lunes, 26 de noviembre de 2012

Nos vamos haciendo viejos

Anoche me puse la peli de Los tramposos como mi tonto y particular homenaje a Tony Leblanc. Yo me he reído mucho con ese tipo y, como comentaba en el blog de cine y BDSM, hacer reir me parece una de las acciones más honrosas del ser humano. La risa sana y purificante, como la de esas pelis españolas de escasa calidad artística pero, cuánto nos hacían reir, qué bien nos hacian sentir.

Me puse la peli porque había terminado con Ken Follet y no quería empezar nueva novela. Y porque acababa de leer una entrevista en El País Semanal a un filósofo que no recuerdo quién es pero que me llegó al alma. Decía el hombre que le resulta más sencillo ser ateo y pensar que cuando uno se muere todo acaba. Y cierto que es un pensamiento sencillo. Nunca lo había visto de esa manera, lo cual no quiere decir que me vaya a volver atea, porque aunque sea más sencillo yo no lo digiero bien. Y prefiero vivir teniendo una buena digestión: pensar en una vida futura eterna se me hace durísimo pero también me resulta la posibilidad más lógica de la existencia.

Pensar en que te mueres y se acabó me resulta duro por su incoherencia y sinsentido. Pensar que te mueres y te espera la eternidad me resulta durísimo pero lógico y casi esperable. Joder, nunca lo sabré si resulta ser cierta la primera posibilidad.

Por eso, la salida más liviana para tal angustia vital es reirme, como es natural.  


domingo, 25 de noviembre de 2012

Teatro y besos

Yo quería ser actriz para dar besos.

En el instituto tuve un profesor de Literatura realmente bueno que me hizo sentir curiosidad y amor por autores que ahora pueblan mi biblioteca. Era uno de esos profesores llenos de ideas e iniciativas y, como éramos un grupo de alumnos entusiasta, nos propuso montar una obra de teatro. Tres sombreros de copa. A mi el humor absurdo de Mihura me tenía encandilada y por supuesto yo tenía que ser Paula.

Les juro que si no soy la protagonista, reviento. En las lecturas previas, aquellas en las que nuestro profesor seleccionaba a los personajes, yo leí el personaje de Paula mejor que todas mis compañeras. Le puse alma. Yo sabía que sería la protagonista. Y me eligieron. Vaya si me eligieron. Yo cuando me propongo una cosa... Y el caso es que el personaje de Paula no me pega nada porque no soy pizpireta ni rezumo poesía y en aquella época yo era una jipi algo desastrosa, pero sí, yo iba a ser Paula e iba a brillar en escena, porque así es como tenía que ser.

Y además, Paula le daba un beso de amor al protagonista. Para mi aquello era definitivo: sería mi primer beso en la boca a un chico y me daba igual que fuera de mentira: mi currículo erótico era una mierda y yo me subía por las paredes. Besaría fuera como fuese.

No me importó mucho que el protagonista seleccionado para hacer de Dionisio fuera un compañero que no me atraía nada. Yo saco atractivo al menos pintado, yo soy así de buena persona. Aquel Dionisio era un chico algo ceporro y mi amiga ES estuvo enamoriscada de él el verano anterior. Yo nunca entendí cómo se pudo enamoriscar de un chico con entrecejo y de poca conversación, pero son los misterios del amor. Y yo estaba dispuesta a besarle, cerraría los ojos y al lío. Yo quería ser una actriz versátil.

No hubo obra y los ensayos no pasaron de dos. El curso acababa, la selectividad se nos echaba encima y el profesor de Literatura no dio más de sí. El caso es que no llegué a besar a Dionisio jamás. Tuve que posponer mi estreno como actriz de teatro y también mi primer beso, pero éste último sólo unos meses. No he sido actriz y nunca lo he lamentado demasiado -a veces pienso que cuando me jubile me uniré a uno de esos grupos de aficionados de mi pueblo-. A aquel Dionisio lo veo de vez en cuando y se atenuó su cara de ceporro, es una de esas personas que les sienta bien la madurez porque nacieron con cara de hombre mayor. Pero sigue sin gustarme.

En cuanto a los besos, afortunadamente ya no tengo que hacer teatro para disfrutarlos.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Poniendo a prueba la misantropía

Yo hablo mucho de lo antisocial que soy y quizás la gente que amablemente me lee piense que soy como un anacoreta, metida en su covacha y lanzando miradas esquivas a doquier. Soy muy antigregaria, cierto, y en el ciberespacio apenas me relaciono. Cuando entro en mi facebook se oyen ecos. Mi messenger no es que esté infrautilizado, es que posiblemente caducó y el whassapp lo miro de vez en cuando y hago un jijijaja con mis hermanas para que no se crean que paso de ellas. Así que si, quizás un poco anacoreta sí que soy.

Pero ya saben que simpática soy un rato -cuando estoy de humor- y que incluso hago esfuerzos por socializar. En mi trabajo, por ejemplo, todos piensan que soy seria, trabajadora y supersensata, pero también esa adorable-compañera-con-la-que-siempre-puedes-contar. Salgo de copas con mis compañeras preferidas, participo en charlas junto al café, escucho los cotilleos -aunque suelo ser la última en enterarse de todos-, compro la lotería de Navidad, voy a la comida de Navidad, cosas así. Todo sociable y pacífico.

Desde hace unos años también participo en el regalo del "amigo invisible". Les juro que para mi es una prueba de superación muy importante. Hay compañeros -todos tíos- que nunca participan y nos burlamos cariñosamente de ellos -porque son buena gente- llamándoles raros. Y yo no quiero que me llamen rara, yo soy así de gilipollas, soy rara pero prefiero que no de mucho el cante.

Así que aquí me tienen, pensando en el regalito y menos mal que este año me tocó una compañera encantadora- encantadora de verdad- a la que es facilísimo regalar. Pero conociéndome como me conozco, se que estaré varios días dudando, dando vueltas por las tiendas y agobiándome tontamente. Luego, el día de los regalos, allá por el 22 de diciembre -si el mundo sigue ahí- cada uno tomará el regalo que le corresponda y será otra prueba de fuego. Todos los años igual. Yo no me quejo, por Dios bendito, pero que me lo curro es un hecho incontestable.


martes, 20 de noviembre de 2012

Cuestas, cruces, puentes.

Mi momento de meditar es el trayecto casa-trabajo, ida y vuelta. Son treinta minutos de meditación que dicho así suena muy cool pero en el fondo es caminar pensando y ya está.

Yo soy muy metódica, como buena Capricornio, y siempre voy por el mismo camino, la misma acera, cruzo por los mismos pasos de cebra (siempre uso los pasos de cebra) pero a veces, a mi ruta, le marco pequeñas variaciones.  Puedo estar meses pillando por la misma calle hasta que algo, cualquier chorrada, me hace cambiar y elegir la calle paralela.

Subo un par de cuestas rompepiernas, cruzo una autovía, veo amanecer. Me salen al paso gente que también camina al trabajo y adolescentes que van a clase, señoras que pasean al perro, algún jubilado madrugador, el barrendero fumándose un cigarrillo. Les miro y durante unos segundos imagino algo de ellos, es algo que hago con frecuencia, imaginar vidas ajenas.

En los treinta minutos de ida y los treinta de vuelta me da tiempo a planificar entradas para este blog, preparar mentalmente el día de trabajo, pensar en quieres quiero, añorar cosas, desear otras, relajarme, espabilarme, autocompadecerme a ratos, es una buena hora y le saco provecho. Cuando llego al trabajo estoy que me como el mundo, cuando llego a casa, me como lo primero que pillo en la nevera. Caminar me produce hambre, toda el hambre real y metafórica que puedan imaginar. 

Hay días, como hoy, que resultan casi desastrosos en el trabajo, días en los que metes la pata una y otra vez, días en los que se desmorona lo que empezaste a levantar, días en los que pierdes un poquito la esperanza. Esos días se hace largo el camino de vuelta a casa.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Sexo + Amor

Sexo: es el inicio, lo primordial, los cuerpos que se acoplan. Naturaleza.

Amor: es la base vital y espiritual, las almas que se acoplan. Paz y serenidad.

Sexo sin amor: juego cómplice, cuerpos por descubrir, sentidos en alerta, nuevo tacto, nuevo olfato, descubrimiento.

Sexo con amor: el círculo que se cierra.

Cada palabra que he elegido es positiva, son los sustantivos y adjetivos que soy, ahora, capaz de usar para definir conceptos tan abstractos como son amor y sexo -y sin embargo, tan cotidianos, gracias a Dios-.  No hay ideas preconcebidas, ni prejuicios, ni valoraciones moralistas. Sexo y amor, juntos o separados, son hechos buenos y enriquecedores.

¿Dónde está el problema?

¿A qué tanto quebradero, o dolor, o angustia, o sufrimiento? Es que no lo veo por ningún lado.

Lo cierto es que estoy bastante harta de la concepción del sexo como algo oscuro y pecaminoso. Y del amor como algo sublime y complicado. Harta de ese empeño en complicar cosas que son sencillas de entender; quizás sólo haya que despojarlas de lastres culturales, históricos e incluso morales (o moralistas, ya digo). Pero no me hagan mucho caso, yo de teorías no entiendo.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Mar no sale sin su coraza

Yo tengo que adorar a la gente que comenta mis posts porque a menudo de sus comentarios salen nuevas entradas. Estaba yo barajando un par de temas con los que darme un rato de vidilla bloguera y leo un comentario que me ha hecho la siempre sagaz May Mercurio y pienso, leche, esta niña siempre da en el clavo.

Ella a veces habla de esa coraza que se pone, nos ponemos, para ir bien protegidas. Para gente como yo, a la que a menudo el mundo hace demasiado ruido y es demasiado ancho y ajeno, llevar una coraza cuando sale a pasear es como un seguro contra accidentes. Accidentes del corazón, que el mío es muy sufridito y tiene unos cuantos remiendos. Una, que en el fondo aspira a ser una chica elegante, no desea que se noten mucho.

Ni leo poesía ni escucho música. Nunca escucho música premeditadamente, sólo la que cae en mis oídos cuando voy al centro comercial. Es una amputación musical, la mía, consciente y algo moñas, porque lo hago como coraza antes posibles y no deseados naufragios. A la mierda la música, me dije una vez. Ya llevo  un buen tiempo sorda y ciega a sus encantos. Soy una cobarde, eso nunca lo voy a ocultar.






sábado, 17 de noviembre de 2012

Poesía en movimiento

Con lo que me gustaba a mi leer poesía y lo bruta que me estoy volviendo. Yo, en mis tiempos, era de las que se embriagaba de poesía y lloraba de pasión. Buscaba poetas conocidos y desconocidos y pensaba que ser poeta era algo tan sublime, tan heroico, que todos los pecados quedaban perdonados por ello.

Para mi, tener un novio poeta era el auténtico triunfo. Estuve a punto de lograrlo, el triunfo digo. Paco2 escribía poesía y una tarde en su piso, tras aquel sexo nuestro, algo sucio y déspota, compartimos nuestros poemas. Yo le enseñé los míos, que eran atolondrados y postadolescentes y él los suyos, que ya no recuerdo. En esa época yo estaba loca por él: estaba bueno, era enigmático, follaba bien, era perverso, era un cabrón y encima, poeta. El no va más.

Luego no hubo más novios poetas hasta Pedro, que en realidad no hacía poesía pero le gustaba Antonio Machado y me recitaba "A un viejo olmo", lo cual me llenaba de ternura por él.  Además, me leía poemas zen de Deshimaru, sin ánimo de adoctrinarme, pero igualmente me dejaba rendida a sus pies. Lo que es estar cegada. O encoñada. Ahora todos los poemas zen me parecen el mismo.

Yo es que, de un tiempo a esta parte, tengo la sensibilidad de un ladrillo.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Crónica laboral

Esta semana, con el día de huelga en medio, se hizo muy corta pero pasaron muchas cosas... como casi siempre. Lo bueno de mi trabajo es que cada día es nuevo y diferente y nunca sabes a qué atenerte. Eso te da una especie de speed mañanero,  a veces algo de miedo por lo que pueda pasar, otras, ganas de crear, unas ganas locas de hacer algo bueno y que valga la pena.

En realidad nuestro trabajo es de hormigas y vamos poco a poco. Hay días alborotados y otros perezosos: esos días te sientas un rato a tomar café y charlas de tontadas. Ayer mis compañeras más cercanas hablaban de las 50 sombras y yo me fui un poco de la lengua. Tenía que defender el territorio.

Hay días en que el levante me tiene desquiciada y suelto tacos gordos en el trabajo. Alguno pensará que me volví loca, lo cierto es que no abundamos las que, en el trabajo, soltamos tacos y quizás piensen que de señorita no tengo nada. Otros días transcurren con suavidad, como hoy, en los que la resaca ha ayudado. Hubo caos y yo, resacosa y en estado zen, puse paz. Algo sublime, joder, son los momentos así.

Me gusta mi trabajo, carajo, no lo cambiaría por ningún otro ni aunque me dieran el triple de pasta. Yo es que siempre he sido una condenada utópica.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Sin ti no soy nada y otras paradojas

Yo confieso que hace tiempo la cantaba e intentaba imitar la voz de Eva Amaral -muy mal, porque soy de registros graves-; hasta en karaoke la he llegado a cantar, toda emocionada. No es que deteste ahora la canción, pero digamos que ya no me emociona, lo cual me resulta muy sano. Y es que no estoy enamorada.

Yo no soy de las que calculan los tiempos del enamoramiento, pero sí soy de las que bendicen que sea un estado pasajero. Porque realmente es un coñazo. Mientras lo vives, no; mientras lo vives estás que levitas. Vayas a donde vayas, levitas. Se te atraganta la vida -entendiendo por vida lo cotidiano-, vives en perpetuo éxtasis-agonía-desmayo. Salta el corazón a botes locos. Levitas. Y ves al objeto de tu amor como el hombre/mujer perfecto sin trampa, sin cartón y sin tacha alguna. No ves sombra. Todo es luz.

Claro que se podría pensar, uy, la Mar que se ha vuelto una escèptica y una descreída. Pero no, yo sólo disfruto de mi estado actual que es el de amar sin ser un coñazo. Sin levitar y con el corazón bajo control, para que no se rompa si se cae. No se trata de un estado práctico y desapasionado, ni mucho menos, y ni siquiera se trata de haber alcanzado el Nirvana amoroso. Amar en realidad es un proceso que no acaba y que supone un constante aprendizaje. Y la etapa del enamoramiento, esa etapa que te ciega de tanta luz, acaba por dejar de tener gracia.

Ahora lo que tiene gracia es desterrar el Sin ti no soy nada, frase imbécil la cojas por donde la cojas. Yo creo que la perdí de vista hace tiempo pero sería terrible recuperarla y por eso practico el desapego. Eso si que mola: aprender a amar sin depender. Amar limpiamente, a veces levitando, si, pero agarrada a la Tierra. Amar sin juicios de valor, sin chantaje emocional, valorando lo que hay y lo que no hay. Valorando lo que eres realmente y lo que el otro verdaderamente es. Creo que es, sin duda, la asignatura más difícil del mundo.


domingo, 11 de noviembre de 2012

BDSM para parejas vainilla

En cualquier tienda erótica no especializada en BDSM encuentras artilugios para azotar, para atar, collares, mordazas, máscaras y toda la pesca. Entro en un sex shop online bastante conocido y la oferta es amplia y variada. Luego, me paso por el foro de dicha tienda y la peña charla de sus prácticas sexuales: igualmente amplias y variadas. Me gusta.

Hay a quien molesta que la gente vainilla practique juegos BDSM. O eres vainilla o eres canela, parece que los términos medios están de más. Tener un modo de vida exclusivamente BDSM, mantener una relación BDSM de Amx/sumisx no es lo común, no la practica tanta gente, al menos en España. Lo común es lo vainilla, pero... ¿son tan aburridas y convencionales las parejas vainilla como nos las pintan desde el colectivo BDSM? Te paseas un rato por cualquiera de esas tiendas eróticas online y deduces que no. El volumen de ventas es alto y si lees los foros, ya digo, la gente disfruta de manera muy variada y sin prejuicios. Y también los juegos BDSM tienen su lugar.

El colectivo más intransigente del BDSM parece que piensa que si los vainilla juegan se pierde la pureza del asunto, como advenedizos que son. Ellos desean que el BDSM sea un coto privado de elegidos, tocados por una especie de halo místico. Supongo que no desean salir del armario, que prefieren la caverna, ser un colectivo desconocido para el gran público. Y que ese gran público les perciba como un grupo misterioso y raro (como esa ceremonia final de Eyes Wide Shut, gente rica y snob haciendo ceremonias un poco ridículas).

Sin embargo, yo sólo le veo ventajas a una salida del armario entre el colectivo BDSM español: dejar de ser considerados gente rara y degenerada, para empezar. Y que las parejas vainilla introduzcan juegos BDSM en sus prácticas sexuales lo veo fantástico. Para la salud sexual de cualquier pareja en general y para la percepción del BDSM como algo que no es de gente de mal vivir, sino gente más bien tirando a corriente que opta por disfrutar de relaciones de pareja basadas en la cesión libre de poder.

Me gusta esa oferta erótica tan variada, me gusta que haya parejas vainilla que, de vez en cuando, jueguen a atarse, a amordazarse, a hacer de esclavo sexual por un rato. Lo veo sano para el BDSM. Le quita oscuridad.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Más sobre orgasmos y ninfomanía

Tener un orgasmo no es el fin.

Hace unos cuantos años, cuando empecé este blog, publiqué dos entradas llamándome a mi misma ninfómana. Por provocar, pero también por sacarle hierro al término. Ninfómana como característica orgullosa y no denigratoria. Ninfómana con objeto de dejar claro que el sexo es importante en mi vida, que soy feliz teniendo sexo y que lo considero una forma esencial para demostrar amor.

Tuve una época de rechazo hacia el sexo -entre los 35 y 38 años- y fue una época infeliz. Quiero pensar que fue un trastorno hormonal, aunque nunca fui al médico porque yo soy muy bruta en esas cosas y me curo yo sola a lo bestia, ya digo. La cuestión es que me curé -o como queramos llamarlo- y volví a ser sexual y sensual, volví a disfrutar de mi vida erótica.

¿Orgasmos? Pueden pasar días sin que los requiera. Incluso pueden pasar semanas. Si me autodenomino ninfómana -pero no se lo tomen demasiado en serio, ya saben cómo las gasto en este blog- es porque siento placer con situaciones nimias y cotidianas: una conversación, miradas, planes para luego, la copa de vino de la cena que me suelta la lengua y me da brillo a los ojos. Decenas de caricias. Decenas de besos a lo largo del día. Un polvo improvisado. Una siesta entrecomillada. Subir la cuesta hacia mi trabajo sintiéndome follada y bien follada. Y quizás follada sin haber llegado al clímax brutal que tengo la felicidad de disfrutar. Quizás sólo follada pero, carajo, qué sonrisa bobalicona llevo puesta en la cara.

Quiero llegar a los sesenta, setenta años y seguir así, ser una viejecilla cachonda y pícara que quizás ya no folle como ahora pero siga amando y descubriendo. Ser como mi abuela, cuando me contó aquella vez, ya bien arrugadilla, cómo mi abuelo y ella se demoraban placenteramente en la cama cada mañana, sin prisas porque ya no había niños en casa ni trabajo al que acudir. Probablemente sin follar -ella nunca me lo contó- pero qué importaba.

Y, por cierto, quizás haya a quien resulte repugnante pensar en ancianos manteniendo sexo. Muy triste esa gente. Muy corta de miras.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Clitoridiana

Ya he escrito AQUÍ el asquito que me dan aquellos que obvian la existencia del clítoris. Así que intentaré no sacar más bilis ahora.

Los que creen que con la estimulación vaginal, sólo la vaginal, la generalidad de las mujeres llegamos al orgasmo me resultan unos ilusos. Hay que informarse un poquito sobre fisiología femenina y sacar conclusiones. Sólo calculando cantidad de terminaciones nerviosas ya se tiene la conclusión.

Ser clitoridiana es lo habitual, pero hay quien se siente mal por no tener orgasmos vaginales. Si les apetece leer, les cuento mi experiencia clitoris/vaginal: ya he dicho que soy cien por cien clitoridiana y bien orgullosa que estoy. Pero si mientras me estimulo/an el clítoris, hago/me hacen lo propio con la vagina (y no digamos otros orificios) el placer se duplica (o triplica/cuadruplica). El placer vía vaginal es digamos secundario pero importante. Si podemos contar con él bienvenido sea, pero no es imprescindible para disfrutar.

Más aún: tras tener un orgasmo clitoridiano si me siguen/sigo estimulando vaginalmente, el orgasmo se mantiene varios minutos. No se si eso es ser multiorgásmica o uni-mega-orgásmica, el caso es que resulta genial.

¿Por que cuento todo ésto? Porque en la entrada anterior he tenido interesantes comentarios con los que compruebas que cada mujer es un mundo. Sexualmente ricas y divinas, con la información compartida te enriqueces aún más. Y porque nunca tengo reparos en hablar de sexo y prácticas sexuales porque pienso que es algo bello, bueno y esencial para ser feliz.

Una cosa más: así como desprecio a los hombres que obvian el clítoris, también me resultan unos tristes aquellos que utilizan únicamente vibradores para estimular el clítoris de sus parejas. Esos que sólo recurren a juguetes sexuales y no se acuerdan de que tienen manos y boca. Son unos tristes y unos vagos y mi desprecio también va para ellos.

martes, 6 de noviembre de 2012

Mitos y leyendas (sexuales)

Pongo "mitos y leyendas" por tirarme el moco y epatar con el título del post. Porque comprobarán, si lo leen, que escribo desde la ignorancia.

Mito número 1: el Punto G.

No lo pongo en duda absoluta, hasta puede que exista. En algún lugar estará, supongo, yo lo he buscado y he hecho que me lo busquen pero o bien lo tengo dormido o bien nací sin él. Yo no es que lo eche de menos porque soy una clitoridiana de pro, pero molaría tenerlo.

Mi mosqueo radica, sin embargo, en que no conozco a nadie que me demuestre que lo tiene, pero que me lo demuestre con pruebas y argumentos. No vale que me describan cómo se corren vaginalmente. También me mosquea que haya quien lo defienda para quitarse de encima la tarea de proporcionar orgasmos clitoridianos, tarea que a algunos resulta engorrosa (pobres miserables).

Mito número 2: la eyaculación femenina

Sólo la he visto en pelis porno, lo cual no es digno de confianza. Miento, también en un vídeo con ínfulas didácticas en la que un nota de bata blanca nos enseñaba cómo provocarlo (algo complicado me pareció). Así que supongo que existirá.

Mi mosqueo radica en que el squirt se parece demasiado a la eyaculación masculina y maldita falta que nos hace a las mujeres tener la vida sexual de los machos. Nuestra sexualidad clitoridiana sin eyaculaciones es gloria bendita. Que no me culpen de carencias.

Mito número 3: el parto orgásmico.

En este mito tengo más confianza, más que nada por ir de activista pro-parto natural. Yo defiendo los partos naturales, ya tuve el mío nada placentero pero lo preferí a estar medicada y anestesiada. Lo que ocurre es que el parto orgásmico me suena a cosa tremendamente pija, de tener pasta y parir en una clínica megaguay, con bañera climatizada y ambiente chill-out.

He ahí mi mosqueo: que sea un invento de eco-pijas. Porque decir: tuve un orgasmo durante el parto queda chachi y todas te envidiarían. Yo sólo conozco a mujeres que han parido en la pública, con sus monitores a cuestas, en paritorios donde brilla una luz blanca criminal: tener un orgasmo en condiciones así es una quimera (aunque yo habría pagado por experimentarla).


lunes, 5 de noviembre de 2012

Gafapastas!!!

Me preguntaron hace días que por qué no me gustan los gafapastas. No es que no me gusten, tan radical no soy, pero los gafapastas que conozco me resultan un poco cargantes y pesaditos y prefiero obviarlos. Con E. tenia la broma de los gafapastas y el cine iraní: esas películas lentas y preciosistas en las que nunca pasa nada. Eso es un gafapasta. Un tipo que entra en éxtasis con el cine iraní. (También hay cineastas en otros continentes: muy gafapasta es Terrence Malick y aquí en este país, Isabel Coixet, insigne gafapasta por todos querida).

Yo me juntaba con gafapastas en mis tiempos e iba al teatro con ellos. Pero al teatro a ver obras raritas donde hay actores que aullan, gimen y deambulan desnudos por escena. Yo, cuando miraba obras de esas, en aquellos tiempos, no sabía si maravillarme de tanta CULTURA o mondarme de risa por el ridículo. Como siempre he sido tan discreta -o cobarde, según se mire- me quedaba calladita y esperaba a la salida, después de encender el cigarrillo, a ver quién decía algo. Lo malo de las obras de teatro raritas es que nunca sabes cómo acertar y quedar bien: si las criticas, malo; si las alabas, peor. Por eso ya no me junto con gafapastas, por no saber a qué atenerme con ellos.

Y también, qué coño, que soy bastante bruta y me gusta que la CULTURA me la den bien cocinada. A mi me gusta el cine de Hollywood de toda la vida, donde pasan cosas, se pegan tiros, se dan puñetazos, se besa y se muere la gente lo normal. Y las obras de teatro donde te ríes o te estremeces porque es lo que pone el guión y los actores lo actúan, como debe ser. Y las novelas donde pasan cosas también no ese Murakami que de leerlo languideces (que me perdone maiKO  decir estas herejías).

Nunca he llevado gafas -espero no llevarlas de vieja- y huyo de los gafapastas como de la peste. Si alguna vez me topo con alguno y empieza a contarme gafapastadas, que se agarre los machos porque ya, a mis años, ya no me voy a quedarme callada y reírle las gracias.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Saber debatir

Saber mantener un debate es una asignatura pendiente en mucha gente. Para mantener un debate en condiciones hay que saber manejar varios elementos:

1. tener una mínima idea del tema que se debate y si la que se tiene es poca, aclararlo siempre. Fantasmones y dogmáticos suelen ir a la par y se les suele pillar a las primeras de cambio, aunque ellos no se den por aludidos. Si no se tiene mucha idea del tema, lo mejor es quedarse aparte. Parece lo lógico pero a mucha gente parece que le cuesta no opinar de cualquier tema candente, aunque no tenga ni idea.

2.  escuchar al otro. escucharlo con toda atención.

3. sobre todo: argumentar. El gran problema en cualquier debate es que no se sabe utilizar argumentos, lo cual es paradójico, dado que un debate supone esgrimir argumentos que defiendan las ideas propias y derrumben las contrarias. Sin embargo, los argumentos o bien se usan mal -por ejemplo, se recurre a justificar una idea lanzando balones fuera (si estas en contra de los toros deberías estar en contra de los mataderos de carne, es un argumento "balones fuera" usualmente esgrimido por los taurinos); o bien, ni siquiera se utilizan. Es decir, directamente se hace dogma, se defienden los postulados propios sin demostrar mediante argumentos sólidos su validez. (Argumentos sólidos son aquellos que pueden medirse de forma objetiva).

4. finalmente, un buen debate implica no tener que convencer al oponente de lo erróneo de sus ideas... Respetar el duelo de argumentos, aceptar la diferencia de pareceres con deportividad, incluso tender puentes entre ideas que pueden ser compatibles. Incluso aceptar la derrota si los argumentos del otro rebaten los nuestros. Todo ello enriquece cualquier debate y a nosotros mismos.