jueves, 23 de enero de 2014

Feminista, masoquista, sumisa

En este estupendo artículo, Beatriz Gimeno plantea muchas cuestiones sobre feminismo y sexualidad sobre las que viene bien reflexionar. A mi, por la parte que me toca, me ha servido para refrescar algunos temas que ya he tratado aquí pero me apetece replantear. Por si le sirve a otra. U otro.

Mis fantasías y deseos sexuales siempre han girado en torno al BDSM, incluso en la época en que no le ponía nombre. No soy una bedesemero-dependiente, también tengo fantasías y deseos plenamente vainillas, pero el sexo con dosis de violencia, el sexo duro, el sexo no convencional, el dolor, la humillación, siempre rondan de una manera u otra mi sexualidad. Me gusta adoptar un rol sumiso, siento el mayor placer cuando me someten sexualmente, me gusta recibir órdenes y que jueguen a humillarme. Pero de eso fui consciente tras mucho debate interno.

Durante un buen puñado de años fui una feminista que se horrorizaba de sus fantasías. Mi concepto de libertad sexual femenina no iban más allá de la promiscuidad. Fui una alegre promiscua, aunque muy romántica y empeñada en encontrar el AMOR en cualquier polla que se pusiera a tiro. Pero mis fantasías las tenía en un puño. Era una feminista muy convencional, yo, que se limitaba a sesiones de sexo oral + coito (ni siquiera estaba por la labor de tener sexo anal!!!). ¿Por qué? Porque pensaba que ser feminista implicaba negar mis sucios y perversos deseos.

La primera vez que entré en un chat de Amos u sumisas (aquel inefable chat de Ozú), pensé que muy bien podía estar siendo traidora a la causa feminista. Pero no. Fue un rato de crisis de identidad. El tío aquel me preguntó dos o tres cosas con ese típico tono autoritario de los chateros del rollo dominante y yo me mojé las bragas. Así que pensé: si tengo que entrar en el lado oscuro, lo haré pero el feminismo entra conmigo, aunque sea con calzador.

Desde el principio las bases han sido muy claras: el BDSM es un juego. Puedo practicarlo siempre que me proporcione placer. Puedo practicarlo siempre que no me procure dependencia o dolor emocional. Puede ser un juego serio, pueden implicarse emociones y sentimientos, puede traspasar los límites del sexo y abarcar ámbitos como el afecto y el amor. Pero seguirá siendo un juego que yo controlo y del que me apearé en el momento en que deje de gustarme.

Cuando llevé a la práctica todas aquellas fantasías, cuando cumplí uno por uno todos los deseos de dolor, sumisión sexual, humillación y salí indemne; más aún, salí más fuerte y satisfecha, se cerró, casi,  mi círculo feminismo-sexo.

Para la ortodoxia BDSM, para la vieja guardia, mi concepto de relaciones de Dominación/sumisión y sadomasoquismo  son una caca y merecen lapidación, pero yo me pregunto si no serán ellos/as los errados en sus conceptos. Ya he planteado en otras entradas que la forma de entender el BDSM de la vieja guardia no es más que una relación de pareja tradicional y conservadora, aderezada, eso sí, de castigos físicos y psicológicos, azotes, ataduras y todo lo que se tercie. Relaciones que plantean el BDSM como forma de vida y en realidad son matrimonios convencionales (más o menos duraderos) donde uno manda y el otro obedece y a veces sufre, porque así es "su forma de vida".

Pero eso creo que me da para otro post. Otro día.


viernes, 10 de enero de 2014

Ahí en una esquina de la foto

Estaba en una esquina de la foto, un lugar un poco miserable. No era el protagonista, estaba tan esquinado que por poco no lo veo. Si me fijé en J. fue porque salía gente relacionada con él. Y por el apellido. Tuve que mirar muy detenidamente la esquina derecha de la foto porque no acababa de creerme que ese era él. Y es que está muy viejo.

Cuando lo conocí tenía casi cincuenta así que ahora debe andar por los setenta y muchos. Ya entonces estaba arrugado -por la mala vida- y tenía mal color. Como la foto es en blanco y negro no puedo apreciar el color que tiene ahora aunque me han asegurado que ya no lleva mala vida y dejó de fumar -se lo fumaba todo- y hasta de beber -se lo bebía todo-. También se, por otros, que ha tenido unos años tristes y que, desde que se jubiló, vive muy retirado. No se si en aquella casa de pueblo a la que me llevó una vez (y en la que se supone íbamos a follar pero sólo nos emborrachamos, hablamos hasta el infinito y pasamos frío).

Llevo muchísimo tiempo sin verlo -pero de vez en cuando tengo, de manera casual, noticias que me cuentan de él, como ahora, en esa foto. No es algo que yo quiera. Hay antiguos amantes míos que desearía volver a encontrar, pero a J. no. Supongo que porque no fue una relación bonita, ni sana, aunque, como siempre, yo me empeñaba en verla así. Pero con veinte años una es capaz de las peores mezquindades.

En la foto él me da lástima. Por lo que le ha pasado, por la cara y el gesto de anciano alicaído que tiene, por lo miserable y sórdida que fue nuestra relación. Ahora la entiendo así y no es algo que yo haga a menudo. Sólo con él. Probablemente le culpe de haber sido mayor y comportarse como un atolondrado. Cincuenta años de atontolinamiento, por Dios, cincuenta años que tenía y se bajaba los calzones y hacía promesas locas a las tías buenas del año. No lo hago a menudo, culpar a otros de mis gilipolleces pero le veo ahí en la esquina de la foto, me da lástima y le tiro dardos. Porque realmente lo tengo a tiro.

viernes, 3 de enero de 2014

El juego más traumático del mundo

Cafroncio jugando AL MATAR

Es el balón prisionero. Pero en mi pueblo le llamamos JUGAR AL MATAR.

Yo aún no he superado el trauma del JUGAR AL MATAR de cuando estaba en el colegio. Una vez, en un típico encuentro de matrimonios con hijos en casa rural alguien propuso una partida de JUGAR AL MATAR y yo fui la única que no jugó. Quedé socialmente fatal, pero que les den. Yo jamás volveré a pasar por aquello.

Ya saben el protocolo. Las pavas sufrimos mucho en todos los pasos, a saber:

La selección: los jefes de equipo, que ya sabemos que son los guays de la clase, van eligiendo gente para el equipo y las pavas siempre quedamos de las últimas. Como siempre había en clase una más pava, yo normalmente quedaba la penúltima o antepenúltima lo cual no quita que fuera un rato humillante. Porque sabes que te eligen de pena y sabes que lo vas a hacer de pena. Las pavas que, como yo, además aborrecen el juego en equipo, lo ponemos realmente difícil porque no seguimos estrategia ni hacemos caso a las instrucciones del juego. Vamos a nuestra putísima bola.  Nos lo recriminan a bocinazos pero nah, nosotras a lo nuestro, a estorbar mientras intentas pasar desapercibida. Pura estrategia de superviviente marginal.

El juego: las pavas tenemos dos opciones, que siempre dependen de la peña del equipo contrario. Una, que te eliminen a la primera porque lógicamente una pava es carne de cañón desde el minuto cero. La otra es que pasen de ti y no te tiren balones, lo cual es un coñazo agotador, porque quedas de las últimas y sufres más rato. Y quedas más rato en evidencia, también. (Obvio la opción coger el balón y tirarlo porque a las pavas, en situaciones de alto estrés, se nos anestesian los dedos y se nos resbala todo)

La eliminación: al JUGAR AL MATAR te eliminan cuando te pegan con el balón. Si el hecho de que te eliminen pronto ya es humillante, que lo hagan con un balonazo chungo ya es bochornoso de manual. Ese balonazo en la cara o peor, el balonazo en las tetas, el penoso balonazo en la tetas que supongo que será igual de jodido que el balonazo en los huevos. Yo siempre me llevaba uno u otro, era cuestión de suerte: balonazo en la cara o balonazo en las tetas. Joder. (Y además no quedas eliminado sino que te vas MUERTA a la parte de atrás y sigues jugando, pero MUERTA. Y no te libras de más balonazos).

Final del juego: que tu equipo gane gracias a ti, la tercera niña más pava de la clase, es la hostia, Una vez me pasó. Lo cual no me llevó a creerme la reina del juego (yo era una niña muy fantasiosa y siempre me montaba paranoias sublimes, como que el malote-guapo de clase me amara en secreto). Esta noche he soñado que jugaba AL MATAR en una piscina, era una especie de waterpolo-prisionero y salían tres guapos-malotes que elegían equipo. En el sueño yo no llegaba a jugar, ni siquiera era elegida por ningún guapo-malote, pero me desperté pelín angustiada. Aunque me ha venido bien porque no tenía ni idea de qué escribir como primer post del año. Y mola un post evocador, aunque sea una evocación traumática.