sábado, 31 de agosto de 2019

Algunos libros buenos

De memoria y sólo anotando los que me han gustado muchísimo a lo largo de dos años, estos son:

 - La colina de Watership, de Richard Adams: yo pensaba que iba a leer un cuento tierno sobre conejos y me encontré con luchas despiadadas por el territorio, trampas, persecuciones y hasta aprendí lo letales que son las patas de un conejo fuerte como Pelucón.

. El Terror, de Dan Simmons: yo soy muy fan de las novelas de Hyperion pero en El Terror se impone la horrible historia real sobre los elementos fantásticos, que me emocionaron menos. La leí el verano pasado y aún así hubo pasajes que me dejaron literalemente muerta de frío y miedo. Resulta farragosa cuando Dan Simmons se para a describir las tremendas penurias de la expedición. El escorbuto, aún tengo pesadillas.

.  Me gustó sin esperarlo La vida de Pi, de Yann Martel. Me esperaba un tostón lacrimógeno-místico y para nada. La película no tengo intención de verla.

. Tuve la paciencia de leerme La muerte del padre de Karl Ove . Estuve atascada a la mitad -cuando se va a vivir con su primera mujer- y casi no la acabo. Ya en la segunda parte, cuando se pone a limpiar la casa del padre me embalé y la disfruté. Pero agota tanto que no creo pueda leerme la obra completa. Karl Ove, Karl Ove... qué paciencia.

. Carbono modificado, de Richard Morgan me pareció alucinante. Mezcla novela negra con distopía chunga que me pone loquísima. Esperando a que publiquen la segunda parte. La serie es una mierda.

- Tenías unas ganas horrorosas de leer El Libro del Día del Juicio Final, de Connie Willis y por fin lo encontré en una librería de segunda mano. Pero me aburrió a ratos, sobre todo las partes que transcurren en el presente.

. Me divertí mucho con American Gods de Neil Gaiman pero mejor aún ha sido leer Neverwhere, que me recordaba a Las Puertas de Anubis y que tiene un personaje tan chulo como el Marqués de Carabás. (Y El gato con botas siempre fue uno de mis cuentos favoritos).

. Es cierto que Las Puertas de Anubis dejan poso. Ahora estoy acabando Esencia Oscura, que mezcla las locuras fantásticas de Tim Powers con el asedio de Viena de Soleimán el Magnífico, los jenízaros y toda la pesca. Me resulta algo deslavazada y lenta a ratos, aunque me entran unas ganas tremendas de beber cerveza.  Disfruté más con En costas extrañas, que va de piratas, vudú y salen tipos tan flipantes como Barbanegra. Tengo que leerme todo Tim Powers porque es un autor increíble.

. Poco a poco me voy leyendo todo Stephen King. Muchos relatos. La trilogía de Mr Mercedes (la mejor, la primera novela). Y sobre todo, sobre todo, Casa Negra, que es una continuación de El Talismán, pero mejor. Da mucho miedito, con personajes malos sin fantasía. Y unos moteros filósofos que son de esos personajes molones que se inventa Stephen King y por eso hay que reverenciarle.

. Y estoy casi acabando la Saga de Geralt de Rivia, aunque haciendo trampas porque la empecé por la mitad. Yo pensaba que eran  novelitas fantásticas del montón y resulta que el señor Sapkowski se inventó un mundo apabullante y cero ñoño. Hasta, glups, mejor que Canción de Hielo y Fuego.

. A la espera y a la mitad tengo Picnic extraterrestre, pero es tan tan deprimente que no sé si la acabaré. Me pasó lo mismo con 2666 de Bolaño, no consigo avanzar en la parte que transcurre en Ciudad Juárez.

. Y acabo de empezar Botchan con muchisimas ganas.

domingo, 11 de agosto de 2019

Mi identidad

Cada cierto tiempo tengo un conflicto con mi identidad; no le llamaremos crisis porque no me gusta el drama. Hay memes que hacen risa con la imagen que proyectamos a los demás, la que pensamos que somos y la que nos gustaría ser. Así ando yo, carne de meme con la identidad en tránsito.

No he calculado cada cuánto ocurren, mis conflictos con la identidad,  pero tengo la impresión de que no se percata nadie. Esa imagen con la que me ven los demás creo yo que permanece inalterada. Está claro que yo no voy contando estas paranoias a cualquiera.

Me encantaba ese piropo que me han dicho en ocasiones: tía, eres auténtica. Pero qué cachondo que me lo dijeran ahora mismo. ¿Auténtica en qué sentido? ¿La auténtica de hace diez años? ¿La de los 90? Menudo timo de piropo. O menudo timo la presunta autenticidad mía de hace diez años. Folladora desprejuiciada, libertina y masoquista. Tenía tantos adjetivos y tenía tantas frases a componer. Tan fácil escribir y con tan escasos escrúpulos.

Ahora sigo sin escrúpulos, qué coño, pero no me viene bien este estar acartonada, lacia, sin sangre y sin deseo. No fui a terapia ni hice indagaciones sobre mi astenia sexual, astenia absoluta. Pero no me autocompadezco, lo cual está de puta madre. Ahí sí que sigo siendo auténtica.


jueves, 14 de marzo de 2019

La fiesta de M.

Primero vino la sorpresa y luego la fiesta. La sorpresa fuimos nosotras porque la fiesta la tenía M. perfectamente planificada. Ella, que parece llevar una vida caótica, en realidad calcula y planea hasta la obsesión. Es tremenda y a veces me asusta porque es más chica que yo y sin embargo no suele dejar nada -casi nada- a la improvisación.

Así que lloró a todo trapo cuando nos vio porque tenía su fiesta planificada pero no a nosotras. Y a ella las sorpresas buenas le provocan llanto porque es extremadamente sensible. Hasta más que yo.

La fiesta fue una pasada por la gente que vino. Unas cuarenta personas que ella había escogido con cuidado porque representan las etapas que ha ido viviendo y ella vive con pasión. Así que por el camino se le ha quemado mucha gente y en la fiesta estaban los que se supone que de verdad la quieren.

Yo apenas conocía a nadie pero en vez de agobiarme aquello me dio una energía muy chula. Era gente a la que probablemente no vuelva a ver en mi puñetera vida y di conversación a aquellos que me entraban por el ojo de primeras. De los cuarenta, dejé sin saludar a dos que me cayeron mal nada más entrar por la puerta e ipso facto les eché la cruz. Con el resto fui charlando a ratos, a muchos les confesé que era como si les conociera de toda la vida porque M. habla mucho de sus amigos, y de manera apasionada siempre. Así que en general me resultó muy fácil la conversación y hasta de algunos me despedí como si ya fueran amigos del alma míos, también.

También hubo ratos en los que estuve sin nadie con quien charlar pero mantuve el ánimo. Puede que sea la gran ventaja de ser una señora de cincuenta, que ya empieza una a estar por encima del bien y del mal. Lo de señora se lo copié a una de las invitadas. Decía que le encanta ser una señora y que se dirijan a ella así y qué coño, la admiré un rato por elegante y glamurosa.

También envidié un rato a M. porque está haciendo las cosas que yo siempre quise hacer y nunca fui capaz. Lo que pasa es que ya la envidio sin que me duela.

No tengo ni una foto de la fiesta porque apenas se hicieron. La gente se dedicó a charlar, a comer y beber y a ratos a fumar en la calle, pero pocas fotos y sólo al final, antes de irnos y yo pude no colarme en ninguna. Así que las caras de esa gente las tengo ya olvidadas, pero no me importa.

Y lo mejor de todo, eso que parece estar identificando a mi madurez, es que no me encoñé de nadie, con la de gente sexy, atractiva y de putísima madre que se reunió allí. Yo, que en cada fiesta y reunión a la que he asistido he sufrido de amor, considero un regalo no ponerme cachonda ni un momento. A la mañana siguiente lo único que me dolía era la cabeza por haber dormido poco y me sentía triste porque a M. no la volveré a ver hasta dentro de muchos meses. Pero a eso ya me he acostumbrado.