lunes, 31 de diciembre de 2012

Breve encuentro

No voy a escribir una entrada de fin de año, ni de balances ni de propósitos, ya saben que me  la suda. Tampoco voy a escribir deseos de felicidad y prosperidad ni pavadas así porque aunque lo desee de corazón me repatea escribir esas cosas. Podría escribir una entrada sensiblona findeaño pero voy a escribir una entrada sensiblona sobre el breve encuentro que tuve esta mañana y sus conclusiones.

INTRODUCCIÓN: encuentro -tras no se cuántos años, pero muchos- a Pako. Yo vengo del parque con mi peque y mi sobrinete. Él cruza la calle con su madre y su mujer (a la que no conozco pero se deduce claramente, no porque la lleve agarrada, es que otra cosa no puede ser).

NUDO: ohhhhh qué alegria verlo, nos damos un buen achuchón. Él está GUAPÍSIMO, mucho mejor que la última vez que le vi, que estaba un poco fondón. Ahora se le ve fuerte y se ha dejado una barbita corta que le da una pinta supermasculina (según mi tía, Pako siempre tuvo cara de muñeco). Sigue con su aire radikal, lleva rastas (!!!) pero molan, me abraza y no me suelta. Ay, mi Pako.

DESENLACE: charlamos brevemente y, como suele pasar en esos encuentros inesperados, ninguno sabemos muy bien qué decir. Curiosamente, él no es quien me presenta a su mujer sino que lo hace su madre -esa mujer simpatiquísima que una vez soñe con tener por suegra-. Nos despedimos y él se separa de mi con esa mirada tan suya, intensa y adorable.

CONCLUSIÓN: llego a casa medio tonta y lo primero que hago es mirarme en un espejo a ver si voy mona. Afortunadamente llevo el pelo bien y voy de negro, que es el color que mejor me queda. Formulo mentalmente el deseo de volver a encontrármelo a solas y poder charlar con más profundidad, reencontrarnos en serio, volver a contarnos nuestras cosas, recuperar un sueño de intimidad, algo realmente irrecuperable, pero no me importa ni me duele fantasear con ello. Volver a bañarme en su mirada y recordar lo puñeteramente fuerte que fue nuestro vínculo.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Oficial y Caballero y unas cuantas ñoñadas más

Yo siempre lloro con el final de Oficial y Caballero. Desde el momento en que Richard Gere entra en la fábrica, con su andar to chulo y su uniforme blanco (les confieso una cosa: Pedro caminaba así y tenía un aire a Richard Gere, palabrita del Niño Jesús). Lloro pero no a lágrima viva sino que unas cuántas lagrimillas me llenan los ojos, lo suficiente como parar sentirse henchida de emoción.

Hace unos días vi por enésima vez Oficial y Caballero con mi hermana y, por supuesto, lloramos las dos. Casi todas las mujeres que conozco lloran con el final de Oficial y Caballero (mi madre es la única que no lo hace, pero es que ella está por encima del bien y del mal). Y no sólo con Oficial y Caballero. También con el final de Pretty woman. Y sobre todo, sobre todo, con Ghost. Yo, con Ghost, lloro en la puñetera escena del torno alfarero y al final cuando Patrick le dice a Demi: No sabes cuánto amor me llevo... o algo así. Yo dejé de ver Ghost hace tiempo.

Lo se, todo es superñoño y me pregunto por qué a los tíos no les pasa. Ellos no ven esas pelis pero si por un casual están presentes cuando la ponen, se burlan directamente. ¿Son más duros? ¿Son más realistas? Qué coño, yo se que el final de Oficial y Caballero es ñoño de cojones y es irreal pero me lo quiero creer y sobre todo EMPATIZO. ¿Los hombres no empatizan con esas cosas tan cuquis?

Yo, se lo juro, prefiero pelis de acción. A mi me dan a elegir entre Los mercenarios  y El diario de Noa y lo tengo claro, Chuarche es mucho Chuarche. Pero hay pelis, esas pelis ochenteras, que tienen su lugar. ¿No será que en el fondo, pero muy fondo, está el deseo de que el chico amado te haga cosas así, cogerte en brazos y besarte a la vista de un gentío? ¿O que cuando ya lo das todo por perdido, venga a buscarte con un ramo de flores? Lo del torno del alfarero es más difícil, pero algo parecido, el desear un momento cuasialucinante de AMOR ...

De nuevo lo se, en cuanto entras en el bucle-ñoño empieza el desvarío. Mis hermanas y yo lo comprobamos el otro día, empezamos a desvariar y nos transformamos en repelente para hombres. No se por qué, los hombres, cuando nos ponemos así, en estado romántico-cataléptico, huyen de nosotras. ¿Les pedimos demasiado o algo así?

Por si acaso, pongo la prueba del delito. No hay hombre que la resista.




domingo, 23 de diciembre de 2012

roxanne no te comparte

A dos días de cumplir cuarenta y cinco años, no siento nada especial. Miras por dentro y te encuentras a la misma cría de doce, de dieciséis, de veintidós, de treinta y tres; al mismo tiempo compruebas que a lo largo de todo este tiempo has cambiado, unas veces a mejor, otras yendo de culo. Es el devenir de cuarenta y cinco años.

A veces me lamento y pienso: ay, cuarenta y cinco, soy la mujer invisible, ya no molaré, ya no se desviarán las miradas a mi paso, ya se me caerá la piel y cada vez más arrugas. Otras veces me siento serena y en paz.

¿Cuánto tiempo llevo con este blog? Muchos años, a veces le doy un repaso para comprobar cambios o para recordar. Me llamaba roxanne. Me llamaba seibra. Me llamaba Mar. En realidad soy María.

Iba a escribir aquí el por qué del título pero tengo cosas que hacer, preparativos y la cabeza liada en una toalla: es menester celebrar el cumpleaños sin canas y a lo loco. Otro día quizás lo escriba.

Y celebrar también una nueva Navidad. No se me dan bien los convencionalismos, no incluyo imágenes navideñas en este post ni bonitas frases de paz y amor.

Pero vayan para mis amables y queridos lectores mis mejores deseos de eso mismo, de paz, amor y bienaventuranza en estos días y en los que vendrán. Feliz Navidad.

viernes, 21 de diciembre de 2012

La señorita D. y el fin del mundo

Mi primer fin del mundo lo viví en Quinto de EGB. Decían que iba a venir un maremoto -en aquel tiempo no decíamos tsunami- y una ola gigante nos iba a llevar por delante. Como yo era pequeña, me lo creí más o menos aunque no existían las redes sociales y sólo teníamos dos cadenas en la tele, lo cual no magnificaba nada de nada.

Mi maestra de Quinto, la señorita D., nos contaba muchas historias chulas, aunque no creo recordar nada sobre un Apocalipsis mundial. Era una maestra muy diferente a las de Segundo, Tercero y Cuarto, que fueron unas viejas brujas, feas y antipáticas. La señorita D., en cambio, era relativamente joven y muy elegante. Siempre llevaba camisas de lazo y pendientes de perlas. Pero lo que me encandilaba de ella era su perfecta dicción: era de Valladolid y siempre nos decía, muy seria, que en su tierra se hablaba el mejor castellano del país. A mi aquello me tenía cautivada.

El fin del mundo estaba previsto para una aburrida tarde de invierno. Yo estaba en el cole, porque por aquella época había cole por las tardes, y hacía manualidades. Mientras recortaba y pegaba pensaba en cuándo llegaría la ola gigante y me fastidiaba estar allí, en ese detestable colegio tardofranquista, con niñas a las que no apreciaba demasiado y con la señorita D., que aunque era buena y nunca gritaba, me resultaba demasiado severa y elegante: no era la mejor compañía para una hecatombe.

Al final, el mundo no acabó y yo volví a casa a merendar. Un tiempo gris y rutinario sin final glorioso, tal y como pienso que acabaremos la especie humana, sin pena ni gloria, nada de magníficos Apocalipsis. Un final mediocre, que es lo que realmente nos merecemos.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Mistery men

Una de las cosas que más detesto cuando ando en sociedad es apegotonarme con las mujeres.

No hay cosa más odiosa para mi que eso de sentarme en corrillo con otras mujeres, apartada de los hombres. No es una cosa sexual -que un poco también-. Es que prefiero la conversación y el devenir masculino. Echar una ojeada a sus misterios. La testosterona que flota cuando más de cuatro tíos se sientan juntos a charlar. Lo absurdo a menudo de sus diatribas, hablen de informática o de fútbol. O de trabajo. La competividad alfa entre unos y otros. Sus movimientos, sus posturas. Los bucles en los que entran -ellos se creen que somos las mujeres las que entramos en bucle, pero no, ellos también y son más divertidos-. Sus quejas, sus lamentos a veces tan básicos y enternecedores.

Me encanta observarlos. Ayer, mientras esperaba turno en el centro de salud, no le quitaba ojo a dos cuarentones. Uno era médico de bata blanca y el otro tenía toda la pinta de visitador. Ambos con acento del norte, lo cual me resulta cautivador. Gesticulaban como gesticulan los hombres cuando bromean, esas bromas que sólo los tíos entienden y no se muy bien cómo describir. Pero TODOS los hombres hacen esos gestos cuando están juntos y de broma, una cosa absurda y muy masculina. Me encanta observarlos un poco a la manera entomóloga: me gustaría apoderarme de sus secretos.  

Las mujeres no tenemos misterio. Ellos son el misterio.


lunes, 17 de diciembre de 2012

Navidad en mi barrio cani

El sonido típicamente navideño en mi barrio es el pum de los petardos. Cada año los chinos se hinchan a vender petardos y el sonido va in crescendo según te acercas a los días grandes. Nochevieja es ya para morir. Tienen hasta fuegos de artificio de saldo. Los canis de mi barrio son así.

Las casas refulgen de luces navideñas que se encienden y se apagan. Aquí no llega la iluminación chula de las calles del centro pero ambiente navideño tenemos por un tubo. En las ventanas cuelgan papanoeles. O reyes magos. Intentan trepar por los balcones. Hay papanoeles -o reyes magos- de todos los tamaños, diminutos y enormes. El de mi vecina de enfrente es el más grande del barrio (creo que es un maniquí que viste de Papa Noel). También cuelgan de algunos balcones unos paños con la carita del Niño Jesús: son la pica en Flandes contra la invasión de Santa Claus.

De todas formas aquí la gente somos más de Reyes Magos y el día 6 da gloria ver por la calle a los chinorris con sus bicis o sus coches capota. No fallan. Haya crisis o no, siempre hay algún crío con bici o coche capota dándose una vuelta por el barrio.

Un poco saturados si estamos, de todas formas, porque en Mercadona llevan con la Navidad desde mediados de noviembre. Yo ya tengo empacho de turrones Hacendado y aún no los he probado, sólo de verlos en la tienda. Pero la gente del barrio lleva comprando polvorones -aggg- desde noviembre, ya digo. A mi, a pesar de lo navideña y tontísima que soy, tanto polvorón y tanto langostino me da una pereza tremenda.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Baja en nicotina

Llevo varias semanas sin fumar, las mismas que llevo sin salir a tomar una cerveza. Es que yo soy la fumadora social perfecta. La gente siempre, siempre se queda admirada conmigo, se lo juro y no exagero.

Llevo siempre un paquete de tabaco en el bolso pero no me acuerdo que está ahí hasta que estoy jijijaja delante de una cerveza y en la terraza de un bar. O cuando salgo a cenar y queda un poco de vino en mi copa, justo antes del postre -aunque yo no pido ya postres porque hace tiempo que los aborrecí-. O cuando es la hora del gin-tónic con mi hermana y nos salimos al patio a contarnos cosas. Momentos que se cuentan con los dedos, pero momentos que disfruto de verdad. El cigarrillo que entonces me fumo es la puntilla a la buena cena, a las risas y al achispamiento. Un placer más.

En momentos así, y si la noche se alarga, me fumo como mucho tres o cuatro cigarrillos, más no soy capaz. Hace años sí, aunque nunca fui una fumadora excesiva, pero hubo esa época en que se podía fumar en los pasillos de la facultad entre clase y clase y en cualquier garito, hasta en mi casa dejaba yo fumar. Pero nunca fue placentero fumar porque sí. Fumar a la salida del cine -qué snob-, fumar tras el café -qué asco-, fumar tras follar- qué cutre-. Fumar sola: qué triste.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Los complicados

Hay quien echa la culpa de sus fracasos amorosos a ser de personalidad complicada. Dicen: "tuve que dejarlo con fulanito, porque soy una mujer muy complicada", y se quedan tan anchas. Como si el ser complicada fuera la excusa perfecta para terminar una relación.

Ser complicado es cómodo, una especie de cajón de sastre al que acudir cuando van mal las relaciones personales. La gente supuestamente complicada no se empareja porque jamás encuentra a su príncipe o princesa, esos dotados de capacidad sobrehumana para deshacer los nudos complicados de su personalidad. La gente supuestamente complicada necesita de otra gente que le saque las castañas del fuego. No saben sacarse sus mierdas ellos solos.

El caso es que complicados somos todos, cada uno de su padre y de su madre, con manías y puñetitas, pero unos se emparejan y otros no, así que supongo que la cualidad "ser complicado" no tiene mucho que ver. Supongo, más bien, que las relaciones fracasan por motivos más peregrinos: pereza, egoísmo, falta de empatía, miles de motivos habrá, supongo, pero sin duda tienen menos misterio. Porque definirte como "complicada" da misterio, sí señor, da un toque de "persona intensa y atormentada" que mola mucho y queda muy bien de cara a la galería.  

viernes, 7 de diciembre de 2012

En casa

En casa, porque es uno de esos días al que le viene muy bien el calificativo de desapacible.

En casa, porque el más pequeño anda con mocos, tos y dolor de oídos y vamos todo el día con el dalsy a cuestas.

En casa, mirando películas (Charlie y la fábrica de chocolate versión Gene Wilder me gustó más que la sobrevalorada de Tim Burton).

En casa, jugando a Harry Potter en la Nintendo (el único al que soy capaz de jugar).

En casa, leyendo Luces del Norte.

En casa, dejando pasar el tiempo lentamente y sin desear nada más.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Twitterlandia

Me abruma Twitter. Yo me creía muy chula y resulta que soy demasiado paleta para Twitter. Me admira y deja sin palabras -literalmente- tanta frase brillante en un mínimo espacio (no recuerdo cuántos caracteres admite un tweet, tengo muy mala memoria para los números).

Yo entré en Twitter como una paleta, ya digo, como cuando voy a la gran ciudad y me hago la chula y disimulo que todo -calles, avenidas, tanta tienda, tanto escaparate- me viene grande. Pues en Twitter, igual. Que me viene grande.

La gente es de un guay que lo flipas. Hay gente que dice cosas brillantísimas e ingeniosísimas a cada minuto. Gente puesta en todo, políticamente superincorrecta, que es lo más de lo más. Gente que si le toses se te tira al cuello y te hinca el diente con saña. Hay gente muy perversa en Twitter y mi pueblerina bonhomía sufre.

También hay gente que dice "buenos días" y nada más. Y gente que tontea con otra gente. Gente que socializa. Gente que lanza soflamas. Gente capaz de escribir microrrelatos fabulosos. Gente que busca provocar. Gente que exhibe su agilidad e ingenio en cortas frases incendiarias. En el fondo es una feria de las vanidades.

Por el momento me quedaré en Twitterlandia de mirona, mirando escaparates y avenidas, ya digo, un poco pasmada, al final me he tenido que caer del guindo. Yo nunca seré capaz de ir de guay, se me nota mucho el pelo de la dehesa. 

sábado, 1 de diciembre de 2012

Cocinera, cocinera

Este año en mi empresa no iremos a comer fuera por Navidad. La comida de Navidad es muy esperada entre mis compañeras y creo que también entre los chicos. Nosotras siempre nos ponemos monas y ellos van de diario, pero no importa. En mi empresa ya ni se liga, esos años pasaron y aunque cada año viene gente nueva -yo soy de las veteranas- no se qué coño ha pasado que ya no existe ese tonteo de años atrás. Recuerdo mi primera comida navideña en mi empresa, ja, y el glorioso karaoke que vino después. Y las historias que se cocieron en esos días que aún siguen dando que hablar. Pero llevamos años de un tranquilo que te mueres, la comida navideña  y el copeteo posterior transcurren sin pena ni gloria y aunque yo diga que no importa, que está bien así, no me crean, que miento.

Este año comeremos en la empresa. Cada quisqui llevará un plato de su especialidad y las organizadoras andan diciendo que platos elaborados, que nada de tortilla de patatas, que es una comida navideña. Han puesto una lista en el tablón y la peña va poniendo lo que va a traer, para que no haya repeticiones. Por ahora la gente no está derrochando imaginación. Una ha puesto "aperitivos". Otra ha puesto "langostinos". T. ha puesto "carne", así, sin especificar.

Para mi esto es casi EL HORROR. A mi el tener que PENSAR un plato y encima "especial" me parece un suplicio. Y cocinarlo. Y presentarlo de forma bonita y elegante.

EL HORROR.

Soy una manazas y un desastre cocinando. Entraré en modo pánico. Lo se.

Creo que le voy a pedir a mi madre que me prepare algo.


lunes, 26 de noviembre de 2012

Nos vamos haciendo viejos

Anoche me puse la peli de Los tramposos como mi tonto y particular homenaje a Tony Leblanc. Yo me he reído mucho con ese tipo y, como comentaba en el blog de cine y BDSM, hacer reir me parece una de las acciones más honrosas del ser humano. La risa sana y purificante, como la de esas pelis españolas de escasa calidad artística pero, cuánto nos hacían reir, qué bien nos hacian sentir.

Me puse la peli porque había terminado con Ken Follet y no quería empezar nueva novela. Y porque acababa de leer una entrevista en El País Semanal a un filósofo que no recuerdo quién es pero que me llegó al alma. Decía el hombre que le resulta más sencillo ser ateo y pensar que cuando uno se muere todo acaba. Y cierto que es un pensamiento sencillo. Nunca lo había visto de esa manera, lo cual no quiere decir que me vaya a volver atea, porque aunque sea más sencillo yo no lo digiero bien. Y prefiero vivir teniendo una buena digestión: pensar en una vida futura eterna se me hace durísimo pero también me resulta la posibilidad más lógica de la existencia.

Pensar en que te mueres y se acabó me resulta duro por su incoherencia y sinsentido. Pensar que te mueres y te espera la eternidad me resulta durísimo pero lógico y casi esperable. Joder, nunca lo sabré si resulta ser cierta la primera posibilidad.

Por eso, la salida más liviana para tal angustia vital es reirme, como es natural.  


domingo, 25 de noviembre de 2012

Teatro y besos

Yo quería ser actriz para dar besos.

En el instituto tuve un profesor de Literatura realmente bueno que me hizo sentir curiosidad y amor por autores que ahora pueblan mi biblioteca. Era uno de esos profesores llenos de ideas e iniciativas y, como éramos un grupo de alumnos entusiasta, nos propuso montar una obra de teatro. Tres sombreros de copa. A mi el humor absurdo de Mihura me tenía encandilada y por supuesto yo tenía que ser Paula.

Les juro que si no soy la protagonista, reviento. En las lecturas previas, aquellas en las que nuestro profesor seleccionaba a los personajes, yo leí el personaje de Paula mejor que todas mis compañeras. Le puse alma. Yo sabía que sería la protagonista. Y me eligieron. Vaya si me eligieron. Yo cuando me propongo una cosa... Y el caso es que el personaje de Paula no me pega nada porque no soy pizpireta ni rezumo poesía y en aquella época yo era una jipi algo desastrosa, pero sí, yo iba a ser Paula e iba a brillar en escena, porque así es como tenía que ser.

Y además, Paula le daba un beso de amor al protagonista. Para mi aquello era definitivo: sería mi primer beso en la boca a un chico y me daba igual que fuera de mentira: mi currículo erótico era una mierda y yo me subía por las paredes. Besaría fuera como fuese.

No me importó mucho que el protagonista seleccionado para hacer de Dionisio fuera un compañero que no me atraía nada. Yo saco atractivo al menos pintado, yo soy así de buena persona. Aquel Dionisio era un chico algo ceporro y mi amiga ES estuvo enamoriscada de él el verano anterior. Yo nunca entendí cómo se pudo enamoriscar de un chico con entrecejo y de poca conversación, pero son los misterios del amor. Y yo estaba dispuesta a besarle, cerraría los ojos y al lío. Yo quería ser una actriz versátil.

No hubo obra y los ensayos no pasaron de dos. El curso acababa, la selectividad se nos echaba encima y el profesor de Literatura no dio más de sí. El caso es que no llegué a besar a Dionisio jamás. Tuve que posponer mi estreno como actriz de teatro y también mi primer beso, pero éste último sólo unos meses. No he sido actriz y nunca lo he lamentado demasiado -a veces pienso que cuando me jubile me uniré a uno de esos grupos de aficionados de mi pueblo-. A aquel Dionisio lo veo de vez en cuando y se atenuó su cara de ceporro, es una de esas personas que les sienta bien la madurez porque nacieron con cara de hombre mayor. Pero sigue sin gustarme.

En cuanto a los besos, afortunadamente ya no tengo que hacer teatro para disfrutarlos.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Poniendo a prueba la misantropía

Yo hablo mucho de lo antisocial que soy y quizás la gente que amablemente me lee piense que soy como un anacoreta, metida en su covacha y lanzando miradas esquivas a doquier. Soy muy antigregaria, cierto, y en el ciberespacio apenas me relaciono. Cuando entro en mi facebook se oyen ecos. Mi messenger no es que esté infrautilizado, es que posiblemente caducó y el whassapp lo miro de vez en cuando y hago un jijijaja con mis hermanas para que no se crean que paso de ellas. Así que si, quizás un poco anacoreta sí que soy.

Pero ya saben que simpática soy un rato -cuando estoy de humor- y que incluso hago esfuerzos por socializar. En mi trabajo, por ejemplo, todos piensan que soy seria, trabajadora y supersensata, pero también esa adorable-compañera-con-la-que-siempre-puedes-contar. Salgo de copas con mis compañeras preferidas, participo en charlas junto al café, escucho los cotilleos -aunque suelo ser la última en enterarse de todos-, compro la lotería de Navidad, voy a la comida de Navidad, cosas así. Todo sociable y pacífico.

Desde hace unos años también participo en el regalo del "amigo invisible". Les juro que para mi es una prueba de superación muy importante. Hay compañeros -todos tíos- que nunca participan y nos burlamos cariñosamente de ellos -porque son buena gente- llamándoles raros. Y yo no quiero que me llamen rara, yo soy así de gilipollas, soy rara pero prefiero que no de mucho el cante.

Así que aquí me tienen, pensando en el regalito y menos mal que este año me tocó una compañera encantadora- encantadora de verdad- a la que es facilísimo regalar. Pero conociéndome como me conozco, se que estaré varios días dudando, dando vueltas por las tiendas y agobiándome tontamente. Luego, el día de los regalos, allá por el 22 de diciembre -si el mundo sigue ahí- cada uno tomará el regalo que le corresponda y será otra prueba de fuego. Todos los años igual. Yo no me quejo, por Dios bendito, pero que me lo curro es un hecho incontestable.


martes, 20 de noviembre de 2012

Cuestas, cruces, puentes.

Mi momento de meditar es el trayecto casa-trabajo, ida y vuelta. Son treinta minutos de meditación que dicho así suena muy cool pero en el fondo es caminar pensando y ya está.

Yo soy muy metódica, como buena Capricornio, y siempre voy por el mismo camino, la misma acera, cruzo por los mismos pasos de cebra (siempre uso los pasos de cebra) pero a veces, a mi ruta, le marco pequeñas variaciones.  Puedo estar meses pillando por la misma calle hasta que algo, cualquier chorrada, me hace cambiar y elegir la calle paralela.

Subo un par de cuestas rompepiernas, cruzo una autovía, veo amanecer. Me salen al paso gente que también camina al trabajo y adolescentes que van a clase, señoras que pasean al perro, algún jubilado madrugador, el barrendero fumándose un cigarrillo. Les miro y durante unos segundos imagino algo de ellos, es algo que hago con frecuencia, imaginar vidas ajenas.

En los treinta minutos de ida y los treinta de vuelta me da tiempo a planificar entradas para este blog, preparar mentalmente el día de trabajo, pensar en quieres quiero, añorar cosas, desear otras, relajarme, espabilarme, autocompadecerme a ratos, es una buena hora y le saco provecho. Cuando llego al trabajo estoy que me como el mundo, cuando llego a casa, me como lo primero que pillo en la nevera. Caminar me produce hambre, toda el hambre real y metafórica que puedan imaginar. 

Hay días, como hoy, que resultan casi desastrosos en el trabajo, días en los que metes la pata una y otra vez, días en los que se desmorona lo que empezaste a levantar, días en los que pierdes un poquito la esperanza. Esos días se hace largo el camino de vuelta a casa.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Sexo + Amor

Sexo: es el inicio, lo primordial, los cuerpos que se acoplan. Naturaleza.

Amor: es la base vital y espiritual, las almas que se acoplan. Paz y serenidad.

Sexo sin amor: juego cómplice, cuerpos por descubrir, sentidos en alerta, nuevo tacto, nuevo olfato, descubrimiento.

Sexo con amor: el círculo que se cierra.

Cada palabra que he elegido es positiva, son los sustantivos y adjetivos que soy, ahora, capaz de usar para definir conceptos tan abstractos como son amor y sexo -y sin embargo, tan cotidianos, gracias a Dios-.  No hay ideas preconcebidas, ni prejuicios, ni valoraciones moralistas. Sexo y amor, juntos o separados, son hechos buenos y enriquecedores.

¿Dónde está el problema?

¿A qué tanto quebradero, o dolor, o angustia, o sufrimiento? Es que no lo veo por ningún lado.

Lo cierto es que estoy bastante harta de la concepción del sexo como algo oscuro y pecaminoso. Y del amor como algo sublime y complicado. Harta de ese empeño en complicar cosas que son sencillas de entender; quizás sólo haya que despojarlas de lastres culturales, históricos e incluso morales (o moralistas, ya digo). Pero no me hagan mucho caso, yo de teorías no entiendo.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Mar no sale sin su coraza

Yo tengo que adorar a la gente que comenta mis posts porque a menudo de sus comentarios salen nuevas entradas. Estaba yo barajando un par de temas con los que darme un rato de vidilla bloguera y leo un comentario que me ha hecho la siempre sagaz May Mercurio y pienso, leche, esta niña siempre da en el clavo.

Ella a veces habla de esa coraza que se pone, nos ponemos, para ir bien protegidas. Para gente como yo, a la que a menudo el mundo hace demasiado ruido y es demasiado ancho y ajeno, llevar una coraza cuando sale a pasear es como un seguro contra accidentes. Accidentes del corazón, que el mío es muy sufridito y tiene unos cuantos remiendos. Una, que en el fondo aspira a ser una chica elegante, no desea que se noten mucho.

Ni leo poesía ni escucho música. Nunca escucho música premeditadamente, sólo la que cae en mis oídos cuando voy al centro comercial. Es una amputación musical, la mía, consciente y algo moñas, porque lo hago como coraza antes posibles y no deseados naufragios. A la mierda la música, me dije una vez. Ya llevo  un buen tiempo sorda y ciega a sus encantos. Soy una cobarde, eso nunca lo voy a ocultar.






sábado, 17 de noviembre de 2012

Poesía en movimiento

Con lo que me gustaba a mi leer poesía y lo bruta que me estoy volviendo. Yo, en mis tiempos, era de las que se embriagaba de poesía y lloraba de pasión. Buscaba poetas conocidos y desconocidos y pensaba que ser poeta era algo tan sublime, tan heroico, que todos los pecados quedaban perdonados por ello.

Para mi, tener un novio poeta era el auténtico triunfo. Estuve a punto de lograrlo, el triunfo digo. Paco2 escribía poesía y una tarde en su piso, tras aquel sexo nuestro, algo sucio y déspota, compartimos nuestros poemas. Yo le enseñé los míos, que eran atolondrados y postadolescentes y él los suyos, que ya no recuerdo. En esa época yo estaba loca por él: estaba bueno, era enigmático, follaba bien, era perverso, era un cabrón y encima, poeta. El no va más.

Luego no hubo más novios poetas hasta Pedro, que en realidad no hacía poesía pero le gustaba Antonio Machado y me recitaba "A un viejo olmo", lo cual me llenaba de ternura por él.  Además, me leía poemas zen de Deshimaru, sin ánimo de adoctrinarme, pero igualmente me dejaba rendida a sus pies. Lo que es estar cegada. O encoñada. Ahora todos los poemas zen me parecen el mismo.

Yo es que, de un tiempo a esta parte, tengo la sensibilidad de un ladrillo.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Crónica laboral

Esta semana, con el día de huelga en medio, se hizo muy corta pero pasaron muchas cosas... como casi siempre. Lo bueno de mi trabajo es que cada día es nuevo y diferente y nunca sabes a qué atenerte. Eso te da una especie de speed mañanero,  a veces algo de miedo por lo que pueda pasar, otras, ganas de crear, unas ganas locas de hacer algo bueno y que valga la pena.

En realidad nuestro trabajo es de hormigas y vamos poco a poco. Hay días alborotados y otros perezosos: esos días te sientas un rato a tomar café y charlas de tontadas. Ayer mis compañeras más cercanas hablaban de las 50 sombras y yo me fui un poco de la lengua. Tenía que defender el territorio.

Hay días en que el levante me tiene desquiciada y suelto tacos gordos en el trabajo. Alguno pensará que me volví loca, lo cierto es que no abundamos las que, en el trabajo, soltamos tacos y quizás piensen que de señorita no tengo nada. Otros días transcurren con suavidad, como hoy, en los que la resaca ha ayudado. Hubo caos y yo, resacosa y en estado zen, puse paz. Algo sublime, joder, son los momentos así.

Me gusta mi trabajo, carajo, no lo cambiaría por ningún otro ni aunque me dieran el triple de pasta. Yo es que siempre he sido una condenada utópica.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Sin ti no soy nada y otras paradojas

Yo confieso que hace tiempo la cantaba e intentaba imitar la voz de Eva Amaral -muy mal, porque soy de registros graves-; hasta en karaoke la he llegado a cantar, toda emocionada. No es que deteste ahora la canción, pero digamos que ya no me emociona, lo cual me resulta muy sano. Y es que no estoy enamorada.

Yo no soy de las que calculan los tiempos del enamoramiento, pero sí soy de las que bendicen que sea un estado pasajero. Porque realmente es un coñazo. Mientras lo vives, no; mientras lo vives estás que levitas. Vayas a donde vayas, levitas. Se te atraganta la vida -entendiendo por vida lo cotidiano-, vives en perpetuo éxtasis-agonía-desmayo. Salta el corazón a botes locos. Levitas. Y ves al objeto de tu amor como el hombre/mujer perfecto sin trampa, sin cartón y sin tacha alguna. No ves sombra. Todo es luz.

Claro que se podría pensar, uy, la Mar que se ha vuelto una escèptica y una descreída. Pero no, yo sólo disfruto de mi estado actual que es el de amar sin ser un coñazo. Sin levitar y con el corazón bajo control, para que no se rompa si se cae. No se trata de un estado práctico y desapasionado, ni mucho menos, y ni siquiera se trata de haber alcanzado el Nirvana amoroso. Amar en realidad es un proceso que no acaba y que supone un constante aprendizaje. Y la etapa del enamoramiento, esa etapa que te ciega de tanta luz, acaba por dejar de tener gracia.

Ahora lo que tiene gracia es desterrar el Sin ti no soy nada, frase imbécil la cojas por donde la cojas. Yo creo que la perdí de vista hace tiempo pero sería terrible recuperarla y por eso practico el desapego. Eso si que mola: aprender a amar sin depender. Amar limpiamente, a veces levitando, si, pero agarrada a la Tierra. Amar sin juicios de valor, sin chantaje emocional, valorando lo que hay y lo que no hay. Valorando lo que eres realmente y lo que el otro verdaderamente es. Creo que es, sin duda, la asignatura más difícil del mundo.


domingo, 11 de noviembre de 2012

BDSM para parejas vainilla

En cualquier tienda erótica no especializada en BDSM encuentras artilugios para azotar, para atar, collares, mordazas, máscaras y toda la pesca. Entro en un sex shop online bastante conocido y la oferta es amplia y variada. Luego, me paso por el foro de dicha tienda y la peña charla de sus prácticas sexuales: igualmente amplias y variadas. Me gusta.

Hay a quien molesta que la gente vainilla practique juegos BDSM. O eres vainilla o eres canela, parece que los términos medios están de más. Tener un modo de vida exclusivamente BDSM, mantener una relación BDSM de Amx/sumisx no es lo común, no la practica tanta gente, al menos en España. Lo común es lo vainilla, pero... ¿son tan aburridas y convencionales las parejas vainilla como nos las pintan desde el colectivo BDSM? Te paseas un rato por cualquiera de esas tiendas eróticas online y deduces que no. El volumen de ventas es alto y si lees los foros, ya digo, la gente disfruta de manera muy variada y sin prejuicios. Y también los juegos BDSM tienen su lugar.

El colectivo más intransigente del BDSM parece que piensa que si los vainilla juegan se pierde la pureza del asunto, como advenedizos que son. Ellos desean que el BDSM sea un coto privado de elegidos, tocados por una especie de halo místico. Supongo que no desean salir del armario, que prefieren la caverna, ser un colectivo desconocido para el gran público. Y que ese gran público les perciba como un grupo misterioso y raro (como esa ceremonia final de Eyes Wide Shut, gente rica y snob haciendo ceremonias un poco ridículas).

Sin embargo, yo sólo le veo ventajas a una salida del armario entre el colectivo BDSM español: dejar de ser considerados gente rara y degenerada, para empezar. Y que las parejas vainilla introduzcan juegos BDSM en sus prácticas sexuales lo veo fantástico. Para la salud sexual de cualquier pareja en general y para la percepción del BDSM como algo que no es de gente de mal vivir, sino gente más bien tirando a corriente que opta por disfrutar de relaciones de pareja basadas en la cesión libre de poder.

Me gusta esa oferta erótica tan variada, me gusta que haya parejas vainilla que, de vez en cuando, jueguen a atarse, a amordazarse, a hacer de esclavo sexual por un rato. Lo veo sano para el BDSM. Le quita oscuridad.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Más sobre orgasmos y ninfomanía

Tener un orgasmo no es el fin.

Hace unos cuantos años, cuando empecé este blog, publiqué dos entradas llamándome a mi misma ninfómana. Por provocar, pero también por sacarle hierro al término. Ninfómana como característica orgullosa y no denigratoria. Ninfómana con objeto de dejar claro que el sexo es importante en mi vida, que soy feliz teniendo sexo y que lo considero una forma esencial para demostrar amor.

Tuve una época de rechazo hacia el sexo -entre los 35 y 38 años- y fue una época infeliz. Quiero pensar que fue un trastorno hormonal, aunque nunca fui al médico porque yo soy muy bruta en esas cosas y me curo yo sola a lo bestia, ya digo. La cuestión es que me curé -o como queramos llamarlo- y volví a ser sexual y sensual, volví a disfrutar de mi vida erótica.

¿Orgasmos? Pueden pasar días sin que los requiera. Incluso pueden pasar semanas. Si me autodenomino ninfómana -pero no se lo tomen demasiado en serio, ya saben cómo las gasto en este blog- es porque siento placer con situaciones nimias y cotidianas: una conversación, miradas, planes para luego, la copa de vino de la cena que me suelta la lengua y me da brillo a los ojos. Decenas de caricias. Decenas de besos a lo largo del día. Un polvo improvisado. Una siesta entrecomillada. Subir la cuesta hacia mi trabajo sintiéndome follada y bien follada. Y quizás follada sin haber llegado al clímax brutal que tengo la felicidad de disfrutar. Quizás sólo follada pero, carajo, qué sonrisa bobalicona llevo puesta en la cara.

Quiero llegar a los sesenta, setenta años y seguir así, ser una viejecilla cachonda y pícara que quizás ya no folle como ahora pero siga amando y descubriendo. Ser como mi abuela, cuando me contó aquella vez, ya bien arrugadilla, cómo mi abuelo y ella se demoraban placenteramente en la cama cada mañana, sin prisas porque ya no había niños en casa ni trabajo al que acudir. Probablemente sin follar -ella nunca me lo contó- pero qué importaba.

Y, por cierto, quizás haya a quien resulte repugnante pensar en ancianos manteniendo sexo. Muy triste esa gente. Muy corta de miras.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Clitoridiana

Ya he escrito AQUÍ el asquito que me dan aquellos que obvian la existencia del clítoris. Así que intentaré no sacar más bilis ahora.

Los que creen que con la estimulación vaginal, sólo la vaginal, la generalidad de las mujeres llegamos al orgasmo me resultan unos ilusos. Hay que informarse un poquito sobre fisiología femenina y sacar conclusiones. Sólo calculando cantidad de terminaciones nerviosas ya se tiene la conclusión.

Ser clitoridiana es lo habitual, pero hay quien se siente mal por no tener orgasmos vaginales. Si les apetece leer, les cuento mi experiencia clitoris/vaginal: ya he dicho que soy cien por cien clitoridiana y bien orgullosa que estoy. Pero si mientras me estimulo/an el clítoris, hago/me hacen lo propio con la vagina (y no digamos otros orificios) el placer se duplica (o triplica/cuadruplica). El placer vía vaginal es digamos secundario pero importante. Si podemos contar con él bienvenido sea, pero no es imprescindible para disfrutar.

Más aún: tras tener un orgasmo clitoridiano si me siguen/sigo estimulando vaginalmente, el orgasmo se mantiene varios minutos. No se si eso es ser multiorgásmica o uni-mega-orgásmica, el caso es que resulta genial.

¿Por que cuento todo ésto? Porque en la entrada anterior he tenido interesantes comentarios con los que compruebas que cada mujer es un mundo. Sexualmente ricas y divinas, con la información compartida te enriqueces aún más. Y porque nunca tengo reparos en hablar de sexo y prácticas sexuales porque pienso que es algo bello, bueno y esencial para ser feliz.

Una cosa más: así como desprecio a los hombres que obvian el clítoris, también me resultan unos tristes aquellos que utilizan únicamente vibradores para estimular el clítoris de sus parejas. Esos que sólo recurren a juguetes sexuales y no se acuerdan de que tienen manos y boca. Son unos tristes y unos vagos y mi desprecio también va para ellos.

martes, 6 de noviembre de 2012

Mitos y leyendas (sexuales)

Pongo "mitos y leyendas" por tirarme el moco y epatar con el título del post. Porque comprobarán, si lo leen, que escribo desde la ignorancia.

Mito número 1: el Punto G.

No lo pongo en duda absoluta, hasta puede que exista. En algún lugar estará, supongo, yo lo he buscado y he hecho que me lo busquen pero o bien lo tengo dormido o bien nací sin él. Yo no es que lo eche de menos porque soy una clitoridiana de pro, pero molaría tenerlo.

Mi mosqueo radica, sin embargo, en que no conozco a nadie que me demuestre que lo tiene, pero que me lo demuestre con pruebas y argumentos. No vale que me describan cómo se corren vaginalmente. También me mosquea que haya quien lo defienda para quitarse de encima la tarea de proporcionar orgasmos clitoridianos, tarea que a algunos resulta engorrosa (pobres miserables).

Mito número 2: la eyaculación femenina

Sólo la he visto en pelis porno, lo cual no es digno de confianza. Miento, también en un vídeo con ínfulas didácticas en la que un nota de bata blanca nos enseñaba cómo provocarlo (algo complicado me pareció). Así que supongo que existirá.

Mi mosqueo radica en que el squirt se parece demasiado a la eyaculación masculina y maldita falta que nos hace a las mujeres tener la vida sexual de los machos. Nuestra sexualidad clitoridiana sin eyaculaciones es gloria bendita. Que no me culpen de carencias.

Mito número 3: el parto orgásmico.

En este mito tengo más confianza, más que nada por ir de activista pro-parto natural. Yo defiendo los partos naturales, ya tuve el mío nada placentero pero lo preferí a estar medicada y anestesiada. Lo que ocurre es que el parto orgásmico me suena a cosa tremendamente pija, de tener pasta y parir en una clínica megaguay, con bañera climatizada y ambiente chill-out.

He ahí mi mosqueo: que sea un invento de eco-pijas. Porque decir: tuve un orgasmo durante el parto queda chachi y todas te envidiarían. Yo sólo conozco a mujeres que han parido en la pública, con sus monitores a cuestas, en paritorios donde brilla una luz blanca criminal: tener un orgasmo en condiciones así es una quimera (aunque yo habría pagado por experimentarla).


lunes, 5 de noviembre de 2012

Gafapastas!!!

Me preguntaron hace días que por qué no me gustan los gafapastas. No es que no me gusten, tan radical no soy, pero los gafapastas que conozco me resultan un poco cargantes y pesaditos y prefiero obviarlos. Con E. tenia la broma de los gafapastas y el cine iraní: esas películas lentas y preciosistas en las que nunca pasa nada. Eso es un gafapasta. Un tipo que entra en éxtasis con el cine iraní. (También hay cineastas en otros continentes: muy gafapasta es Terrence Malick y aquí en este país, Isabel Coixet, insigne gafapasta por todos querida).

Yo me juntaba con gafapastas en mis tiempos e iba al teatro con ellos. Pero al teatro a ver obras raritas donde hay actores que aullan, gimen y deambulan desnudos por escena. Yo, cuando miraba obras de esas, en aquellos tiempos, no sabía si maravillarme de tanta CULTURA o mondarme de risa por el ridículo. Como siempre he sido tan discreta -o cobarde, según se mire- me quedaba calladita y esperaba a la salida, después de encender el cigarrillo, a ver quién decía algo. Lo malo de las obras de teatro raritas es que nunca sabes cómo acertar y quedar bien: si las criticas, malo; si las alabas, peor. Por eso ya no me junto con gafapastas, por no saber a qué atenerme con ellos.

Y también, qué coño, que soy bastante bruta y me gusta que la CULTURA me la den bien cocinada. A mi me gusta el cine de Hollywood de toda la vida, donde pasan cosas, se pegan tiros, se dan puñetazos, se besa y se muere la gente lo normal. Y las obras de teatro donde te ríes o te estremeces porque es lo que pone el guión y los actores lo actúan, como debe ser. Y las novelas donde pasan cosas también no ese Murakami que de leerlo languideces (que me perdone maiKO  decir estas herejías).

Nunca he llevado gafas -espero no llevarlas de vieja- y huyo de los gafapastas como de la peste. Si alguna vez me topo con alguno y empieza a contarme gafapastadas, que se agarre los machos porque ya, a mis años, ya no me voy a quedarme callada y reírle las gracias.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Saber debatir

Saber mantener un debate es una asignatura pendiente en mucha gente. Para mantener un debate en condiciones hay que saber manejar varios elementos:

1. tener una mínima idea del tema que se debate y si la que se tiene es poca, aclararlo siempre. Fantasmones y dogmáticos suelen ir a la par y se les suele pillar a las primeras de cambio, aunque ellos no se den por aludidos. Si no se tiene mucha idea del tema, lo mejor es quedarse aparte. Parece lo lógico pero a mucha gente parece que le cuesta no opinar de cualquier tema candente, aunque no tenga ni idea.

2.  escuchar al otro. escucharlo con toda atención.

3. sobre todo: argumentar. El gran problema en cualquier debate es que no se sabe utilizar argumentos, lo cual es paradójico, dado que un debate supone esgrimir argumentos que defiendan las ideas propias y derrumben las contrarias. Sin embargo, los argumentos o bien se usan mal -por ejemplo, se recurre a justificar una idea lanzando balones fuera (si estas en contra de los toros deberías estar en contra de los mataderos de carne, es un argumento "balones fuera" usualmente esgrimido por los taurinos); o bien, ni siquiera se utilizan. Es decir, directamente se hace dogma, se defienden los postulados propios sin demostrar mediante argumentos sólidos su validez. (Argumentos sólidos son aquellos que pueden medirse de forma objetiva).

4. finalmente, un buen debate implica no tener que convencer al oponente de lo erróneo de sus ideas... Respetar el duelo de argumentos, aceptar la diferencia de pareceres con deportividad, incluso tender puentes entre ideas que pueden ser compatibles. Incluso aceptar la derrota si los argumentos del otro rebaten los nuestros. Todo ello enriquece cualquier debate y a nosotros mismos.




miércoles, 31 de octubre de 2012

Viejo patio de vecinos

Hace años, en esta ciudad, abundaban los patios de vecinos. Mi abuela María vivía en uno, un patio comunitario alargado, casi una calle cerrada, llena de macetas y jilgueros. Allí vivían cuatro familias en casitas que eran cajas de cerillas, con un retrete para todos. La casita de mis abuelos paternos tenía apenas un salón y un dormitorio con una estampa un poco siniestra de la Virgen del Carmen en el cabecero de la cama. La cocina era diminuta y, con el buen tiempo, hacíamos mucha vida fuera, en el patio y hasta en la casapuerta.

Mi padre siempre me dice que me parezco mucho a mi abuela. Ella era alta y huesuda, de manos largas y mentón pronunciado y tenía mucho genio. Yo sólo la recuerdo como una abuelita frágil, buena y un poco melancólica. Y muy perfeccionista: se empeñaba en pasarme el peine bañado en colonia por la cabeza hasta no dejarme ni un pelillo suelto.

Yo pasaba las tardes sentada a su lado. Ella escuchaba la novela en la radio y yo leía los viejos cómics de mi padre: Tarzán, Roberto Alcázar, el capitán Trueno, el príncipe Valiente. Se que mis fantasías con "damiselas en peligro" provienen de aquellas lecturas. Mientras leía, pasaban los gatos a mi lado y yo les ignoraba cautelosamente porque siempre me dieron miedo.

Apenas recuerdo a las vecinas pero se que entre ellas había lazos de ayuda y compañía mutua, creo que en aquel patio todos se llevaban más o menos bien, quizás me equivoque. El único niño que vivía allí se llamaba Paquito y era de mi edad. A veces la madre le animaba a jugar conmigo pero yo también guardaba silencio cautelar: siempre fui una solitaria y, en aquella época, los niños, por muy buenos y nobles que fueran, como Paquito, me daban miedo.

lunes, 29 de octubre de 2012

Gente permanentemente cabreada

Como soy una ingenua y una absurda, no concibo estar permanentemente cabreada. Eso no quiere decir que no me pille mis berrinches, que me los pillo y bien grandes. Hace tres días sin ir más lejos, pegué tres berridos al aire que creo asusté a los vecinos. Pero un ataque de ira no es un cabreo permanente, lo cual, ya digo, es una situación inconcebible para mi.

Es un hecho que estar permanentemente cabreado no te hace feliz -eso ya lo sabemos desde aquello de el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Por eso soy una optimista y una ingenua: es un estado puramente práctico que me hace la vida más llevadera. Una vida que es tan corta que no merece la pena pasarla enemistada con el mundo. Además, el permanente cabreo no lo va a arreglar (porque el enfado eterno te bloquea y no te deja arreglar nada: ese día de mi berrinche no hice gran cosa).

Cuando estoy junto a alguien permanentemente cabreado yo nunca le digo que pare. Es lo último que debe hacerse con alguien así y no es nada inteligente, porque a su cabreo le añades un motivo más: que se cabree con una por listilla. Al contrario, le dejo que desfogue. Dar consejos de vida a un cabreado es un error fatal y los optimismas les solemos dar asco. Por eso, yo disimulo y me hago la tonta.

Hay personas siempre cabreadas que me dan igual y si les escucho yo hago como quien oye llover. Pero también hay gente a la que aprecio o quiero y ellos despiertan mi compasión. Ojo con la palabra compasión: no es un término peyorativo. Compadecer implica compartir el padecimiento. Con los cabreados que aprecio puedo llegar a compartir su angustia, simplemente escuchándoles, pero jamás -o casi nunca- les daré un consejo que no valorarían. Quizás en su permanente enfado con el mundo sean felices, de una forma que yo no puedo entender.

sábado, 27 de octubre de 2012

Esos grandes CLÁSICOS del erotismo

Yo tengo mis lecturillas CLÁSICAS e hice mis deberes en literatura erótica desde jovenzuela. Tuve una etapa en que libro CLÁSICO de erotismo que encontraba -en librería, mercadillo o centro comercial- libro que compraba. También, lo reconozco, he hojeado mucho sin comprar. Recuerdo esa novelilla -que no es ni mucho menos un CLÁSICO- que causó furor hace unos años entre los círculos BDSM: La sumisa insumisa. Pues bien, aquella novelita tan mala me la casi leí en un centro comercial en dos días. Es que yo soy de lectura rápida.

Pero yo quería escribir sobre algunos grandes CLÁSICOS y mis sospechas de que no los han leído tanta gente como parece. Hay a quien se le llena la boca citando, por ejemplo, al Divino Marqués y, reconozcámoslo, sus novelas son un truñazo. Yo me leí Justine y creo que La filosofía del tocador -creo, porque hace la tira de tiempo y los lío todos- y lo confieso, sólo me leía las páginas de vicio y fornicio. Con el resto, donde el Marqués se pone a filosofar, no puedo. Yo soy así de bruta.

Pillé Las once mil vergas y vale, te mondas un rato pero ojito, eso no es literatura ni erótica ni bedesemera, así que no me la pongan como ejemplo. Al igual que con las novelas del Divino Marqués, Las once mil vergas busca escandalizar a mentes morigeradas, en este caso, desde el humor absurdo, lo cual, provocar desde el humor, es uno de los empeños más loables de cualquier escritor, a mi juicio. Por ello, insisto, ni Sade ni Apollinaire son los grandes maestros ni del erotismo ni del BDSM porque no eran éstos su objetivos. Filósofos, pensadores, crueles experimentadores literarios, eso sí y mucho y muy enormes. 

Reconozco que no acabé La Venus de las pieles. Me cabreaba mucho ese Severin y su antojo de ser dominado. Y Wanda me parecía una infeliz. Además, no me excitó nada y es lo mínimo que le pido a la literatura erótica. Y respecto a Historia de O, ya he escrito un par de veces sobre ella y sobre lo estúpida que me parece, lo cual no quita que me guste releerla y ponerme como una perra. Pero si le quitas los momentos cabrones, Historia de O es aburrida a muerte. 

Y sin embargo hay mucha gente que considera a los arriba citados como el summun del erotismo y el BDSM literario y yo tengo mi dudas: o bien mienten y en realidad no los han leído o bien yo soy una ignorante que no tiene ni la más mínima sensibilidad literaria. 

(Hay más novelas, pero esto no es un TOP TEN de literatura erótica, otro día quizás).



jueves, 25 de octubre de 2012

Salas de espera, familias

Ayer estaba muy hostilizada esperando. No por esperar, que no me suele incomodar si no llevo prisa y ningún cabo suelto. Cuando espero en modo zen, leo o miro a la gente. Ayer no pude sentarme porque estaban todos los asientos ocupados, así que esperaba de pie, frente a un ascensor que no se estaba quieto. Entraba gente, salía gente, camillas, goteros, gente pasillo arriba y abajo. Confieso que tengo una forma de mirar demasiado obscena: no obscena en sentido sexual, obscena en sentido ataque a la intimidad. Soy una mirona.

Ayer me hostilicé por culpa de la gente que no paraba callada y hablaba a gritos. Se supone que estábamos en un lugar de ver y callar, o al menos, hablar bajito, pero ayer había grupitos que estaban casi de parranda. Había mujeres gritonas con las que me habría liado a tortas. De cualquier forma, yo no paraba de mirar, porque además no tenía con quien hablar -ni ganas- y tampoco podía leer. Así que metía la oreja en todas las conversaciones que podía -lo cual era fácil, con tanto grito- y procuraba calmar mi hostilidad haciendo lo que siempre hago: cultivar la empatía.

Así, me enteré de la tristeza de una familia y de quién era la esposa y quiénes las hijas y la nuera. Compartí los nervios de otra familia que se movía inquieta. Me enteré de las desdichas de una rubia de bote e intenté sentir simpatía por ella, a pesar de su pinta de macarra. Miré sin recato a todo ser doliente, esperanzado, frágil, fuerte, campechano, sonriente, valiente, bromista, enfadado que pasara frente a mi. Y se me fue pasando el cabreo.

Luego, por la noche, me encontré a una antigua compañera que me habló de su familia, de sus hijas y su nieto pequeño y aunque yo seguía con pocas ganas de charlar, me enganché a su conversación. Porque me contó cosas tan sencillas y bellas que habría que ser muy mala persona para no hablar con ella. Acabé contándole de mi y sintiéndome bien.

martes, 23 de octubre de 2012

Lectura para el bolso

En realidad no he seguido leyendo El búfalo de la noche, lo tengo ahí a mi derecha pero me resulta demasiado triste ahora.

En realidad he empezado Chacal, la tengo en préstamo desde la primavera y buscaba una buena ocasión para empezarla. Es un ejemplar en rústica del año de la polka, con el careto de Charles de Gaulle en portada. Me apetece meterme en las intrigas de la OAS, aunque no se si llegaré a acabarla, no se si de tanta intriga acabaré hastiada. En realidad, el motivo principal para empezar a leerla es que me cabe en el bolso y mi e-book está en coma.

lunes, 22 de octubre de 2012

Reglas para postear: un anexo

Hace la tira de tiempo (2009), publiqué aquí sobre mis reglas para postear, reglas que creo voy cumpliendo escrupulosamente. Hoy quería puntualizar alguna cosa.

Exageración. El que lea este blog y se crea que todo lo que escribo aquí es verídico cien por cien está errado. Mi tendencia habitual es describir la realidad y exagerarla un poquito. O mucho si estoy con ganas. (Así que no se crean lo de que estoy buenísima de la muerte y que soy una MQMF y todo eso. Son exageraciones mías)

Impudicia, pero relativa. Escribir sobre temas intocables o directamente feos, como las hemorroides, es una especie de reto. Temas que no encuentro el motivo para no tocar, detesto ciertos tabúes hipócritas. Por supuesto se arregla con no leer de culos y almorranas y cambiar de blog.

Impudicia relativa porque no escribiré nunca sobre cosas que sí son íntimas. Mi vello púbico no es el culmen de mi intimidad. Todos poseemos mil cosas mucho más íntimas que jamás compartiremos en un blog. Son tesoros, secretos, rincones personales. Aquí no tienen su lugar.

Todo muy obvio;  lamentaría pasarme de lista y acusar a quienes amablemente me leen de tontos. Sólo que hoy necesito escribir cualquier chorrada antes de irme.

domingo, 21 de octubre de 2012

Antimalthusianismo

Ayer, por la calle, me miraba en los escaparates y pensaba, cielos, qué buena estoy. Es cierto que vestida suelo ganar porque a mis cuarenta y cuatro años y dos embarazos no tengo el cuerpo de una modelo. Pero ni ganas, de verdad.

El cuerpo que se nos queda tras embarazos y partos es un cuerpo victorioso. Las marcas de la cesárea, las estrías, tetas caídas, manchas en la piel, los pies hinchados, las hemorroides, son cicatrices de guerra, una guerra contra la nada. No nos lo dicen cuando vamos a parir pero todas lo sabemos. ¿Se te quitan las ganas de tener hijos? No. Esas son unas ganas bestiales, que nacen de muy dentro y apenas se pueden controlar. Cuando a mi me entraron ganas, era una especie de loba y follaba, sabiendo que me iba a preñar, como nunca he follado.

Anoche volvía a casa del teatro junto a mi madre. Mi madre tiene sesenta y seis años pero juro que no los aparenta. Ayer ella llevaba un vestido corto y medias negras con brillo plateado. Iba elegante, femenina y juvenil y yo iba mucho más sosa, con pantalones y mi nueva cazadora negra. Tres borrachos que venían de una boda nos soltaron un piropo. Pero estoy segura que iba más por ella, que con su edad y decenas de batallas ganadas, sigue siendo bellísima.

viernes, 19 de octubre de 2012

No quiero sufrir en silencio

Nadie te avisa cuando te pones de parto, aunque algo te vas oliendo por el camino. Durante el parto de mi segundo hijo no hubo anestesia y parí de la manera más natural y dolorosa posible. Un dolor extremo pero, aunque parezca repelentemente místico, muy satisfactorio. Cuando pares solo piensas en cuánto duele y en cuándo acabará. Parece una meta imposible, yo recuerdo estar pariendo y pensando a la vez, por Dios, que no salga, quiero quedarme así, que no salga que me muero de dolor.

Las matronas me instaban a empujar. Yo empujaba, sollozaba y les decía que me iba a hacer caca. Una matrona me decía, pues no importa, hazte caca, aprieta, empuja, empuja. Parir y defecar. Empujas, aprietas, nadie te cuenta lo escatológico, pares y a la media hora ya te has olvidado del dolor porque tienes a tu bebito en brazos y, joder, no hay felicidad mayor en el mundo. Miras de reojo y ahí está tu placenta, brillante y sangrienta y tan hermosa. Te sientes poderosa, soberana.

Pero nadie te avisa. Dolerán las grietas del pecho. Y dolerá mucho, muchísimo el ano. Nadie te avisa que parir conlleva sangrar muchos días en los que tienes que usar esas compresas de algodón tan poco favorecedoras. Nadie te avisa de las cicatrices en tu vulva. Nadie te avisa del doloroso premio por empujar. Unas hemorroides como soles que te acompañarán en los días venideros y duelen como las cabronas que son.

Pares, tienes hijos y no serás nunca una mamá de revista. Te queda la cicatriz de aquella cesárea. Te queda el pecho suelto y caído. Te queda la barriga redondita. Te quedan las hemorroides.

jueves, 18 de octubre de 2012

Lecturas atrasadas y amontonadas

Ya casi termino La leyenda del ladrón, quizás esta noche si el sueño no me gana la partida. La compré sin saber que iba a ser tan emocionante, buena novela de aventuras en la Sevilla de la Edad de Oro. Barcos que llegan de las Indias, galeotes, la banda de Monipodio, funcionarios corruptos e incorruptibles, Cervantes y Shakespeare... el tema me apasiona y la historia cumple con creces.

También estuve hojeando algunos relatos de Borges. Tengo pendiente junto a mi cama El jardín de los senderos que se bifurcan porque necesito respuestas o más preguntas.

Estuve hojeando también de forma muy masoquista el Diario de una ninfómana, porque quería comprobar si el sexo que describe la autora tenía alguna similitud con el mío y también necesitaba analizar los vaivenes de una relación envenenada como la que cuenta Valerie Tasso a la mitad de su historia/autobiografía.

Le robé a mi hijo adolescente Diez negritos, que le recomendé el sábado y ya está casi acabando. No pensé que la buena de Agatha Christie le iba a enganchar tanto y de qué manera. Estuve leyéndolo y recordándolo por encima para poder charlar con el niño y meterle un poquito de tensión y suspense a su lectura. Qué envidia, no saber aún quién es el asesino.

Mañana voy a ver si está en la librería la última novela de Ángeles Caso, va de la Princesa de los Ursinos y la corte de Felipe V... increible que nadie haya novelado aún esa época. Tengo muchísimas ganas de pillarla.

Y tengo muy, muy poco tiempo para leer estos días.

lunes, 15 de octubre de 2012

Mi Dulce Pueblecito

Cada vez que voy al Dulce Pueblecito me entran ganas de quedarme allí a vivir. Unas terribles ganas de hacerme pueblerina, pero ojo, nada de cuidar huerto ni gallinas, a tanto no llega mi espíritu bucólico. Sólo me entran ganas de vivir en una casita muy encalada, pasar tardes contemplativas, vivir en un retiro espiritual algo pijo.

El Dulce Pueblecito es muy cuco. Tiene casas blancas, una montaña agreste, bosques aromáticos alrededor, calles empinadas y niños que juegan a la pelota en la Plaza. Todo el que visita el Dulce Pueblecito se queda encantado. Y los bares y las tiendas de artesanía se quedan más encantados aún. Ir al Dulce Pueblecito en un puente es un horror, se peta de gente de la ciudad y no hay ni aparcamiento. Los urbanitas se pasean por el Pueblecito con sus bastones de hacer senderismo -haciendo un poco el ridículo- y se quedan admirados de lo bien que se vive allí. Muchos repiten que si pudieran, se quedaban allí para siempre.

Yo no suelo ir en los puentes porque además de misántropa, miro por encima del hombro a los urbanitas -dado que yo no lo soy aunque viva en una (pequeña y cutre) ciudad. Yo voy algunos fines de semana y no hago de urbanita -jamás me verán con bastoncito de senderismo, ni siquiera me verán haciendo senderismo-. Como mucho, me verán yendo a por setas, ahora que empieza la temporada. O tomándome una cerveza en un bar. O mirando a mi hijo pequeño jugar al fútbol en la Plaza.

Me imagino de viejecita saliendo por la puerta de mi casa blanca... y no, no me imagino. Quizás sólo quiera llegar a vieja y estar en paz. Sea donde sea.

sábado, 13 de octubre de 2012

Pequeña añoranza púbica

A veces añoro mi pubis peludo. Cuando yo era una estudiante que apenas se depilaba, estaba muy orgullosa de él. Era capaz de ir a la playa y dejar que el bikini dejara asomar algo de vello. Era capaz de ignorar cuánto abultaba aquella mata de vello. Yo tenía rizos con los que jugaba antes de dormir. Rizos suaves y lanudos, muy negros. Era algo trabajoso separar toda aquella selva para alcanzar el clítoris, lo se, por eso comencé a recortármelo.

Cuando se recortan los rizos ya nada crece igual. Yo fui desprendiéndome de todo aquel algodón negro a base de tijeras, recortándome para que no abultara el bikini -cuando me percaté de aquello-, para facilitar dedos y lengua. Y cuando el vello crecía lo hacía sin gracia, o con demasiada gracia, ya se sabe el poder de las tijeras, salía crespo, duro, demasiado vigoroso para erotizarme. 

Supongo que no sería agradable ver cómo sale ahora, ¿tendría canas? ¿crecería lacio y flojo? Me sentiría decadente. En realidad, ahora que lo pienso, no lo añoro tanto.






miércoles, 10 de octubre de 2012

Barrio cani

En mi barrio cani chocas cada día contra un muro de realidad, realidad de la buena, no de la que circula por internet. Es un barrio cani pero no chungo, tiene sus zonas nobles y otras menos, pisos que necesitan un lavado de cara, casonas con la fachada sin repellar, tiene hasta huertos con gallinas. Y solares con pandillas de gatos que me recuerdan a E.

Hace unos años veías a más chavales cargados de oro. Hasta las niñas llevaban más piercings en la cara, ahora parece que cambiaron la moda o las necesidades. En el barrio encuentras gente de la construcción y en paro, limpiadoras por horas, currelas de las fábricas, mecánicos, transportistas, gente que pone puestos de castañas; poco médico u abogado se ve por aquí. En este barrio cani hay niñas que se preñan a los quince; hay moros, payos y gitanos que van al cole y familias donde la abuela es la que cuida de los críos porque el padre está en la cárcel y de la madre mejor no hablar.

Si embargo, en mi barrio cani no verás gente bailando en los portales ni haciendo el lila por la calle. Hay tristeza y hay buena vecindad; hay, a veces, alguna pelea entre marías y a veces gente que toma el sol y come pipas en el parque (cutre). Mi barrio cani es demasiado mediocre para salir en Callejeros.

viernes, 5 de octubre de 2012

El canalla encantador

El Gallego era un encantador de serpientes. De gallego sólo tenía el apellido y que sabía hacer el conxuro para la queimada. Una vez nos preparó una, aunque creo que no le salió del todo bien. Pero daba igual, porque casi todos sus defectos se los perdonábamos. Él te sacaba esa sonrisa de canalla y te agarraba por la cintura, te decía tres o cuatro cosas bonitas y ya se lo perdonabas todo. Era un demonio.

Nunca lo vimos entrar en clase, se suponía que iba a cuarto o quinto pero él siempre estaba en la esquina del bar de la facultad, con sus acólitos, bebiendo y ejerciendo de Padrino. Tenía hechuras de siciliano, aunque era muy alto, y se peinaba con el pelo hacia atrás, no a la manera pija sino como un arrabalero. Tenía la voz cazallera, fumaba compulsivamente, era un compendio de virtudes.

No recuerdo cómo nos hicimos un lugar a su lado, en la esquina del bar y cómo comenzó a frecuentar nuestro piso, pero, sin que mediaran amor o sexo, el Gallego se pegó a nosotras y nos embarcó en juergas de primera. Nos llevaba a bares de barrio a comer el menú del día, nos llevaba a tabernas de viejo donde ponían buena cerveza, nos sacaba a bailar. Decidió que nos iba a enseñar a bailar el tango y así se tiró una temporada, sin que nunca avanzáramos un palmo. Él era así, nunca acababa los planes.

Ya digo que entre C. y él hubo tensión sexual no resuelta y todas las compañeras del piso aguardábamos expectantes al día en que por fin se dieran el lote. Nunca ocurrió, supongo que C. no se atrevió a embarcarse en una relación con un tipo tan impredecible y quizás al Gallego sólo le apetecía llenarla de piropos en lunfardo. Un día apareció con una novia de verdad, una chica dulce y guapa que no le pegaba ni con cola, pero a él se le veía loco. El noviazgo le retiró del mapa de la farra y casi dejamos de verlo, lo cual no es raro aún en los tipos más canallas y embaucadores.

 

jueves, 4 de octubre de 2012

Nuestra casa de locos

Teníamos una casa de locos y la culpa era de C., que se vino a vivir con nosotras y nadie supo predecir las consecuencias. Nuestro piso de estudiantes, gracias a C., estaba por las tardes lleno de gente que se apalancaba a tomar café y a veces a cenar. A mi me llevaban los demonios. No por soportar a más de un gorrón, sino porque parecían no darse cuenta de que éramos estudiantes y DEBÍAMOS estudiar.

La mayoría de los apalancados perdían la gracia a los dos días. Al principio molaban porque resultaban exóticos: un perroflauta, un teddy-boy, un siniestro, un guitarrista que salía en Carnaval. Solían ser gente de la propia facultad y C. se los traía a casa por simple hospitalidad. La recuerdo en los pasillos, conociendo a un futuro gorrón: Oye, y por qué no te vienes a casa a tomar un cafelito? y yo me destrozaba la cara, haciéndole muecas para que se callara la boca. La pava nunca se daba por enterada y los gorrones aceptaban una invitación que, lo juro, C. decía siempre por compromiso.

C. es así, simpatía en estado puro y nunca le oirás un no. Yo se que a ella también le terminaban cansado aquellas visitas tan largas y casi diarias. A veces la veías entrar en modo pánico porque tenía un examen al día siguiente y los jetas no acababan de irse. Pero nunca, nunca los echaba. Era agotador.

Cuando los apalancados se quedaban a cenar yo me cabreaba mucho con C. y el resto de compañeras también, pero a mi se me notaba más. También me cabreaba con los apalancados y les miraba con cara de mala hostia, pero, como suele pasar entre esa gente, ellos no se daban cuenta. Tampoco se daba cuenta C. porque es una bendita. Sólo había uno que no me molestaba y era el Gallego: aquel canalla encantador me parecía ideal para C. y yo notaba que los dos se gustaban. Fue una relación tensa y ambigua, la del Gallego y mi amiga C. , que nunca hablaba de hombres y nunca se dejaba querer, aunque supongo que fue mejor para ellos no acabar juntos.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Los condescendientes

Los pedantes son una monada. Les dediqué un texto hace tiempo y ya somos como viejos amigos. Me resultan monos porque son previsibles. Los ves venir, abren la boca y ya sabes qué van a decir. Entonces ladeas la cabeza y piensas: qué mono, qué listo y qué salado.

Como son previsibles no resultan dañinos ni molestos. La pedantería es lo que tiene: te acostumbras a convivir con ella y no pasa nada, a lo sumo te da para escribir un post y -ojalá- haces reír a tus lectores. Además, te ayuda a valorar mejor lo que tienes o conoces: esos caballeros no pedantes que son hombres como la copa de un pino. En cambio, los pedantes son sólo una ricura, poco dignos de admirar.

A menudo se ponen en modo condescendiente. Ellos no se dan cuenta  y lo hacen cuando están a la defensiva. Los pedantes suelen carecer de argumentos sólidos y recurren a la pedantería -o a la condescendencia- para epatar. Tú les caes mal o les apetece hacer una gracia  o les apetece desahogarse un ratito y te sueltan una pose de perdonavidas. Sin argumentos, claro, porque no llegan a tanto. O con argumentos mediocremente llevados o mal hilvanados: los pedantes suelen embrollarse con sus discursos -se admiran mucho a sí mismos y eso obnubila.

Son decorativos, como las figuritas de Lladró, un poco viejunos y cursis, pero inofensivos a la vista si te acostumbras a verlos a diario. A mi me gusta verlos cuando se ponen como ejemplo de cultura. Cuando se erigen en icono -Lladró, pero iconos- y se ven a si mismos tan irresistibles. Se creen muy en serio su papel, ya digo que son una monada.

martes, 2 de octubre de 2012

Levedad del ser

Viejas fotos. Mis abuelos maternos en una de aquellas fotos de estudio, jóvenes guapos. Mi abuelo de uniforme la mira a ella con deseo. Jamás vi una foto de estudio así, mi joven y bellísima abuela mirando a la cámara y mi abuelo comiéndosela con los ojos. Su nariz, su cara alargada y varonil. Tanto deseo, su legado.

Mi tío el que murió, en un puñado de fotos que guardaba su hermana. Murió con veinticuatro, veinticinco años y yo no le conocí pero me hablaron mucho de él. Tanto que es casi un mito.  Me contaron que era bueno, inteligente, hablaba inglés. Que era muy formal, muy trabajador, me contaron siempre cosas buenas de él. Aparece delgado, elegante, a veces sentado con negligencia, sonriente, con sonrisa blanca, un hermosísimo y varonil ejemplar. Su novia era rubia y a veces me la encuentro en el Mercadona. ¿Saben que aún se echa a llorar cuando recuerda a mi tío? Y, aunque se casó, la he escuchado decir que nunca amó a nadie como a él, ese chico guapo que murió.

 

lunes, 1 de octubre de 2012

No entran moscas

En boca follada no entran moscas, imposible hablar, sólo polla, lo cual es muy cómodo porque no tengo que moverme apenas.

En boca follada solo tengo que abrir y tragar sin hablar, sólo dejar que la pelvis trabaje y empuje, empuje, dentro, fuera, más y más.

Una boca follada se adapta, circunnavega, se hace muelle y flexible, circular, única, suprema, carnívora, líquida, se acopla, se doblega y no dice nada.

Tus zonas erróneas

Hoy vino la revista del Círculo de Lectores. Mi amigo JJ me dice que soy una antigua porque aún compro en Círculo. Soy una socia veterana, tengo la casa atestada de libros de Círculo y es una querencia con tintes románticos (romanticismo sin mayúsculas). Tengo mi e-book y todo, pero yo sigo comprando libros en papel y coleccionando marcapáginas.

En esta ocasión la revista trae muchos libros de autoayuda, lo cual, viviendo como vivimos, es muy lógico. La gente se está olvidando de cómo vivir y necesita manuales que le enseñen. La gente tiene miedo a fracasar en su trabajo, en sus relaciones de pareja, en sus emociones, tiene miedo a estar triste, a no ser buenos padres, a todo. La gente necesita que le digan, muy clarito, cómo motivarse, no dejarse manipular, soportar sus indecisiones, tomar decisiones, no dejarse abrumar por el estrés, dominar el pánico, no preocuparse.

Ya hablé hace tiempo de mi primer y único libro de autoayuda, aquel del doctor W. Dyer que aún es superventas. Tus zonas erróneas. Maldito libro, me comió el coco durante mucho tiempo. ¿Conté que una vez, de adolescente, fui al psicólogo, de lo adolescentemente confundida que me sentía? El muy cabrón me recomendó leer el puñetero libro. Una y no más, lo siento por los psicólogos que me lean, nunca más me tendrán de paciente.

Pero leyendo algunos blogs me entran muchísimas, muchísimas ganas de escribir mi propio manual de autoayuda. Seria genial. Lo tengo todo. Tengo experiencia, madurez, una sosegada perspectiva de la vida. Soy sensata, sobria, segura y unas cuantas eses más. Tengo sentido del misticismo y podría ser una segunda Paulo Coelho, o una segunda Eduardo Punset. Mi empatía es ilimitada. Sobre todo, me da mucha, muchísima pena leer ciertas cosas, supererróneas, superequivocadas, de gente que se lo cree. Sufre. Y yo sufro con ellos.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Más sobre el Romanticismo

Del post anterior se podría deducir que ya no soy romántica, porque lo cierto es que me quedó un texto seco como la mojama. Ayer cantaba al realismo y al sentido práctico en las relaciones amorosas pero por la noche me acosté pensando en las revoluciones perdidas y posibles.

Ya he escrito alguna vez que yo soy una romántica del Dieciocho, romántica a la manera de los viejos, buenos románticos que daban un sentido trascendente y casi místico a la existencia. Mi romanticismo no es el de mis veinte años porque hacerse mayor me dio serenidad y aplomo, pero sigo confiando en el genio individual, en el valor de la lucha, en la irrefrenable fuerza de los sentimientos.

Romántica, que no ñoña.

Romántica y libertaria.

Romántica y antigregaria.

Romántica pero no soñadora.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Sumisas-busca-novios

Hay sitios donde se burlan de las sumisas-busca-novios. Aquí no, aunque alguna vez haya parecido lo contrario. Yo me burlo de los blogs con corazones y duendes por cuestión estética pero líbreme Dios de burlarme del legítimo deseo de encontrar novio bedesemero.

Un Amo-novio es un ente ideal. Encontrar un Amo-novio debe ser la hostia y las sumisas que lo tengan supongo que están flipando de gozo. Las buscadoras de novio Dominante y (un poquito) sádico están en su más legítimo derecho. Y no soy sarcástica ni nada, ojito, lo digo con todo mi buen corazón. De los asuntos del querer yo nunca me burlo.

He leído muchos blogs de sumisas en busca del Amor y, obviando los corazoncitos, las comprendo a todas. El empeño por enamorarse, aunque sea de entes ideales, es un acto natural, bello y ojalá más de un amargado/a lo tuviera. El problema son las expectativas.

Es fácil crearse elevadas expectativas ante el nuevo Amo-posible novio. Son caballeros que lo tienen todo: te usan como a una perra y te cuidan como una princesa. Irresistible. Hacerse ilusiones es casi obligado, un Amo-novio es la panacea a todos los males del corazón y la soledad. Hacerse la dura y no crearse un modelo irreal de Amo-amante es difícil y hasta ingrato. Es más dulce soñar con que ese Amo-posible novio te cuidará como nadie te cuidó, estará siempre atento y tendrá siempre ganas de guerra. El realismo ya sabemos que casa mal con el romanticismo.

Supongo que a expectativas más elevadas, mayor es el desengaño y más cruel la ruptura. Luego, te encuentras esos mismos blogs de corazoncitos llorosos y llenos de despecho y/o autocompasión. Joder, aunque yo parezca sarcástica y dura, eso me duele. Jamás me burlaré de una sumisa abandonada por sus expectativas.

Y lo peor, lo peor de todo es qué le dices a la sumisa llorosa. Le das palmaditas de ánimo? le dices eso de que todo pasará y blablabla? Yo, que soy muy bruta, les diría que a rey muerto, rey puesto, pero queda mal y además, yo soy de las que ya no se hacen expectativas y se supone, tengo mi carácter y a chula no hay quién me gane. Y creo que a las sumisas románticas les caigo fatal.


jueves, 27 de septiembre de 2012

El esforzado pajillero

Hay quien se escandaliza cuando, en los chats esos de mal vivir, te aborda un pajillero. Como si en esos chats una no fuera a lo que va. Se escandalizan y yo las imagino dando grititos horrorizados y medio santiguándose. Los pajilleros de  internet son como la hez de lo virtual. Escoria. Gente muy baja y degradada. Gente patética. Eso dicen ellas, porque es como muy políticamente correcto, no?

Yo he pasado buenos ratos con algún pajillero virtual. Tuve uno que era un amor. El pajillero prototipo, más estereotipado no podía ser. Lógicamente yo sólo le veía la polla, pero a veces, cuando se meneaba un poco, le veía la barriguilla cervecera, o la camiseta casposa. Yo le imaginaba con gafas, absolutamente friki, con el pelo rizado y barbas. Era joven y se supone estaba abrumado conmigo, que soy el prototipo de la MQMF.

Yo, que a veces estoy en la inopia, le pregunté una vez que por qué no se liaba con una chica de verdad y me contestó que porque era feo. Como es lógico, me enterneció mucho y le brindé un buen rato de sexo virtual, que el muchachote se lo merecía. Y, además, era un buen ciberpajillero, se lo montaba bien y me sabía calentar.

En realidad, si alguien se tuviera que escandalizar en esta historia debería ser él, que lo usé de mala manera. Porque yo, en esa época, no miraba aquellas pollas que se envalentonaban por la cam. Yo me miraba a mi misma, mi propio sexo turguente. Mi cibersexo era siempre onanismo salvaje y aquel pajillero un buen instrumento. Usaba las palabras justas, no hacía retórica, yo me excitaba de verlo excitarse y de verme excitada y reflejada en mi propia cámara, era sexo diferente, mórbido, sólo para mi.



miércoles, 26 de septiembre de 2012

Bedroom nightmares

Tengo un cerebro un poco puñetero. Anoche el cabrón se despertó cuando daba la primera cabezada y por poco me mata del susto. Tenía entendido que los terrores nocturnos son cosa de bebés. Hago la idiota buscando "terror nocturno en adultos" por internet -lo cual es una idiotez porque buscar trastornos en internet es ponerte el cuerpo malo- y no encuentro gran cosa. Los bebés tienen terrores nocturnos, se supone que los adultos no o casi no. Se supone, según internet, que los terrores nocturnos se deben al estres pero yo estrés como que no. Fui una estresada tiempos ha, ya casi no. Cada noche me duermo después de leer un rato y caigo como una bendita. Pero a menudo me despierto, en el primer sueño, gritando como loca y cagada de miedo. Joder, anoche grité como una bellaca y desperté a medio vecindario. Hoy llevo todo el día un poquito nerviosa, fue un episodio de terror muy intenso y me ha dejado medio lela. Es jodido el asunto. Y no soy una bebé.

martes, 25 de septiembre de 2012

Dominante en la cocina

El chef Dominante
Tengo un nuevo fetiche masculino que se llama Gordon Ramsay. Los chefs son mis nuevos iconos sexys, son tipos sensibles y creativos a la vez que fríos y de nervios de acero. Hay que ser muy Dominante para ser chef y lidiar con pesadillas en la cocina. Gordon Ramsay lo es.

Guapo no es, con esos ojillos chicos y esas narizotas. Con ese color de pelo rubio desvaído. Y con esa pinta de tener barriguita floja. Pero cuando se pone a preparar ensaladas "con un toque fresco y moderno" es un amor. Cuando gesticula, que lo hace mucho, es un encanto. Cuando se enfada y dice tacos me lo comería a besos.

Es cierto que el doblador al castellano también es parte del encanto, porque en inglés Ramsay tiene una voz de pito y el doblador tiene una voz apabullante (se llama Jesús Olmedo) con la que te derrites cuando dice "este salmón está seco, rancio". Y es que la ce de rancio le sale divina. Pero doblaje más o doblaje menos, todo va en el pack y yo adoro contemplar al chef cuando entra como elefante en cacharrería en el restaurante pocho de turno.

Gordon Ramsay regaña a los chefs perezosos, a los encargados ineptos y hasta las cucarachas salen despitoladas cuando entra en erupción. Pone firme a toda la peña y todos, hasta los cocineros más soberbios y malencarados, le obedecen y  dejan la cocina mugrienta como los chorros del oro. Ya digo que tiene manitas de plata preparando el papeo -piensen en esas manos de chef rápidas, limpias y eficaces...  y tiemblen- y no consiente que nadie se le ponga chulito, por muy chef francés que sea.

Además, en el fondo, es buena gente y al final, toda la basca del restaurante le da abrazos, aunque él no es muy dado a ellos, y poco falta para que se le pongan de rodillas. Yo creo que, como Amo, daría muy bien el pego.


domingo, 23 de septiembre de 2012

En el patio

Nuestro plan era cenar con vino blanco y, después de acostar a los niños, fumarnos un cigarrillo y charlar en el patio. Hay que aprovechar las pocas noches que nos quedan de conversación en el patio, bajo el jazmin, antes de que empiecen a ser desapacibles.

Un pequeño incidente que nos hizo reir y escandalizarnos a la vez nos llevó a contarnos cosas que nunca habíamos contado a nadie. Confidencias a medianoche. Tres, cuatro cigarrillos, porque las dos nos sentíamos vehementes, conscientes de que hablar, contar y escuchar era un bálsamo que pocas veces nos podemos permitir.

Es difícil encontrar buenos interlocutores. Hay quien te escucha un ratito y luego monopoliza la conversación contando sus batallas y obviando las de los demás. Hay quien escucha con condescendencia y nula empatía. Hay quien juzga, menea la cabeza juzgándote, utiliza tus secretos como arma arrojadiza en el futuro. 

Pero anoche, en el patio, lo nuestro fue un intercambio limpio. Ella me contaba, yo le contaba y nos acostamos de madrugada. A las ocho ha cogido un taxi para la estación, apenas he tenido tiempo de darle un beso y un achuchón, ella siempre recibe mis besos y nunca los da, es como una seña de identidad, o una seña de la relación que nos une, la pequeña que siempre mimamos cuando está nuestro lado.

En realidad, ella lo único que nunca da en reciprocidad son besos. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Colaboración inesperada

La última vez que publiqué algo en una revista fue en COU, en mi COU bueno, cuando escribí tres artículos, uno por número, que iban de costumbrismo y pretendían hacer reir. Una cosa primigenia a lo que pretendo a menudo hacer aquí, con este blog. 

Como ven ya ha llovido y es una cosa que siempre lamenté porque me chifla hacer de reportera dicharachera. También hice alguna chorrada para un fanzine de mi época radikal, pero sobre aquello he corrido un estupido velo.

Así que no es de extrañar que haya dado botes de contenta cuando desde Cuadernos BDSM solicitaran mi colaboración para su número 19. Tanto, que me leí de cabo a rabo las 50 Sombras para hacer un artículo presentable.

Joder, aquí tienen el resultado y, aunque tengo el ego subidito, también me da un corte enorme compartir el espacio con gente que sabe de BDSM muchísimo más que yo y me da tropecientas mil vueltas. Es como llegar a un club molón del que te acabas de hacer socia y sabes que todos saben que eres la novata del lugar. No quieres llamar mucho la atención pero a la vez lo quieres para no sentirte una pardilla.

Así que gracias a la gente de Cuadernos y también a los autores que han colaborado en este número, porque compartir el espacio con ellos me ha hecho una terrible ilusión.

Cuadernos BDSM19

jueves, 20 de septiembre de 2012

Pelis míticas: Los inmortales

Porque en los 80, mi hermana y yo pensábamos que Cristopher Lambert era el hombre más sexy sobre la Tierra. Lo pensábamos desde Greystoke. Nos enamoraba su mirada estrábica. Y lo machote que era. Y porque sigue estando sexy en Los inmortales, sobre todo vestido de escocés y a pesar de la gabardina birriosa que lleva en gran parte del metraje.

Porque en los 80, Sean Connery seguía dando el pego de caballero interesante y en Los inmortales está realmente interesante. Porque combate a espada en un acantilado de Escocia y hace ese papel chulo de maestro socarrón. Porque se sacrifica y daba mucha pena -la sigue dando.

Porque sale un malo por los cuatro costados, que cuando muere no lo lamentas. Porque el malo es un borde con las monjitas y un vicioso. Porque es feo, tiene pintas punkis y no le falta un detalle, lo cual es estéticamente molón por puro contraste con los buenos.

Porque tiene una frase chulísima que quedará en los anales de las frases chulas de la Historia del Cine: Solo puede quedar uno.

Porque es los 80 en estado puro y eso a la gente de mi generación nos pone tontos. Hombreras, pelo frito, la gabardina birriosa, los pendientes horrendos de la chica, el humo que sale de las alcantarillas de New York, la comisaría de policía casi troglodita, antes de internet ...

Porque, a pesar de los combates cutres con muchos rayos y centellas, a pesar de los giros argumentales absurdos, a pesar de que Cristopher Lambert y el malo y la chica protagonista -la poli- son pésimos actores, el resultado sigue emocionándome, enganchándome.

Por la banda sonora de Queen. Por la escena de Who wants to live forever, cuando la chica escocesa envejece y muere. Quien no se emocione con esa escena -siendo de los 80- no tiene ni alma ni corazón.






martes, 18 de septiembre de 2012

Toystories

James me ha invitado a un juego de contestar preguntas y hacer seguir la cadena. Mi misantropía me hace bufar y renegar. Mi bondad natural, y el hecho de que James parece un tipo genial, me hacen seguir el rollo ( pero a mi manera, James, espero me disculpes pero si no hago algo a mi bola no soy yo).

Debería poner 11 cosas sobre mi, pero si han leído este blog ya estarán saturados de cosas sobre mi. Si aquí casi sólo hablo de mi. Sería el colmo de la vanidad poner 11 cosas más, joder, sería odioso. Así que esa parte me la salto.

Debo contestar 11 preguntas ideadas por James. Esa parte me mola porque me molan las entrevistas. Y los cuestionarios. Es una tontería que me divierte. Pero también las voy a contestar a mi aire (lo malo es que también es hablar de mi, pero como más solapadamente)

Por ejemplo, no se me da bien dar consejos. Soy demasiado discreta. ¿Se dan consejos a los hijos? Yo creo que no, más bien pautas para vivir (o bien-vivir). Cambiaría mis cabreos. Mis explosiones de cabreo. Tengo auténticas amigas y tienen su etiqueta en este blog. Admiro a la gente valiente, como mis hermanas o mis amigas. Creo que soy buena gente. A pesar de mis cabreos explosivos. Estoy contenta. Me gustan los perros y los gatos pero no me considero capaz de cuidarlos como se merecen, por eso no tengo animalitos en casa. No veo mi futuro, así que el de la humanidad, ni hablemos. En la novela que estoy a punto de acabar hay una invasión marciana que te pone el cuerpo malo... mejor no pensar en futuro.  Nunca contaré mi peor error. Soy incapaz de elegir un autor literario favorito. Los blogs que más me gustan no sueltan grandes tochos aburridos, no son pedantes y escriben de manera comprensible (sin abusar de la metáfora).

No haré nuevas preguntas porque no tengo imaginación para eso. No nominaré a nadie, soy tímida. Me da un corte tremendo.

(Gracias por contar conmigo, che, aunque me haya salido algo churretoso)




domingo, 16 de septiembre de 2012

Moda masculina que (me) da grima

El conjunto playero ideal
La combinación camisa-bermudas: me da un asco mortal. Ya los hombres en bermudas me dan un poco de repelús, aunque no todos y algunos hasta lo llevan superbien, pero no puedo con el conjunto. Sobre todo si lo lucen caballeros de pelo paratrás y naúticos. Sobre todo si en vez de bermudas, para ir más fresquitos e informales, se ponen bañador. Son herejías que merecen destierro perpetuo.

Brad con su perilla cool
Las perillas: son como un quiero-y-no-puedo. Yo, con las perillas, siento como coraje. O todo o nada. Prefiero un tío con toda la barba a ese montoncillo de pelos en la cara. Y si encima es tirando a larguilla, como la que luce Brad (y con trencitas, puah), ya es EL HORROR.

Ni Hugo se salva
Las chanclas: hay hombres -pocos- que las llevan con estilo. La mayoría, cuando camina en chanclas, adopta maneras como de pato. Es infame ver caminar a un caballero por la ciudad en chanclas, dando chanclazos, con ese desagradable arrastrar de pies. Si quieres lucir chanclas para estar fresquito -en horario informal- cuida tu forma de caminar. Se femenino!!!

Macaco preparado para las movidas
Ponerse TODO el rollito guay encima: que incluye gorra guapa, tatuajes en hiperbrazos, collares, pulseras, camiseta con lema chulo y la-hostia-de-cañero, de todo. Si no te pones todo el arsenal, no eres nadie en ninguna movida. Nadie.

Depilados!!!
La depilación genital: ya se que me repito pero no puedo, no puedo. A un caballero depilado en sus partes nobles me entran ganas de echarle polvos pero de talco y mandarlo a dormir nana-coco. Es antinatural. Y si es por cuestión de ir limpito, agua y jabón -jabón íntimo con PH neutro- como toda la vida.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Heteroemocional

Tener sexo con otra mujer no es demasiado trasgresor, fue una chulería que me quise tirar ayer. Para mi el sexo es algo tan natural, lúdico y está tan despojado de falso misticismo que no me hace comerme el tarro. Por eso, a pesar de mi inexperiencia lésbica, sé que no será una línea dificil de cruzar. Vamos, digo yo (sin expectativas!!!).

Normalmente yo tiro de hedonismo y, aunque a veces  tenga ramalazos de culpa (judeocristiana) por pasármelo bien ... yo intento seguir pasándomelo bien. Por esos dos días que vamos a vivir. Y si surge la oportunidad lésbica, bienvenida sea, yo no voy a decirle que no. Una experiencia más, la vida exprimida. Quizás el momento lésbico no me guste, todo puede darse, pero prefiero vivirlo, si tengo ocasión, a morirme hecha una carcamal.

La línea que nunca cruzaría es la emocional. Nunca podría mantener una relación sentimental con otra mujer, es algo muy irracional. Tengo buenas amigas, puedo mantener estrechos lazos de amistad con otras mujeres, pero me sería muy difícil unir sexo y un vínculo de algo más que simple afecto. Recuerdo a mi amiga Ana, la de la Universidad, con ella tuve fantasías de simple sexo -porque lo rezumaba, la cabrona- pero jamás la imaginé como posible pareja. Incluso emocionalmente yo ponía límites en nuestra amistad, sobre todo por pura competitividad femenina: ella era tan morbosa, tan sensual que, incluso fantaseando con ella, la veía como antagonista. Nunca como cómplice.

Soy una heteroemocional. Quizás porque a los hombres no los veo como competidores, porque no me hacen sufrir, porque son tan diferentes a mi que se manejarme con ellos, porque estan en el otro bando, porque sus emociones pueden ser compatibles con las mías, porque me gusta la manera masculina de enfrentarse al mundo.  No lo tengo demasiado claro, pero me va bien así.





jueves, 13 de septiembre de 2012

Be curious

Yo soy una hetero practicante pero no militante. No puedo definirme bisexual porque mi experiencia homo es nula, cosa que no me jode ni me abruma pero podríamos decir que es una tarea pendiente.

Lo que sí es jodido, o al menos un poco absurdo, es no haber tenido oportunidades lésbicas. ¿Demasiado provincianismo a mi alrededor? ¿Demasiados tabúes? Fíjense que, hoy en día, sólo tengo trato con una lesbiana militante -con la cual nunca me podría liar porque es amiga y compañera-. Supongo que a mi alrededor habrá lesbianas o bisexuales que no salieron del armario, chi lo sa.

Cuando yo era radikal si me codeaba con lesbianas, iba a bares de chicas y a fiestas bolleras, pero normalmente no eran mi tipo y si alguna lo era, yo era entonces más cortada y a ratos bastante arisca, así que si alguna me miraba el culo se lo callaba cuando me miraba el careto mío de tía borde.

Mi tendencia bisexual la tengo clara, ahí no hay tu tía, y mi concepto juguetón del sexo me lo facilita. Me excitan más las escenas de sexo oral lésbico que las hetero y me gusta fantasear con mujeres. De pechos grandes, supongo porque yo no los tengo. El caso es que, aunque mi bicuriosidad no me tiene a mal traer, sí es una experiencia que, más temprano que tarde, caerá en mi currículo sexual. Que no se puede ir de trasgresora sin haber catado un coño, joder.

martes, 11 de septiembre de 2012

Expectativas

Yo nunca me creo expectativas, Ni laborales ni lúdicas. Puedo hacer planes a corto plazo -no a largo plazo, casi jamás-, pero aún con un miniplan no me creo expectativas. Hacer planes es casi necesario para ir tirando, planes para el fin de semana, planes para el jueves que viene... pero sin expectativas. Desde que soy capaz de controlar mis expectativas por todo soy más feliz.

Sobre todo no creo expectativas personales. No pienso más allá de nadie o lo intento, porque es endiabladamente difícil. Intento no crear modelos de la gente que me rodea, no crear diseños de lo que quisiera tener a mi lado. Sobre todo, intento no pensar en términos de fraude: Menganita me ha defraudado como amiga es una frase que jamás diré porque procuro no hacer de Menganita un modelo irreal. Nadie defrauda, es una la que va por la vida chocando con los esquemas que arbitrariamente imponemos. A la gente que queremos, a la gente con la que trabajamos.

Practico el borrado de expectativas con minuciosidad. A diario. A veces se me cuela una expectativa sobre algo, sobre alguien. Cuando la pillo, a la muy insensata, la mando al carajo.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Unificado y Polivalente (2)

Había dos institutos públicos para elegir y yo me quedé con el más pijo. Fue un error fatal. El instituto de los cafres tenía, como podrán suponer, una malísima fama y casi ninguna de las niñas que estaban conmigo en el cole iba allí. El instituto de los pijos, en cambio, decían que tenía mucho nivel y que no te hacían novatadas -eso sí era cierto-. Mi amiga AB fue al instituto de los cafres y los años del BUP se los pasó bomba. Yo fui al instituto pijo y encontré que los pijos-cafres son una terrible combinación.

En Primero me pusieron un mote horrendo -pero todo el mundo tenía motes horrendos en Primero-. Los muy cabritos acertaron con mi mote, me venía al pelo y lo llevé con honor todo el curso. A partir de Segundo, gracias a Dios, se fue olvidando. O no hacía ya gracia. 

No conservo a ningún amigo de entonces, en realidad sólo me hice amiga de M.M., y se que fue por pura conveniencia porque casi no tenemos nada en común. Ella era tan tímida como yo pero no excesivamente pava y a veces sacaba su genio. Nos sentábamos juntas, rumiábamos nuestras penas, hacíamos planes, lo típico. Ambas nos encontrábamos en clase en una especie de tierra de nadie. Yo no era del grupo de las pavas aunque siempre me ponía colorada cuando me preguntaban en clase -y la clase, obviamente, lo hacía notar-.  Tampoco pertenecía al grupo de empollones porque aunque siempre he sacado buenas notas también suspendía Física y sacaba aprobados justos en Matemáticas. Y, horror, suspendí un trimestre la Educación Física por culpa del voleibol -eso sí que es ser pava-. 

No era de las guapas, pero las había mucho más feas que yo -y eso me satisfacía-. No era de las enteradas, pero a veces, en los debates, sacaba a la líder que llevo dentro y -aún poniéndome colorada- era capaz de defender con pasión mis ideas. Me sentaba en medio, al lado de M.M.,  nunca delante con los pelotas, nunca atrás con los petardos. 

No recuerdo a casi nadie. En realidad acabé detestando a casi todos. Cuando me fuí, al acabar Tercero, supe que jamás tendría nostalgia de esos años.