martes, 30 de diciembre de 2014

Mi cumpleaños rohmeriano



Mi cumpleaños es el 25 de diciembre. Todo el mundo lo sabe y si no lo saben, yo me encargo de publicarlo, dado que me siento orgullosa de cumplir años en un día tan fantástico. Para mi sigue siendo un día fantástico, ya conocen el lado naif de mi vida.

Miren mi tarta, qué rosa y qué naif fue. Mi tía sigue viéndome como su sobrina favorita y cada año se ocupa de encargar la tarta y las velitas. En el momento de la foto todos cantaban el Cumpleaños Feliz, como debe ser y fue quizás el momento más berlanguiano de la jornada. Pedí mi deseo, antes de soplar. Soplé una vez. Hubo aplausos y blablabla y luego se encendieron otra vez las velitas para que soplaran los niños. Y más blablabla.

El resto del día transcurrió de manera rohmeriana, bendito sea. Yo, que ejercía de anfitriona, estuve varios días de los nervios pensando en el caos más absoluto cerniéndose sobre mi casa, pero todo transcurrió de manera sosegada y sencilla. Los niños jugaron tranquilos bajo la escalera y no hubo gritos, ni peleas absurdas ni rabietas. No faltó vino y sobró muchísima comida que se repartió de manera modélica entre los invitados al finalizar el día. Conversé con todos y me porté como una dueña de la casa ejemplar (aún no me lo creo). Con mis primos veganos, con mi prima preocupada por su hijo, con mis primos que emigran al extranjero, con mis primos enamorados pero de relación tormentosa, con todos tuve un rato de charla y palabras bonitas. Ya digo, ejemplar.

El día, insisto, transcurrió en un único plano-secuencia de ritmo suave. Del comedor a la cocina y al patio y vuelta atrás, los platos, las copas, botellas, servilletas de papel, juguetes en el suelo y ellos, mi familia que interactuaba sin estridencias y con afecto. Al menos, yo desprendía afecto y buena voluntad y creo que me rebotaba. Cuando los niños se fueron a la cama y ya estaba todo recogido y limpio, me tumbé en el sofá y me enganché a El gran Lebowski, que encontré en un canal de la tele. Parecía que El Nota me estaba esperando para darme las buenas noches.

(Gracias, P., por lo de Rohmer)








lunes, 29 de diciembre de 2014

Mar en Cádiz al anochecer



En el Campo del Sur al anochecer, con el cielo de un increíble color rosa. 

Diez minutos más tarde nos encontramos y todo transcurrió como en los buenos tiempos. Ella, igual de rubia, igual de desaliñada (aunque a veces cuando se arregla es espectacular). La misma risa de cristal, el titubeo al hablar que yo no recordaba..De nuevo en el viejo bar, en nuestro rincón tras los barriles de amontillado. 

Ella me contó de su vida, su alucinante vida de viajera, de su matrimonio, de los viejos amigos. Yo recordé con ella viejas historias y la gente de aquella época. Conversamos del pasado y del presente pero jamás del futuro (sólo nuestros deseos de vernos más a menudo). Y luego más bares, más vino y nuevas historias, tantas historias después de veinte años sin vernos. 

Como hace veinte años, nos cayó la madrugada de bar en bar, bares nuevos del Pópulo que aparecieron cuando nosotras nos fuimos, hace veinte años. Y nos dio tiempo para coquetear un poco las dos, una con la otra, para rememorar nuestras hazañas, deambulando por las calles húmedas y frías del viejo Cádiz, borrachas y felices. Nos dio incluso tiempo para conocer a la gente rara que siempre acabábamos conociendo en aquellos tiempos: esta vez, un americano de Miami y una francesa lánguida que parecían enrollados pero no. Y mientras la francesa borracha me contaba su historia y se acercaba tanto que casi me comía la boca, ella confesó que se sentía celosa.

Nos despedimos a las cinco en la Cuesta de Las Calesas y le recordé cuánto la quiero. Yo estaba muy borracha, sí, pero era verdad. Y luego, un abrazo largo, o dos o tres y promesas de vernos más, de contarnos más, de buscarnos, aunque tengan que pasar otros veinte años, lo cierto es que a las dos nos da igual el paso del tiempo. 

sábado, 20 de diciembre de 2014

Ars masturbatoria

Me despierto demasiado temprano. Es sábado y podría dormir más, son las siete y no entra luz por la ventana. Me quito el pijama. Me abro de piernas. No quiero follar ni quiero que me coman el coño. 

Podría buscar mi dildo pero tendría que levantarme. Fantaseo con el desodorante. Fantaseo con los juguetes caseros que a veces prefiero. Dildos frutales. Dildos vegetarianos. Dildos improvisados. En realidad esta mañana sólo me apetece fantasear con ellos y dejo que los dedos sigan a su aire.

Esta mañana sólo lo más sencillo. Exploro mi vulva y exploro mi vagina que se va mojando lentamente. Pienso que, según pase el tiempo, cada vez más lentamente; se entrometen terribles adjetivos como seca y mustia. Podría buscar mi aceite corporal pero esta mañana lo quiero todo sencillo.

Exploro y no necesito mirarme. Un dedo entra y sale y hurga en la carne blanda y caliente de mi vagina. Se me empapa y hago que empape mi vulva y obligo a mi clítoris, ese tontaina, a salir. Esta mañana, casi a oscuras, no tengo intención de mirar cómo transcurre el proceso, no quiero asomarme a mis piernas abiertas, quedarme embobada con mi coño expuesto a la nada, o sólo expuesto para mi. Podría levantarme y mirarme en un espejo, abrirme cada vez más, asomarme y asombrarme. 

Ni siquiera hoy busco imágenes que me provoquen. Podría recordar o podría imaginar leguas o coños o todas esas cosas que imagino e imaginamos y no, hoy no me hace falta y no pienso en nada. O sólo pienso en mis manos y mis dedos que se mueven y a los que obligo a moverse, a meterse, a deslizarse, a los que marco el ritmo. Dentro-fuera, rápido-despacio. Para. Sigue.

Cuando me corro, el dedo índice siente cómo se aprieta todo por dentro, cómo lo atrapo y me lo engullo; el otro dedo, o quizás el resto, va dejando fluir el orgasmo que me niego a describir pero fluye a oleadas y no se si son breves o prolongadas. Los dejo así, quietos y cansados, un poco mojados, moderadamente mojados, oliendo a coño que es un olor agradable, cálido y reconfortante. Un olor conocido que esta mañana sólo a mi me pertenece.  


martes, 16 de diciembre de 2014

Utilidad de facebook

Por ejemplo, para encontrar, yendo del amigo del amigo de un amigo, una vieja escena que no recordaba. Rostros tan jóvenes, T. con más pelo, S. con menos arrugas. Y ellos, a los que había olvidado y formaron parte de un tiempo en el que yo era ... ¿cómo definirme?

¿Inconsciente?
¿Impaciente?
¿Intrépida?
¿Ingenua?

¿Más ingenua aún?

Y no hace tanto tiempo de tal fotografía, sólo junio del año 2000. Tantas cosas en junio del año 2000. Tan distinta, tan lejana, tan irreconocible. Esa soy yo en ese tiempo y en esa fotografía en la que no salgo pero estoy.

Está C., del que ya he hablado aquí pero no me apetece buscar la entrada donde lo hice. Por ahí andará, la entrada y él, de nuevo le pongo rostro porque soy tan inconstante que lo olvidé. No me enamoré de él pero si me hubiera enamorado tampoco recordaría su rostro. Pero para eso sirve facebook, para ponerte delante de las narices un rostro que te llena de melancolía y buenos recuerdos. Un rostro que, maldita sea, no recordaba, ninguna de aquellas canas, ese cabello crespo y la cara huesuda, la boca besable que jamás besé pero no me faltaron ganas (y creo que tampoco le faltaron a él, a pesar de que yo no pasaba por mi mejor momento). Sólo su rostro pero él me lleva a su cuerpo delgado, a sus bromas, a su voz que creo era grave y me gustaba tanto, a su forma de mirarme, A mi es que ciertas formas de mirar, de mirarme, me dejan vendida, me dejan medio enamorada.

Aunque luego se me olvide, un poco, sólo un poco.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Un paseo al centro, en Navidad

Salimos de paseo al centro de la ciudad. Aquí llamamos el centro a una plaza, cuatro calles y poco más. Salimos no de compras -menos mal-, sólo a pasear, a ver las luces de Navidad y a tomarnos un chocolate con churros. Según vamos llegando al centro las luces se encienden y cuando llegamos a la plaza queda poco para el ocaso. La chocolatería está petada y no  podemos tomarnos el chocolate -mejor, porque a estas horas seguro que se me indigesta- pero nos compramos un papelón de churros -¿quién dijo indigestión?- y nos sentamos a comérnoslo en un banco de la plaza.

Este año la plaza tiene luces bien bonitas -o yo me pongo tremendamente cursi en Navidad- y las mamás se despiporran haciéndole fotos a sus peques. Una madre hace gestos exagerados para que su bebé sonría para la foto y yo hago memoria: no, yo creo que jamás hice tanta morisqueta para que mis bebés sonrieran para la foto. Creo.

También se paran ante la fuente para las fotos varios grupos que vienen de comidas de empresa. Se les reconoce porque van peripuestos, ellas de taconazo y pelo recién planchado. Abundan los grupos de sólo mujeres. Empresas cien por cien femeninas, menudo aburrimiento, pienso.

Pasan cuatro chavales y reconozco a A., que como siempre va todo sonriente. Le saludo y le pregunto que qué tal le va. Me dice que bien pero no me lo creo mucho. A. es un gamberrete de sonrisa encantadora. A mi siempre me cayó bien aunque le he regañado mucho. Al rato vuelve a pasar, con sus tres colegas, y deja sobre un banco de la plaza una lata vacía de red bull. Cabroncete.

Volvemos a casa con las manos aceitosas y la barriga llena. La zona de bares de copas es un hervidero de esa gente de las comidas de empresa. Me entretengo mucho mirando a las chicas a la moda. Mi ciudad es muy cutre pero aquí cuando se sale se va a la última y superarregladisimo. Lo petamos, vaya.

La pandilla de A. vuelve a pasar a mi lado, van alegres de la vida, caminando rápido. Me adelantan y les veo pillar por una calle muy poco recomendable. Compruebo que la poca fe que tenía por A. la acabo de perder.

Llegamos y ya es de noche aunque apenas son las siete. Mi barrio está tranquilo, los vecinos aún no instalaron sus papanoeles ni sus niñosjesús en los balcones. Pero todo llegará.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Ella quiere ser útil

Ella me confiesa que no se siente útil. Me lo cuenta un poco asombrada de mi receptividad y suelta esa confesión a oleadas, le va rebosando y yo me siento culpable, aunque jamás se lo diría. Jamás me lo diría (excepto ahora, para eso sirve este blog).

Es un diálogo lento y va fluyendo porque le doy ánimos para que siga. Más o menos me dice que está rodeada de gente que hace un trabajo valioso para los demás. Que ella dejó de sentirse así hace mucho tiempo. Se que tiene días malos pero me sorprende que haya llegado a una conclusión así, ella, la que nunca le dio tregua al fracaso ni a la depresión.

Ahora parece deprimida y yo siento culpa por la parte que me toca.

Le encanta leer y yo le dejo libros. Jamás le regalaré un libro de autoayuda, eso lo tengo claro, pero regalarle libros y recomendarle los que yo he leído y se que le pueden gustar es una forma de declararle mi amor. Me cuesta mucho hacerlo. No consigo indagar por qué.

Le cuento que no creo en la utilidad de las personas, que no estamos en esta vida para ser provechosos, que ella no se debería medir en tales parámetros. Ella siempre lo ha hecho y yo lo estaba olvidando. Le pido que me cuente siempre cómo está y ella alega que no quiere preocuparme. le contesto que si me preocupo o no me preocupo es problema mío. Que encima que está triste, se va a preocupar de si me preocupo. (siempre ha sido tan ansiosa con el tema)

Le cuento, la escucho y confío en que sea para mejor.

Que al menos hemos conversado.

Que al menos he mantenido a raya mi exasperación.

Que al menos le he mentido muy bien, que he mostrado calma y sensatez aunque sí que me preocupo -pero es un problema mío y ella no tiene la culpa-. Lo nuevo de esta situación nueva es que he dado con la clave para no ahogarme de preocupación (o culpa) por ella. El espacio que debe ocupar y que a menudo olvido. No es útil. Es de verdad amarla, aunque no se lo diga con estas palabras.

 

martes, 2 de diciembre de 2014

Prosa poética

Tengo una vieja libreta llena de textos que quieren y no pueden ser poesía. Los escribía a diario, cuando era una adolescente que se creía única, genuina y original (como todas). Pasaba  mucho tiempo mirando por la ventana, lloraba mucho porque no encontraba sentido a la vida, todas esas cosas adolescentes, terribles y asombrosas.

Así que tenía abundante material para rellenar páginas a diario. Páginas de -yo pensaba que irresistible- prosa poética porque aún no era capaz de hacer poesía de la buena, en verso libre al menos (años después sí hice mucho verso libre, todas esas cosas de los veinte años, terribles, asombrosas y sexuales).

Ahora no me atrevo a leer ese cuaderno. Me da vergüenza. No me creo a esa jovenzuela llorica. Abomino de esa tontorrona que sufría por AMOR. Miren qué orgullosa me volví y qué descreída. Una traidora a mi propio sentimentaloide pasado.

Prosa poética. Menuda mierda.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Pelis míticas: Dirty Dancing

Por sus frases y diálogos loquísimos, como "traje una sandía", o "Francis, el nombre de una mujer hecha y derecha" o la sublime "no permitiré que te arrinconen". Quien no haya visto mínimo tres veces Dirty Dancing no sabe de lo que hablo. Quien la haya visto ese mínimo de veces y haya disfrutado como un gorrino en un charco, entiende los niveles míticos de esas frases.

Por los lugares chulos donde se desarrolla la trama: el hotelazo pijo, el lago para bailar (!!!), esos parajes boscosos y brumosos que son tan típicos de las pelis yanquis y sobre todo porque todo ocurra en la década de los sesenta, que queda tan resultona en peinados y vestidos.

Ay, ese lago para bailar
Porque es cursi, ñoñísima, romantiquísima; porque gana la fea (y ni siquiera se convierte en cisne); porque acaba bien, no, mejor que bien; porque todos salimos satisfechos y embriagados de AMOR y eso, algunas noches antes de irse a la cama, es bueno. Y porque es una cursilería hecha a posta que no engaña a nadie.
Megacursi!!!

Por las canciones que hemos medio cantado tantas veces. Hay que ser muy triste si no se ha cantado alguna vez el Be My Baby y además poniendo voz nasal. Con las canciones de Dirty Dancing, aquellos que no conocían a los Drifters, por poner un grupo que mola, se hicieron fans. O The Shirelles o el mismo Ottis Reding.

Y por las coreografías. Ojito. Que parece fácil pero el que alguna vez haya intentado el salto del final, con I ...have ... thetimeofmylifeeee, sabrá que es un salto sólo para elegidos.

Sólo para elegidos

Como él. Por él, San Patrick Swayze que fue y por siempre será Johnny Castle, aparentemente chulangui pero con un pedazo de corazón que no le cabe en el pecho. Y miren que yo no soy nada idólatra pero a San Patrick Swayze lo tengo en un altar desde esta peli, desde Ghost y hasta desde Le llaman Bodhi, donde hace de malote pero quién puede resistirse. Dios lo tenga en su gloria, joder.

Y cómo miraba, el cabrón

Porque es una de las pelis que veo con my little sisters y, como las cosas buenas de la vida, ocurre muy de vez en cuando pero siempre es como la primera vez. Cantar a coro, repetir traje una sandía, intentar el salto final. Siempre igual, pero nunca nos cansamos.

martes, 25 de noviembre de 2014

La insociable, a veces, no se esfuerza

Yo no conozco a casi nadie de mi barrio, solo de cara. Saludo y doy mis buenos días a la panadera y a la quiosquera y a las vecinas de cada lado. pero no me intereso por hacer vida social de barrio ni mucho menos vida social con las madres del colegio. Hay un invento que es el grupo-de-madres-del-whatssap que me parece el HORROR SUPREMO. Yo no si me consideran una engreída o una antipática, o si me consideran algo. Pero me da igual. Es más, lo llevo muy a gala, ser una madre sin grupo-de-whatsapp-de-madres.

En la virtualidad social también soy una arisca de cojones. No me explico cómo hace años participaba de forma regular en diversos foros. Aquella civilidad mía, qué curiosa era y qué poco la añoro.

Yo hasta he tenido amigas blogueras y nos mandábamos besitos y cariños en los comentarios a nuestros respectivos blogs. Las muy cabronas eran tías estupendas (yo no me echo amigas así como así) pero desaparecieron, dejaron de publicar, es lo que tiene la virtualidad. No obstante ellas tienen su lugar en mi huraño corazoncito. Lugar virtual pero real. (Y si me siguen leyendo, ellas saben quiénes son).

Salí con la gente del trabajo a tomarme una cerveza. Ellos ya han quedado varias veces pero como yo soy una pánfila no me había enterado. De la cerveza del jueves sí me enteré y aunque llegué tarde (todos habían cenado ya) me recibieron con alegría. Yo misma me redescubrí simpatiquísima, porque -aunque ni yo misma me lo creo- cuando entro en vena social soy un delirio de arte y salero. Las noches así me acuesto superfeliz, porque en el fondo soy animal comunicativo y accesible. Cuando me esfuerzo un pelín.

Supongo que generalmente no me apetece esforzarme. Supongo que me da un poco igual. Supongo que es el miedo a ser idiota. Derrocho sociabilidad y tiendo a meter la pata, es una especie de borrachera y euforia a la que no termino de acostumbrarme: las resacas me pasan factura. Chorradas que dije, amigos que hice y glups, promesas, halagos, cosas de las que presumí... no se, un cúmulo de absurdeces.

No me hagan mucho caso, esta tarde fui supersociable y en ratos así tiendo a la exageración.

Y este blog tiene mucho de exagerado, no se si se habían dado cuenta.


viernes, 21 de noviembre de 2014

El amor era una película en blanco y negro

En enero siempre me compro el Fotogramas por el calendario. Ya no colecciono el Fotogramas pero guardo mis viejas revistas en varias cajas, son un tesoro de mis años de estudiante cuando cada mes comenzaba con la revista nueva. En la fotografía del mes de noviembre de este año aparece Jean Seberg besando en la mejilla a Jean-Paul Belmondo. Cada mañana a las siete echo un vistazo a esa imagen típica, tópica y gafapasta de la época en que yo me moría por gafapastear y creía que el amor era así: una película en blanco y negro de pocas palabras, camas sin hacer y mirada lánguida de no haber desayunado.

Eso de cada mañana
Yo no soy lánguida. Me acabo de probar una falda que me compré hace dos años, una falda negra y elegante que sólo me he puesto una vez. Me la he probado con una camiseta nueva buscando el contraste entre falda elegante-camiseta casual que queda ideal pero a mi no me termina de encajar. Al final a esa cena iré con pantalones (ceñidos) porque mi inexistente languidez se maneja mejor metida en unos pantalones. No soy lánguida, femenina a ratos y dejé de ser gafapasta hace mucho.

Quizás por eso me decían "auténtica", dada mi escasa impostura ante el amor. Después de un par de bofetadas de realidad, todos los À bout de souffle del mundo desaparecieron para no volver. (No volver. ese es el crudo -pero no amargo- hecho).

Ni siquiera me acuerdo bien de aquella película, era bastante tonta pero molaban las poses de Jean y de Jean-Paul, ellos sí haciendo el papel requerido. Me acuerdo del cine y de sus butacas rojas e incómodas. Me acuerdo de los poemas que escribía casi a diario pero no logro recordar cómo me sentía entonces. Ni deseo recordarlo, era una pesada y eso sí que resulta poco elegante.








jueves, 20 de noviembre de 2014

Modelos y eros

Esto es lo que hay: me joden los blogs adornados de "modelos de fotografía erótica". Especialmente los que meten fotos sacadas de internet y las acompañan de textos que no vienen mucho a cuento. Especialmente sin son lugares de esos seriotes, del tipo bloguero macho e intenso.

Entiendo que los blogueros machos (e intensos) tienen todo el derecho del mundo a adornar sus obras con fotos eróticas, elegantes y tal. Y que no hay nada más elegante que una modelo guapa, estilizada, taconeada, con lencería fina. Y fotografiada en  blanco y negro, que es un plus. Pero estoy segura que más de una lectora, no modelo estilizada, sienta hastío de ver tanto cuerpo sin taras ni michelines. Pero como ninguna se queja, lo hago yo, y así me quedo a gusto.

Yo admito que a un cuerpo con su poquito de celulitis, su par de kilos de más, su culo de aquella manera, sus pocas tetas, cosas así tan corrientes, no le quedan tan bien las medias y el tanga. Pero el ninguneo que se hace entre los blogueros machotes es escandaloso. Sobre todo estando también segura que esas modelos eróticas están fingiendo. Que no están calientes ni nada, que hacen su trabajo y punto pelota. Que el semen que les chorrea es de mentira y el sudor, más falso que Judas.

Y ya muérete con los blogs centrados en BDSM, no tengo nada contra las modelos, que son unas currantas, pero los Dominantes con blog deberían tener en cuenta que siempre son las mismas fotos, las mismas posturas y las mismas caras de lelas sometidas y pasadas por photoshop. Y entiendo que hay Dominantes con blog que se excitan con esos mundos de fantasía. Malo cuando aterrizan y se topan con las mujeres reales. Así me explico que tantos vayan vagando por el ciberespacio, sin sumisa perfecta  que les baile el agua.

 La belleza clonada es aburrida. Ver las mismas nalgas turgentes y el mismo cabello sedoso, comprobar que el erotismo se reduce a una imagen de sexo perfecto insípido e inodoro, sexo irreal, es un empalago. A mi lo que me gustaría es ver más a menudo mujeres de cintura ancha y culo gordo, mujeres canijas y de tetas de botón, mujeres grandes, mujeronas de metro noventa, mujeres pequeñas de piernas cortas, en realidad me da lo mismo mientras no sean clones. Ver la inmensa variedad femenina y si, también la inmensa variedad masculina y la inmensa variedad trasgénero, de la que ya, si eso, hablamos otro día.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Remedios milagrosos y deseo sexual

Me decían mis compañeras que andan con la libido baja. Yo me sentí muy contenta porque mal de muchas consuelo de tontas y asentí, echándole la culpa al tiempo desapacible. Yo siempre le echo la culpa al tiempo de todo. Del dolor de cabeza, del malhumor, del ánimo bajo y también de la sosería sexual.

Sin embargo, como todas sabemos, la culpa la tiene el agotamiento al acabar el día, el no parar y el mucho trabajar. A las diez estamos hechas un trapito y sólo queremos la cama para dormir. Una de mis compañeras se ha propuesto comprar en la herboristería unas pastillas milagrosas que dicen te pone como una moto. No recuerdo el nombre de las yerbas que tiene, no es gingseng, es otra cosa nueva y flipante.

Ya se imaginarán mi escepticismo hacia el tema. Una vez me compré unas pastillas de aceite de onagra porque mi amiga C. me dio la tabarra todo un fin de semana refiriéndome los milagros que hace en el cuerpo femenino. Un coñazo. El bote anda por ahí medio vacío y si me hizo la onagra algún bien yo lo ignoro, porque estuve en modo suspicaz desde el minuto uno de ingerirlas.

Pues con las pastillas que te ponen como una moto igual. Incredulidad a tope. Sé que tooodo el mundo tiene decenas de argumentos que me podrían convencer pero a mi no me da la gana. Lo mismo me ocurre con las terapias para recuperar el deseo sexual perdido. Conozco gente que acude a psicólogos de la pareja y practica tratamientos naturales con gurús que saben de sexo y tal. No diré que no sean cosas valiosas, ni mucho menos, pero demasiada gente piensa que sólo acudiendo a esas charlas o tomando esas pastillas sus inapetencias se curan y no es así.

El problema -y el motivo de mi escepticismo- radica en lo poco que confío en la voluntad de esa gente que toma pastillas que curan y acude a métodos infalibles. Yo en realidad creo que los milagros hay que currárselos. Ahora ando con poco deseo sexual pero no me preocupo y por supuesto no voy a ingerir pastillas. Se que esta falta de deseo es normal y pasajera. Se reírme de ella. Hubo una época -hace muchos años ya- en que me la tomé en serio y me duró más tiempo de la cuenta. Ahora me río, me cuido y me miro de reojillo de cintura para abajo, a ver si despierto. No me preocupo. Mi coño anda unos días dormido pero hay vida más allá de mi coño.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Cuando lo cotidiano se entrelaza con lo mágico

Ocurre un domingo de otoño, cuando llegar a casa es llegar a una nueva vida. Ocurre cuando te despides con un abrazo breve en el que caben cuarenta y tres años de amor. Ocurre cuando vuelves a leer y añoras letras, cuando añoras sin dolor.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Por qué no me gustan ya los malotes

Porque son predecibles. No es que yo haya conocido a chorrocientos malotes pero entre los que he tratado directamente, los que he observado y aquellos de los que me han revelado sus hazañas ya me he hecho una buena idea de sus costumbres y rutinas. Son todas iguales. Los malotes siempre hacen lo mismo así que relacionarse con un malote -para las que nos dedicamos a la observación humana- es una tarea que no arroja sorpresas.

Porque dañan la salud. Yo ya no estoy para muchos trotes y lo único nocivo que me meto en el cuerpo son los cigarrillos-de-socializar, la cerveza de salir de tapas, el vino de la cena y cuatro cosas con colesterol. El relacionarme con malotes no entra en mis planes de  vida sana y saludable y a ser posible, ecológica. Lo malotes son dañinos y ocasionan problemas de insomnio, malcomer, lloreras y horas muertas en internet. Una mierda de vida.

Porque son objeto de deseo generalizado. A las mujeres como yo, que vamos de excéntricas y singulares, un malote es como una prenda de moda. Todo el mundo la lleva y no es nada original. Los malotes estan muy vistos como objeto de deseo. No son rarezas. No son únicos. No son seres exquisitos ni apetecibles.

Porque no merecen la pena. A estas alturas perder el tiempo con un tipo al que le mola portarse mal a mi ya no me seduce. Existe la teoría de que los malotes follan muy bien. Es un mito. Lo digo yo. Los malotes de verdad tienen mucha percha pero nah. Los malotes miran que te derrites pero detrás de la mirada, nah. Los malotes dicen susurran cosas que emocionan a las nenas pero tras su intensidad, nah. Los malotes pasean estilosos pero les desnudas y nah.

Porque el  bien siempre vence. Porque me gusta estar de parte de los buenos. Porque los buenos, detrás de su sosera aparente, detrás de su pinta de no romper un plato, detrás de su vida supuestamente gris, son los que en realidad se quedan con la chica. Los que nunca fallan Porque de verdad sorprenden. Lo se bien.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Steve, mis hermanas, Beverly Hills


Sharknado 2. Ha sido una epifanía. La película más tonta, divertida y surrealista que he visto últimamente y sin premeditación. Para verla no se puede ser gafapasta aburriiiido. Yo conozco un buen puñado de aburriiiidos con los que no podría hablar de Sharknado 2.

Pero están mis hermanas.

El protagonista de Sharknado ( la 1 y la 2) es Ian Ziering. Pero la gente de mi edad (no aburriiida) lo conoce como Steve, el rubio de Sensación de vivir. Y nadie que yo conozca la llama por el nombre original de Berverly Hills, 90210. Todos la llamamos Sensación de vivir, la serie de Brandon y Brenda. Y Steve.

Ni a mis hermanas ni a mi nos gustaba Steve por demasiado rubio, demasiado pijo, demasiado estúpido. A nosotras, por supuesto, el que nos molaba era Dylan, el malote. Cuando salía Steve, nosotras abucheábamos. Era lo peor, unos de esos seres míticos y malvados podridos de dinero. Y rubio por los cuatro costados. Nosotras no conocíamos a nadie así y resultaba exótico.

Fue casi el último verano que pasamos juntas, el verano completo, los dos largos meses de verano. Veíamos Sensación de vivir tiradas en las butacas del salón, después del almuerzo, en bragas y camiseta, en chanclas, felices de la vida, las tres juntas, el último verano.

Eran Steve, Dylan, Kelly, Brenda y Brandon y un no parar de tramas locas, descapotables, fiestorros y ropa cara. Era una hora deseada, perezosa, una hora cómplice. Cuánto nos gustaba ver series tontas, pelis tontas, programas cutres y tontísimos y cuánto nos gusta aún reunirnos (tan pocas veces) para seguir viendo lo mismo. Porque no somos unas aburriiidas y nos reímos de nuestra sombra.

Sharknado 2. La segunda parte que transcurre en Nueva York, con tornados en los que vuelan tiburones ENORMES y sale Steve, el de Sensación de vivir.

Y aún puedo compartirlo con ellas.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Lúdico masoquismo

Yo no soy del lado oscuro. Tuve mi época radikal y me gusta vestir de negro porque me sienta bien pero el que haya leído algo de este blog sabrá que soy más bien simple y naif. No naif de poner corazoncitos y florecillas sino una ingenua de ver la vida abierta, inmensa, digna de aprovechar. Y el vaso medio lleno.

Mi forma de ver, hacer y practicar el sexo tiene también ese componente ingenuo y afectuoso, que salta sin comeduras de tarro de una esquina a otra del tablero. He tenido mis temporadas de mente torturada, como toda hija de vecino y mis temporadas de amor y sexo sufriente, ese de las múltiples aristas y espacios incomunicados. Un coñazo.

La edad. Es que es un gustazo cumplir años y volverse escéptica, moderada, suave, relativista y cachonda. Cumplir años y mantener la pasión pero sin lloreras (excepto el tránsito menstrual, tan catártico e higiénico). Por eso, cuando juego con mi personalidad masoquista me gusta divertirme.

Yo, ya saben, soy cualquier cosa menos perversa. Cuando leo las palabras "perversión"y "oscuridad" asociadas a la palabra "masoquismo" me saltan las alarmas, esas que me suelen saltar cuando el estereotipo llama a la puerta. Yo soy una masoquista por transgresión y en estos tiempos la mayor anarquía viene del lado de la risa. No me gustan los extremos, me gusta reírme tras una sesión de azotes, frotarme el culo, lloriquear, llorar y reírme después porque hay endorfinas sueltas y revueltas y el tiempo es breve y joder, cómo lo hemos aprovechado.

Soy sobre todo clara, obtusa, simple, sin ángulos, sin bordes cortantes (aunque a menudo mi claridad es bruta y puede dañar). Me gusta enfrentarme a la tarea de conocer mi cuerpo y domar el dolor. En el juego sadomasoquista no usamos falsos misticismos, ni expiamos culpas ni  angustias. No hay secretos oscuros, no hay lejanos traumas de la infancia, no hay vacíos ni sentidos en corrupción. Hay física, hay química, hay luz, hay la belleza formal de los cuerpos que sudan y los movimientos secos o voluptuosas. Hay control, autocontrol, dominio, racionalidad dentro del dejarse llevar. Un mundo hermoso. Y divertido.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Mi top-ten de clásicos españoles en B/N

10. Pequeñeces (Juan de Orduña, 1950). Es un dramón como la copa de un pino, con una moralina beata que tira para atrás pero me encanta. Aurora Bautista crea el personaje más tremendo del drama español. Madre que pasa de su hijo, frívola, adúltera, histérica, caprichosa, malvada y sin corazón. Carlos Larrañaga cuando era pipiolo hace de niño adorable, pelín vomitivo, pero que penita ver cómo su madre le ignora. En una escena le dan el premio al mejor alumno y su madre no asiste al acto y glups.
Dramamamá agobiando a su niño

9. Morena Clara (Florián Rey, 1936 y Luis Lucía, 1954). No se qué versión me gusta más, las dos cuentan la misma historia condescendiente con payos, gitanos y algo que parece Andalucía con arte y salero pero qué más da. Te ríes (si no eres un gafapasta serio y aburriiido). La versión de 1936 tiene a ese enorme cómico que fue Miguel Ligero, encasillado pero grande y la de 1954 tiene a Fernán Gómez haciendo de Fernán Gómez, que tiene hasta gracia. Pero, sobre todo, no se con qué artista quedarme porque muero con las dos. Imperio o Lola. Lola o Imperio.

Lola camelándose a su señoría

Imperio aguantando a Regalito


8. Calle Mayor (Juan Antonio Bardem, 1956). Una historia seca como el invierno mesetario y tristísima sobre tipos crueles y chicas anodinas y solitarias. Y un retrato de costumbres eróticas de los años 50, imaginen qué erotismo chungo: roces, hipocresía, miradas y mucho deseo reprimido. Ella (Betsy Blair) se aferra a él como a un clavo ardiendo. Él (José Suárez) es un cabrón que se aburría.

Lo que pasa cuando los cabrones se aburren

7. La caza (Carlos Saura, 1966). Perfecta. Simple y perfecta. Palpas el calor y la boca seca y esa nausea que provocan los cubalibres que no quitan la sed. Sientes el aburrimiento y la mala leche. Alfredo Mayo era el actor con la mejor cara de capullo-con-mala-leche del cine español y en La caza lo borda. Palpas el odio que a tres minutos del final estalla y te quedas sin respiración.

Cansado de la caza menor

6. Atraco a las tres (Jose María Forqué, 1962). Te ríes por no llorar porque ésta es una película llena de desgraciados y es comedia. Para ser redonda debería acabar mal pero no eran tiempos y en el fondo una agradece que acabe bien porque a esos pringaos se les adora desde que aparecen en pantalla. Como casi todo el buen cine español de esos tiempos: crueldad en vena pero con anestesia.

Sin anestesia y con el jefe detrás

5. La tía Tula (Miguel Picazo, 1964). De nuevo Aurora Bautista comiéndose al resto del reparto y ocupando toda la pantalla. Era capaz de hacer soberbio un personaje tan espartano como Tula y era capaz de dotarlo de un erotismo brutal sin despeinarse el moño perfecto. Igual que Calle Mayor, retrata la vida provinciana y la represión sexual de la época y burla la censura con elegancia.

Cuñadisimos

4. La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945) Ya he escrito de ella porque es una comedia deliciosa que no tiene nada que envidiar a las películas de Lubistch. Ni a muchas comedias actuales porque tiene un estilo moderno, frívolo y descarado. Para que luego digan que el cine español era rancio y aburrido.
El encuentro, en un hilo

3. El Tigre de Chamberí (Pedro Luis Ramírez, 1958). Bueno, ésta podría considerarse rancia pero yo tengo debilidad por Tony Leblanc haciendo de tío jeta, por Jose Luis Ozores haciendo de tonto con buen corazón y por Antonio Garisa haciendo de empresario de medio pelo pero espabilao. Que son clichés, vale. Que es no es Toro Salvaje, pues bueno. A mi me encanta.

Cómo no adorar a estos perdedores

2. Viridiana (Luis Buñuel, 1961). A mi me gusta, me enloquece Buñuel y pongo Viridiana porque es la mejor entre las que rodó en España y en B/N. Qué escribir de ella. Bestia. Bruta. Sexo, miseria, hambre, amargura, represión, todo a lo bestia.  Con Paco Rabal rebosando virilidad, con Fernando Rey intentando destilarla y con uno de los finales más sexuales del cine.

Silvia, Margarita y Paco

1. El extraño viaje (Fernando Fernán Gómez, 1964). Ojalá a Rafaela Aparicio le hubieran dado más papeles así y ojalá películas como ésta se conocieran más. Tramas que se entrecruzan, que pasean por todos los registros: terror, suspense, policíaco, picaresca, costumbrismo (del cutre y pueblerino), erotismo del malsano (todo en aquella España era erotismo malsano)... La película redonda y desconocida. Triste.

Ese tenso almuerzo dominical



viernes, 24 de octubre de 2014

Los blogs de los Amos tóxicos

Yo soy muy prudente y no me gusta meterme a comentar en blogs de sumisas que penan por sus Amos. Yo se que si entro al trapo y les muestro algún que otro argumento de sensatez, ellas me lo agradecerán amablemente pero seguirán erre que erre. Creo yo que ocurriría así, yo a veces peco de pensar mal y acertar. El caso es que he leído un par de blogs donde las damas se lamentan de lo mismo: han sido abandonadas y no saben qué hacer con su vida. Y como no quiero comentarles nada (también por misantropía), lo escribo aquí para quedarme tranquila. (Y lo mismo alguna me lee)

Yo se que mi postura es cómoda: aquí yo la que va de sobrada en asuntos del AMOR, pero ya digo que gramos de sensatez tengo, supongo que es algo que da la edad y quizás esas mujeres dolidas son más jóvenes. No más sensibles que yo, que soy la hipersensiblidad andante, pero si quizás más blandas.

Amos tóxicos que dan la patada. Lo mismo vale para  hombres vainillas. Tipos tóxicos que la quieren largar a una pero no saben cómo hacerlo por cobardía o por hijoputez. La lista de formas es larga y miserable:
- tengo una vida muy complicada.
- tú (sumisa) no entiendes cómo es mi vida.
- conmigo no serías feliz.
- te deseo toda la felicidad y conmigo no la tendrías. 
- necesito más cosas de las que me ofreces.
- te quiero pero no lo suficiente 
y
esta es la mejor
- te mereces más de lo que te ofrezco.

El caso es que en las relaciones BDSM, donde se supone los sentimientos están a flor de piel y blablabla, los abandonos llevan consigo duelos de largo recorrido (al menos así lo suelen describir las sumisas/blogueras abandonadas). Las emociones son del nivel: "me siento indefensa, desolada, no sé qué hacer con mi vida, no se si volveré a sentir lo que sentía con ÉL".

Tengo autoridad en la materia (y además en mi blog escribo lo que me da la gana) y ya he escrito sobre ello: las relaciones BDSM no sirven para ser feliz. Es más, ninguna relación amorosa sirve para ser feliz. No son un instrumento, no son la vía o el camino. Las sumisas blogueras que leo piensan que si no desarrollan sus ideales de sumisión (esa esencia que parecen incapaces de desprenderse), jamás serán felices. Hacen depender sus deseos de felicidad en el OTRO.

Lo malo es cuando ese OTRO es un Amo tóxico. Ellos nunca piensan en la felicidad ajena y por eso van siempre un paso por delante (si se les deja). Es más, algunos Amos tóxicos no permiten que sus sumisas les adelanten y utilizan todo tipo de argucias: "voy a cambiar", "lo siento, no volveré a tratarte así", "vamos a intentarlo de nuevo", etc. Y es duro decirles que no. Es realmente trabajoso continuar con la vida propia y aprender a construirse una solita los instrumentos para ser feliz. Sin necesitar ir de la mano de nadie (y menos de un alguien envenenador).

Tener un blog para llorar y lamentarse de la pérdida es bueno y consuela, pero a mi, como lectora, me fastidia ver que algunas mujeres no salen del círculo tóxico en el que se encierran. Caen una y otra vez en las trampas del Amo-veneno y reconocen que son dependientes de ellos, pero no hacen nada para salir del embrollo. Me pregunto entonces si en el fondo disfrutan de la situación. Si disfrutan escribiendo esos bellos posts de dolor y autocompasión y se complacen recibiendo comentarios de comprensión y ánimo.

Por eso no les comento, porque yo quizás, que soy tan bruta, les daría un cariñoso tirón de orejas. Esos de "niña, ese tipo no te merece y tú vales más", ya saben, lugares comunes que muchas obvian tanto. No se por qué sigo leyéndolas, probablemente me sienta superior a ellas pero qué coño, es cierto que lo soy. Yo ya tengo la inmunidad a ciertos venenos.


miércoles, 22 de octubre de 2014

Ma-te-má-ti-cas

Yo soy de letras. Es una frase de pringada pero es lo que hay y no se me ocurre otra excusa mejor. También es que me siento una pringada por culpa de que soy de letras y ahora ando muy atareada con problemas matemáticos para los que, según los días, no me veo capacitada. A mi me deberían haber enseñado en la escuela esos métodos matemáticos chulos como el ABN en vez de cálculos abtrusos que ahora no me sirven de nada. Las equis, las ys y esas cosas raras que se llaman polinomios -yo los resolvía bastante bien- pero ahora un carajo me sirven. Hay cuentas que aún hago con los dedos y también practico mucho la "cuenta de la vieja" y las reglas de tres a cascoporro. Típico de gente de letras. Menuda panoli.

martes, 21 de octubre de 2014

El arte de recomendar libros

Tuve el mejor profesor de Literatura en COU. No sólo nos enseñó a comentar textos literarios y nos mandó superpreparados a Selectividad, sino que se esmeró como nadie en hacernos atractivas novelas en principio áridas (para estudiantes de Instituto) como Tiempo de silencio.  Recuerdo al profe advirtiéndonos sobre lo que nos íbamos a encontrar, le recuerdo mencionando a Joyce y me recuerdo leyendo a Martin-Santos un poco a duras penas pero feliz de enterarme de todo y hasta disfrutando.

Ese es el arte de recomendar libros.

Como el de mi amigo JJ del que ya he hablado y que fue capaz de recomendarme con fervor La vida exagerada de Martín Romaña cuando yo pasaba la época mas radikal y hosca de mi vida. Ya he contado aquí cómo en la primera lectura odié esta novela y cómo años después hizo que aprendiera a reírme de muchas cosas, empezando por yo misma.

A., que es amiga de JJ pero yo no conozco, recomienda novelas en una página que compartimos en facebook. Se ve que controla mucho el género fantástico y por la pinta se ve que tiene mi edad, una friki como yo, quiero pensar. Por ella descubrí Los Cantos de Hyperion, que es una de las sagas de ciencia-ficción más chulas que he leído.

P. tiene la osadía de recomendarme libros filosóficos (light, sí, pero fi-lo-só-fi-cos) a mi, que llevo tiempo inmemorial sin leer no-ficción. De todos los que me ha recomendado he empezado tres y los picoteo cuando me apetece, que no se muy bien cuándo es y cuándo vienen esas ganas porque soy una tremenda caótica con las lecturas y una perezosa en el arte de leer a gente que piensa (y nunca llega al grano). Pero se que tengo cuentas lectoras atrasadas y pendientes y a veces me siento algo embrutecida.

Y siempre, siempre estaré agradecida a F, que, sin conocerme mucho, me recomendó Canción de Hielo y Fuego años antes de que se pusiera de moda y aquí me tienen, recomendándola a mi vez a todo dios y hecha una friki-fan de la saga. Pongo velitas para que George R.R. Martin publique de una vez Vientos de invierno (y no la palme de un subidón de colesterol) y medito sobre las mil y una teorías que pululan en internet sobre qué diablos pasará y qué no pasará.

Yo querría poseer el mismo arte pero creo que no le pongo suficiente empeño. Lo dejo al aire y dejo que, los que pasan a mi lado, me vean pasmada con un libro. O escribo entradas como ésta y pongo ahí a la derecha la imagen de lo que tengo entre manos por si alguien pica. Hay libros que me entusiasman pero se que no han emocionado de la misma manera cuando lo recomendé y menudo chasco. No me gusta mucho llevarme chascos porque soy una hipersensible, así que creo que nunca dominaré este arte. Eso que me pierdo.

sábado, 18 de octubre de 2014

Mastropiero y mis amigas

Les conocimos mediante una cinta de cassette que ruló de una a otra. Entonces éramos cuatro y las cuatro nos aprendimos y recitamos obsesivamente La gallinita dijo "eureka" y aquello de Yogurtu M´gne, que tuvo que salir precipitadamente de la aldea por culpa de la escasez de rinocerontes.

El día que anunciaron que visitaban el Falla fue la bomba. La única vez que he pasado doce horas seguidas haciendo cola para sacar entradas. Falté a clase y acabé muerta de cansancio pero mereció la pena. Verlos por fin en persona en el teatro más bonito del mundo. Verlos por fin a los cinco y a sus instrumentos y no parar de reír y salir de allí satisfechas, febriles.

Muchos años después pude adquirir de nuevo entradas para otro espectáculo suyo y esta vez sin hacer cola. Fuimos sólo AB y yo y una alegre pandilla, esta vez a un lugar que no era teatro por cosas de reformas e infraestructuras locales y que tenía un sonido pésimo. Pero mereció la pena. Yo pasaba, en aquella ocasión, una etapa de "corazón dolorido" (usemos ese termino cursi por una vez) y ver a aquellos sinvergüenzas vejestorios disparatados y geniales me sirvió para olvidar mi despecho y mi rabia de amante abandonada. Una risoterapia en toda regla.

Y por fin, ayer. Ellos, los incombustibles y mis amigas, esta vez todas. Todas, que no las merezco porque nunca las llamo y soy parca en palabras por el whatssapp y sin embargo, cuánto nos queremos y cómo me quieren. Y ellos, los veteranos cómicos y adorados luthiers, recomponiéndonos y uniéndonos en la risa y tras la risa.

Una cena después, a deshoras. Cervezas, batallitas, camareros que nos gastan bromas. Más risas, cuando parecía que las habíamos gastado todas en el teatro. Planes. Abrazos. El viaje de vuelta en la niebla y ganas de volverlas a ver.



jueves, 16 de octubre de 2014

Varonil vanagloria

A mi me gustan mucho los hombres que se vanaglorian de su polla. Los que se pasean por casa en bolas y duermen en bolas, los que hacen nudismo en las playas correspondientes y hablan de su desnudez sin pudor; sobre todo, los hombres que no me escamotean su polla empinada y exigente.

Me gustan esas pollas exigentes. Los hombres que presumen de polla suelen saber usarlas, yo al menos tengo esa experiencia. El primero al que descubrí vanagloriándose de su hermosa verga fue J., que no fue el primer hombre con el que me acosté pero si el primero que me hizo reír. Le recuerdo paseándose y paseando a su animal por el cuarto del hotel, fanfarroneando, presumiendo de buen pollón y de emplearla a fondo y con pundonor. Coño si cumplía lo que prometía.

Esa fanfarronería no hace daño, es buena cosa degustarla. A mi siempre me ha traído seguridad: hombres que me enseñan lo que tienen entre las piernas sin miedo y sin vergüenza son hombres que luego me han dado lo mío. Lo que yo quiero. Sí, yo soy muy coitómana. Ahora se tiende a denigrar el coito y yo, ya saben, soy embajadora de las causas perdidas. A mi me dan una buena follada, bien trabajada y aderezada, y soy feliz.

Ya saben, yo es que soy muy simple.

miércoles, 15 de octubre de 2014

BDSM y parejas liberales

En cualquier local swinger te encuentras el cuarto de juegos chulo con su cruz y su ambiente tenebrosillo con la peña jugando y pasándoselo como debe ser. Ambiente de juegos BDSM sin comerse el tarro. Por eso no entiendo bien a la gente que se anda con suspicacias ante las parejas liberales que curiosean con el BDSM. Yo, que no soy de ponerle puertas al campo, no entiendo esas tontas fronteras que se establecen entre el mundo swinger y el BDSM.

Entiendo que no guste una u otra historia. Entiendo que una pareja opte por el camino BDSM y abomine de lo liberal y viceversa, las parejas que viven la vida loca pero no gustan de jugar en el lado oscuro. Perfecto. Cada pareja disfruta como tiene a bien.

Lo que no me entra en la mollera es la crítica a las parejas que gustan de los dos mundos y picotean de sus placeres. Parejas liberales que tienen sus ratos de Dominación y sumisión pero no se implican en una vida BDSM. A los de la rama ortodoxa, estas parejas les molestan, ya se sabe, no son puros. Contaminan la esencia del BDSM y blablabla. El mismo rollo de siempre, qué les voy a contar.

Del lado oscuro ya no hablo. Esos temas a veces polémicos como la cesión de la sumisa, que a muchos y muchas se les atraganta, son juegos liberales como los que más, pero no se yo, ahí me declaro muy ignorante. La cesión, menuda historia... y sin embargo, qué divertido si le quitas trascendencia (aunque quizás entonces ya no tendría nada que ver con el BDSM y perderíamos la esencia y toda la pesca). No obstante, yo creo que estaría bien.

A mi es que ya saben que lo de las etiquetas me echa muy para atrás.

domingo, 12 de octubre de 2014

Histéricos

En los días de ruido y furia los histéricos salen hasta debajo de las piedras. A mi, los histéricos, sobre todo si los conozco, me ponen de muy mala leche, porque no me dejan ni hacer un chiste. Me da rabia tener que contenerme y parecer muy seria y compungida, porque aquí donde me ven, tan segura y tan lista, a mi me importa el qué dirán.

Yo conozco personalmente a varios histéricos, hombres y mujeres, y son el coñazo que los no-histéricos sabemos bien. Son gente compungida y agorera, ya digo, y hablan, hablan, hablan y no se callan.

Mi estrategia con los histéricos es la siguiente (si no la cuento, reviento): hago como la que les escucha (yo es que soy muy asertiva) y hago como que les sigo la corriente. Porque hay que tener muy en cuenta que a un histérico NUNCA le puedes llevar la contraria. A no ser que le quieras dar carrete eterno. Si a un histérico le argumentas algo mínimamente racional, ya tienes monserga para horas. Los histéricos no atienden a razones y les va la marcha. No se si se creen que cuando llegue el fin del mundo su cantinela seguirá perdurando en el cosmos.

Conozco histéricos de todo pelaje e ideología. Es que la histeria tiene un plus democrático que te cagas. Lo que ocurre es que yo les paso desapercibida (que es de lo que se trata) y ellos no saben que les tengo calaos. No se si se dan cuenta cómo me resbalan todas sus teorías conspirativas, sus angustias apocalípticas, sus eternos estados alterados, sus cabreos con el ser, el no-ser y con todo lo que se menea.

Como soy una optimista inmunda, a menudo creo que acabaré contagiándoles mi ecuanimidad y mi sosiego vital. Yo no les digo ni pío, porque si le dices a un histérico que se calme y se relaje, te manda directamente a la mierda. Pero creo que al no seguirles el rollo les envío un mensaje de "paso de tus gilipolleces" que no significa que pase de ellos. Joder, es que algunos hasta me caen bien.

jueves, 2 de octubre de 2014

Leyendo en otoño

Estoy muy atareada leyendo novela negra. Terminé Un giro decisivo de Andrea Camilleri y he empezado con los cortos relatos de Un mes con Montalbano. Es tan fácil leerlos que cuando me meto en la cama suspiro de gusto. Joder con Camilleri, con esa carita de abuelete achuchable que tiene y lo cabronazo que es, así como su comisario Montalbano al que amo desde ya. Adoro la gula del comisario que es parecida a la de Pepe Carvalho (aunque no se parecen en mucho más) y es que a mi me pierden los hombres que saben apreciar la buena mesa.

También estuve enredada con Walter Mosley y ese mal bicho de detective llamado Easy Rawlins. También le adoro por malote, por mujeriego, por tío listo y porque en el fondo es buenísima gente. Y tengo en espera Con el agua al cuello, que es la primera novela de Petros Markaris sobre el comisario Jaritos. Otro tipo listo y amante de los buenos guisos griegos, es decir, un dechado de virtudes. A Leonardo Padura también lo tengo esperándome pero no tengo ni idea de lo que me aguarda. Será mi primer encuentro con sus novelas. Expectativas: sólo me permito el lujo de tenerlas con lo que deseo leer.

Y el bueno de Ken Follet. Ya sabrán el tocho que acaba de poner en órbita y que da fin a su trilogía sobre el siglo XX. Yo a Ken Follet le guardo fidelidad porque es un tipo que da lo que promete. Buenas historias que nunca aburren y personajes molones. Sí, es un maniqueo de cojones y sus malos son supermalos y no se redimen ni a la de tres, pero qué más da, si lo único que a mi me apetece es pasar un rato chulo entre las sábanas (pronto, mantas) antes de que se me cierren los ojos y caiga rendida.




lunes, 29 de septiembre de 2014

El evento absurdo (2): cumpleaños infantiles

A mi me gusta celebrar cumpleaños infantiles y no voy a poner aquí por escrito la causa. Es una cosa obvia. A mi me gusta toda esa parafernalia de globos, bocadillos y tarta; el momento "apaga las velitas y pide antes un deseo"; las fotos, los regalos y cantar Cumpleaños feliz en español  y en inglés. Celebrar un cumpleaños a la manera clásica con merienda, familia y amiguitos. Celebrar hasta un límite.

Estuve en el cumple años de un bebé, el típico primer cumpleaños en el que como el bebé no tiene aún amiguitos, los padres invitan a la familia. Pero en vez de invitar a los abuelos, los dos titos de más confianza y un par de primos para cumplir con la cuota infantil, es decir, una celebración íntima de merienda y buenos deseos, aquel cumpleaños al que asistí fue un evento multitudinario muy agobiante. Creo que hice un mal papel, estuve sólo una hora porque aquello me superaba. Absurdo invitar a familiares lejanos, absurdo invitar a todos los amigos y amigas de los padres, absurdo ese tropel de regalos para un bebé de un año, absurda esa cantidad de gente papeando a troche y moche y sobre todo, absurdo ese enorme trabajo para los padres, que apenas disfrutan de ese día junto a su bebé.  Al final el bebé acaba derrengado y la fiesta es un caos en el que no recuerdas a que viniste, no se, yo no le encuentro sentido a tales fiestas.

Pero más temibles y absurdos me resultan los cumpleaños de niños mayores. Ahora circula un protocolo que impone invitar a la clase entera al evento. Los veinticuatro niños y niñas de Segundo A junto a los primos y amiguitos de fuera del cole. La gente lo celebra en locales de colchonetas hinchables, con merienda infecta, tarta infecta y karaoke infantil. El peque del cumpleaños acaba con más de veinticuatro regalos. Más de veinticuatro. No me digan si no es una cifra indecente. ¿Son conscientes de lo que se celebra? ¿Y los invitados? Los pequeños invitados a esos eventos de cumpleaños apenas reparan en celebrar al cumpleañero. Ni velitas para apagar ni canciones que valgan. Lo que importa es saltar en los hinchables y atiborrarse de gominolas.

Veinticuatro invitados en un macrolocal de cumpleaños. Me han hablado de celebraciones en fincas con piscina y barbacoa. Veinticuatro eventos a los que tendrás que asistir para cumplir con cada compañero del cole. Veinticuatro tardes perdidas -como mínimo- en un año. Veinticuatro regalos absurdos.

Para no volverse misántropa.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Graciosa

Yo de chica era muy graciosa. Es lo que me cuentan y yo recuerdo. Graciosa de tener ángel, de hacerle gracia a la gente, de simpática y salerosa. Me recuerdo cantando en medio del salón de una tía abuela que tenía pelos en la barbilla. Yo cantaba y la gente se mondaba conmigo. También recitaba poesías y ya saben la gracia que da escuchar a una niña regordeta  recitar poesía repelente. Bailaba flamenco pero inventado y era siempre mona y cascabelera aunque me fastidiara la pesadez de la gente (y los pelos de la tía abuela)

Un coñazo.

No se crean que ahora soy antipática. A veces lo parece, una borde cuando me tocan las narices o cuando no puedo disimular la estupidez de cierta gente. Pero no es algo en lo que yo me regodee.

Tampoco soy de las que están todo el día con el chiste en la boca, que petardez, ni voy lanzando frivolidades divertidas por doquier. Pero creo que me quedan retazos de aquel salero mío de la infancia, supongo que es por culpa del candor que aún tengo.

Me importa mucho transmitir risa o al menos alegría. Me importa mucho cuando no lo hago, cuando soy borde con quien no debería y entonces me siento mal. Este verano alguien a quien no veía de años me saludó y me confesó que lo que más recordaba de mi era que siempre estaba riendo. Menudo subidón. Más que si me dijeran que sigo guapa o joven o lista. Seguir riendo. No haberme vuelto una malage. No haberme vuelto una intensa. Qué terrible si me pasara.

domingo, 21 de septiembre de 2014

El narcisismo bien entendido

Voy a dar un consejo, que estamos en domingo: para ejecutar buenas mamadas, de vez en cuando hay que hacer una frente al espejo.

Hay que ponerse ante un espejo, uno de cuerpo entero, y mirarse. Podría indicarse que si te grabas en vídeo es lo mismo, pero no hay color.  Es como ver un partido en diferido. El vídeo está bien pero para disfrutar y aprender no hay nada mejor que mirarse en un espejo mientras la estás mamando.

En el espejo y en directo, puedes ver la boca en acción, cómo se adapta a la polla adorada y como traga, saliva y engulle. Garganta profunda en streaming.

Frente al espejo se puede practicar un ejercicio de narcisismo bien entendido, un narcicismo de buen rollo, complaciente y autocomplaciente. De rodillas, con la polla clavada en la boca una se ve muy hermosa. Arrebolada, la mirada turbia y hambrienta.

jueves, 18 de septiembre de 2014

La mirada perfecta

Tengo una foto en sepia de mis abuelos como fondo de pantalla del teléfono. Es una de aquellas fotos de estudio que se hacían antes los matrimonios, pero ésta es muy atípica. Mi abuela mira al frente y mi abuelo la mira a ella. La mirada de mi abuela es intensa y, como es muy joven, a mi me resulta inocente (la mirada que yo le conocí era picarona y saltarina). Ojos de gacela, los de mi abuela. Mi abuelo la mira, le mira exactamente el cuello.

Yo conocí a mi abuela mujerona, de tetas grandes y cuerpo robusto, una mujer acostumbrada al trabajo duro. En esta foto la cara aparece delgada y casi huesuda, un moño bajo, con el cuello lánguido, curvado hacia delante, con una pequeña cadenita de oro. Mi abuelo le mira el cuello con lascivia. No se le ven los ojos a mi abuelo, los mantiene bajos, fijos en la curva sensual del cuello de mi abuela. Se le nota la sonrisa, una media sonrisa de deseo.

Mi abuelo es un figurín, lleva una camisa que parece de uniforme, quizás es una foto de cuando entró en la Guardia Civil. Lo mejor, aparte de su mirada, es el pelo repeinado hacia atrás, muy, muy repeinado con fijador, muy ceñido al cráneo alargado de mi abuelo. Mi abuelo era largo, todo huesos, manos larguísimas, piernas flaquísimas, una boca grande y una cara alargada y muy varonil. Era muy caliente mi abuelo, según me contaba mi abuela.

Mi abuelo la mira a ella, a su mujer, con la mirada perfecta de perfecto deseo.

Es una foto de después de la guerra, creo que aún no había nacido ninguno de sus hijos, quizás se hicieron la foto al poco tiempo de casarse. Mi abuela mantiene una sonrisa muy dulce y suave, se le ven los incisivos, parece que se regodea con la mirada densa de mi abuelo.

En el tiempo que los conocí juntos, cuando ella era gorda y torpe de piernas, cuando él tenía un poco de pelo blanco y ningún diente, cuando ella se enfurecía porque él llegaba un poco piripi de la calle, cuando él veía la tele y ella cocinaba, en ese tiempo, cuando yo era pequeña y los adoraba, supe siempre lo que se amaban, aún, lo que se deseaban, todavía.

martes, 16 de septiembre de 2014

Decisiones

Yo nunca tomo decisiones. Yo es que soy así de chula. Pongamos la frase: "este año he decidido que voy a empezar a delegar" (una frase que en principio me podría ir bien). Esa frase es una pérdida de tiempo. Cualquier frase que empiece por "he decidido que voy a..." es una pérdida de tiempo. Mientras estás decidiendo hacer o no hacer, mientras te pones o no te pones, estás echando a perder la vida. Eso me digo yo, la chula.

Uno podría pensar que voy a lo loco y no reflexiono, pero no, estoy hablando de otra cosa. Yo reflexiva soy un rato. Lo que no hago son proyectos ni tomo decisiones que por el mismo hecho de tomarlas ya se detiene el tiempo. Porque quizás mañana ya no tenga ganas de delegar y entonces mi decisión se va al carajo y quedo -ante yo misma- como una gilipollas. No, yo no tomo decisiones porque no me gusta comprometerme en falso. de hecho, sigo sin delegar (tonta soy un rato)

Lo que ocurre es que conozco mucha gente que constantemente repite eso de "voy a (ponerme a dieta - organizarme mejor - empezar a ir al gimnasio - etc) " y "me he propuesto este año (dejar de fumar - no guardarme las cosas y decir a la gente lo que pienso de ella- etc)". Y ya saben, se hace un mes, dos meses la Dieta de la Zona, los papeles archivados, la matrícula del gimnasio, el aliento que huele a flores, la gente cabreada pero una feliz de decir cuatro verdades... hasta que llega el día que puf, el proyecto se lo lleva el viento. Yo conozco mucha gente que lo hace. O, y ya me cabrea más, gente que promete y se compromete de tal manera que llegas a pensar, oh, por fin he descubierto a alguien que persevera y puf, se lo lleva el viento.

Yo huyo como de la peste de esa gente que emprende cosas cada cierto tiempo y te implica en ello. Gente que inicia proyectos laborales, amorosos, lúdicos, todo tipo de proyectos vitales. E insisto, te mete, te obliga de una u otra forma a participar, o una se implica por cortesía, o por amor o por curiosidad, qué más da. Y un día el proyecto se esfuma sin saber por qué. Esos emprendedores no suelen dar explicaciones (yo creo que no se dan ni cuenta, lo cual no les exime de culpa. Son unos irresponsables). Te ilusionan y cuando más ilusionada te tienen, zasca, la empresa (laboral amorosa, lúdica) desaparece. Y ellos se quedan tan anchos, un proyecto más sin cumplir y a mi, que me ilusionaron y todo, que me den morcilla.

Por eso, yo no me creo a la gente que dice "he decidido hacer esto y lo otro". Como mucho, les digo que sí, que perfecto y me hago la loca el resto del tiempo. Tiene que pasar mucho tiempo y demostrar que aquello que decidieron ese día lo siguen manteniendo (mucho tiempo son meses y meses, hasta años). Yo, gente así, la verdad no me encuentro mucha.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Una mesa en un rincón

Trabajó en un banco muchos años y la gente pasaba a saludarle. Sobre todo jubilados. Él siempre tenía un rato para escuchar y sobre todo resolver pequeños problemas "de papeles". Yo creo que los viejecillos le adoraban y no era para menos.

Trabajó en aquel banco que no se llamaba como ahora y no era tan estratosférico como ahora en la época de las máquinas de escribir. Era muy bueno escribiendo a máquina. Cuando llegaron los ordenadores estaba a punto de jubilarse así que se negó a aprender y nadie se lo recriminó. Menudo era.

También se negó a ascender porque no quiso amargarse la vida con responsabilidades que le importaban una mierda. Le ofrecieron ser interventor o apoderado, esos cargos con los que a muchos se les pone gorda. Por tener despacho, por tener poder.  Él fue siempre un chupatintas que nunca usó corbata en la oficina. Supongo que eran otros tiempos estéticamente menos agresivos.

Un día se negó a "vender" aquel nuevo producto. Producto financiero que le llaman. Porque apestaba. Porque le insistieron que lo ofreciera a los jubiletas que cada mañana iban a saludarle, esos que no entendían de "papeles" y ya sabemos -ahora lo sabemos- que esos productos financieros están hechos de palabras que apestan.

Parece una historia imaginada, como de peli de colorines con final feliz, pero fue muy real, ya saben que yo no se inventar historias. Le castigaron en una mesa de una esquina del fondo. Sin trabajo, sin máquina de escribir. Lejos de la gente. De cara a la pared como quien dice. Meses entrando y saliendo de la oficina con su puntualidad germánica, insufribles horas sin nada que hacer. Lo que ahora llaman mobbing pero entonces no teníamos ni pajolera idea de cómo denominarlo, aquella miseria. No protestó. Aguantó con sus dos cojones pero, sí,  pasó lo que sólo pasa en las películas con final feliz: los viejecillos protestaron, se pusieron tan pesados como sólo los jubilados saben y el director cedió. Quizás tenía su corazoncito o quizás finalmente le llegó el tufo de los "papeles". El volvió a su mesa de siempre y los viejecillos se quedaron, felizmente, sin el producto financiero estrella. Porque nadie tuvo huevos de volverlo a ofrecer, al menos en aquella oficina y con él delante.

El gran jefe que murió el otro día nuca supo esta historia. Él que se la perdió.

martes, 9 de septiembre de 2014

¿Qué hacemos con El Niño?

Está mi pueblo alborotado con el estreno de la película El Niño porque salimos en pantalla grande y eso, para una tierra con la autoestima tan baja, nos sube la moral de aquella manera. Además, aquí somos muy noveleros y nos apuntamos a cualquier jolgorio. El Centro Comercial estaba petadísimo de gente para ver la peli el pasado fin de semana y a los jóvenes protagonistas que se prestaban a las fotos. Ya digo, nos gusta la novedad.Yo aún no he visto la película porque menudo agobio estos días (y que no soy una novelera) pero no voy a hablar exactamente de ella.

El joven actor es un chavalote de Vejer que se llama Jesús Castro. El domingo le entrevistaban en el Diario. Parece un tío legal, de esos chicos que no acabaron la ESO y derivaron a un PCPI para luego acabar haciendo el típico ciclo formativo de electricidad. Nada estudioso, pelín gamberrete y de buen corazón. Chiquillos así conozco yo un buen puñado.

También conozco a jovenzuelos que comentan con una ligereza abrumadora cómo algún día darán el gayumbazo (*) y a ganar pasta gansa. Gente muy joven que sueña con buenos coches tuneados y motos acuáticas cantosas. Aquí demasiada gente sueña con ello. Por el paro, por la perspectiva de dinerito fácil, porque aquí siempre se ha practicado contrabando, por la cercanía de la frontera... los especialistas manejan cantidad de explicaciones.

Me pregunto si esta peli incrementará tales sueños. Ojo, no tengo nada contra la peli que seguro es emocionante y estará guapa. Incluso dicen que refleja bastante bien la realidad y blablabla.  Lo que me tiene pelín cabreada es que no se hasta qué punto El Niño se ha dibujado como héroe épico que merece la pena emular. El problema está en que el actor es un tío reshulon, con esos ojazos claros y esos labios reventones. Y El Nene, que es supuestamente el tipo real en el que se inspira la peli, era -o es, está desaparecido- un hombre mucho, pero muchísimo menos guapo y carismático que el actor Jesús Castro.

Las pibitas de mi tierra se hacían fotos con el protagonista este sábado. Me pregunto hasta qué punto lo identificaban con una imagen de aventurero, valiente, aguerrido, romántico, machote. Tan guapo, tan alucinante. Me pregunto también hasta qué punto un personaje de tal carisma incrementará los sueños de más de uno. Que obvian lo que en realidad son esos tipos: narcos pequeños, traficantes de medio pelo que queman el dinero fácil que ganan y suelen acabar mal. Porque los peces pequeños, como esos chavalines que he conocido alguna vez y me han confesado que un día darían el gayumbazo, siempre son los que caen y se olvidan de que casi nunca lo hacen los peces gordos.
 
(*)"dar un gayumbazo": traficar con hachís.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Hambre

Según pasa el tiempo tengo menos hambre. Me refiero a hambre de ingerir alimentos, no estoy hoy para metáforas. No he perdido el apetito pero antes yo era capaz de desayunar dos veces y siempre pedía postre en los restaurantes. A eso me refiero.

Creo que fui una niña tragona, al menos eso me dice mi madre. También recuerdo a mi padre advirtiéndome que si comía así cuando fuera mayor sería una foca. Recuerdo a mi hermana mirando con odio su plato de lentejas y a mi madre furiosísima con ella. Con veinte años yo tenía unos mofletes adorables, parecía que el tiempo iba a dar la razón a mi padre.

Ahora nunca pido postre cuando salgo a comer fuera porque me sacio rápidamente y porque he perdido el gusto por las cosas dulces. Mis amigas aún se extrañan, dado que yo era famosa por mi querencia por los postres. Me cabrea esa manía de mis amigas que aún me preguntan por qué ahora odio el chocolate. (Joder el tiempo pasa y las ganas de ciertas cosas se pierden. Se de una que ha perdido las ganas de follar y yo no se lo reprocho).

Recuerdo etapas en las que comía con hambre atroz. El casi año que viví en Sevilla, con aquella familia encantadora, sufrí de una gula desmedida. Cuando Rosi y los niños no estaban yo deambulaba por la cocina y el salón muerta de ansiedad (y pena), abría la nevera y metía el tenedor en la ensaladilla, tragaba croquetas frías, patética de mi, me atiborraba de polvorones. Cuánto odio los polvorones.

La última vez que me recuerdo comiendo sin piedad fue tras mi primer parto, mientras criaba a mi hijo. Ya conté que estuve deprimida y nadie lo notó porque yo en algunas cosas soy muy bruta. Ni siquiera yo lo notaba (excepto que me resultaba raro estar siempre angustiada y casi nunca embelesada de amor por mi bebé). Aquellos días yo comía como nunca y se lo achacaba a la lactancia. Tenía al bebito enganchado a la teta cada dos horas y tras cambiarle el pañal y dejarlo dormido yo me lanzaba a comer. Nunca he comido con tanta furia. Helados, sobre todo me moría por los helados porque era verano y el calor me traía loca.

Estoy releyendo Biografía del hambre, de Amélie Nothomb, que equipara su exagerada hambre de comida con el hambre que siente por todo: leer, viajar, aprender, descubrir, esas metáforas del hambre que no me apetece hoy desgranar.

Esa hambre yo no la he perdido.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Nosotras, las manipuladoras

Hay Dominantes que consumen mucho tiempo elucubrando sobre quién manda de verdad en una relación D/s. A menudo se lamentan de esas falsas sumisas (sic) que manipulan a sus Amos y pretenden mandar. Ponen ejemplos y todo. Sumisas malévolas que proponen y disponen con malas artes. A veces, leyendo en blogs y foros BDSM  da la impresión de que todas son unas manipuladoras que hacen el paripé de la cesión de poder y que en el fondo son sumisas que dominan. O pseudosumisas. He leído a Dominantes muy indignados con el tema.

Con tanto elucubrar es cierto que la relación se les puede ir de las manos. Se supone que entre Amo y sumisa (y Ama/sumiso pero es un charco en el que no me atrevo a meterme) el tema de quién manda está claro desde el principio. Si no vaya mierda. Pero los seres humanos en cualquier relación tendemos a crearnos nuestra parcelita de poder que no cederemos por nada del mundo, ni por mucho Amote guapo que nos gobierne.

Por eso las elucubraciones de algunos Dominantes sobre quién domina de verdad me enternecen muchísimo y voy a decir por qué aunque sea una herejía muy gorda: esas dudas de algunos Dominantes son indicativo de inseguridad y con ellas demuestran ser la parte débil de la relación. ¿A qué viene preguntarse quién manda? ¿Y esas historias lloriqueantes de sumisas que quisieron imponer su santa voluntad y ellos no consintieron (faltaría mas!!!)? ¿Y esos planteamientos existenciales sobre el poder y la sumisión innatas y que nanai de la china si te burlas un poco de ellos? La justificación, esos Amos inseguretes, la tienen siempre a mano: han topado con falsas sumisas que quieren dominar.

El estereotipo de relación de Dominación y sumisión heterosexual  se apoya en que la parte débil es la mujer sumisa. Nosotras somos las que nos enamoramos y pretendemos agarrar a nuestros varones con tretas muy variadas. Tacharnos de manipuladoras refuerza el estereotipo de débiles, dado que la manipulación es el recurso de los cobardes. Somos esas criaturas pasivas-agresivas que pretenden imponer sutilmente su voluntad. Insisto, meros estereotipos creados por varones que adoptan el rol Dominante y luego no saben muy bien qué hacer con él, esos inseguros que tanto me enternecen.

Quizás yo lo veo clarito como el agua: meterse en la aventura D/s es cosa de gente honesta e imperfecta que persigue nuevas cotas de diversión. Que tiene los instrumentos emocionales para desconectar sus parcelitas de poder por un tiempo establecido y jugar con ellas. Que a veces se va de las manos, la sumisa se pone moñas y mandona. O el Dominante se pone nerviosito y se deja mangonear. Ya digo, gente imperfecta. Y no pasa nada. No perdamos el tiempo en comprobar quién domina. En una relación de gente honesta quién domina está claro, aunque de vez en cuando haya incidencias. No pasa nada. Hay que ser real. Lo bonito, lo apoteósico de una pareja que decide meterse en el juego D/s es que lo hace desde la realidad, con sus rutinas y sus mierdecillas diarias.

Como a menudo digo en estos posts,  aquí los que buscan la cura a sus males y la respuesta a sus problemas existenciales no tienen sitio. Absténganse los buscadores de fantasías, los peterpanes y las wendys, los inmaduros emocionales, los que buscan el GRAN AMOR. Se lo tomarán demasiado en serio, querrán imponer sus manías y puñetas, entablarán esas luchas de poder tan vainilla y la relación se les joderá.

No pierdan el tiempo elucubrando, relájense y jueguen.




lunes, 1 de septiembre de 2014

Dos más dos, cuatro; más dos, seis...

A lo hombres se les nota fácilmente la excitación. Se les pone la mirada turbia y los labios más gruesos. Incluso medio a oscuras yo advierto la pesadez en sus párpados. En todos. Ellas, nosotras, en cambio, lo llevamos con disimulo, pero no es premeditado, creo. Alguna se desliza más libertina o entrecierran/ entrecerramos los ojos. Yo no se qué cara pongo pero noto la urgencia en mi vulva y me apresuro porque no quiero que desaparezca.

Es una urgencia, o excitación, bien rara, la que siento. Llegó de pronto, con la semioscuridad y la certeza de que no hay que dar explicaciones. Yo desconfiaba y por eso me apresuré, ya digo que temía que el calor que tenía metido en el coño fuera un visto y no visto.

Pero no. Lo supe aprovechar y apuré cada minuto. Joder si los apuré. Primero cuatro, luego seis, luego, cuando miré de reojo ya eramos al menos doce.O catorce.  No rozamos a ninguno, o quizás nos tocamos los dedos de los pies levemente. A mi no me hizo falta tocar a más y, según observé, cada dos iban a lo suyo, doce emparejados y sólo compartimos gemidos y ese magnífico sonido de chapoteo cuando una polla golpea y golpea.  Y miradas, las mías aún a hurtadillas. Las de ellos, desde la cama, desde la puerta, asomando tras la cortina. Las miradas que redondean el placer. Te observan y se empalman y eso me empalma, a mi, mi coño y es un no parar. 

El glorioso mundo de los gemidos. La mujer que estaba a mi lado gemía como una zorra y la morena de mi derecha gemía y balbuceaba. El glorioso mundo de los cuerpos, cada par a lo suyo pero con la energía brutal de compartir espacio, sin palabras, sólo el glorioso sonido de los cuerpos cuando follan y chupan.  

jueves, 14 de agosto de 2014

"La vida es lo que tú tocas"

Las arrugas en las sábanas. El agua que cae de la ducha -ahora tibia-. Café. Ropa doblada. Tomates, pepino, cebolla, ajo, aceite, pimiento y sal. Besos. Arena. Piel llena de arena y una pelota. Chanclas llenas de arena y otra ducha. Vino blanco y quizás un cigarrillo. Página 170, 171, pocas más del libro. Jazmín. Estas teclas y la página 183, luego 184. Arrugas en las sábanas. 

miércoles, 13 de agosto de 2014

Cinco de la madrugada

Anoche vi a trozos una peli tontísima antes de irme a la cama, Bajo el sol de la Toscana, que está infestada de tópicos sobre la dicha de la vida en Italia (siempre sale Positano, claro, que es tan pintoresco) y tópicos sobre el reinventarse. Luego estuve leyendo algunos críticas en Filmaffinity. Unas puntuaban bajísimo y eran de gente que había descubierto todas las trampas peliculeras de la cinta. Otras, la mayoría, eran de cinéfilos que adoran ese concepto de "reinventarse" y empezar de nuevo tras una crisis. Pero en los campos de la Toscana, con amigos alucinantes y pseudohomenajes a Fellini. Una patraña como la copa de un pino.

(Me redimo de haber visto algo tan nefasto porque también le di un repaso a El extraño viaje, quizás hable de ella en otra entrada)

Me despierto estas noches hacia las cinco de la mañana, empapada en sudor y a veces en pánico. El pánico absurdo de la madrugada cuando pienso y me angustio; es un estado delirante y muy impertinente, el sudor, el agobio, el malestar. Esta noche me dormí al rato y soñé con mi trabajo pero fue divertido. Era un lugar nuevo, lleno de pasillos, patios y escaleras, un laberinto. Con mucha gente desconocida, una cafetería con un camarero de bigote y una especie de auditorio donde me hice ilusiones.

Me despierto tarde y con la angustia muy atrás. Es cuestión de horas.


domingo, 10 de agosto de 2014

Hombres que se masturban

En Don Jon el protagonista es un yanqui-cani que liga compulsivamente, folla compulsivamente y, como eso no le satisface, se masturba compulsivamente mientras mira porno. Cuando se echa novia (Scarlett Johansson), deja de cascársela y mirar porno pero no aguanta mucho tiempo y vuelve a las andadas, hasta que ella le descubre y monta el numerito. El tema de las novias/esposas/amantes que descubren que su chico se masturba además de follarlas y se escandalizan yo me lo he encontrado alguna vez. Y sin embargo los hombres que hacen eso -descubiertos o no- son creo que bastante numerosos.

Me gusta esa capacidad masculina de masturbarse sin gilipolleces. Tengan o no tengan compañera sexual, ellos se la menean tan campantes y sin comerse la cabeza. Me gustan los hombres que, teniendo una vida sexual satisfactoria con sus parejas, necesitan sus buenas macocas y lo hacen con desenvoltura en la ducha o mirando porno.

Me gusta muchísimo esa capacidad de los hombres de charlar sobre pajas. Recuerdo una fiesta con un grupo de gente que no suelo frecuentar y entre las que predominaban las mujeres pacatas. Con la fase de la euforia, se comenzó a hablar de pajas y de formas de pajearse. El cachondo de R. (de los pocos tíos cachondos del grupo) conminó a las mujeres a que reconocieran que ellas también se masturban, incluso teniendo pareja. Hubo muchas del sector pacato que dieron esos grititos de escándalo, de "no puedo creer lo que oigo" y a la vez de "sigue, sigue, que me emociono" (esa noche todas follaron). Ni siquiera con mis amigas, que no son nada pacatas, he hablado de nuestras masturbaciones así largo y tendido -y eso que hemos tratado un buen repertorio de temas sexuales.

Me gusta y me produce una curiosidad infinita esa costumbre añeja de las pajas colectivas en la adolescencia. Me han hablado de ellas y me admira esa capacidad de juego y exploración adolescente, en torno a una revista guarra y a ver quien se corre antes o a ver a quién le llega más lejos. Las mujeres somos más muermo en ese tema.

Y me gusta más aún saber que se pajean gracias a mi. Es un honor y no entiendo a esas melindrosas que se horrorizan de los ciberpajilleros. Ya he escrito del tema y de mi etapa ciberfolladora, cuando era tan divertido jugar a charlar y al autotoqueteo, a veces sin webcam, sólo a pelársela con frases calientes. Me gustaba todo ese camino hacia la excitación y el empalme y , a través de la webcam, ver las diferentes formas en que un tío es capaz de darle al manubrio. Que parece simple pero si una es observadora, no lo es.

jueves, 7 de agosto de 2014

Mi top ten de clásicos en B/N

En una revista muy gafapasta leí un artículo en el que el incauto del autor proclamaba que Stanley Kubrick era el mejor director de cine de todos los tiempos. Yo no se si les he contado cuán sobrevalorado me parece Mr Kubrick, pero leer una afirmación así me cabreó muchísimo. Yo puedo citar un puñado de mejores directores de cine que Mr Kubrick, pero por presumir un poco, me centraré en mis películas favoritas del cine clásico, limitándolas al B/N por razones prácticas.


10. Milagro en Milán (Vittorio de Sica, 1951). Es la dulzura y la poesía en imágenes, un cine bellísimo y lleno de buenas intenciones pero sin ñoñerías. Utiliza el buen corazón y la ingenuidad como motor del argumento y lo acompaña de imágenes surrealistas y llenas de humor absurdo que son una delicia.


9. El buscavidas (Robert Rossen, 1961). Apabullante por su sequedad. El esplendor de los fracasados con un Paul Newman inmenso, sobrio, elegante. Si no encuentran en una película así la grandeza del clasicismo, no la encontrarán nunca.


8. Uno, dos, tres (Billy Wilder, 1961). Es mi comedia favorita de Billy Wilder que era un genio por los cuatro costados. La prefiero por su locura, esos diálogos rapidísimos, James Cagney espídico,  la absoluta incorrección de su humor (la secretaria rubia entregada a los rusos es una línea argumental que no pasaría la censura hoy día).


7. Bola de fuego (Howard Hawks, 1941). Mi preferida de Hawks, aunque me cuesta elegir. Por Barbara Stanwyck, que es una fiera y se merienda al noblote Gary Cooper. Adoro a las heroínas de Howard Hawks que siempre son audaces e independientes. El ritmo, el humor inteligente del screwball en el que los protagonistas y secundarios no hacen el tonto, sino que brillan.


6. El manantial (King Vidor, 1949). Por la pareja Gary Cooper-Patricia Neal, con su amor tórrido e intenso, que supera todos los obstáculos, el amor de los buenos dramas. Por la historia, ese canto a la libertad individual. Por su magistral uso de la imagen, plena de fuerza y pasión.


5. El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962). Veamos, están John Wayne, Lee Marvin y James Stewart. Con eso podría bastar pero hay más. Una historia que no tiene épica y sin embargo resulta legendaria; diálogos implacables pero llenos de esa poesía ruda de John Ford, un western con todos los atributos del western pero facturados de manera nueva y original... lo tiene todo.


4. Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942). Mira que me resulta difícil elegir una de Lubitsch, pero me quedo con ésta porque en ella el "toque", esa manera brillante de crear situaciones y diálogos, alcanza cotas geniales. Yo la he visto un buen puñado de veces y siempre le encuentro algo nuevo, una frase, un guiño, el "toque".


3. ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946). También es muy difícil quedarse con sólo una de Capra pero ¡Qué bello es vivir! siempre me hace llorar y cuando acabo de verla me siento mejor persona. Se que suena muy tontaina pero es que va de un tipo que descubre todo lo bueno que ha hecho en su aparentemente insignificante vida, es un canto a la familia, a los pueblos pequeños, a la ética profesional, a la honestidad... me gusta ser tontaina.


2. Perdición (Billy Wilder, 1944). No me puedo contener y elijo otra de Billy Wilder pero en este caso, una de las cumbres del cine negro. La película de la mujer fatal por antonomasia,  con Fred McMurray haciendo de pelele sublime y cínico. Tiene unas escenas de erotismo malsano que a mi me dejan sin palabras.


1. Breve encuentro (David Lean, 1945). Es mi película de amor favorita, tan trágica, triste y desesperada. Amo a los dos amantes desgraciados, que son gente normal y corriente pero a la vez, elegantes y serenos. Es la más triste historia de amor que he visto en cine y la más honesta.