jueves, 30 de septiembre de 2010

Las pequeñas cosas que dan felicidad (título tópico donde los haya)

Ayer.

1. La boda de Muriel. Los niños estaban entretenidos arriba y me apalanqué en el sofá. Casi nunca veo tele a media tarde. Vamos, nunca. Ayer daban  La boda de Muriel en TCM. Es una peli que nunca te cansas de ver, nunca te cansas de tararear, siempre te deja feliz como una perdiz.

2. Bob Esponja. Me encanta. Son dibujitos totalmente petardos y escatológicos.  Ayer Patricio intentaba esconder un donut y resultaba asqueroso, asqueroso. Vivir en Fondo de Bikini por un rato despeja la mente y te devuelve al estado preadolescente.

3. El Parque. Se estaba fresco. Se respiraba calma.

Hoy.

4. E. contándome cosas (pero está resfriado y no quiere tomar caldo).

5. Cumpleaños de mi tía. Sopló una velita y le cantamos. No se lo esperaba.

6. Clase de relajación. Mi primo se empeñó en enseñarme, extendió una esterilla en el suelo. Me decía cómo debía respirar. Los niños correteaban por el piso y mi madre daba la lata. A mi me daba la risa.

7. Premio. Entro a repasar el blog, minerva me ha dejado un premio en su Sirena mirando al Sur. Me resulta muy bello ese pequeño universo de blogs entrelazados, esa forma de irnos comunicándonos, personas que nos hacen pensar y nos dan pequeñas alegrías. Gracias.

martes, 28 de septiembre de 2010

Efectos del gin-tónic

También es mi copa preferida. Hubo un tiempo en que le fui infiel con el Jack Daniel´s. Quedaba muy sexy pedir un Jack Daniel´s solo, con hielo, en la barra del bar. Yo soy así de tonta. Si no había Jack Daniel´s me pedía un White Label, también sólo. Yo me veía así muy dura y nada remilgada -lo dicho, lerda sin remedio-. Pero una noche me pasé de Jack Daniel´s y acabé de forma bastante patética (de la cama al váter y viceversa) y le cogí asquito. Entonces volví al gin-tónic, al que nunca debí abandonar.

Lo que jamás bebo son mezclas con refrescos. Los combinados con Coca-Cola me saben a jarabe, pueggg. No me gustan las bebidas azucaradas. Ni el ron miel y esas mariconadas.

De todas formas no son muchas las ocasiones en que me tomo una copa. Si lo hago después de una cena copiosa, me entra muy bien. El gin-tónic ayuda a hacer la digestión. Una vez, con una regla dolorosa que tuve -que no suelo tenerlas- mi hermana me dijo que me pusiera un copazo. La ginebra siempre se ha dicho que es buena para la dismenorrea.

Tampoco me produce resaca, aunque yo no bebo nunca más de dos copas, porque a) me siento embuchada y b) tampoco las noches dan de si como para tomarme más de dos copas (por cansancio mío, normalmente).

Así que tenemos:

1. Digestivo.
2. Antidismenorréico.
3. No produce grandes resacas -en dosis prudenciales-.

Lo que no sabía es que también ocasiona erecciones de tamaño considerable.

jueves, 23 de septiembre de 2010

La hora del recreo


Yo odiaba la hora del recreo. De lo poco que me gustaba el colegio, el recreo era lo peor. Las niñas pavas lo pasamos realmente mal jugando al pilla-pilla o al matar. Yo siempre prefería sentarme tranquilita y si no me llevaba un libro al patio era por no destacar aún más y ser además de la pava, la rarita.

Mi hijo mayor ha salido a mi. Hoy lloró y me hizo llorar. No son cosas graves pero si pequeñas heridas. Hipersensible. Rarito. A veces poco sociable (pero otras, en cambio extremadamente divertido y payasete). Como yo.

Que se jodan los guays.

martes, 21 de septiembre de 2010

Niña desconocida


He estado mirando fotos viejas en casa de mi tía. Son un puñado de fotos que estaban guardadas en la casa de la abuela y mi tía ha encontrado rebuscando y tirando trastos. Yo nunca había visto esas fotos. En muchas salen mis abuelos, los dos delgados y resultones. En la mayoría aparecen mi madre y mi tía, de niñas y de adolescentes. Mi madre siempre flaca y elegante, con la ropa que ella misma se cosía; mi tía con pinta de chicazo, pelo corto y cara de malas pulgas. En algunas fotos sale mi padre, de novio jovencito y espabilado; en unas pocas mis tíos, el pequeño, canijo y zarrapastroso y el mayor, el que se murió joven, guapo, con su halo de misterio -el misterio de mi tío al que nunca conocí, que era culto y dejó a una novia que incluso hoy en día llora por él-.

Encontré cinco o seis fotos donde salía una niña rubia de un año.
- ¿Quién es esta niña?
- - me contesta mi madre.
- Qué leche voy a ser yo. Yo nunca he tenido esa cara.

Y es cierto, no reconozco a esa niña, que en una foto sale con mi padre, en otra con mi tía y en otra con mi abuela.

- A ver tita, que mi madre está cegata, dime tú.

Mi tía, que es muy prudente, me contesta: Pues yo creo que eres tú.

- Vaya tela, parece mentira. Mamá, que me has parido y no reconoces a tu hija. Que esa no soy yo!!!

Me ofusco, como siempre hago cuando se que llevo la razón y nadie me lo reconoce. Mi madre y mi tía calladitas, ya dudan y todo las pobres.

- Parece mentira que me confundais, que voy a ser yo esa niña, yo nunca he tenido esa cara.

Hasta que aparece una nueva foto y soy yo. La misma niña pero ahora soy yo. Es mi nariz, son mis cachetes, mi barbilla... es otro pelo, más rubio y muy lacio. Pero es la misma casa, su suelo de rombos. Es la cocina de mi abuela, veo la ventana que daba al patinillo. Es la mesa donde me sentaba cada día a comer. Es otra niña y soy yo, en fotos que nunca había visto, en una infancia que esta tarde he recuperado.

lunes, 20 de septiembre de 2010

La ciudad por detrás


Sólo viajando en tren se puede ver la ciudad por detrás. Los patios, huertos, cancelas, la ropa tendida, cuatro cabras canijas, chumberas que hacen el papel de cercado. La ciudad por detrás tiene un aire de abandono falso porque está llena de vida trasera y escondida. Hay gallinas, caminos de tierra por donde circula una única moto. Sorprendes a la gente en el patio de atrás, la gente que se sorprende del paso del tren.

Yo no veo el cutrerío. Estoy segura que el cutrerío de la imagen está ahí. El cutrerío de mi ciudad entera, aún más en la perspectiva de atrás. Pero yo no lo suelo ver. Quizás sea un problema de mi mente naif y semi-infantil.

Me encuentro a la gente y nos zampamos los dos besos, esos dos besos a los que suelo ser alérgica y que doy porque es una convención social. Tras los besos suelo soltar un catálogo absurdo de pamplinas. Creo que me ofusco. Quiero ser cortés, educada y simpática y se me trabuca la lengua y sólo acierto a decir lugares comunes y además, mal hilvanados. Qué absurdos son esos saludos, los de un instante, dos besos, tres pamplinas y adios, me alegra haberte visto. A mi no se me dan bien. Estos días he dado unos cuantos y cada vez más surrealistas, mis salidas.

Quizás por eso me entusiasman las ciudades por la parte de atrás, secretas, vitales y tan rutinarias, tan desapercibidas.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Muy punk


En el probador de Desigual me hice esta foto para que E. vea lo que llevo puesto.

Como esta mañana llovía y voy caminando al trabajo, no me pude poner las sandalias. A oscuras para no despertar a los niños busqué unos zapatos cerrados. Los únicos que iban bien con los pantalones eran esas zapatillas de deporte. Tuve en mis manos unos tacones que me encantan pero aprietan. Si yo fuera otra me habría colocado los tacones y el resultado de la foto habría sido muy diferente.

Por mucho que me empeñe en ser señorita, no me sale. Yo, con esa ropa de ahí arriba, estoy más feliz que un rucho.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Abecedario

Se la copio al blog de pétalo, me ha gustado la idea. Y voy a improvisar, a ver que me sale:

A. de anillo. Tu anillo.

B. de blog. Mi vida en un blog -qué cursi-, mis pasiones en otro y para el trabajo, este año, pretendo llevar... ¿tres????

C. de cine. Que tampoco soy tan cinéfila como pueda parecer, ni por supuesto soy una gafapasta -muerte al gafapastismo-.

D. de dedos. Me gustan mis dedos.

E. de E.

F. de familia, pero familia extensa y en plan gallina clueca.

G. de gente, me gusta mirar a la gente.

H. de hablar, tengo días de hablar como una lora y días de hablar lo justo, a veces hasta gruño. Sobre todo por las mañanas -aunque, ahora que caigo, llevo muchas mañanas con buen despertar-.

I. de ingenua.

J. de joder, pero en el buen sentido.

K. de radikal con k, que es una cosa que cada vez me repatea más. Y más.

L. de leer. O de libro. En la mesilla tengo dos bien gordos, uno acabado de empezar y otro, de chorrocientas páginas (mmmm), en espera.

M. de mar{{EJR}}

N. de navidad. Porque soy ingenua.

Ñ. de ñam. Ja, ja, ñam, ñam.

O. de ojos, que también me gustan. Los míos.

P. de pasear, que es mi deporte favorito ( y mirando a la gente. O escaparates. O el mar)

Q. de queso. Está claro.

R. de ratonear. Clarísimo, clarinete.

S. de sodomizar. Que es una acción muy propia para hacer con pañuelo palestino.

T. de tren. Nada como viajar en tren, la de idas de olla que he tenido yo mirando por la ventanilla de un tren. Las ciudades desde la parte de atrás. Y las estaciones de tren.

U. de uñas de los pies, que por primera vez en mi vida he llevado pintadas, este verano.

V. de verano. Aunque si siempre fuera verano sería un tostón.

W. de wish you were here.

X. del Xerez, ese equipo de Segunda que el año pasado estuvo en Primera. En el albúm de la Liga ocupa las últimas páginas. Aunque el Cádiz de mis amores ya ni aparece. Snif.

Y. de yoga, que es la última tontuna por la que me ha dado pensar, para ver si me relajo. Miro el horario en un gimnasio del barrio, pero no, me viene fatal. Es la típica tontuna de septiembre.

Z. de zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Rebote del día

Me encanta volver al trabajo. Los primeros días son pura novedad y un poquito de despiste, que pasa pronto porque las pilas se recargan rápido. Este año tengo un par de novedades que supondrán algo más de curre pero muy gratificante.

Me fastidia disimular las ganas con las que vuelvo al trabajo en septiembre. Porque las vacaciones son chachi piruli, pero leche, a mi me entusiasma mi trabajo. Porque me siento útil. Porque me revitaliza. Porque me da una energía extraordinaria. Pero lo típico es quejarse de lo cortas que son las vacaciones y calcular cuánto queda para el próximo puente... Y no, no soy una aguafiestas ni una obsesa del trabajo, para nada. Pero me gusta mi trabajo. Mucho.

Esta mañana pillé un rebote. Hay gente que disimula poco lo poco que le gusta este trabajo. Peor aún: disimula poco y encima fastidia. Peor aún: demuestran una profesionalidad bajo mínimos. Y pocas ganas de enmendarla. Reviví los viejos tiempos cuando tenía cargo directivo y me alegré de nuevo de no tenerlo porque los rebotes sin cargo, de tú a tú son más honestos y llevaderos.

Pero que les den.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Retomando a los clásicos

Estoy leyendo Los imperfeccionistas, que es una magnífica novela sobre el periodismo y las miserias de la gente que trabaja en él. No es demasiado larga y a estas alturas ya debería haberla terminado, pero entremedias, ay, me enganché a Batman:Año Uno. La compré en la papelería del barrio, es el primer número de una colección, la típica colección de cómics de septiembre. Así que ahora ando en plena batmanía. Tengo unos cuantos batmans arriba que he de revisar y ya me he zampado de nuevo entera la Guía de Batman, que repasa a todos los personajes y escenarios. Y me estoy bajando Batman begins, solo he visto una vez y en cine de verano, que cunde poco.

En mi camino de retorno a los clásicos, ayer vi el nuevo Karate Kid. No seré yo quien menosprecie remakes de clásicos, para nada. No tengo alma de crítica. Además, me lo pasé pipa. El nene Smith es un fiera, el entrenamiento -ponte chaqueta, quitate chaqueta- tiene menos encanto que dar cera, pero también mola, y el combate final es emocionante. Está claro que prefiero el clásico Karate Kid, pero es por una cuestión generacional. Por eso me molestó una crítica leída en prensa: si, vale, ninguna de las dos son pelis magistrales, pero la peña disfruta. Jo, al final del combate todo el cine aplaudió: a mi esas cosas me llegan al alma.