lunes, 30 de diciembre de 2013

Post fin de año

Me he cascado dos entradas al blog en un rato que llevo aquí sentada y los dos los tengo guardados en borradores. Uno es del tipo frívolo-costumbrista pero no me sale escribirle una conclusión. El otro me ha salido tristísimo, aunque muy bonito y gris, muy melancólico y muy bien acabado pero ponerlo de post fin de año queda feo.

Tampoco quiero escribir el típico post deseando Feliz Año Nuevo a los lectores (porque tampoco sé si me queda algún lector). Ya saben, si me siguen, que yo voy de guay. Y el post de resumen del año, o ese tan cuqui de propósitos para el año que viene, ni lo hice nunca ni lo haré jamás.

Así que estoy bloqueada, porque yo quería despedir el año con un post que hablara de sexo y guarrerías genitales pero lo que pasa es que no me quiero repetir. Que ya son cinco años de blog y las ideas a veces no dan más de si. Yo quería escribir sobre ser una cachonda y una zorra y dar un zas en toda la boca al fin de año y al brilli-brilli, pero me iba a salir una cosa dogmática y lenta. La idea era poner un título con la palabra SEXO en alguna parte, porque atrae a lectores y sí, soy una bloguera que mendiga éxito y las mieles de la ciberfama. Ya se lo mala que es la ciberfama y lo engañosa, pero estamos en fin de año y es momento de sincerarse. Yo quería escribir sobre alcohol, sobre dramas, sobre lo poco que saben los varones sobre la cachondez femenina, sobre leyendas sexuales y las modelos de fotografía erótica que tanto molan a los blogueros machos. También tengo un post muy bonito sobre el mejor polvo que me echaron jamás; no se si lo publicaré alguna vez. Y un post sobre la Universidad que sólo tiene una frase y no sé cómo continuar. Y otro sobre Finlandia en plan combativo que no postearé nunca porque es aburrido.

Ni un post sobre el futuro y lo que vendrá.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Tolkien en Navidad

Ayer fui a ver El Hobbit número 2. Como soy tan influenciable, me dejé llevar por la épica y disfruté con Legolas correteando a orcos. Hasta me emocioné un pelín con la truño-historia de amor interracial. Pero eso no quita para que ande indignada con Peter Jackson y su prepotente manera de tratar al espectador.

Que tanto clímax agota y los reyes elfos grandilocuentes dan risa.

CUIDADO: rey elfo chachi
Los añadidos a la historia (más de la mitad) son absolutamente predecibles ( y la historia de amor interracial ya sabemos cómo va a acabar). Que Legolas está más fofo que en ESDLA y sin embargo más saltarín. Y Bilbo está, el pobre, de pegote y no mola nada. Que falta humor y sobra pretenciosidad. Que Jackson nos toma por tontos (lo mismo que hizo con King Kong).

Orgía de bichos en King Kong (2005)

Yo no soy una purista de Tolkien, aunque tengo todas las papeletas para serlo. Me lo leí todo y me lo volví a leer en mi tierna juventud y tengo los libros manchados, manoseados y requetesobados. Cuando estrenaron la trilogía ESDLA lloré de la emoción. Era casi lo que esperaba: La Comarca. Moria y el Balrog. La batalla del Abismo de Helm. El rey Theoden. Casi todo. Me sobraron algunas cursiladas de Arwen y de Galadriel (me sobra toda Galadriel en realidad) y también me sobraron las eternas escenas del final.

Galadriel la ñoña etérea

Pero vale, no le daba un DIEZ pero el notable alto seguro que sí. A este Hobbit número dos le doy un cinco pelao y gracias. Porque los niños no pestañearon en las dos horas y media largas de cine y me aseguran que fue chulísima, por eso.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Ciclogénesis

El día de mi cumpleaños amaneció con temporal. Yo pretendía levantarme tarde pero a las ocho parecía que se acababa el mundo. La calle se inundó y tuve que vigilar para que no me entrara agua en la casa. El patio era una desolación: ramas, hojas, la mesa volcada y ni rastro del mirlo que viene cada mañana a desayunar bichitos.

Luego se fueron levantando todos (éramos siete en casa) y hubo más desayunos, charlas, carreras de los niños. Dejó de llover y no entró el agua en casa. Encendí el árbol. Hubo regalos. Hubo ropa amontonada y pintalabios, planchas para el pelo y muchas risas.

Hubo felicitaciones, muchas. Hubo tarta de cumpleaños y olvidé pedir un deseo antes de apagar las velas.

sábado, 14 de diciembre de 2013

El cine erótico y las intensas

Le echo un vistazo al trailer de Nymphomaniac. La última cagada  obra de Lars von Trier. Sale Charlotte Gainsbourg (que me cae simpática porque tiene cara caballuna como la mía). Yo con ver el trailer ya me huelo lo peor. Esta mal condenar sólo con el trailer, lo se, pero con el amigo Lars no puedo. Ver a la Gainsbourg diciendo toda intensa: soy ninfómana, es muy duro a mis años. Esa falta de chispa, ni un miligramo de gracia, ni una pizquita de humor.

Yo llevo muy mal a las intensas que salen en las películas eróticas. Todas sufren mucho cuando follan. En Nymphomaniac la tesis es: las tias que follan mucho tienen un trauma de la niñez. Joder. Pasa en casi todas las pelis eróticas. Promiscuas dolientes y sin humor.

En este top de películas eróticas no se salva casi ninguna de la intensidad. Estas son algunas de mis intensas favoritas:

Lucía, la de Lucía y el sexo, que lo vivía con cara de arrebato constante; se supone que era una cachonda pero Medem yo creo que no ha visto a una mujer cachonda en su vida. Ni sexualmente cachonda ni cachonda a secas.

En la inefable Instinto básico, Mrs Stone -eternamente anclada al papel de perra mala-  hace todo el rato de mujer sexualmente activa pero que en realidad sufre por ello. Sabemos que eso es lo que le pasa a las malas perras. Lo mismo que a Demi Moore en Acoso, que por acosar a Michael el babas Douglas,  jamás hallará la paz en este mundo. Acumuló mal karma para decenas de años.

Las dos pavas de Juegos salvajes también van de megaintensas toda la peli. No recuerdo bien, pero una era una tarada y otra una drogata y montan una escena de trío con el pringado Matt Dillon que da verguenza ajena. Tirando champan del caro. Sufriendo a lo grande. Terminan mal las dos, creo.

Hace poco vi Melissa P. Una con María Valverde que más intensa no la hay. Va de adolescente que descubre el sexo y el sufrir a la vez. Marcada pa to la vida. Un asco. Para echar la pota no una, varias veces. La niña-mujer iniciada más intensa del cine de los últimos años. Que son legión.

En cine las mujeres la jodemos a base de bien. Yo casi no quiero ver pelis eróticas, para no pasarlo mal. Casi prefiero el porno sin argumentos, sin éxtasis y sin orgasmos dolorosos. Yo no se si es culpa de directores iluminados (el amigo Lars), guionistas egomaníacos, productores codiciosos, y tampoco quiero largar el rollo feminista de que una mujer directora no haría pelis asi, porque no tengo datos (¿Por qué no tengo datos, joder???). Y no me refiero al porno de mujeres de Erika Lust. No tengo datos de pelis de erotismo soft y comercial. No lo hacen las tías. Nada. Cero. Así que no se decir si habría o no habría intensidad.

Charlotte, con lo bien que me caes y cómo te has dejado llevar al ridículo, cabrona.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Aquella extraña pandilla

Cuando mi mejor amiga A. se hizo novia de J. cada uno trajo a sus amigos y se formó una pandilla rara. Las amigas de A. éramos un grupo maravilloso, ese que germinó de adolescentes en los ochenta y se hizo sólido de universitarias en Cádiz. Los amigos de J. eran una panda de tíos raros. Yo los conocí en mi primer Carnaval de Cádiz , pero pasé de ellos porque me parecieron feos y yo era así de gilipollas.

Cuando en primavera A. y J. comenzaron a salir, los amigos que trajo cada uno nos fuimos haciendo amigos; incluso yo, que soy muy reacia a las nuevas amistades y soy de círculo cerrado, me hice amiga de aquel hatajo de frikis. Era raros, lo juro, eran feos y sólo dos tenían habilidades sociales. Pero nos divertíamos.

Salíamos cada fin de semana y quedábamos en el mismo pub cutre que hacía esquina. Tres horas en aquel pub trasegando cervezas y trago largo (era mi época del Jack Daniel´s, cuando yo iba de chica-dura). Los frikis tenían una costumbre peculiar: cada noche pegaban la hebra con algún tipo más raro que ellos que pasara por allí y echaban el rato. No lo hacían para burlarse, yo creo que necesitaban contrastar sus rarezas con las de cualquier otro pringado.

Nos divertíamos. Salíamos en Carnavales con caja y bombo, nos disfrazábamos de cualquier manera y callejeábamos sin parar de cantar. Salíamos en Feria y mientras nosotras bailábamos en las casetas, ellos se apalancaban en la barra, sosísimos y cada vez más borrachos. Rodamos un corto. A. y J. dirigieron cada uno a su grupo, las chicas con A. y los chicos con J. y me sigo muriendo de risa cuando me pongo el DVD (y yo salgo horrorosa). Hacíamos fiestas en los pisos de los que ya teníamos piso y nos agolpábamos en la cocina para beber y no parar de reír. Eran raros y su humor era surrealista. Eran geniales.

Nunca me quise acostar con ninguno. Eran colegas, eran mi pandilla rara. Nunca intimé con ninguno pero a J. y a C. les tenía un afecto muy grande. Cuando A. y J. se divorciaron les dejamos de ver. La pandilla se rompió sin pena ni gloria. Desapareció.

A veces veo a J., que se volvió a casar y tiene dos críos pequeños. Está más calvo, mucho más delgado y se le ve cansado. Siempre me hace reír. También veo a veces a C. y le noto triste. No me atrevo a preguntarle por qué. Del resto,  no he vuelta a saber nada.


domingo, 1 de diciembre de 2013

Ñoñas que escuchan canciones de amor

Yo soy una ñoña de manual aunque no lo aparento. En realidad hago muy grandes esfuerzos por no aparentar mi ñoñez extrema. Yo soy de las que llora con cuatro chuminadas tontas: el final de una película, un trailer épico, una puesta de sol, una canción, un orgasmo. Lloro y me creo que LA VIDA  es así y también EL AMOR. Axiomas como la belleza, la maravilla y el poder del amor. Cosas así de superñoñas.

Yo soy una Mr Scrooge del romance y camino murmurando Paparruchas!!! ante cualquier manifestación de sensiblería romántica. Pero -muy de vez en cuando- me visitan Canciones de los Tiempos Pasados, Canciones del Presente y también Canciones de los Tiempos Futuros. Que me maten si confieso la canción que me visitó hace poco, la misma -puta perversión emocional- que estoy escuchando ahora.

Mis momentos de  ñoñería son como unas fiebres tercianas: me creo curada tras una temporada de sudores fríos y me lanzo a la calle más fresca que una lechuga. Me creo llena de anticuerpos contra el para siempre, ese que me inocularon hace tanto (con sobredosis de Disney supongo, como todas), me creo aguda y perspicaz, capaz de darle un zas en toda la boca al primer síntoma ñoño que me ataque.

Pero nah, llega la canción romántica de turno -esta que ni muerta confesaré- y otra vez con síntomas de calentura: pajaritos en la cabeza, fe, esperanza y hasta un poquito de caridad, las manos frías y una breve, pero insoportable, pesadez del corazón.