una de esas tímidas echadas para´lante, contesté a mi entrevistador con chascarrillos y gracia gaditana. Fue la última vez que mi voz estuvo en el aire.



martes, 6 de diciembre de 2011

Sed

En mi familia contamos esta anécdota: mis padres nos llevaban a mi hermana mediana y a mi a tomar tapas los domingos de invierno. Una vez, cuando ya era la hora de pagar e irnos, a mi hermana aún le quedaba media Pepsi. Como no quiso dejarla en el bar, se la bebió tan precipitadamente que se la echó por encima y se puso perdida. Eso le pasó por dormirse en los laureles y dejar la Pepsi sin tocar hasta el final. En cambio, yo me la fui bebiendo despacito y modositamente, con mi cañita y mi tapa de ensaladilla.

Yo siempre he querido ver mi vaso lleno. Lleno a rebosar. Y me lo voy bebiendo despacio. Cuando se me va vaciando, lo he vuelto a llenar. No concibo vivir con el vaso a medias. Sólo me dieron un vaso al nacer y lo he ido llenando poco a poco, ya son casi cuarenta y cuatro años de empeño.

Tengo mucha sed. Puedo vivir sedienta, puedo hasta alargar el momento de los sorbos, para que el vaso me dure mucho tiempo lleno. No es conformismo, ni masoquismo, ni me siento un Tántalo que sufre por no beber. Tengo sed porque soy ambiciosa y quiero exprimir muchas cosas. Mirar mi vaso lleno, beberlo y volverlo a llenar, siempre sedienta, hasta el final.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Trimilenaria


Cadiz sigue vieja y luminosa, hasta en las calles estrechas. O eso me parece a mi que la miro con buenos ojos. Entré al Mercado y ahora ya no es ese amasijo de puestos de fruta y pescado. Ahora todo está limpito y diáfano, casi no parece un mercado.

En el exterior es otro cantar. Todo igual. Delante del Merodio, el puesto de erizos de siempre. Una cola asi de larga para comprar churros. Los mismos -o parecidos- julais en la esquina de Correos. Y los cuatro puestos de chamarileros. En domingo hay más. Tengo un montón de libros que he comprado en puestos así. Era mi ritual dominguero: trastear en los puestos del Mercado, comprar un par de libros que quizás no leyera nunca, unas cervezas en la calle Zorrilla y a veces, al cine. Eran domingos perfectos, si no había que estudiar.

El sábado, en ese puesto de la foto, una vieja se iba sin pagar. El trapero se reía entre dientes. Señoooora. Y la vieja, ay qué despiste.Si, si, pensaba yo. En el puesto de enfrente vendían Holas del año de la pana. Con portadas de la boda de la niña de Rocío Jurado y de cuando se murió Lola Flores. Pero la mayoría de los trastos que se venden son cosas grimosas, como los payasitos de Lladró. O la concha-cenicero rosa de la izquierda. Es el Cádiz trimilenario.


domingo, 4 de diciembre de 2011

Mar en Cádiz


Pude contar siete colores diferentes en la puesta de sol. Las puestas de sol en La Victoria son únicas. Negro, azul oscuro, azul, verde, amarillo, naranja y rojo.

Siempre fantaseo con vivir allí. Con ese mar enfrente y a diario.

Ha sido un chute de oxígeno, de tranquilidad. Sin nada qué pensar, sólo arena, mar de diciembre, los escaparates, los bares y las calles de casi siempre.