sábado, 29 de noviembre de 2008

Ser ninfómana

Casualmente estoy leyendo Diario de una ninfómana. Compre la novela la semana pasada en el Eroski, más bien me abalancé sobre ella. Esta mañana E. me preguntó si me siento ninfómana. Enredé mi respuesta, mis sensaciones pero no creo que lo que le haya contado sea lo definitivo. Como siempre, tengo que madurar y meditar sobre el asunto.

La historia-creo que autobiográfica- que cuenta Valerie Tasso en su novela no tiene nada que ver conmigo. Ella se define ninfómana y busca en sus relaciones sexuales entenderse a sí misma. Hay momentos muy duros, horribles. Y leyéndola, en ocasiones, se percibe que no disfruta.

He buscado definiciones y explicaciones y o bien asocian el término a cópula o bien lo asocian a adicción. En la primera acepción se queda corto. Copular es una pequeña porción en la identidad que yo llamo ninfómana. En la segunda, se queda largo. Asocia la ninfomanía a infelicidad, insatisfacción y desequilibrio emocional.

No encuentro otra palabra y me gusta definirme como ninfómana, pero démosle un nuevo significado. ¿Por qué no? Estoy en mi territorio. Y a E. le gusta.

Sexo inherente, genético, molecular. Exhalado y respirado. Vivido. Más allá del orgasmo y el coito. Piel, latidos, ojos. La ropa que llevo, la forma de caminar, un aura. Sin artificios. Sin pendejadas.

Natural.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Diferente perspectiva de los hechos

Ya he comentado en otra entrada cómo E. tiene, en ocasiones, perspectivas radicalmente opuestas a las mías. Él es cerebral y disecciona los hechos de manera limpia. Los aborda desde una línea cartesiana y a veces, fría.

No pongo objeción. Su visión es la que se impone, porque es su palabra y ya sabemos qué significado, qué poder tiene su palabra. Él tiene mi obediencia y como es práctico -y le admiro por ello- no creo que sea una molestia que sepa que soy una disidente.

Disidente en silencio, como es obvio. Pero disidente, dado que mi forma de afrontar la realidad no es práctica, ni metódica ni cerebral... ni quiero que sea así. No veo los hechos como Él los ve. Así me quedo tranquila. Yo sé que mi perspectiva queda intacta. Silenciosa, me da igual. El hecho es que existe.

También creo que soy más valiosa, para Él, así.

Y ahora me vienen muy bien The Clash.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Yo soy este desnudo mineral

Hoy ya sabe E. lo que pienso. He intentado escribir pero me salen bobadas y este no es un blog de baboseos, ni de cursiladas sumisiles.

Como quiero ser roca y E. ya sabe de mi autoestima en grado supino y también conoce la férrea seguridad que tengo en mi misma, me limitaré a poner aquí un poema que creo es muy bello. También la Suite Aire, de J.S. Bach por un motivo muy simple. El poema formó parte de un trabajo que hice y aquella era la música que lo acompañaba. Me hace bien leerlo y escuchar a Bach. Fortalece y reafirma.

El poema es de Pablo Neruda.

Yo soy este desnudo mineral

Yo soy este desnudo
mineral:
eco del subterráneo:
estoy alegre
de venir de tan lejos,
de tan tierra:
último soy, apenas
vísceras, cuerpo, manos,
que se apartaron sin saber por qué
de la roca materna,
sin esperanza de permanecer,
decidido al humano transitorio,
destinado a vivir y deshojarse.
Ah, ese destino
de la perpetuidad oscurecida,
del propio ser -granito sin estatua,
materia pura, irreductible, fría:
piedra fui:piedra oscura
y fue violenta la separación,
una herida en mi ajeno nacimiento:
quiero volver
a aquella certidumbre,
al descanso central, a la matriz
de la piedra materna
de donde no sé cómo ni sé cuándo
me desprendieron para disgregarme.






miércoles, 26 de noviembre de 2008

Baile lento

En octavo de EGB, con catorce años, fui a mi primera fiesta en plan adulto. Con AB, mi amiga de siempre. En nuestro colegio, en el aula, con los compañeros de clase. Yo pensaba que iba a ser la típica fiesta de patatas fritas y contar chistes pero no. Cuando llegamos ya había empezado, el aula estaba medio oscura y había parejas ¡bailando lento! Flipé (aunque en esa época no existía el verbo flipar, yo flipé)

Era la época de Grease, a finales de los 70. O justo en el año 80. A mis catorce años yo me daba poquito a valer. Era lo que hoy en día se conoce como nerd. Empollona, soñadora, solitaria como lema vital. Y llevaba unas gafas enormes y ho-rro-ro-sas.

Mi amiga AB era más sociable que yo y un compañero rechoncho la sacó a bailar. Yo miré de reojo y vi que una de las enteradas de la clase se morreaba con el novio. Y había bebidas alcohólicas. Otra compañera estaba borracha. Estábamos a puertas de los 80. Adolescentes del siglo XXI, ja.

El caso es que me refugié en una esquina, junto a la ventana. Eran vísperas de las vacaciones de Navidad y en el edificio de enfrente lucía un grandioso árbol lleno de luces. No le quité la vista al árbol ni un segundo. Me moría por que algún niño me sacara a bailar. Me hubiera muerto si eso ocurría.

Mi primer baile lento fue dos años después, en una fiesta de verano que organizó mi sempiterna -y queridísima- AB. Ni recuerdo el niño que me sacó, sólo que era del tipo chulillo. Yo no había avanzado en arreglo personal. Seguía siendo rarita e infantil. Megatímida. Y quería y no quería que aquello acabara. Recuerdo, por supuesto, la canción: Every breath you take, un exitazo aquel año.

martes, 25 de noviembre de 2008

En realidad no es complicado

No soy la amante de E. No soy una relación convencional. No debe haber lloriqueos, ni imposiciones. No debe haber chantaje emocional. Ningún enfado de amantes. No hay lugar para la riña, el cabreo tonto.

El cuadro de Egon Schiele de arriba es una imagen ideal de esclava. En reposo, entiéndase. Feliz, sin complicaciones. Atenta y a la expectativa, sin ansiedad. En reposo y dispuesta. Anteayer hice una bonita alabanza al derecho de uso del Amo. Joder. Eso es lo que hay. Uso. Sin abuso por mi parte. Complacer y no incordiar.

Es sencillo, limpio y honesto.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El deporte de equipo es un arcano

Me encanta contar esta anécdota. En segundo de BUP suspendí la Educación Física. Fue en el segundo trimestre, un Insuficiente como un castillo entre Notables y Sobresalientes. La culpa fue del voleibol, ese deporte lleno de misterios. Nunca he entendido de qué va el voleibol. Los saques, unas veces con las yemas de los dedos -que se quedan hechas polvo-, otras con el puño o ¿con la base de la muñeca?. Ni idea. Cateé.

Soy desdichada en medio de una competición deportiva, nunca me las arreglé en deportes de equipo. Y puse mi empeño, porque tengo mucho pundonor. En octavo de EGB fui pívot en el equipo de balonmano del cole. Jugué partidos con otros equipos de otros colegios. Los sábados, en vez de ver a Torrebruno, me iba a jugar balonmano. Recuerdo a niñas como armarios empotrados y balones temibles directos a mis tetas. O a mi cara. Una vez marqué gol. Recuerdo al entrenador -al que amaba platónicamente, como es natural- aplaudirme y darme ánimos.

Mi relación con el deporte de equipo por tanto es nefasta. No veo deportes en la tele. Me abruma la competición. No entiendo las reglas. E. me ha explicado algunas cosas, a Él le gusta el fútbol, el baloncesto. Creo que otros deportes también. Siento curiosidad cuando me habla de fútbol. Es algo exótico para mi. Otra galaxia. Y me contagia su entusiasmo. O más bien, me entusiasma sentirle entusiasmado.

También me entusiasma pensar en el día -¡el día!- en que E. me haga estar a su lado, mientras mira por la tele un partido. Él y yo sabemos cómo.

Argollas

Ayer compré unos pendientes con forma de argollas. Como ya dije, tocar el cielo es, entre otras cosas, conectar fantasía y realidad. Son unos aretes feudales porque los compré en un mercadillo medieval. Edad Media en mi ciudad mediocre. El mercadillo estaba en el Parque, había artesanía de todo tipo, puestos de fritanga y unas ocas correteando.

La primera imagen que E. me regaló tiene como protagonista también a una argolla. ¿Fue un arma de seducción? Probablemente. Un arma afilada que pudo no haber dado en el blanco. E. fue audaz, aquella noche.

Acepté aquella imagen y me miré al espejo, al día siguiente, con ella. Pero era solo un juego. Era una ventana, aún podía asomarme, avistar un poco el panorama y desaparecer. Con no asomarme por la noche, habría desaparecido. Conectarme, teclear una nueva dirección, cliquear otro lugar, tenía en mi mano aparecer o no.

E. fue audaz y la fortuna favorece a los audaces. La herida que me hizo jamás cicatrizó, quise más, más imágenes, más heridas, más persecución. Quise retarle a una carrera y probar su audacia y su fuerza. Si era el cazador que parecía ser.

E. sabe lo que es. Y sabe lo que significan las argollas que me he comprado.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Señor feudal

E. tiene la paciencia bendita de explicarme lo que siente como Amo. Pero por mucho que me lo explique yo seguiré sin llegar al fondo. Es una cuestión de empatía.

Esta mañana E. me ha usado, lo cual me ha puesto cascabelera. Y colorada. Ese rubor que me sale cuando estoy cascabelera. No es un rubor de verguenza. Es otra cosa. Pero si hubiera sentido la mitad de lo que sentía E. esta mañana, ya no hubieran sido cascabeles. Una emoción huracanada, habría sido.

Entiendo la teoría: qué placer inaudito debe ser poseer una esclava. Lo que pocas personas pueden vanagloriarse de tener, E. lo tiene. No es envidia -cosa rara, porque soy envidiosa, pero no con E.- Es sencilla curiosidad, o más bien intriga. Emociones intrigantes que nunca percibiré.

No me gusta utilizar las palabras tan trilladas que suelen usarse en el BDSM más florido. Porque no hay nada florido en el desempeño del poder. PODER. Con mayúsculas. Utilizar a una persona para el placer personal. USAR. Con el absoluto y duro significado que tiene la palabra. Uso consentido. Reconforta, sentimos que así es como debe ser, nos sentimos dignos en nuestra piel, en nuestros actos. Reconforta.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Una cola de caballo

Me parezco a mi abuela María. Tengo sus manos y su rostro algo huesudo. Un genio parecido, un poco maniática, a ratos melancólica y muy protectora. Cuando tenía cinco años me quedaba a comer a menudo en su casa, con ella y mi abuelo. Ellos vivían cerca de mi colegio y pasaba alli las tres o cuatro horas entre las clases de la mañana y la tarde. Comía puchero, tortilla a la francesa un poco aceitosa; lo cierto es que no me gustaba demasiado. Creo que mi abuela María no era una gran cocinera.

Antes de volver al colegio mi abuela me peinaba. Me decía: "Niña, ven que te alise el pelo". Me sentaba en su cuarto, se ponía detrás y con un peine de concha me recomponía el peinado. Era un momento temible. Mi abuela alisaba, estiraba mi pelo, hundía las púas del peine en la piel. Me estiraba tanto que parecía iba a arrancarme el cuero cabelludo. Me ataba el pelo en una coleta, me echaba mucha colonia y acababa con un lazo a juego con el jersey.

Murió cuando yo acababa de cumplir siete años. Un 24 de diciembre. Recuerdo su patio, su cuarto, su tortilla a la francesa, sus manos, sus arrugas -me gustaba sobarle las arrugas del cuello-, recuerdo cuánto me mimaba. Yo era su ojito derecho.

Ahora me peino con coleta de caballo. A veces es E. quien me lo indica. Otras me peino así en su honor. En honor del que me tira de la brida. La cola de caballo es la brida que me guía. Llevarla puesta es un símbolo. Soy kajira. La kajira de E. , cuando llevo mi coleta siento orgullo.

Esta canción, La lista de la compra, me gusta cantarla. Me sienta bien. Me gusta cantarla a pleno pulmón.

viernes, 21 de noviembre de 2008

El apuesto hombre de cráneo rapado

He contado a E. la fantasía recurrente que me dejaba dormida en mi adolescencia. Era una historia elaborada a partir de un sueño y su base eran dos películas: El prisionero de Zenda (la versión de Richard Thorpe con Stewart Granger) y Anastasia.

En mi historia nocturna me secuestraban por mi parecido con una princesa que no se sabe dónde está (ese detalle no era importante). Me llevaban a una mansión maravillosa, rodeada de jardines versallescos y era sometida a un entrenamiento para despojarme de toda ordinariez y transformarme en el doble de la princesa.

Lógicamente me resistía al principio, como una jabata. Lógicamente caía rendida a los pies del encargado de mi educación: una especie de Yul Brynner recio y apuesto. Me enseñaba a bailar como una dama y era entonces cuando nos dábamos nuestro primer beso apasionado. Era una fantasía de Dominación romántica. Mi Yul Brynner -que siempre me ha parecido el colmo de la virilidad- no tenía piedad respecto a mi educación pero se enamoraba tan locamente de mi como en las películas se enamoran los héroes.

Creo que si adaptamos nuestras fantasías a la realidad podemos tocar el cielo. Ahora, con cuarenta años, sigo siendo ingenua y romántica, me gusta seguir siendo asi y me gusta pensar que he conseguido a mi Yul Brynner particular. Que soy su princesa.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Imágenes de ida y vuelta


Durante los primeros días de nuestro encuentro E. planeó mi caza. No ponía trampas ni cebos, se lanzaba a pecho descubierto y me arrojaba flechas punzantes. Imágenes. Imágenes convertidas en flechas. Todas daban en el blanco.

A lo largo de este tiempo E. y yo nos hemos retroalimentado de imágenes. A menudo aparecían de manera tímida. No sabíamos el terreno que pisábamos. Yo me mordía la lengua, tampoco quería aparecer excesivamente impetuosa. Él se frenaba. Hasta que una frase, una sugerencia animaba a uno u otra a experimentar con las ideas. Siempre han dado en el blanco.

Hablo de fantasías. Imágenes crudas, sin adornos. Fantasías que E. y su esclava, cada uno por separado y a lo largo de mucho tiempo hemos creado en nuestras mentes. Fantasías escabrosas e imágenes libertarias. Nuestros cerebros son infatigables. Nuestras mentes saben retroalimentarse.

Aprendo, gracias a E. -y Él se desinhibe conmigo- aprendo, digo, que dar rienda suelta a nuestras mentes es placentero. Me excito y punto. Mi mente excita a su mente. Sus imágenes dan rienda suelta a mi placer. Orgasmos mentales. Sin cortapisas. La mente es libre.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La voz severa

El primer recuerdo que tengo, allá en la Prehistoria, me ronda sobre los tres o cuatro años. Es una imagen muy breve que desaparece luego en la nada. Tengo ese recuerdo y ya no hay nada más.

Estoy en el patio de la casa de mi abuela. Debe ser primavera o verano porque hay una mesa puesta para comer. Hay un mantel blanco. Mi cabeza llega justo al tablero de la mesa y quiero ver lo que hay encima. Me agarro al mantel. Entonces suena un shhhh severo y quito las manos rápidamente. Me llevo un buen susto.

No creo en el psicoanálisis y demás zarandajas. Ese recuerdo no explica nada de mi evolución personal. Ese recuerdo me parece curioso, me gusta pensar en él porque es extraño mantener una imagen viva de una época tan lejana. Recordar tantos detalles.

Me resulta curioso cómo tuvo tanto impacto en mi ese shhhh, porque si recuerdo esa escena es por la regañina. Ese ínfimo percance traumático. Probablemente me regañaron más veces, como a todos los niños, pero tuve que llevarme un buen susto si recuerdo aquel shhhh.

No me gusta que me regañen porque soy una puñetera perfeccionista y me joroba mucho equivocarme. Pero si E. me habla con severidad me excita. Me enfado conmigo misma, me excita y me enfado aún más por ponerme así. Después me río, encantada de la vida.

Como esta canción, un encanto de canción. Estuve tatareándola toda la mañana.

martes, 18 de noviembre de 2008

Cuando Él escucha

Esta mañana estuve charlatana. E. me escuchaba, sabe escuchar. Cuando Él lo desea mantiene el silencio y deja que yo hable. Esta mañana me lancé a contarle cosas y me sentí bien: imagino que todas las mujeres que han sido madres se sienten bien hablando de sus partos, de los problemas en los primeros días; es un tema sobre el que nos lanzamos, necesitamos contar, contar, contar todo lo que hemos vivido entonces. Es personal y a la vez deseamos compartirlo y por muy trivial que puedan parecer esas pequeñas aventuras, siempre nos reconforta contarlas.

E. me escuchó en silencio todo el rato y me hizo sentir bien. Sin embargo no me gusta hablar demasiado rato, ni monopolizar la conversación. Así que más tarde, ya a solas, dudé si hice mal papel. No quiero cotorrear sin ton ni son. Hay tantos tópicos femeninos que no soporto... E. ya sabe que soy muy maniática.

Cuando leí Temario me tranquilizó comprobar que los gustos de E. respecto a la estética femenina coinciden en general con los míos. A Él le gusta la sencillez, la naturalidad y sin embargo es refinado y un esteta a su modo. La máscara que comenté ayer, la simbología, los rituales que describe son exquisitos.

No quiero ser excesiva en mis maneras y contarle cosas a E. que le maten de aburrimiento. A Él le corresponde decidir si hablo o callo. Eso es cómodo, la decisión es suya. Pero me sentiría mal si me tuviera que parar la lengua por cotorrear demasiado. Así que tambien tengo yo que aprender autocontrol en esas ocasiones.

Esta canción me deja suave como la seda. Apropiada para la ocasión.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Introspección

Durante el primer mes descubrí que E. y yo compartimos la misma pasión por la saga Star Wars. Me gusta escucharle hablar de ella y seré dichosa el día que la vea junto a Él (además, sabe más que yo, me encanta).

La máscara de arriba es de un personaje de la saga, pero de los creados para los juegos. Es la máscara que utilizaría E. para encerrarme en mi misma y facilitarme el silencio y la meditación. Esta mañana Él me indicaba cómo ha sido el único que ha querido y ha logrado llegar tan lejos. Llegar a mi. Es admirable, siempre.

¿Para qué quiere llegar a mi? ¿Qué necesidad tiene un Amo de dominar, controlar, someter mentalmente a su esclava? ¿Qué busca, qué satisfacción alcanza?

Ya le comenté a E. esta mañana que no contemplo utilizarlo a Él para mis fines. Es decir, meditar es un acto positivo, sé los beneficios que suponen para mi. Pero no es eso lo que considero primordial. Los beneficios de la meditación en mi persona son una consecuencia más. Lo que realmente quiero saber es ¿por qué hace eso por mi?

domingo, 16 de noviembre de 2008

El Vesubio al fondo


Hace unos meses E. me mostró una serie de ilustraciones de Paul Avril. Esta es mi preferida y también creo que la de Él. Una plácida mamada, con el Vesubio al fondo, en estado de erupción.

Las pieles bajo la esclava, porque las felaciones plácidas requieren su tiempo y el suelo está duro. Y, como es obvio, el asiento adecuado para el Dueño de la esclava, convenientemente erguido. La pelvis no está hundida y tampoco los testículos. La boca, la lengua, los labios tienen el acceso adecuado. Qué felicidad.

sábado, 15 de noviembre de 2008

El punto de vista exterior

Ayer E. leyó lo que hasta ahora he publicado aquí. Le mandé dos correos insistiendo en lo importante que era para mi desbloquearme. Lógicamente se trata de un desbloqueo parcial. Él sabe, igual que yo, que me reservo lo más importante.

Esta mañana E. me ha comentado sus impresiones sobre lo que ha leído. Ha sido claro y contundente, como Él siempre es. Me gusta que sea así. Ha aportado una visión exterior muy necesaria.

Como digo, me gusta y me admira la vehemencia de E. al exponer sus ideas. Su estricta visión de ciertos aspectos de la vida, en ocasiones muy diferentes a los míos. No veo nada malo en ello. Sabemos cual es el lugar de cada cual, sabemos el papel que yo cumplo y sabemos que el debate ideológico no cuenta.

Por eso éste intenta ser un blog de hechos y no de teorías. Sé que me acercaré más a E. con este medio y espero que Él acepte con benevolencia mis divagaciones, mi inofensiva ironía y el distanciamiento consciente con el que aborde los temas. Así podré ser clara y concisa, como Él, y no entraré en la dinámica de la ñoñería y el pensamiento abstracto y aburrido.

Esta mañana escuché por la radio I say a little prayer, en la voz de Aretha Franklin. Me pone contenta esa canción, es fresca y vital.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Bienvenido

Utilizo su frase, tal y como siempre me ha recibido. Me deja ocupar, a sus pies, el lugar más privilegiado de su tiempo y espacio. El que voy poco a poco conociendo y haciendo también mío.

Éste también es suyo. Azul y blanco.

Bienvenido a este espacio, a este tiempo.

Crush, de Garbage, resumía, según me dijo en una ocasión, su ideal de esclavitud y entrega. Lo hice mío.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Esclava en construcción

Estuve buscando entre mails y aquellas horas de conversación del IRC que quedaron grabadas y no encontré el momento. ¿En qué momento me llamó E. por primera vez esclava? Aquellos días pensaba que tiene narices el nombrecito. Alguna vez me he rebelado hacia el mismo.

Ay, E, cuando usted me lea (llevo varios días pensando en el momento en que le comente la existencia de este blog) (Cobarde, más que cobarde) (Lógicamente, yo)

Me supuso mucho tiempo de reflexión aceptar con alegría el nombrecito dichoso (dichoso de dicha). Pero no voy a entrar aquí en repetir esas aburridas reflexiones. Éste es un blog activo, donde no se teoriza!!!

Para sentirme digamos en paz conmigo misma, dado que detesto ciertas incongruencias en mi vida (llena de incongruencias, pero algunas soy incapaz de dominarlas), digo que, para sentirme en paz me llamo a mi misma esclava en construcción.

Esclava en construcción ¿cuántas horas al día? ¿10? ¿12? Jamás he soñado con E. a pesar, o quizás debido a, que pienso en Él minutos, horas, horas, horas. ¿Me hace eso ser su esclava? ¿Cuántas horas piensa Él en mi? ¿Horas, horas, horas?

Las canciones ya son aleatorias. Hoy me apetece ésta. La estuve cantando a menudo el verano pasado, en los días de autoconmiseración.

martes, 11 de noviembre de 2008

Camelot

Vivir en Camelot es una utopía.

Alarguemos la utopía cuanto sea posible.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El Amo olvidadizo

Conocí a RJ en una página de contactos estrictamente BDSM y fui su sumisa-guadiana. ¿Tres meses, cuatro? RJ desaparecía y volvía a mi vida su antojo, confiado en que yo permanecía aquí.

Se algunas cosas íntimas de su vida, algunas magníficas, algunas despertaron mi más profunda compasión. Me parecía admirable.

Fue una atracción rápida y unos inicios exultantes. Larguísimas horas de messenger. Nunca cibersesiones. Qué ridiculez. Largas conversaciones sobre política e historia en las que luchábamos por brillar. Una noche me confesó que yo era su primera sumisa con la que hablaba de Historia a su nivel. En realidad yo tenía más nivel que él. Por supuesto, hay despecho en mis palabras.

Largas conversaciones en las que hablábamos sobre Dominación. Aprendí mucho con él. Formas, protocolo, paciencia. Ay, paciencia. Me dio su collar. Abomino de esa entrega rápida de collares. RJ entregaba collares para satisfacer su ego. Mi ego también estaba satisfecho, como es lógico.

Él si tuvo la clave, la que no hallé con Santiago. Aprendí a manifestar mis deseos y mis necesidades. Algunos días era una sumisa que flotaba en una nube. Leía, escribía. Drogada de sumisión. Enganchada al móvil.

Desapareció en Navidades, me quité su collar, volvió a aparecer en Carnaval, volvió a ofrecerme su collar. Pidió perdón. Qué delicia ver arrastrarse a un Dominante.

En febrero pasamos 26 horas juntos. 26 horas que rozaron la perfección, un encuentro minuciosamente planeado, mágico. 26 horas de entrega física y emocional. Largas conversaciones, risas, afecto. Se sorprendió conmigo. Mis besos, mis caricias, mi docilidad, mi pasión. ¿Cómo entregarse sin afecto, sin amor?

Sádico, brillantemente sádico. Perfecto conocedor de técnicas dolorosas. Yo ansiaba conocerlas todas. Fui disciplinada y complaciente. Orgullosa, engreída, le tenía en mi mano. Me despedí de él en la estación de autobuses de Sevilla, lloré un poco, ese día, los siguientes, le amaba, le amaba, le amaba.

Su collar me lo arranqué con furia. De la misma manera furiosa en que cayó del pedestal de Amo.
Olvidadizo, se olvidó de mi.

Moon river, cantada por Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, fue una canción que escuchamos juntos, un par de ocasiones.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El Amo circunspecto


No relataré por ahora cómo se fraguó mi entrada en el mundo BDSM. Busqué, leí como todo el mundo; conversé con Dominantes, metí la pata a menudo; tuve encuentros cíber y telefónicos, algunos muy intensos, pero no quiero contarlos por ahora.

Santiago fue el primer Dominante con el que tuve relación real. Contacté con él en ALT y fue emocionante ver que era de mi misma ciudad, cosa que no creo que abunde pues mi ciudad es de tamaño medio y tirando a mediocre en todos los aspectos.

Fui impulsiva y actué con prisas pero los primeros momentos fueron deliciosos. Iba a conocer a alguien al que podría llamar Amo. Poca idea por entonces de lo que yo quería. Mi objetivo se limitaba a sesiones light y en mis conversaciones por messenger con él le pedía que nada de dolor, nada de humillación... Y era perfectamente consciente de que deseaba atravesar esa frontera pero no daba con la clave para hacerlo.

Santiago es hombre de pocas palabras. Una conversación con él era aburridísima. Pasamos a la acción. Jugamos a que me descubriera. Una mañana atravesé la calle principal de mi ciudad sabiendo que, por las indicaciones que le había dado, él estaría allí, ojo avizor, descubriendo quién era. Me vio, paseó junto a mi y, como habíamos convenido, no me dijo nada.

Días después, en esa misma calle, nos citamos brevemente, para conocerle yo. Y días más tarde, me sobó el culo en un ascensor del Corte Inglés. Y pocos, pocos días después tuve mi primera y única sesion con él.

No fue un desastre. Mis sensaciones predominantes fueron excitación en grado 10 y curiosidad en la misma medida. Una curiosidad inmensa. Por tanto no me supo mal su actitud misógina, despreciativa vaya, para qué andarnos con rodeos. Era mi primer Dominante, mi primera sesión y yo estaba dispuesta a disfrutar, sentir, vivir todas y cada una de las actividades que el hiciera sobre mi piel.

Así que acabé aturdida. Mareada. Los pezones agradablemente doloridos. Él cumplió lo pactado, me sometió a un dolor sosegado y ordenó lo que sabíamos iba a ordenar. Quedó muy satisfecho, mucho. Quería repetir pronto. Yo volví a casa y mientras caminaba, pensaba y ahí ya empezó a dolerme la falta de dolor. El vacío que llevaba, lo que de ningún modo quería sentir.

No hubo besos, no hubo afecto. Frialdad, sesión impecable pero aséptica. Eso no era lo que yo quería. Se despidió de mi con un "hasta otro día". Ya no hubo más.

Le vi hace unas semanas en el mercadillo. Nos sonreímos al saludar.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Venus en julio


En un mes de Julio tuve un espléndido encuentro sexual con Antonio. Ambos desconocidos, uno del otro. Ambos encontramos lo que queríamos. Fue sencillo.

Risas, cava con helado de limón, confidencias las justas, tres polvos salvajes y ternura, la que puede haber entre dos desconocidos que quieren serlo siempre pero saben darse. Fue perfecto, el sudor adecuado; vigor cómplice, adecuadamente compenetrados, como si llevaramos toda la vida en ello. Perfecto encuentro de cinco horas.