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martes, 28 de agosto de 2018

Ejercicios contra la nostalgia.

Creo que agosto me pone más nerviosa que septiembre. Llevo casi desde mediados de agosto ejercitándome contra las despedidas que pronto llegarán (y las que aún tardarán años, pero yo soy así). Y ahora, a las puertas del cambio de mes, me siento más reconfortada que hace una semana. Claro que también la semana pasada coincidió con mi premenstruación que siempre me pone tan depresiva. Yo pensaba que la señora Menopausia ya había llamado a mi puerta y no.

Apuro los paseos por la playa de cada tarde y me demoro en remojarme los pies en la marea baja. Estos días, que hay levante, el agua está extrañamente templada y no me gusta. Hubo unos días de medusas, pero M. los disfrutó igualmente con su red. Paseamos hasta la desembocadura del Palmones y nos entretenemos mirando a los canis con sus motos de agua; jodida Bahía. Hay barcos de todo pelaje, a veces asoma una patrullera de Aduanas, pesqueros que echan el copo y los domingos atracan frente a la playa dos o tres yates que se creen en Sotogrande y no.

Mi madre suelta de vez en cuando las frases que le tengo prohibidas pero como es mayor nunca se acuerda de la prohibición. Son las frases del rango "nostálgico" que me obligo a rechazar. Crecí con mis padres repitiéndome esas frases cada finales de verano, cada finales de vacaciones de navidad y casi cada domingo de invierno y conozco muy bien los dañinas que son. Por eso alecciono a mi madre para que no las diga nunca (pero no me hace caso porque lo olvida).

Además de las frases, me he prohibido hacer fotos. Acepto las dos o tres inevitables que me pasan por whassap pero de mi mano no hay nada. Tampoco reviso las fotos de los álbumes y estoy por quitar de enmedio las pocas fotos que tengo enmarcadas. Son tan pocas que no se si alguien se dará cuenta porque además, es requisito imprescindible en estos ejercicios míos antinostalgia el llamar poco la atención. Para que nadie se me ría.

Lo mío tiene nombre. Eso del "nido vacío". Le tengo un miedo atroz y llevo meses entrenándome para enfrentarme y salir más o menos airosa. Soy bastante debilucha.

lunes, 21 de mayo de 2018

Urgencia

Llevo muy bien domadas las urgencias no urgentes. Por ejemplo, los viajes en verano. Yo haría mi viaje en otra estación pero las vacaciones son en agosto sí o si,  por lo que no me queda más remedio que ponerme a viajar en ese mes. Pero planificar desde febrero, como la mayoría de la gente que conozco hace... O incluso desde antes de Navidad. Planificar con tanta antelación va contra mis principios. Pero la gente ve urgencia donde no la hay. Por sacarse vuelos baratos y chollos en los que yo nunca pienso.

Es que además ni siquiera sé si me iré de viaje este verano.

Pero estos días la urgencia no urgente que peor llevo son los estudios de mi hijo, que ya acaba Bachillerato. Gente que veo, gente que me pregunta que qué va a estudiar el niño. Y ya no sé qué responder para no parecer borde. O ida.

Así que me lo cuento aquí y me quedo tranquila.

Él va a cumplir dieciocho. No sé por qué no se lo preguntan a él. Aunque temo muchísimo que se vaya y sé que mi síndrome de nido vacío será de aúpa, tengo claro que así debe ser. Y él chaval debe elegir. O esperar si aún no tiene claro qué elegir. Pero me preguntan a mi y no sé cómo responder que el tiempo de decidir por él ya casi acabó.

Es jodido tomar una decisión que implica toda una vida futura en un plazo tan breve y sobre todo, con la mayoría de edad recién cumplida. A qué ciudad se irá a estudiar. Sobre todo, qué estudiará. Él no debería tomar una decisión movido por la urgencia y por lo que "todos sus compañeros hacen"

Sobre todo, son muy jodidos los años de Bachillerato. Sé que gran parte de lo que él ha aprendido durante sus años de Instituto ha sido por lecturas y vivencias personales (no por unos planes de estudio a menudo absurdos) y jode muchísimo que en este segundo año le hayan preparado (y a todos sus compañeros) para una estúpida prueba de Selectividad en la que cuentan decenas de datos memorizados para obtener porcentajes y notas de corte. Y no cuenta madurez, ni autonomía, ni capacidad de tomar decisiones o de aprender por uno mismo. 

Hemos hablado, él y yo, de que no hay necesidad de precipitarse. De reflexionar bien. de tomarse un año sabático y quizás viajar, hacer un voluntariado, sacarse incluso el carnet de conducir. de pensarlo bien, hacer otras cosas diferentes al estudio y la memoria, otras experiencias.

Pero tampoco quiero influir demasiado. Ni quiero correr. Quizás lo que ocurre es que tengo mucho miedo de cómo corre el tiempo.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Eventos absurdos: reuniones de ex-compañeras de colegio

Me llamó mi amiga A. contándome que se está organizando un encuentro de ex-compañeras del colegio. Como todas estamos cumpliendo 50 años, supongo que será por eso, celebrar una catársis colectiva. Yo me lo veía venir porque son eventos que están de moda y mi amiga ya sabe que yo los aborrezco. Pero no se si por ingenua o por tentarme, me llamó para convencerme de que me uniera al grupo de whatssap. "Las chicas del (nombre de nuestro cole)" se llama. Un horror, un horror, un horror.

Mi amiga me insistió más de la cuenta, terminé medio cabreada con ella aunque no se lo dije. Ella siempre ha sido más sociable y guarda mejores recuerdos del cole. Hasta conserva amigas, cosas que yo no. Yo sólo la conservo a ella. Me dijo que vale, que seguía traumatizada con la época del colegio y eso fue lo que me cabreó. ¿Es un síntoma de seguir traumatizada el guardar rencor a algunas ex-compañeras? Sea lo que sea, tenga yo o no tenga trauma, no es esa la razón de mi negativa a no participar del evento.

El caso es que me parece un invento absurdo, contactar con gente de hace cuarenta años que ni me va ni me viene. Quizás reunirme a tomar una cerveza con tres o cuatro, vale. Recuerdo con agrado a sólo tres o cuatro. Pero al resto que le den. A unas por inanes. Niñas con las que apenas hablaba, de las que apenas recuerdo la cara, que ni jugaban ni se sentaban conmigo, que no dejaron recuerdo. No tengo energía para ellas.

Y las otras, a esas que guardo rencor (quizás sigo traumatizada) por ser gente mala. Niñas que insultaban, se burlaban en clase de gimnasia, te miraban con risitas, cosas así que hoy los padres no aguantan y hace cuarenta años soportábamos a duras penas. Ni mucho menos tengo energías para verlas. Me hicieron daño y no sólo a mi, también hacían daño a A. y a otras niñas tímidas y/o feuchas. Quizás si aceptara participar del encuentro de ex-compañeras y me las encontrara les diría unas cuantas verdades que a estas alturas, la verdad, para qué, qué necesidad.

No me apetece participar de un grupo de whassap para reírme de las que ahora están gordas y envejecidas y fueron en octavo las reinas de la belleza (quizás tampoco guarde tanto rencor). Tampoco me apetece cotillear en sus vidas, ni escudriñar sus fotos ni comprobar que sus trabajos son muchos más aburridos y tristes que el mío. No deseo saber si se divorciaron, enterarme de lo mal que llevan la adolescencia de sus hijos, enterarme de sus vidas mediocres o aburridas y complacerme de ello.

Mi amiga A. no entendió mis razones y me enfadé un poco.  Pero bueno, son cosas que se perdonan a las amigas.

miércoles, 11 de enero de 2017

Embate de la indignada

Yo llevo muy mal cuando la gente cabreada por algo intenta atraparme. Una compañera andaba enfadada por el retraso de una obra en el edificio donde trabajamos. Era uno de esos cabreos contra los que poco se puede hacer y además su fastidio era por un hecho que podría o no podría ocurrir. Es muy absurda la ira si desconocemos lo que va a pasar, es como una pérdida de tiempo, un desgaste inútil de energía, una especie de autoenvenenamiento.

Mi compañera me hablaba irritadísima. Su cólera me llegaba a oleadas, una ola, otra ola, una marea acongojante. La edad. eso es madurar: aguanté sin mover un músculo de la cara su fastidio. Yo la veía venir: quería atraparme, liarme en su mosqueo, es que me conoce y sabe lo tonta que soy y cómo me meto en la red yo solita. Pero no, ya digo que es la edad. Yo veía venir sus embates sulfurados y yo estoica, ciega no pero casi sorda. Intentando ser sorda. 

No va conmigo.
No me interesa.
No pico, joder. 

Y ella bla,bla,bla, tan enfadada, tan ineficazmente indignada. 

Acabé agotada pero limpia como una patena. 


domingo, 8 de enero de 2017

Llegar a vieja y ser una cutre

Esta frase la tengo al final de una entrada de hace tiempo, me gustó y la apunté como título de un post que quedó en borrador. Tengo muchas entradas en el borrador y las dejo como muestra arqueológica de lo que pensaba hace meses o años. La he intentado recuperar varias veces sin inspiración y ni siquiera se si hoy la lograré terminar.

Terror,ser vieja y cutre. Me tiraría por un barranco o me sometería a cualquier otro tipo de muerte rápida si me vuelvo una vieja cutre. No voy a poner aquí chorradas de esas de la juventud que se lleva en el corazón, incluso ahora que me empeño en repetirme frases bonitas para ser feliz.

(Eso también, lo de la felicidad)

 Llegar a vieja con orgullo, qué pasa, aunque falta ¿mucho? aún, pero se que seré una vieja que reivindique el término. Hasta acaricio la idea de ir dejándome, en unos años, el pelo blanco ideal de la muerte. Vieja filosofante, vieja plácida, vieja caminante, vieja reflexiva y locamente mindfullness; se intentará aunque el cutrerío aceche.

sábado, 27 de febrero de 2016

Decíamos ayer

He acabado de pasar unas doscientas fotos del móvil al portátil y de ahí al disco duro externo que acabará por transformarse en un mini-espacio-diógenes. Mi viejo pc lo petó ayer mismo. Fui a encenderlo y no encendió, consulté al doctor google sobre posibles soluciones, por consolarme pero se que no tiene arreglo. Era viejísimo, tardaba eones en arrancar y el ventilador sonaba como un viejo achacoso.

He repasado todas las fotos que acabo de archivar, fotos que van del otoño pasado al último viernes (como siempre, constato que salgo en pocas y bien, en menos; nunca jamás lograré ser fotogénica) y compruebo que he pasado el mismo tiempo sin escribir.

A mi me ha parecido un océano de tiempo que ha resultado fantástico: no he echado nada de menos este blog -a veces un poquito cuando sonaba alguna de esas canciones-. Hasta, lo reconozco, me he solazado este invierno con mi maldad de ex-escritora o ex-bloguera que mantiene en el olvido a su criatura. No ha sido sequía creativa, ni falta de inspiración. Ha sido un puro y avieso experimento de "a ver qué pasa conmigo" y mi poda radical de emociones.

Mi viejo pc estuvo meses arrinconado y creo que se me murió por inanición. Dejé de alimentarlo, yo que lo aporreaba a diario con mis dramas. Pobrecillo, tanta tabarra que le di durante años para acabar olvidado y un poquito despreciado. Lo que es el tiempo:unos meses tan solo -con un cambio de año entremedias- y parezco otra. Me gustaría saber ya qué sale de ésto.


viernes, 10 de julio de 2015

Verano mandala



Me compré un libro de mandalas para colorear. En la cola de la librería, una rubia miró mi libro, me miró a mi, miró al novio y resopló. No se si fue un resoplido de "vaya tía rara, las cosas que se compra" o un resoplido de "vaya tía molona, las cosas que se compra". Yo me inclino más bien por la primera opción porque creo que al resoplido le siguieron los ojos en blanco.

A mi me jodió un poco. A mi, aunque lo disimulo, me siguen jodiendo los resoplidos.

Mientras coloreo mis mandalas con toda la milimétrica paciencia del mundo y del verano entro en un estado zen muy chachi que, en realidad, no me sirve de gran cosa. Por ejemplo, aún no me explico con claridad por qué cerré este blog y tampoco me explico por qué hoy lo abrí. Voy improvisando colores y sigo el instinto que me pide azul, o me pide amarillo o me pide tonos rosados. Voy improvisando y sigo mi instinto que me pedía una página en blanco no para deshacer ni para borrar, sólo para disgregar cierto malestar difuso que no me explico pero estaba instalado tan campante.

Supongo que habré perdido todos los lectores pero confieso que no me perturba mucho.

Supongo que quiero nuevas páginas para colorear y hacerlo con cuidado y a conciencia.

Y sin resoplidos.