viernes, 23 de agosto de 2013

Lecturas compulsivas de agosto

Estoy leyendo de manera compulsiva y algo desquiciada. Me levanto cada mañana ilusionadísima con lo que voy a leer. Me acuesto ilusionadísima con lo que he leído. Tener libros amontonados y en lista de espera me produce un placer tremendo.

Terminé por fin Retorno a Brideshead y le di un repaso a algunos capítulos de la serie. No tengo paciencia para verla entera y además no soporto mucho a Jeremy "lánguido" Irons. No sé por qué tiene tanto éxito entre mujeres de mi generación (yo le perdí el respeto desde Herida, ese rol de depredador sexual sibilino me da mucho asco). La novela es formidable, llena de ironía british, no sé por qué motivo tardé tanto en leerla.

Me leí Inferno en dos días por culpa de este artículo de Ana Sofía Pérez Bustamante, que tiene un criterio muy fiable. Es el segundo best seller de Dan Brown que me leo. Prometí no leer ninguno tras el chasco de El Código da Vinci que menuda mierda. Lo que pasa es que el mal rollito del infierno de Dante me atraía muchísimo y la novela da casi lo que promete (persecuciones trepidantes, códigos indescifrables, congoja apocalíptica), excepto en el final, igual que en El Código. Eso sí, te entran unas ganas enormes de ir a Florencia a saco.

Pillé La senda oscura de Assa Larsson, porque las novelas ambientadas en esos parajes medio glaciares me ponen muchísimo. Nada más alejado de el calor y sudor de estos días. Ahora he empezado por el principio de la serie y estoy con Aurora Boreal. Me quedan tres más, qué emoción.

Assa Larsson es mi lectura de las noches. En la hora tonta entre el almuerzo y la playa (las dos horas de la digestión) leo Guerra Mundial Z. Me asusto de verdad y por eso la leo a esa hora tonta. Luego me voy a la playa y veo zombis saliendo del agua, en un rollo absolutamente paranoico. Calculo posibilidades de huida por las dunas, busco objetos contundentes alrededor para poder descabezar zombis y todo eso. Y nadie se da cuenta, no vean lo bien que disimulo yo mis paranoias.

Pero es verano y  muchas cosas dan igual.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Mi lista de lugares grimosos donde follar

1. El ascensor. Es la típica fantasía de las entrevistas chorras. ¿Un sitio curioso para hacer el amor? Y el entrevistado contesta: en un ascensor. Yo claustrofobia no tengo ni me importa echar un casquete con sensación de peligro, pero es que los ascensores ni fu ni fa. Meter mano en un ascensor mientras va subiendo está chulo. Un magreo de urgencia y pelín ansioso. Pero prefiero follar en el lugar de destino.

2. En el agua. Tanto mar como piscina. A favor tiene que se pueden hacer posturas  sin herniarse, pero duele. Yo no sé por qué misterio de los fluidos internos y externos, pero las pollas bajo el agua se quedan resecas. Duras y tiesas pero resecas y joder lo que duele follárselas así. Además -y es una manía personal- me da mucha grima que me toqueteen cuando estoy metida en agua. Incluyo bañeras y duchas por lo mismo. También porque pocas bañeras hay donde mi metro setenta esté a gusto. Y porque cuando me ducho soy muy avariciosa con el chorro calentito y lo quiero todo para mi. Nunca he probado un jacuzzi pero me dan mucha grimilla, la vez que me metí en uno -sin ánimo de folleteo- me sentí como un huevo duro rodeada de más huevos duros y desconocidos.

3. En la playa. Follar tras una duna de Bolonia queda supersalvaje y estético. Yo creo que es una escena que tenemos en la retina de decenas de películas. Yo, cuando he follado tras una duna, me he recreado en esa imagen -tan falsilla- de mi como mujer semisalvaje sedienta de sexo. Lo que pasa es que la arena es un coñazo que se mete por todos lados y al final quedas sudada y rebozada. Da un poco de pfff, la verdad, aunque si se da el caso de fornicar en la playa y está atardeciendo, corre la brisilla de poniente y se escucha el mar  a lo lejos... quizás lo tachara de la lista.

4. Unos servicios públicos. Me da asquito retozar sobre unos azulejos que yo no he limpiado, y eso que no soy doña maniática de la limpieza. También me da reparo tener gente al otro lado porque, cuando uno se mea, da rabia que te hagan esperar y no soportaría las miradas de odio de las maris meonas cuando saliera ya follada. En realidad yo nunca he tenido la ocasión de un polvo de discoteca lo cual da pistas sobre lo patética que fue parte de mi juventud (ya el tema discotecas y rollete con desconocidos lo tengo muy obviado, como es natural). Supongo que si se me hubiera dado el caso de echar un polvo en unos servicios con un tio morboso no le habría hecho ascos. Yo es que me conozco.

5. Los probadores del Corte Inglés. Que son los más grandes que conozco porque las tiendas de Inditex y otras similares tienen probadores enanos y con cortinillas que no invitan a nada. El Corte Inglés tiene probadores enormes pero casi siempre están llenos de perchas y ropa tirada por el suelo (lo cual odio que haga la gente, qué trabajo cuesta devolver la ropa que te pruebas a la estantería correspondiente, eh??). Yo creo que no es grima, lo de los probadores, sino una mezcla de agobio por el desorden y que soy muy cuadriculada en ciertos momentos. Yo soy de las de entrar en la tienda, ir directa a lo que busco, probarme y pa´lante; ponerme a follar mientras tanto, no se, me pongo muy tensa en las tiendas, yo.

Puede que más tarde me ponga a pensar y me salgan más sitios. Lo que pasa es que no quiero quedar como una tiquismiquis que se la coge con dos dedos a la hora de echar un polvo, yo creo que no. Aunque una camita cómoda y todo el tiempo del mundo es lo que más me gusta. Soy tan previsible, coño.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Estas redondeces

Me miro en el espejo del baño -que por una razón misteriosa hace delgada y mola mucho- y ahí están mis dos michelines en la cintura. Yo hace dos años creo que no los tenía. Hace dos años tenía mi barriguita redonda y luego, las caderas con su hueso y tal. Ahora tengo dos flotadorcitos en torno a las  caderas que he ido criando este invierno a base de vino y queso.

Mis amigas están igual que yo. Hasta AB que siempre fue la canija del grupo tiene su barriguita y sus dos michelines a cada lado. Celulitis no tenemos ninguna, lo cual es un puro milagro. Casi ninguna es tan boba para perderse en el bucle infinito del tema dietas (sólo C. que de vez en cuando coge la cantinela y nos da la matraca con el gimnasio y patatínpatatán). Mis amigas y yo misma comemos con alegría y cuando quedamos para cenar es un no vivir el trajín de platos y raciones de los que picamos todas.

Yo nunca he hecho dieta y confío en la genética para no ponerme foca. Lo cierto es que a más vieja más tonta me vuelvo con el papeo, hay cosas que ya me sientan mal, como los fritos y la leche. Ya nunca bebo leche y pensar en ella es como pensar en veneno. También por alguna extraña razón aborrecí el chocolate y muchas cosas dulces, antes era capaz de empacharme a chuches y ahora con un trocito de galleta ya me noto el cupo diario de azúcar a tope.

Así que estas redondeces deben venir por otro lado, que no de las chuches ni helados (que ya no tolero) y por ahí he leído que si a los cuarenta y cinco tienes mollis como las mías ya no hay dios que te las quite. Yo se que eso es ser una mujer real y blablabla pero yo cuatro kilos tendría que perder por lo menos. No se cómo porque del vino y el pan no me pienso quitar (mojar pan en el aceite que sobra de la ensalada, qué delicia) y deporte hago lo justo. Ya saben , ir caminando a todos los lados y va que chuta. Apuntarme a un gimnasio o a natación es demasiado para mi misantropía galopante. Y hacer cosas como pilates me da como yuyu.

En realidad estoy feliz con mis caderas redonditas. De vez en cuando me entra un poquito de angustia cuando veo fotos subreales de chicas en bikini. O cuando me pruebo ropa en Zara que no sé por qué razón tiene espejos que hacen deforme. Pero prometo no hacer planes para septiembre ni para después de Navidad. Y lo que tenga que venir, que venga.

domingo, 11 de agosto de 2013

Más sobre redes sociales

Mi relación -que no es interrelación- con las redes sociales va fatal. Ya lo tengo escrito aquí y aquí. Mi facebook lo miro a diario para engolfarme en lo que pone la gente. Con twitter hago tres cuartos de lo mismo. Miro mucho y escribo poco o nada. Un despropósito social. Podría borrarme y sería como apostatar: una maniobra muy digna pero poco práctica Me llevaría directa al ostracismo y aún no tengo ganas de llegar a esa etapa.

En twitter me engolfo entre las polémicas más absurdas y atorrantes del día. Es un baño surrealista que miro pero no toco. Probablemente me crea un ser superior. La peña es muy graciosa, eso no lo discuto, pero entra al trapo que da gloria. No entiendo muy bien esos cabreos ni las pataletas de la peña. En facebook pincho a veces enlaces indignados y leo los 358 comentarios. 358 comentarios indignados que van del hijoputa escrito en mayúsculas al "hay que salir a la calle y blablabla".

Bueno, mal: si entiendo los cabreos y las pataletas pero cada día igual, cada día igual, cada día igual y parece que con eso -escribir frases brillantes e indignadas- ya hay gente que tiene el cupo de protesta cubierto. Tengo una amiga-facebok que día si, día no escribe sobre esta mierda de pais y enlaza artículos terribles. Otro amigo que le saca el lado malo y cutre a cualquier iniciativa de la ciudad donde vive (excepto las iniciativas cool en las que él participa). Y un puñado más así. Pero nunca, casi nunca, leo a gente que haga cosas. Miento: leo a gente que hace cosas y lo publica para que le den su reconocimiento. En facebook o en twitter.

Y supongo que es absolutamente humano y lógico porque todos necesitamos leer que los demás reconocen nuestro trabajo y necesitamos palmaditas en la espalda. Que nos digan cuán solidarios somos y cuánto pensamos y nos esforzamos por los demás, con dos o tres frases pseudorevolucionarias.

Es que yo no se si incluirme en el lote.


viernes, 2 de agosto de 2013

Mi amigo el carismático

D. siempre ha sido un carismático y eso que habla poco. Hubo un tiempo en que lo veía casi a diario, era uno más del grupo, venía a la playa -íbamos caminando y cuando él venía no se hacía pesado-, venía de bares y era el que más aguantaba. Era uno del grupo y hablaba poco pero estar con él era gratificante.

Ahora lo encuentro muy de vez en cuando, pueden pasar años sin verle, porque vive lejos y cuando se acerca a visitar a sus padres, no llama a nadie. Puedo encontrármelo en plena calle de compras navideñas. O en una barbacoa así por sorpresa. Yo apenas tengo contacto con él, aunque siempre le felicito en su cumpleaños y él a mi (y sin facebook que nos lo recuerde). Pero mi amiga ES si que lo ve con cierta frecuencia y me cuenta.

D. sigue igual, AB dice que está metido en manteca. Tiene 43 años y sigue garboso y pinturero. Usa camisetas negras chulas y mantiene ese pelo negro rizado tan resultón. Lo bueno de ser su amiga es que nunca nos reprochamos no saber uno del otro en años. Lo bueno de ser su amiga es que cuando nos vemos es como si fuera ayer. Él sigue igual pero menos loco.

Mi amigo D. es de esos que sabe escuchar, por eso le queremos tanto. Puedes contarle cualquier cosa que te escucha y nunca te juzga. Él no es de contar mucho y en eso se parece a mi. Él escucha y asiente, pregunta y comenta y te da abrazos cargados de devoción. Él casi nunca nos contaba nada de sus amores tormentosos, había que sacarle noticias con sacacorchos. Tuvo dos novios muy cabrones, que ya es mala suerte, dos tipos muy malos que cotilleaban a nuestras espaldas e intentaron meter cizaña. Joder, tuvo a uno detrás del otro, el segundo más cani que el primero, menuda puntería.

Ahora no, ahora lleva años con R. que es un tío de una pieza, un poquito pedante, pero se le perdona porque es bueno y formal. Nosotras para D. siempre quisimos un tío formal que le quitara los pajaritos de la mollera y el desenfreno. D. ya no se corre juergas como aquellas de los noventa y sentó la cabeza. Forma una pareja, con R. de lo más burguesita y entrañable aunque eso sí, muy molona, muy cool, muy de profesionales liberales chachiguays. Pero no se lo tienen creído y eso me gusta de ellos.

D. es un tío que habla poco, que desaparece, que no tiene facebook, que no hace ni dice grandes cosas ni falta que le hace. Jamás le he visto gritar (aunque se que tiene genio) ni alterarse (aunque se que se traga los nervios) y si y mucho reír, con esa risa tonta e hipercontagiosa que tiene. Supongo que parte de su carisma viene por ahí.