domingo, 30 de enero de 2011

Res politica

Tengo claras convicciones políticas. No me parece bien que haya gente que pase, que se abstenga, que no opine. Admiro a las personas que saben dialogar y no llegan al enfrentamiento en sus ideas. No desprecio casi ninguna ideología política -el "casi" es el consabido: cualquier ideología antidemocrática es despreciable-.

Eso sí, que nadie me pida que teorice. Por eso, soy incapaz de teorizar sobre lo que está ocurriendo en Túnez y en Egipto, las revoluciones que despiertan al Magreb. Estos días las sigo con interés y respeto.

viernes, 28 de enero de 2011

I´ve been for a walk on a winter´s day

Cuando salí del trabajo hacía sol. Luego me cayó encima un chaparrón y esas cosas me matan de risa. Tú no me veías pero cuando salgo del trabajo voy cargada y me armo un lío con el bolso, el maletín del portátil, el shaquetong con la capucha y a veces el paraguas. Tengo un paraguas plegable. Cuando no llueve lo meto en el bolso. Tampoco lo sabes: mi bolso siempre va petado. Soy de esas que llevan cosas por si acaso.Llevo chicles sin azúcar, pastillas Juanola, toallitas húmedas, kleenex, una cartucherita con bolis, tipex, sacapuntas... También llevo a veces la cámara de fotos, hoy la llevaba porque me hizo falta en el trabajo. Tambien llevo, en invierno, un gorrito y unos guantes de lana. Todo es por si acaso.

Así que voy cargada y si llueve me armo un lío con el paraguas y los dos bolsos que llevo colgados al hombro. Cuando bajo por esa cuestecita para cortar camino a veces temo caerme de culo. Estos días, con las botas de agua, cuando bajo por ahí, con el fango que hay, siempre lo pienso.

Tambien pienso siempre en que ese camino está lleno de hitos, Contigo. Hay un solar lleno de gatos. Una especie de pasaje donde a veces me paro, enfrente hay pisos blancos y verdes y a lo lejos veo un espléndido paisaje. Mi ciudad es cutre pero el paisaje que la rodea es espectacular. Eso veo a menudo, mientras charlamos. Paso junto a un parking con coches de segunda mano donde siempre hay un perrote grande que dormita. Hay una tienda de respuestos con un ventanal grande, siempre me miro en él. Casualmente, en ese preciso momento en que me miro, me recuerdas lo buena que estoy para Ti. Fíjate qué casualidad.

El tiempo de cada día.

Un partido de fútbol. Salir a tomar café. Ya es viernes.

jueves, 27 de enero de 2011

Usos del "gracias, Amo"

Ya puestas a deconstruir, y envalentonadilla que está una (gracias E., Amo-r, por leerme y por quitarme esa desazón mía sobre si lo que escribo es comprensible), pues ya puestas, voy con otra cosa rechinante.

El protocolo no escrito pero comúnmente aceptado del BDSM prescribe que tras el orgasmo y, a veces, tras azotes u otras prácticas de rigor, la sumisa de las gracias a su Amo. A mi esas cosas me encantan. Me refiero a los protocolos. Yo soy muy Capricornio en eso. Las reglas, la cortesía, seguir pautas y cauces, no se, me facilitan la vida. Tú sabes que hay un caminito y si lo sigues todo va guay. ¿Para qué complicarse y fastidiar? A mi no me gusta fastidiar por fastidiar. Yo no soy rebelde sin causa, no hago esas chorradas.

Así que si hay que dar las gracias tras un divino orgasmo, pues se dan. Qué coño, no se te caen los anillos por eso y es de nacidos ser bien agradecidos (y más una que siempre está tensa y con la cabeza en mil cosas y el tema ORGASMO a veces se plantea como hacer cumbre en el K2).

Pero eps: es puro protocolo. Dar ese "gracias Amo por este exquisito orgasmo que usted me ha proporcionado" es solo PRO-TO-CO-LO. Forma parte del juego sexual. Forma parte de lo convenido. Porque somos dos, Amo y sumisa, en esta historia en la que nos metemos de cabeza para pasarlo bien, señores. No para jodernos la vida, no para sufrir e ir llorando por las esquinas. Y pasarlo bien en una relación que tiene, entre sus múltiples y maravillosos objetivos, el disfrute sexual ... es correrse los dos. Usted y servidora. Así que Usted debe complacer a su servidora y proporcionarle exquisitos orgasmos. Es Su obligación. Y ella le dará las gracias porque el protocolo es así y probablemente también porque le ama o le adora o le tiene un cariño muy grande.

Pero no le va a dar las gracias porque usted es tan buena gente y tan apañado que mira, hoy va a hacer que su sumisa se corra como premio, por ser tan buena perrita, pero sólo hoy, oye, no te vayas a confiar.

Anda ya, hombre.

miércoles, 26 de enero de 2011

Usos de la palabra "puta"

Veamos. Voy leyendo y me encuentro rechinando los dientes. Leo relatos reales o ficticios en lugares de temática  BDSM. Leo lo típico: Amo que dice "córrete perra", "pero qué puta eres", "qué guarra eres", cosas así.

Lo que no me explico es la sorpresa. ¿Por qué te sorprendes de que sea tan puta? pienso yo poniéndome en el papel del relato -real o ficticio-. Porque retorcidamente pienso que hay que ser misógino para que un caballero vaya sorprendiéndose por ahí de que una dama exude jugos vaginales sin freno.
¿Es un paripé? Porque cuando leo -en relatos reales o ficticios- que el Amo se asombra ante los orgasmos repetidos de su sumisa como si correrse fuera algo impropio de una dama; cuando le llama "guarra" y todos esos apelativos -reconozcámoslo- bastante cutres, yo pienso si será todo un montaje.

No puedes asombrarte, Caballero, pienso yo. La gracia está en que ella disfruta tanto como Tú y a Ti nadie te llama por apelativos tan particulares. Pero el caso es que con tales apelativos particulares -zorra, puta guarra, cacho perra- el disfrute se triplica.

El matiz de algunos relatos me escama. Hay relatos que no, que son superlegales y el "puta correte" queda natural como la vida misma, como lo que es, sexo del bueno.  Pero hay relatos donde ese "puta correte" sale como con asombro, como si el autor/a no tuviera aún muy claro que las mujeres follan y se divierten (y se dejan azotar o dar por el culo y se divierten pero muchísimo). Autores/as que realmente usan despreciativamente el término "puta". Claro que a lo mejor son suspicacias mías. 

viernes, 21 de enero de 2011

Nerd

El nerd siempre me ha puesto cachonda. Parece mentira que lo supieras sin yo decírtelo. El nerd siempre poblaba mis fantasías libertinas, cuando yo era universitaria promiscua y afectuosa. No eran fantasías muy originales y sí muy, muy ególatras. Porque yo era sabedora de mi potencial y cualquier nerd se mataría a pajas por mi, a mis veinte años. Fantaseaba con atraerle, a él, agarrarle por el cogote, quitarle las gafas y comerle la boca hasta acabar con su resuello. Nada original. Pero era mi fantasía, con un nerd, nada de tipos musculosos, nada de gafapastas. Un nerd rarito, gafotas, pajillero y lascivo. Porque mi nerd debía tener la mente más sucia y las manos más incansables.

Y ahora estas Tú, que eres un extraño nerd porque estas muy bueno y usas gafas. Que hablas con tu amigo de cómics y frikadas de Star Wars. Que estas que lo flipas con tu portátil nuevo. Que te empalmas con mi risa, me agarras de la trenza para llevarme por el buen camino, te cambia la voz cuando me llamas zorra.

jueves, 20 de enero de 2011

Otra lista grimosa

De prendas de vestir.

Los jerseys de cuello cisne. Quedan superelegantes pero no, jamás, nunca. De muy pequeña mi madre me los hacía llevar, joder qué angustia. Hay una foto enmarcada en el salón de casa de mis padres, la típica foto del cole, donde salgo, con siete años, con un jersey de cuello alto y una cadenita que sobresale, una cosa muy angustiosa: la cadenita está remetida por atrás y sale por delante... no se explicarme, pero es lo más grimoso del mundo. Nunca me verán con jerseys de cuello vuelto. Cuando alguna cuñada me ha regalado jerseys de cuello vuelto se los he dado a mi madre.

Las bragas de fibra. No. Rotundamente no. Mis bragas son blancas de algodón. La fibra es repugnante.

Los pantys no tupidos de color negro. Los odio. Los pantys son una cosa que soporto muy poco. Pican. Nunca suben hasta el culo, siempre queda un espacio de aire muy desagradable. Si encima son pantys no tupidos, me dan un asco mortal (este invierno estoy usando unos  pantys polares supertupidos, aunque para ponérmelos tengo que estar muy concienciada).

El pijama y la bata de día. Jamás. Algún sábado por la mañana que me he quedado en pijama he acabado de los nervios. Me entra una horrible histeria de ropa holgada. Sin embargo, en cuanto se hace de noche pienso en mi pijama con un profundo amor.

Las botas de tacón. Me producen asfixia, es muy raro, pienso en botas de tacón, con vaqueros por dentro y me entran ahogos. 

El sujetador en casa. Es muy raro que yo aguante en casa con el sujetador puesto. Cuando me despisto al llegar de la calle y me pongo a hacer cosas con él, empiezo a ponerme nerviosa, leche, a qué vienen esos nervios? Al sujetador. Es algo parecido al pijama de día  (de radikal yo deambulaba siempre sin sujetador, supongo que siempre algo se queda)

Y hay más, pero ya es tarde.

lunes, 17 de enero de 2011

A veces el cielo se caía sobre mi cabeza

Me pongo a contar y quizás fueron tres, las veces que el cielo se cayó sobre mi cabeza. Cuando una catástrofe así ocurre, suele ser porque has tentado a los dioses. O porque te has entretenido aflojando los tornillos que mantienen el firmamento bien firme.

O cuando quieres trasgredir tu vida y la vida va un paso atrás. O tú, a más revoluciones de la cuenta y acabas perdiendo compás. O saltándote semáforos y señales de stop. Te saltas tantas señales de stop que acabas chocando con lo primero que te pilla por delante. El cataclismo.

Esas tres veces se produjeron entre mis diecisiete y mis veintidos años. Tan mona, tan fresca, tan inocente -eso decían-. Y no logro entrar en detalles porque me falta objetividad. Lógicamente son derrumbes del cielo que valoro desde una perspectiva muy subjetiva: cualquiera que las conozca al detalle podría pensar que no era para tanto. Pero las cosas son así: el cielo sólo cae sobre individualidades. El resto del mundo, una vez hecho el silencio, sigue a lo suyo. Y tú te quedas una buena temporada lamiéndote heridas y mirando alrededor, para que nadie te vea lamerlas.

Pero como decía, no puedo escribir sobre ello -lo cual queda supermisterioso- porque no le encuentro el punto humorístico. Si me pusiera a escribir sobre ello, ahora, me saldría una cosa melodramática y  me niego a caer tan bajo. Me gustaría bromear sobre aquellas circunstancias. Me gustaría encontrarle el punto gracioso, que seguro que lo tiene. Me gustaría desdramatizar y, carajo, hace tanto tiempo que no sé por qué no desdramatizo ya... quizás, lo más probable, es que eso de lamerte heridas, aunque sean tan lejanas, sigue procurándome placer, el terrible placer de la autocompasión.

domingo, 16 de enero de 2011

Y la cuarta: la casa ENORME

Fue un fastidio tener que mudarse del centro, joder, justo cuando yo empezaba a querer salir con amigas, pero no contaron con mi opinión. Nos mudamos a la casa ENORME en un barrio de lo que llaman "semicentro", lo suficientemente alejado de los lugares de marcha como para joderme buena parte de la adolescencia. Yo quería salir, estar en la calle y en los bares hasta tarde, experimentar las locuras de la noche ... esas cosas que cobran tanta importancia a los dieciseis, diecisiete ... pero la mudanza a la casa ENORME  me lo fastidió. Es que me da hasta verguenza ponerlo por escrito, la hora de llegada a casa, joder, era increíble.

Aún así el cambio no estuvo mal. Era una casa tan ENORME que gozar de intimidad resultaba escandalosamente sencillo. Podías esquivar a hermanas pesadas, a madres preguntonas, a padres enrabietados. Podías escribir poemas a cascoporro que nadie te iba a preguntar oye qué escribes. Podías estar leyendo cualquier chorrada, que daba tiempo a esconderla bajo los apuntes y montarte el paripé de estudiante sufrida. Podías encerrarte a llorar a mares por el AMOR que nadie se iba a fijar porque en aquella casa laberíntica todos siempre estaban muy entretenidos. Vivir en una casa laberíntica tiene la ventaja de que nunca aburre.

Pero a veces el cielo se caía literalmente sobre mi cabeza.

jueves, 13 de enero de 2011

Mi tercera casa: un piso en el centro.

Mi padre vendió el piso de las afueras y compró uno en el centro: fue un estupendo cambio. Nos mudamos al barrio más castizo y puntero de mi ciudad, el típico barrio de patios de vecinos y mujeres en la puerta al fresco, las tardes de verano. Y aquel piso, oh, que maravilla: era grande, tenía un pasillo extralargo, tenía dos cuartos de baño!!!!

Era un bloque de tres plantas y nosotros ocupamos el Primero B, desde la terraza -que era mucho más pequeña que la del piso de las afueras- ya no se veía el mar pero si toda la calle y, especialmente, la azotea de Tere, que era amiguísima de mi hermana y se hartaban de jugar cada tarde. Yo asistía a aquellos juegos y a veces me apuntaba, pero sin pasarme, que ya me iba haciendo mayor.

Fue un gran cambio en mi faceta socializadora: a veces me iba a jugar a la calle con otras niñas, incluso venían niñas a mi casa  y me lo pasaba bomba. Pero sin abusar, que yo tenía mis límites. Mi vecinita Mercedes me resultaba insoportable: durante una temporada le dio por meterse en mi casa a jugar!!!! Yo intentaba que no se me colara pero cuando lo hacía mi estrategia era matarla de aburrimiento. Me ponía a leer cuentos, ella imploraba jugar y yo ni caso, me suplicaba, me amenazaba y se indignaba, pero yo ni mu, lee que te lee, hasta que se largaba dando un portazo. A tomar por culo. Mi comportamiento era verdaderamente cruel -y además no me arrepiento-.

En aquel piso éramos seis, porque mi abuelo se vino a vivir con nosotros y porque nació mi hermana pequeña, el bebé más tranquilo y afable del mundo. Mi abuelo nos llevaba de paseo al parque hasta que sufrió una embolia y su carácter se agrió. Desde entonces verle luchar con el tenedor para comer, asistir a sus enfados,  se convirtió, para mi, en una tortura  y le evitaba siempre que podía (pero yo era una preadolescente egoísta y así me justifico. Aún lo lamento). Mi hermanita ... mi hermanita se convirtió en  nuestro tesoro y era como la falsa monea: iba siempre de mano en mano porque todos competíamos por tenerla en brazos y hacerle monerías.

La primera vez que me masturbé fue en aquel piso, cuando descubrí un Lib bajo el sillón del cuarto de mis padres. Me encantaba husmear cuando mis padres no estaban y por culpa de eso descubrí "el gran secreto" sobre los Reyes Magos -¿qué coño hacían esos regalos en el armario de mi madre????-. Me hacía mayor y tenía mis primeros sueños húmedos, con un compañero de la academia de inglés, un compañero dos años mayor y especialmente masculino. Me hacía mayor y cuando regresaba del cole, que estaba sólo a cinco minutos, me quedaba hablando de amores en el portal con mi amiga del alma hasta que mi madre me llamaba a comer.

Y mi hermana - que ya era mi hermana mediana- volvió a romper el corazón de los vecinitos. A Joaquinito le dio calabazas, pero se hizo novia de Carlitos y jugaban a  las peleas y a tirarse a lo bestia sobre el sofá. Yo, la verdad, es que en esos momentos la envidiaba.

martes, 11 de enero de 2011

Mi segunda casa: un piso en las afueras

Me he cambiado de casa muchas veces. Mi padre siempre ha sido culo de mal asiento y, en mi misma ciudad, nos hemos mudado una y otra vez desde la primera y mágica casa en la que viví hasta los siete años.

Mi segunda casa fue un piso en las afueras. Me hizo ilusión porque por primera vez iba a disponer de cuarto propio. Compartido con la enana de dos años que era mi hermana, con ella, siempre, hasta que me fui a estudiar fuera; yo siempre en la cama de la derecha y ella en la de la izquierda. Privilegio de la mayor disponer de la pared para acurrucarme en la noche. Mi primer dormitorio - que pasó de mudanza en mudanza sin descomponerse- tenía una lucecita incorporada a la mesita de noche. Desde ese primer momento en mi cuarto nuevo, leer antes de dormir sería un ritual para siempre.

El piso de las afueras era mucho más grande que la parte que ocupábamos en la casa de mis abuelos. Tenía un salón y una salita de la tele. En el salón casi nunca entrábamos -aunque a mi siempre me tocaba limpiar el polvo de los muebles- y en la salita de la tele pasábamos toda la tarde. Maria Luisa Seco presentando Un globo, dos globos, tres globos y los viernes El hombre y la tierra y el Un, dos, tres. Cuánto me gustaban los viernes.

Lo malo de aquel piso es que estaba demasiado a las afueras. Yo iba al colegio en el coche de unas vecinas -cosa que llevaba mal porque en aquella época yo ya apuntaba maneras antisociales-. Alguna vez fui andando, vaya mierda de caminata. Frente al piso sólo había campo, un cerro seco, con un nido de la guerra. A veces íba de excursión con mi hermana y mi abuelo y nos sentábamos a ver pasar los coches.

En aquel piso, desde mi cama,  escuché a mi padre llorar la muerte de mi abuela M., la noche de Nochebuena; en la cocina de aquel piso teníamos un cartel que nos recordaba que a la peque había que ponerle un parche en el ojo para corregir su estrabismo; en el salón intocable bailé vestida de bailarina para mi maestra de Primero -una tarde maravillosa-; en el cajón de mi mesita de noche comencé a coleccionar las Joyas Literarias; en el cuarto de mis padres les pillé una tarde de verano haciendo el amor sin saber qué era aquello pero deseando que me tragara la Tierra; en nuestro dormitorio pasé el sarampión y mi hermana vomiteras que la dejaban exhausta, a cada cambio de estación; en el salón intocable me vestí de Comunión y me hicieron fotos en la terraza, la inmensa terraza de un quinto piso que te morías del vértigo; en el descansillo se fraguó el primer romance de mi hermana con el vecinito del sexto, que era otro mocoso igual que ella -mi hermana, allá dónde fuera, rompía los corazones de los vecinos-. 

Ahora si pasas frente a aquella urbanización, descubres que sigue casi igual, con el porrón de años que tiene encima, siguen pasando muchísimos coches, sigue el cerro, pero con un centro comercial en lo alto, no se si seguirán las mismas tiendas -la de chuches era de un inglés que se llamaba Geoffrey- y mi piso, aquel quinto B de empapelados setenteros, con flores y grecas y una terraza enorme desde la que se veía el mar.

sábado, 8 de enero de 2011

Cuestionario Proust

Hay muchísimos bloggeros que lo hacen, es bastante difícil (y no lo inventó Marcel Proust, aunque sí lo contestó, y lo puso de moda, al parecer). Ésta es una versión, hay diferentes. Veamos aquí:

1 ¿Cuál es para usted el colmo de la miseria? Miseria moral es abandonar a un anciano.

2. ¿Dónde le gustaría vivir? En Cádiz capital, con el mar enfrente y el Carnaval todo febrero.

3. ¿Cuál es su ideal de la felicidad terrestre? Prefiero no pensar en ideales.

4. ¿Por cuáles faltas tiene usted la mayor indulgencia? Ciertas mentiras.

5. ¿Cuáles son las obras literarias que usted prefiere? Cualquier obra de ficción que me haga desear leer sin descanso. No puedo hacer listas de libros.

6. ¿Cuál es su personaje histórico favorito? Jesús de Nazaret.

7. ¿Su pintor favorito? Fra Angélico

8. ¿Su músico favorito? J. S. Bach en música clásica. En otras músicas, no tengo favoritos.

9. ¿La cualidad que prefiere en el hombre? La valentía.

10. ¿La cualidad que prefiere en la mujer? Idem.

11. ¿La virtud que prefiere? El amor incondicional.

12. ¿Su ocupación favorita? Leer

13. ¿Quién le hubiera gustado ser? Mi clon a dos mil kilómetros.

14. ¿Principal rasgo de su carácter? Tozuda

15. ¿Lo que más aprecia de sus amigos? No me exigen pruebas constantes de amistad, si no nos vemos en meses, cuando lo hacemos es como si fuera ayer.

16. ¿Su defecto principal? La ira y la mala leche.

17. ¿Su sueño de felicidad?   A dos mil kilómetros.

18. ¿Lo que le gustaría ser? Ubicua.

19. ¿El color que usted prefiere? Azul, rojo, violeta.

20. ¿La flor que más le gusta? Las rosas

21. ¿El pájaro que prefiere? El gorrión.

22. ¿Sus autores preferidos en prosa? Soy incapaz de hacer una lista de autores preferidos en prosa


23. ¿Sus poetas preferidos? AntonioMachado, Luis Cernuda.


24. ¿Sus héroes en la  vida real? La gente que cuida a familiares enfermos o dependientes.

25. ¿Sus nombres favoritos? De mujer, Carmen.

26. ¿Lo que detesta sobre todas las cosas? La misoginia, por poner algo de una lista demasiado extensa.

27. ¿El hecho militar que más admira? Admirar, admirar, ninguno, pero me resulta impresionante el paso de Anibal por los Alpes.

28. ¿El don de la naturaleza que le hubiera gustado tener? Nadar como un pez.

29. ¿Cómo le gustaría morir? Sin miedo.

30. Su lema. No tengo lemas. Soy demasiado terrenal para tenerlos.

martes, 4 de enero de 2011

Oir y no escuchar

Ag. Estas escuchando sin parar una anécdota tras otra, a veces lo más tonto del mundo y poniendo cara de extremo interés. Luego cuentas -o intentas contar- tus anécdotas propias, o al menos dar una opinión, o algo, yo que se.

Pero el/la otro/a te oye, no te escucha y sigue con lo suyo, bla bla bla, dale que te pego, anécdotas sin fin.

Eso es aborrecible!!!!!

(Tenía que desahogarme, joder ya)

lunes, 3 de enero de 2011

Minutos gallináceos

Ayer me crucé con Paco2. Yo acababa de salir a pasear. Ibamos por una acera estrecha, por nuestro caminito habitual de los paseos. Mi hermana detrás con su hijo, yo delante con los míos. Él caminaba con su hija en dirección contraria a la mía, me lo tenía que topar de frente. Le reconocí a lo lejos porque tiene una forma muy peculiar de caminar, erguido, con las manos en los bolsillos, muy estiloso él.

Como siempre hago cuando me topo con un ex, intenté hacerme la loca pero no: la acera era demasiado estrecha. Así que cuando lo tenía a dos pasos levanté la vista. En cuestión de medio segundo saqué dos conclusiones:

Una: sigue con esa costumbre de mirar fijamente y su media-sonrisita-particular. Cuando yo le conocí, con 19 años, me decía muy cuco que yo era de las pocas chicas que era capaz de mantenerle la mirada. Claro, yo ipsofacto me derretía. Ahora ya resulta algo lelo.

Dos: ¡se ha dejado barba! Bien no le queda. No sólo porque le hace más viejo -que creo yo que ronda los 46 lo menos- sino porque está lleno de canas. Muy mal, Paco2, muy mal (aún así ya digo que sigue siendo estiloso y conserva su parecido con el actor John Lone)

El caso es que le dije Hola y nada más, porque ni loca me paro a darle dos besos. Cuando ya pasó de largo me chischeó mi hermana:

- Oye, ¿ese era Paco2?
- Siiiii.
- Pues le he reconocido cuando le tenía justo encima. ¡Se ha dejado barba!
- Jajaja, que feo.
- Le he reconocido por la miradita así como mmmmm que te ha echado.
- Jijijiji.

Al cruzar la esquina, digo:
- Oye, hermana ¿y cómo estoy?
Ella me echa una de sus miradas valorativas y responde: pues ... guapa ... con los labios rojos y el flequillo así como lo llevas ... estás así como muy... como muy ... chic.

Me encanta. Quien diga que no, miente como una bellaca. Es horrorosamente placentero estar muy chic cuando te cruzas con un ex. Un placer exquisito con mijitas de rencor (mijitas pequeñas, ya no hacen daño). Mijitas del tipo: Mira gilipollas, lo que te has perdido.