lunes, 24 de noviembre de 2008

Argollas

Ayer compré unos pendientes con forma de argollas. Como ya dije, tocar el cielo es, entre otras cosas, conectar fantasía y realidad. Son unos aretes feudales porque los compré en un mercadillo medieval. Edad Media en mi ciudad mediocre. El mercadillo estaba en el Parque, había artesanía de todo tipo, puestos de fritanga y unas ocas correteando.

La primera imagen que E. me regaló tiene como protagonista también a una argolla. ¿Fue un arma de seducción? Probablemente. Un arma afilada que pudo no haber dado en el blanco. E. fue audaz, aquella noche.

Acepté aquella imagen y me miré al espejo, al día siguiente, con ella. Pero era solo un juego. Era una ventana, aún podía asomarme, avistar un poco el panorama y desaparecer. Con no asomarme por la noche, habría desaparecido. Conectarme, teclear una nueva dirección, cliquear otro lugar, tenía en mi mano aparecer o no.

E. fue audaz y la fortuna favorece a los audaces. La herida que me hizo jamás cicatrizó, quise más, más imágenes, más heridas, más persecución. Quise retarle a una carrera y probar su audacia y su fuerza. Si era el cazador que parecía ser.

E. sabe lo que es. Y sabe lo que significan las argollas que me he comprado.

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