domingo, 29 de junio de 2014

La feria caótica

Foto de AQUI

En mi pueblo a las atracciones de Feria les llamamos cacharritos. No hay niño que no sea un fanático de los cacharritos. Yo fui una tremenda fanática y apenas me bajaba de uno cuando ya pedía el siguiente. Un coñazo. 

Yo iba a la Feria a fantasear, ya lo tengo escrito por aquí. Y a pasar miedo, pero no el miedo del Tren del Terror sino el del vértigo. Yo siempre fui una valiente en los cacharritos, de las que se montan en los peores, esos que dan vueltas y te ponen cabeza abajo. Aquella noria infame que no tenía protección, como la de ahora, me jugó malas pasadas. Un año la cunita se balanceaba como loca con el viento de levante y otro año uno de la pandilla se empeñó en balancearla él, por hacer la gracia. Él miedo que pasamos AB y yo no está escrito.

Ahora sigo montándome en la noria pero no hay color: Está superprotegida y es un paseo de lo más tranquilo. Sigo fantaseando en la noria, como de chinorri, y es un placer embobarse con las vistas. Mi fea ciudad parece otra, llena de luces y magia.

Ya no me monto en cacharritos que te ponen cabeza abajo pero me quedo mirando a los niños, como mucha gente. Te quedas un rato hipnotizada con esos giros peligrosos y tiemblas de gusto. Me monté estos días en el Saltamontes y pasé un ratito de pánico. La jodida ansiedad. Un ruidito que salía de no se dónde. Joder, los saltos y la cunita saliendo rebotada hacia el quinto carajo y nosotros con ella. Al final logré relajarme y disfrutar.

Lo que nunca he conseguido es divertirme en los Coches que Chocan. Como todo el mundo sabe los Coches que Chocan es el summun del postureo, ahora y siempre. A mi, de jovenzuela, me tenían que obligar mis amigas, que siempre fueron más de ligar que yo. Era un horror y un martirio. Mi ideal es una pista de Coches que Chocan sin coches, sólo el mío y en todo caso el de una amiga. Pero la pista siempre va petada de chavales que van a por una. Normalmente las más pavas. Tengo la imagen fija del nota sentado sobre el respaldo del coche, cigarrito en la comisura y sonrisa cruel. Los mismos que hay ahora, nada ha cambiado. Yo les miro de reojillo. Por si se sienten aludidos con mi miedo. 

El cacharrito que sale en la foto, delante de la noria, le llamamos en mi pueblo "el carro las patás". Se supone que en él se monta la peña más cafre para molerte a patadas. Mis padres nunca me dejaban montarme por eso. Hace un par de años, volvió ese cacharrito a mi pueblo y vencí mis temores a las patadas. Al principio fue genial, es un cacharrito alucinante, da vueltas, da vueltas, sube alto. No hay patadas. A la mitad me quería morir de las nauseas. Es el signo de los tiempos. 

Pero, ¿ saben? Mis amigas ya nunca se montan en cacharritos, ni mis compañeras del trabajo. Yo sí.

sábado, 21 de junio de 2014

Dilema en el supermercado

Ayer llevaba el carro de la compra petado de porquerías. Se celebra una fiesta y había comprado paquetes de patatas fritas de sabores guarros, latas de fanta y una barra de helado de tres sabores. Cuando lo colocaba todo en la línea de caja me fijé en el que se me puso detrás. Yo siempre cuelo a  la gente que lleva una cosilla o dos, sobre todo si mi carro va tan petado como el de ayer. Pero al tipo que se me puso ayer detrás, con un triste paquete de latas de cerveza, lo conocía.

Fíjense lo borde que soy. Es un tipo que fue amiguete. Uno de una pandilla que tuve, aquella pandi radikal. Lo veo a veces porque vive en mi barrio pero nunca le saludo. Hago una cosa muy chunga y muy mía. Le paso la vista por encima, como si su realidad resbalara. De hecho es un tipo que me resbala y el caso es que nunca me hizo nada malo.

Nunca fuimos íntimos ni nada pero si fui a su antigua casa varias veces a tomar cervezas y fumar porretes. Era muy colega de Pako. Recuerdo aquel piso que tenía, el típico piso en barrio cañí, decorado con pañuelos palestinos y posters de MiliKK. Yo nunca le tragué, pero no se bien por qué, supongo que se debe a esa capacidad mía de olfatear a la gente hipócrita.

Me lo suelo cruzar en el supermercado del barrio y siempre resbalo por encima. Pero ayer se me puso detrás con sus cervezas cruzcampo y yo me aturrullé con mi compra. Patatas sabor jamón, fanta de naranja y, glup, insecticida para las cucarachas. Supongo que el tipo estaba mirando, con esa mega conciencia ecológica que Dios le dió, pensando en lo mezquinamente burguesa que me he vuelto. Yo le miraba de reojillo y disimulaba dándole charla a mi hijo pequeño. ¿Le cuelo, como hago siempre? ¿O le ignoro porque le odio sin motivo?

Por supuesto le colé. Le dije "pasa tú primero que yo llevo muchas cosas". Lo que siempre digo pero mirándole con mirada de "te conozco pero hago como la que no te conoce y te jodes".Creo que él se aturrulló más que yo porque por supuesto él también se acuerda de mi aunque tampoco me saluda nunca (ni quiero que lo haga). Primero me dijo -balbuceó- que no, que no importaba. Pero le insisti -con mala leche interior- y la cajera también le preguntó si iba a pasar por delante, así que se vio obligado. Al irse farfulló un gracias, no se si a la cajera o a mi.

Ya digo, muy típico de mi dejar de saludar a la gente. Podría justificarme diciéndo que soy una despistada pero no, dejo de saludar a la gente por coraje. Gente de otra época que aguanté por carajotez mía, gente que nunca me gustó del todo aunque fueran coleguis, o gente que, simplemente, me recuerda lo insulso de algunos días y mi propia hipocresía al vivirlos.


viernes, 13 de junio de 2014

Cena de despedida

Estuve en una de las habituales cenas de despedida de junio. Me pinté los labios de rojo y me puse pantalones; el estilo masculino-femenino con el que me encuentro cómoda cuando salgo de noche. M. proclamó, un poco a gritos, que yo era la más guapa de la mesa. No estaba aún borracho, sólo eufórico. Como soy lela, eso bastó para alegrarme la noche (aunque un rato antes me emocioné con el rollo de la despedida, lo de siempre)

Después de la cena me fui con dos compañeras a tomar una copa. El resto se fue a casa a sobar. Charlamos hasta las tres de trabajo y podría parecer que vaya petardas, hablar de trabajo cuando la noche es joven, pero cómo explicarlo sin explicar. La energia, la pasión, las ganas, aún en junio.

jueves, 5 de junio de 2014

Mi top ten de canciones para el karaoke (1ª parte)

Que el karaoke es mi pequeño vicio confesable ya lo tengo escrito por ahí. Yo soy de las que pilla micro y paso de todo, ni verguenza ni nada. Me gusta cantar en el karaoke y liarla y conmigo tiene que venir gente a las que no le importe hacer el ridículo. Nada de canciones para lucirse y hacer gorgoritos. El karaoke es para liberar endorfinas y pasárselo bien. A mi siempre me da resultado.

10. Raphael: Yo soy aquel. La gente que va de molona lleva tiempo reivindicando a Raphael. Les juro que yo fui de las primeras, pero como vivo en provincias nadie se enteró. Mi mejor recuerdo de un karaoke versionando a Raphael ocurrió una noche grandiosa hace más de diez años: un nota al que nadie conocía se marcó el Yo soy aquel y fue la apoteosis. Toda la peña acabó coreando el estribillo. El buen karma a tope y un fin de fiesta inolvidable.



9. Europe: The final countdown. Para llegar al delirio, este tema viene ni pintado. Da mucho juego hacer posturitas con el micro y en los solos de guitarreo. Quienes una vez quisimos ser héroes del rock, con este tema, tenemos para lucirnos. Además es super fácil, porque estás todo el tiempo con el mismo estribillo. Hay que bordar los agudos, eso sí. Si se tiene alma de payasa, cantar este tema proporciona muchas satisfacciones.



8. ABBA: Dancing Queen. Es un clásico. Cualquier tema marchoso de ABBA me vale, pero le tengo especial cariño a Dancing Queen porque la he cantado con mi amiga A y su nena -que es la reina adolescente del karaoke- y nos sale chula. Y además porque me recuerda a La boda de Muriel que es una peli que jamás me cansaré de ver.



7. La cabra mecánica: La lista de la compra. La canto fatal, sobre todo la primera parte, pero me da el subidón flamenquito. Lo suyo es cantarla a dúo, con una compi que te siga el juego. Esta versión que hay en youtube es pésima, yo la he cantado en Sing star y hemos liado la grande. Hay que poner el tono bajunini de María Jiménez. Éxito seguro entre gente del Norte, que ya se sabe que las andaluzas les ponemos mucho cuando hacemos flamenquito. (También puede ser que te escupan directamente, nunca se sabe con el karaoke).



6. Amaral: Son mis amigos. En realidad no se llama así pero todo el mundo la conoce por "la de los amigos". Amaral da mucho juego en el karaoke porque la peña suele conocer sus letras y permite que se luzcan las que presumen de voz bonita. "La de los amigos", además, viene estupenda para celebrar la fase de exaltación de la amistad. Yo lloro y todo.



5. The Cranberries: Just my imagination. Qué quieren que les diga, yo me quedé anclada en los noventa, cuando cantaba con mi hermana todos los temas de los Cranberries a grito pelao en casa. Ode to my family me hace llorar demasiado y Zombie la tenemos ya muy gastada y los gorgoritos no me salen; por eso me quedo con Just my imagination, que es lo suficientemente épica para hacerme levitar de gusto.