martes, 9 de diciembre de 2008

Él entra cada mañana

Edward Hopper, Evening wind, 1921.

Le espero cada mañana. Dos llamadas y entra. Bucea en mis pensamientos, me permite hablar, me permite escucharle, me permite estar callada.

Conozco perfectamente el sonido de su respiración y unos ruidos preciosos que hace cuando busca y conecta los auriculares. Conozco diferentes matices de su voz. Conozco cómo articula sus palabras, cómo pronuncia. Pronuncia muy bien la Ch.

En ocasiones no me explico bien, me embarullo. Hago ruiditos y onomatopeyas. Él ya sabe que soy muy onomatopéyica. Chas, chas, chas (pero no tan bien pronunciada como Él). Me deja hablarle y otras veces me impone silencio. Y ya tenemos códigos íntimos, bromas cotidianas. Conozco su risa, que es muy suave.

El placer de escuchar sólo su respiración, cada mañana, como un viento cálido.

No hay comentarios: