viernes, 29 de noviembre de 2013

El sexo y lo pedante

Estaba leyendo ese bloj enorme que es Vicisitud y sordidez y caí en un post de Paco Fox sobre pedantes (disculpen si no lo enlazo, mejor lean el bloj que no tiene desperdicio). Como es obvio, en Vicisitud y sordidez profesan un enorme cariño hacia los pedantes, especialmente los de internet. Luego, ayer mismo, me topé en twitter con un pequeño pero intenso debate sobre Cásate y se sumisa. Miren que 140 caracteres no da para mucho, eh, pero hay twitteros que son capaces de las más grandes pedanterías en los 140 y hasta en menos. Son ídolos.

Yo andaba rumiando un post de esos impactantes para la etiqueta "antiteoría D/s", que la tengo tan olvidada, y había pensado escribir una comparativa entre la D/s juguetona de las prácticas BDSM y ese concepto que nos traen en Cásate y se sumisa. No arrancaba mi post porque no he leído el libro y mi ética profesional me impide hablar sobre lo que no leo (no se si conocen mi proeza con la trilogía de las 50 sombras). Hasta estaba pensando en hacer trampa y escribir el post (y dar vidilla al apartado cachondo de este blog) y escurrir el bulto hablando de otros escritos sobre sumisión católica que si he leído.

Iba a ser un post de esos míos, simpáticos, cortitos y en los que muero por soltar un par de cochinadas. Argumentos tenía pensado un par, más mal que bien hilvanados , así que no iba a ser un post que dejara huella. La idea era reírme de unos, de otros y un rato también de mi y concluir en que el BDSM es superguay para disfrutarlo en pareja con cabezas bien amuebladas. Lo de siempre, vamos.

Pero se me quitaron las ganas ayer viendo el nivel del personal en twitter. Yo no sé de dónde saca la peña esos términos apabullantes y cómo son capaces (en 140 caracteres) de argumentar con sustantivos y adjetivos DE LOS DIFÍCILES.  A mi, debates así, me generan estrés y sobre todo, me bajan la autoestima pero a lo bestia. Porque ya saben (lo repito mucho aquí) que mi capacidad para escribir textos con profundidad intelectual es muy limitado. No se si es una tara mía o que, en el fondo, y aunque me crea INTELIGENTÍSIMA, soy de una simpleza letal.

La etiqueta "antiteoría D/s" de este blog se queda, por el momento, en las 63 entradas molonas y no se por cuánto tiempo. Este blog tiene 5 años y corre el peligro de repetir temas (lo cual me importa bien poco, así que tampoco es excusa y no se ni por qué lo pongo, pero mola ponerlo. Lo de los 5 años). Un día que me pille inspirada escribiré el post de Cásate y se sumisa u otro similar sobre el matrimonio católico y la conexión-BDSM. Pero prometo que usaré palabras fáciles.

martes, 26 de noviembre de 2013

La insociable se sigue esforzando

No se imaginan cuánto. Si no entro a actualizar el blog es porque estoy socializando que te cagas. Unos ejemplos:

Me apunto a unas jornadas de formación. Yo las hago por amor al arte, de verdad de la buena. No por las horas del sexenio, que ya las tengo todas. Cada año me repito que no haré más cursos ni jornadas ni estaré en grupos de trabajo ni coordinaciones de nada, pero siempre pico. Lo malo de esos cursos es que nunca conozco a nadie. Fui a unas jornadas en un hotel, con sesenta colegas y no conocía a ni uno. Las jornadas son muy molonas pero las insociables sufrimos lo indecible con la pausa para el café. Yo odio las pausas para el café de la tarde porque ni tomo café a esas horas ni necesito descansar. Yo quiero que todo acabe cuanto antes y volver a mi cubil. La pausa del café de la semana pasada la llevé lo buenamente que pude: saludé a unas colegas que no conocía de nada pero eran de la ciudad donde trabaja mi hermana; me fumé un cigarrito por hacer algo, intenté acercarme a un grupito que hablaba en voz alta sobre problemas que se habían planteado en la hora anterior, pero no pegué la hebra con nadie. Un patetismo rayano en lo inmisericorde.

Me apunto al almuerzo de Navidad del trabajo . Este año hemos reservado un restaurante de los buenos. Si el plan hubiera sido repetir lo del año anterior, paso (cosa que hice el año anterior). Puse mi nombre en la lista y mientras lo hacía mascullaba, me voy a apuntar pero lo mismo ni voy. Juego el rol de LA IMPREDECIBLE.  También me apunté al amigo invisible y juro que el esfuerzo fue casi sobrehumano. Me tocó una compañera de las fáciles y ahí me libro, pero la angustia del día de INTERCAMBIO DE REGALOS no me la quita nadie. Claro que siempre es mejor participar que sufrir esa hora en soledad.

Tuve un día de fiesta de cumpleaños con mi pandilla de toda la vida (y algún agregado). Hice lo que siempre hago: montar el show , eso que a las tímidas sin vergüenza se nos da tan bien. Luego, el subidón extrovertido me dura un par de días donde lo flipo: charlo con todo el mundo, cuento anécdotas y me lanzo al mundo ancho y ajeno. A veces dudo de ser yo.

Como ven, hago un esfuerzo del carajo.

martes, 12 de noviembre de 2013

roxanne busca

Hay un sueño que se me repite con irritante frecuencia. Es de noche y camino con cierta prisa por las calles de mi ciudad, en la antigua zona de bares del centro, el viejo territorio de una movida que ya no existe. Busco a alguien pero en mi sueño nunca se específicamente quién es. Un tío, eso si, eso está claro. Busco a un hombre con el que me quiero acostar. Un hombre al que conozco pero en mi sueño nunca lo identifico con alguien concreto, quizás sea una suma de diferentes hombres que he deseado. El deseo sexual está muy presente en mi sueño. Camino con prisa pero no entro en ningún bar porque voy sola y es un corte entrar sola en los bares. Lo único que hago es rular entre los grupos de bebedores de la acera y asomarme con disimulo a las puertas de los garitos. Nunca encuentro a quien busco y me despierto con ese deseo sin saciar. Ojo, no me despierto caliente como una gata en celo. Me despierto con una fastidiosa sensación de vacío espiritual, una cosa muy metafísica (y a la vez, levemente carnal).

Me irrita ese sueño recurrente porque mis tiempos de buscadora se fueron para no volver. Supongo que es un sueño debido al peso morrocotudo de horas  y horas de búsqueda del hombre ideal que además me pegara un buen polvo, cuando yo tenía veinte años. Yo salía absolutamente todos los fines de semana con mis dos amigas y no disfrutaba de ellas ni con ellas. Yo buscaba por los bares pensando que lo que encontrara me haría feliz. A veces me topaba con EL (que unas veces era P. o S. o J. o J.C. ;  yo qué se) y le robaba un par de besos y muchos jijiji jajaja y ya con eso era feliz. En contadas ocasiones me llevaba el gato al agua (a EL a la cama) pero bastaron para crear la fantasía de que noche de marcha podía equivaler a noche de sexo ( y AMOR). Sólo había que esperar a la conjunción astral adecuada.

Mi irritante y recurrente sueño no se debe a deseos insatisfechos, creo yo. No me psicoanalizo ni miro en manuales de interpretación de sueños ni querría que nadie lo hiciera por mi (para no perder el tiempo y para dejar claro lo soberbia que soy). En realidad escribir sobre ello me basta. Dentro de unos días, cuando lo relea quizás piense lo absurda que puedo llegar a ser.


sábado, 9 de noviembre de 2013

El erotismo cotidiano

Hablo de bragas de algodón. De conjuntos de bragas y sujetador que no van a juego. De follar con calcetines cuando es invierno y el cuarto amanece helado. De follar con el pelo revuelto. De follar sin estar perfectamente depilada.

También hablo del erotismo de un sofá con una comedia tonta en la tele, de magreos bajo la manta y juguetes de los niños tirados por el suelo. De una habitación sin sábanas de seda. De piel que huele a gel de baño de marca blanca.

El erotismo que nunca sale en las películas y en los relatos, el que nunca leo. Sin velas ni incienso, sin cava, sin pétalos de rosa.

Los pantalones medio bajados, las tetas por fuera del sujetador, las risitas cuando la polla no acaba de encontrar su lugar, follar en zapatillas, follar en bata, follar con el vestido mañanero del verano, un poquito sudado.

Y las tonterías mientras follas. Las frases intrascendentes, los apelativos guarros; los juegos que no salen como en los libros pero te ríes, los juguetes que no encuentras en el cajón de la ropa interior, las posturas que no terminan de convencer, el vientre hinchado tras un no parar de jadeos, las sábanas manchadas de semen o quizás un poquito de sangre menstrual y a poner la lavadora, el olor de lo cotidiano.




viernes, 8 de noviembre de 2013

"Días idénticos a nubes"

Así era el título de una novela que sólo tuvo cuatro capítulos. Recurrí al viejo truco (tan gafapasta) de utilizar un trozo de verso que sólo los entendidos conocen. Al menos eso pensaba yo, con ese título copiado del poema "Adolescente fui en días idénticos a nubes" de Luis Cernuda. Cuando yo me creía la adolescente más única e inigualable del mundo.

Yo me iba con una libreta a la Biblioteca Municipal a devorar y copiar poemas. Estaba convencida de que Cernuda me hablaba mi, sus versos eran para mi, su sensibilidad, su angustia, su dolor eran como los míos. Cuando eres adolescente te crees el ombligo del mundo.

Ahora se celebra no se qué aniversario del poeta y leo en la prensa que en Sevilla le ningunean; leo también a columnistas que se indignan por este hecho. A mi es que celebrar aniversarios de nacimientos o defunciones de celebridades me da una pereza tremenda y me resulta un ejercicio de soberana hipocresía. No obstante, recurrí a Cernuda para este post y repasé algunos de esos poemas que me supe de memoria.

Qué ruido tan triste

Diré cómo nacisteis

Donde habite el olvido

Y me doy cuenta que, es terrible, esos poemas no me estremecen. Que si me conmueven, lo hacen como un pequeño escozor de nostalgia. Que los leo sin echar de menos aquel dolor de amor, aquellas heridas apasionadas que nunca me molestaba en cerrar.

Supongo que me hago mayor.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Cuentacuentos

Siempre he contado cuentos y creo que lo hago bien. Cuando era adolescente me gustaba reunir a mis primos pequeños y dejarlos embobados a base de cuentos. Siempre del rollo clásico: una Blancanieves, un Pulgarcito, nada de esos cuentos postmodernos donde Caperucita es más lista que el lobo. Me gustaba sorprenderlos con cuentos clásicos pero casi desconocidos: Piel de Asno, Riquete el del Copete, Los siete cisnes. Y La reina de las nieves, ese increible cuento de Andersen.

Me gusta tener mi público alrededor y embelesarlo. No soy una cuentacuentos que utilice parafernalia. No me pongo sombreros estrafalarios ni nariz de payaso. No saco marionetas (que me dan grima) ni me pongo pelucas. Yo cuento cuentos a pelo, de memoria y con pasión. Me gusta contarlos de pie, yendo de un lado a otro y gesticulando mucho con las manos. A veces pongo caras y hago muecas, pero no abuso.

La clave de un buen cuento es la voz. Yo creo voces de princesas, de brujas y de apuestos caballeros. Paso de narrador a protagonista y de ahí a personaje secundario con convicción y sin aspavientos. La clave de un buen cuento es dejar que los oyentes imaginen sólo con escuchar los cambios de registro de la voz.

La clave de un buen cuento es la emoción. Narrar con el alma y con la confianza de que es un buen cuento el que estás contando. Tratar a tu público como gente inteligente que sabe que tu narración es pura fantasía aunque al protagonista le hagan todas las putadas del mundo. Que sabe que hay cuentos crueles y cuentos con final feliz.

Casi todos los días cuento cuentos a un público unas veces más entregado y otras menos. Intento que sean cortos cuentos que hilvano e improviso. No me los invento, son cuentos que hubo y habrá y a veces mi público se entera del rollo y otras no, depende del día y de la hora. Me gusta con locura mi público. Intento mirarles a los ojos y si no me miran, les busco la mirada. Adoro asustarlos un poquito y asombrarlos algo más. Querría contribuir a sus sueños.


lunes, 4 de noviembre de 2013

Un domingo en el campo

Yo he sido una dominguera militante, de ir al campo en familia (abuela, padres, hermanas, primos y titas) y montar un campamento absolutamente dominguero al que no le faltaba un detalle. Yo era de las que sufrían de pensar que nuestro sitio, en el llano más chulo del campo, pudiera estar ocupado por una familia más dominguera que la nuestra. Nosotros madrugábamos en domingo para coger sitio en el mejor llano de la zona, a saber, aquel con hierba sin pisotear, con cachos de sol y cachos de sombra, suficientemente llano para poner mesa, sillas de playa y con un rinconcito para que mi abuelo pudiera echar la siesta. Un miniapartamento en el campo, vaya.

Ahora lo pienso y abomino, pero en aquella época el domingo de campo era imprescindible para ser feliz:

- una candela para echarle palitos y ver cómo arden.
- una cama de helechos para ver las nubes pasar.
- una mesa llena de comida deliciosa de mi abuela.
- una manta sobre la hierba para hacer el pino y dar volteretas.
- un río para tirar piedras.
- un sendero para imaginar aventuras con ladrones y bandidos.
- un bosque galería tenebroso para fantasear con hadas y duendes malvados.
y
- asar castañas
- observar bichos
- escuchar el agua del arroyo, los pájaros, la brisa en los árboles
- leer al sol
- oler a leña que arde y a humo
- soñar despierta.

Ya no soy dominguera militante y cuando paseo por el campo solo hago eso, pasear y si es tiempo, busco setas. Ya no están los abuelos y la familia extensa se entretiene los domingos con otras cosas. Los lugares donde acampábamos están cerrados, acotados, restringidos al paso, protegidos (y bien que sea así). Y de la lista anterior ya sólo hago un par de cosas.