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sábado, 10 de noviembre de 2018

Maldita asexual

Uno de los motivos por los que apenas escribo es que me he vuelto una asexual de mierda y yo para escribir tengo que tener el coño húmedo. Y ya ni eso.

Acabo de masturbarme después de eones sin hacerlo. No tenía unas ganas locas, la verdad, pero se me había metido la idea fija en la cabeza. Marsturbarme, masturbarme, desde ayer y detesto tener ideas fijas y no ponerme a ello. Me pasa lo mismo con alguna tarea pendiente del trabajo, con una receta de comida nueva o ahora mismo, con esta entrada del blog. Así que con un mínimo ardor genital he usado una bala vibradora y me he corrido en un minuto. Ha sido muy mierder. Ni me ha dado tiempo a fantasear con algo guarrillo, ha sido un orgasmo totalmente higiénico y frío, con lo que yo he sido, joder.

La bala vibradora es tremendamente eficaz y debería tirarla a la basura por aburrida pero es que el sexo me da una pereza tan tan enorme ahora. Con la bala voy a lo que voy, se me quita la fijación y ya me puedo poner a otras cosas. Muy triste todo.

He mirado teléfonos para ir a terapia. Debería ir a terapia porque ser ahora una asexual de mierda me hace sentir una aberración de persona. No me excito, no fantaseo, soy una especie de espíritu angelical. Debería ir a terapia y contarle al sexólogo de turno mis idas de olla pero es que en el fondo estar asexual es del carajo.

No me he vuelto una amargada poco folladora, lo juro. Supongo que tengo alguna hormona tan a cero que mis niveles de agresividad se han reducido mucho y casi nunca me cabreo. Tampoco me encoño con cada hombre guapo que se me acerca -tengo un compañero nuevo que me gusta pero no me encoño nada , nada con él y eso me relaja una barbaridad. Soy capaz de charlar y charlar con él sin un mínimo de pensamientos obscenos.

Así que voy dilatando la cita de terapia para ver si puedo volver al tajo y ser la que he sido porque tampoco esty tan mal ni tengo depresión ni ansiedad por lo que si me veo en terapia no se bien cómo plantearle al sexólogo lo que me pasa. Que tengo la líbido a menos cinco grados pero que no me afecta aunque si que echo de menos ser como era antes. Supongo que le diría eso. Pero no quiero que me venga con recomendaciones del Cosmopolitan. Eso de ir dejando que el deseo venga a mi poco a poco y las velas, los masajes y esas birrias. Si me lo aconseja, no vuelvo.

Supongo que iré, echo de menos los subidones de lujuria y los orgasmos largos. Y cuando vaya lo contaré aquí. Joder, eso si me hace ilusión.

viernes, 28 de agosto de 2015

Más sueños cortesanos

He vuelto a soñar que era una ramera, se ve que lo sueño cada tres años. Ha sido un sueño genial. Estoy todo el tiempo en un cuartito muy monacal, con sábanas blancas (me paso parte del sueño pensando que debo cambiar las sábanas pero no lo hago, como cuando sueñas que no puedes caminar y es un agobio). Soy la puta de un pueblo de mineros. No se si hay influencias oscurísimas de un Click de Manara que leí hace siglos. El caso es que tengo muy claro, en el sueño, que soy una currela más del pueblo y mi misión es satisfacer a los machotes que han acabado la faena del día.

Joder, ha sido un sueño fabuloso, pasan por mi cama al menos siete tíos, cada uno de su padre y de su madre y me pega cada uno un polvazo diferente. Mi temor en el sueño es que por la puerta asome un cabrón pero ná, los siete tíos que entran , a cada cual más diferente, se comportan como buenos caballeros folladores.

Todo muy profesional, que yo hasta cuando sueño soy muy capricornio. Era la fulana del pueblo de mineros y a cada tipo que entraba por mi puerta  le daba lo suyo. No aparece el dinero en mi sueño pero todo el tiempo se que es un trabajo. Lo hago con muchísimo gusto, ya digo que ser competente es mi lema. Así que todos se van muy contentos. Me ocurre lo mismo que en el sueño de hace tres años: disfruto sintiéndome la mejor puta del universo. La lástima es que en mi sueño, que ha sido bien largo, cada cliente aparecía bien definido, tengo la reminiscencia de diferentes cuerpos y gustos sexuales, pero al despertar ya se me habían desdibujado.

Lo bueno ha sido que he tenido siete orgasmos y desperté con ganas de más.

sábado, 31 de enero de 2015

Sexo e interjecciones

En dos ocasiones, que recuerde, me han reprochado que follo de manera silenciosa. Dos hombres diferentes. Los dos coincidían en que mi ausencia de gritos y/o gemidos les bajaba la excitación. Es una cosa que jode mucho, que se lo digan a una. En mi defensa, que ocurrió cuando yo era una inocentuela que en el sexo no salía del sota-caballo-rey.

También puedo argumentar que en el sexo soy de una honestidad brutal y no creo haber fingido nunca. Si no tengo un orgasmo, no hago el paripé (aunque tampoco voy reprochándolo, ni haciendo un Yo Acuso, ni nada chungo). Si estoy a gusto y sólo a gusto, ya saben , esa sensación de "qué bien y qué agradable todo" pero no ando al límite, yo tiendo al silencio. Es que yo me lo tomo muy a pecho y me concentro de puta madre. Como casi todo lo que hago. Y yo, cuando me concentro, suelo estar callada, muy a lo mío.

(Otra historia es follar y estar con la mente en otra parte. Eso no mola nada y no tiene que ver con este post).

El caso es que si me acuerdo de lo callada que estoy y me pongo a hacer el paripé, es decir, a gemir y alborotar, me desconcentro y mal. A mi los ruidos folladores no me salen si estoy alerta. A mi es que el sexo me tiene que pillar con la guardia baja y los sentidos en superlativo. Entonces sí salen ruidos e interjecciones. Yo me doy cuenta pero como en plan acto reflejo. Salen muy bonitos sonidos, nada ensayados y nada copiados de vídeos porno.

El caso es que aquellos reproches que me hicieron no se han vuelto a repetir, porque salí de las cuatro reglas aritméticas y aprendí unas cuantas cosas más. Hasta he descubierto (en momentos breves de lucidez) que tengo un repertorio cortito pero resultón de gemidos, ruiditos, suspiros, murmullos, resoplidos, algo muy básico pero que cumple su función. Gritos, aullidos y sonidos con decibelios altos no, a ese nivel ni llego ni llegaré. Pero ya digo que no me lo han vuelto a recriminar.


sábado, 20 de diciembre de 2014

Ars masturbatoria

Me despierto demasiado temprano. Es sábado y podría dormir más, son las siete y no entra luz por la ventana. Me quito el pijama. Me abro de piernas. No quiero follar ni quiero que me coman el coño. 

Podría buscar mi dildo pero tendría que levantarme. Fantaseo con el desodorante. Fantaseo con los juguetes caseros que a veces prefiero. Dildos frutales. Dildos vegetarianos. Dildos improvisados. En realidad esta mañana sólo me apetece fantasear con ellos y dejo que los dedos sigan a su aire.

Esta mañana sólo lo más sencillo. Exploro mi vulva y exploro mi vagina que se va mojando lentamente. Pienso que, según pase el tiempo, cada vez más lentamente; se entrometen terribles adjetivos como seca y mustia. Podría buscar mi aceite corporal pero esta mañana lo quiero todo sencillo.

Exploro y no necesito mirarme. Un dedo entra y sale y hurga en la carne blanda y caliente de mi vagina. Se me empapa y hago que empape mi vulva y obligo a mi clítoris, ese tontaina, a salir. Esta mañana, casi a oscuras, no tengo intención de mirar cómo transcurre el proceso, no quiero asomarme a mis piernas abiertas, quedarme embobada con mi coño expuesto a la nada, o sólo expuesto para mi. Podría levantarme y mirarme en un espejo, abrirme cada vez más, asomarme y asombrarme. 

Ni siquiera hoy busco imágenes que me provoquen. Podría recordar o podría imaginar leguas o coños o todas esas cosas que imagino e imaginamos y no, hoy no me hace falta y no pienso en nada. O sólo pienso en mis manos y mis dedos que se mueven y a los que obligo a moverse, a meterse, a deslizarse, a los que marco el ritmo. Dentro-fuera, rápido-despacio. Para. Sigue.

Cuando me corro, el dedo índice siente cómo se aprieta todo por dentro, cómo lo atrapo y me lo engullo; el otro dedo, o quizás el resto, va dejando fluir el orgasmo que me niego a describir pero fluye a oleadas y no se si son breves o prolongadas. Los dejo así, quietos y cansados, un poco mojados, moderadamente mojados, oliendo a coño que es un olor agradable, cálido y reconfortante. Un olor conocido que esta mañana sólo a mi me pertenece.  


jueves, 20 de noviembre de 2014

Modelos y eros

Esto es lo que hay: me joden los blogs adornados de "modelos de fotografía erótica". Especialmente los que meten fotos sacadas de internet y las acompañan de textos que no vienen mucho a cuento. Especialmente sin son lugares de esos seriotes, del tipo bloguero macho e intenso.

Entiendo que los blogueros machos (e intensos) tienen todo el derecho del mundo a adornar sus obras con fotos eróticas, elegantes y tal. Y que no hay nada más elegante que una modelo guapa, estilizada, taconeada, con lencería fina. Y fotografiada en  blanco y negro, que es un plus. Pero estoy segura que más de una lectora, no modelo estilizada, sienta hastío de ver tanto cuerpo sin taras ni michelines. Pero como ninguna se queja, lo hago yo, y así me quedo a gusto.

Yo admito que a un cuerpo con su poquito de celulitis, su par de kilos de más, su culo de aquella manera, sus pocas tetas, cosas así tan corrientes, no le quedan tan bien las medias y el tanga. Pero el ninguneo que se hace entre los blogueros machotes es escandaloso. Sobre todo estando también segura que esas modelos eróticas están fingiendo. Que no están calientes ni nada, que hacen su trabajo y punto pelota. Que el semen que les chorrea es de mentira y el sudor, más falso que Judas.

Y ya muérete con los blogs centrados en BDSM, no tengo nada contra las modelos, que son unas currantas, pero los Dominantes con blog deberían tener en cuenta que siempre son las mismas fotos, las mismas posturas y las mismas caras de lelas sometidas y pasadas por photoshop. Y entiendo que hay Dominantes con blog que se excitan con esos mundos de fantasía. Malo cuando aterrizan y se topan con las mujeres reales. Así me explico que tantos vayan vagando por el ciberespacio, sin sumisa perfecta  que les baile el agua.

 La belleza clonada es aburrida. Ver las mismas nalgas turgentes y el mismo cabello sedoso, comprobar que el erotismo se reduce a una imagen de sexo perfecto insípido e inodoro, sexo irreal, es un empalago. A mi lo que me gustaría es ver más a menudo mujeres de cintura ancha y culo gordo, mujeres canijas y de tetas de botón, mujeres grandes, mujeronas de metro noventa, mujeres pequeñas de piernas cortas, en realidad me da lo mismo mientras no sean clones. Ver la inmensa variedad femenina y si, también la inmensa variedad masculina y la inmensa variedad trasgénero, de la que ya, si eso, hablamos otro día.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Remedios milagrosos y deseo sexual

Me decían mis compañeras que andan con la libido baja. Yo me sentí muy contenta porque mal de muchas consuelo de tontas y asentí, echándole la culpa al tiempo desapacible. Yo siempre le echo la culpa al tiempo de todo. Del dolor de cabeza, del malhumor, del ánimo bajo y también de la sosería sexual.

Sin embargo, como todas sabemos, la culpa la tiene el agotamiento al acabar el día, el no parar y el mucho trabajar. A las diez estamos hechas un trapito y sólo queremos la cama para dormir. Una de mis compañeras se ha propuesto comprar en la herboristería unas pastillas milagrosas que dicen te pone como una moto. No recuerdo el nombre de las yerbas que tiene, no es gingseng, es otra cosa nueva y flipante.

Ya se imaginarán mi escepticismo hacia el tema. Una vez me compré unas pastillas de aceite de onagra porque mi amiga C. me dio la tabarra todo un fin de semana refiriéndome los milagros que hace en el cuerpo femenino. Un coñazo. El bote anda por ahí medio vacío y si me hizo la onagra algún bien yo lo ignoro, porque estuve en modo suspicaz desde el minuto uno de ingerirlas.

Pues con las pastillas que te ponen como una moto igual. Incredulidad a tope. Sé que tooodo el mundo tiene decenas de argumentos que me podrían convencer pero a mi no me da la gana. Lo mismo me ocurre con las terapias para recuperar el deseo sexual perdido. Conozco gente que acude a psicólogos de la pareja y practica tratamientos naturales con gurús que saben de sexo y tal. No diré que no sean cosas valiosas, ni mucho menos, pero demasiada gente piensa que sólo acudiendo a esas charlas o tomando esas pastillas sus inapetencias se curan y no es así.

El problema -y el motivo de mi escepticismo- radica en lo poco que confío en la voluntad de esa gente que toma pastillas que curan y acude a métodos infalibles. Yo en realidad creo que los milagros hay que currárselos. Ahora ando con poco deseo sexual pero no me preocupo y por supuesto no voy a ingerir pastillas. Se que esta falta de deseo es normal y pasajera. Se reírme de ella. Hubo una época -hace muchos años ya- en que me la tomé en serio y me duró más tiempo de la cuenta. Ahora me río, me cuido y me miro de reojillo de cintura para abajo, a ver si despierto. No me preocupo. Mi coño anda unos días dormido pero hay vida más allá de mi coño.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Lúdico masoquismo

Yo no soy del lado oscuro. Tuve mi época radikal y me gusta vestir de negro porque me sienta bien pero el que haya leído algo de este blog sabrá que soy más bien simple y naif. No naif de poner corazoncitos y florecillas sino una ingenua de ver la vida abierta, inmensa, digna de aprovechar. Y el vaso medio lleno.

Mi forma de ver, hacer y practicar el sexo tiene también ese componente ingenuo y afectuoso, que salta sin comeduras de tarro de una esquina a otra del tablero. He tenido mis temporadas de mente torturada, como toda hija de vecino y mis temporadas de amor y sexo sufriente, ese de las múltiples aristas y espacios incomunicados. Un coñazo.

La edad. Es que es un gustazo cumplir años y volverse escéptica, moderada, suave, relativista y cachonda. Cumplir años y mantener la pasión pero sin lloreras (excepto el tránsito menstrual, tan catártico e higiénico). Por eso, cuando juego con mi personalidad masoquista me gusta divertirme.

Yo, ya saben, soy cualquier cosa menos perversa. Cuando leo las palabras "perversión"y "oscuridad" asociadas a la palabra "masoquismo" me saltan las alarmas, esas que me suelen saltar cuando el estereotipo llama a la puerta. Yo soy una masoquista por transgresión y en estos tiempos la mayor anarquía viene del lado de la risa. No me gustan los extremos, me gusta reírme tras una sesión de azotes, frotarme el culo, lloriquear, llorar y reírme después porque hay endorfinas sueltas y revueltas y el tiempo es breve y joder, cómo lo hemos aprovechado.

Soy sobre todo clara, obtusa, simple, sin ángulos, sin bordes cortantes (aunque a menudo mi claridad es bruta y puede dañar). Me gusta enfrentarme a la tarea de conocer mi cuerpo y domar el dolor. En el juego sadomasoquista no usamos falsos misticismos, ni expiamos culpas ni  angustias. No hay secretos oscuros, no hay lejanos traumas de la infancia, no hay vacíos ni sentidos en corrupción. Hay física, hay química, hay luz, hay la belleza formal de los cuerpos que sudan y los movimientos secos o voluptuosas. Hay control, autocontrol, dominio, racionalidad dentro del dejarse llevar. Un mundo hermoso. Y divertido.

jueves, 16 de octubre de 2014

Varonil vanagloria

A mi me gustan mucho los hombres que se vanaglorian de su polla. Los que se pasean por casa en bolas y duermen en bolas, los que hacen nudismo en las playas correspondientes y hablan de su desnudez sin pudor; sobre todo, los hombres que no me escamotean su polla empinada y exigente.

Me gustan esas pollas exigentes. Los hombres que presumen de polla suelen saber usarlas, yo al menos tengo esa experiencia. El primero al que descubrí vanagloriándose de su hermosa verga fue J., que no fue el primer hombre con el que me acosté pero si el primero que me hizo reír. Le recuerdo paseándose y paseando a su animal por el cuarto del hotel, fanfarroneando, presumiendo de buen pollón y de emplearla a fondo y con pundonor. Coño si cumplía lo que prometía.

Esa fanfarronería no hace daño, es buena cosa degustarla. A mi siempre me ha traído seguridad: hombres que me enseñan lo que tienen entre las piernas sin miedo y sin vergüenza son hombres que luego me han dado lo mío. Lo que yo quiero. Sí, yo soy muy coitómana. Ahora se tiende a denigrar el coito y yo, ya saben, soy embajadora de las causas perdidas. A mi me dan una buena follada, bien trabajada y aderezada, y soy feliz.

Ya saben, yo es que soy muy simple.

miércoles, 15 de octubre de 2014

BDSM y parejas liberales

En cualquier local swinger te encuentras el cuarto de juegos chulo con su cruz y su ambiente tenebrosillo con la peña jugando y pasándoselo como debe ser. Ambiente de juegos BDSM sin comerse el tarro. Por eso no entiendo bien a la gente que se anda con suspicacias ante las parejas liberales que curiosean con el BDSM. Yo, que no soy de ponerle puertas al campo, no entiendo esas tontas fronteras que se establecen entre el mundo swinger y el BDSM.

Entiendo que no guste una u otra historia. Entiendo que una pareja opte por el camino BDSM y abomine de lo liberal y viceversa, las parejas que viven la vida loca pero no gustan de jugar en el lado oscuro. Perfecto. Cada pareja disfruta como tiene a bien.

Lo que no me entra en la mollera es la crítica a las parejas que gustan de los dos mundos y picotean de sus placeres. Parejas liberales que tienen sus ratos de Dominación y sumisión pero no se implican en una vida BDSM. A los de la rama ortodoxa, estas parejas les molestan, ya se sabe, no son puros. Contaminan la esencia del BDSM y blablabla. El mismo rollo de siempre, qué les voy a contar.

Del lado oscuro ya no hablo. Esos temas a veces polémicos como la cesión de la sumisa, que a muchos y muchas se les atraganta, son juegos liberales como los que más, pero no se yo, ahí me declaro muy ignorante. La cesión, menuda historia... y sin embargo, qué divertido si le quitas trascendencia (aunque quizás entonces ya no tendría nada que ver con el BDSM y perderíamos la esencia y toda la pesca). No obstante, yo creo que estaría bien.

A mi es que ya saben que lo de las etiquetas me echa muy para atrás.

domingo, 21 de septiembre de 2014

El narcisismo bien entendido

Voy a dar un consejo, que estamos en domingo: para ejecutar buenas mamadas, de vez en cuando hay que hacer una frente al espejo.

Hay que ponerse ante un espejo, uno de cuerpo entero, y mirarse. Podría indicarse que si te grabas en vídeo es lo mismo, pero no hay color.  Es como ver un partido en diferido. El vídeo está bien pero para disfrutar y aprender no hay nada mejor que mirarse en un espejo mientras la estás mamando.

En el espejo y en directo, puedes ver la boca en acción, cómo se adapta a la polla adorada y como traga, saliva y engulle. Garganta profunda en streaming.

Frente al espejo se puede practicar un ejercicio de narcisismo bien entendido, un narcicismo de buen rollo, complaciente y autocomplaciente. De rodillas, con la polla clavada en la boca una se ve muy hermosa. Arrebolada, la mirada turbia y hambrienta.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Dos más dos, cuatro; más dos, seis...

A lo hombres se les nota fácilmente la excitación. Se les pone la mirada turbia y los labios más gruesos. Incluso medio a oscuras yo advierto la pesadez en sus párpados. En todos. Ellas, nosotras, en cambio, lo llevamos con disimulo, pero no es premeditado, creo. Alguna se desliza más libertina o entrecierran/ entrecerramos los ojos. Yo no se qué cara pongo pero noto la urgencia en mi vulva y me apresuro porque no quiero que desaparezca.

Es una urgencia, o excitación, bien rara, la que siento. Llegó de pronto, con la semioscuridad y la certeza de que no hay que dar explicaciones. Yo desconfiaba y por eso me apresuré, ya digo que temía que el calor que tenía metido en el coño fuera un visto y no visto.

Pero no. Lo supe aprovechar y apuré cada minuto. Joder si los apuré. Primero cuatro, luego seis, luego, cuando miré de reojo ya eramos al menos doce.O catorce.  No rozamos a ninguno, o quizás nos tocamos los dedos de los pies levemente. A mi no me hizo falta tocar a más y, según observé, cada dos iban a lo suyo, doce emparejados y sólo compartimos gemidos y ese magnífico sonido de chapoteo cuando una polla golpea y golpea.  Y miradas, las mías aún a hurtadillas. Las de ellos, desde la cama, desde la puerta, asomando tras la cortina. Las miradas que redondean el placer. Te observan y se empalman y eso me empalma, a mi, mi coño y es un no parar. 

El glorioso mundo de los gemidos. La mujer que estaba a mi lado gemía como una zorra y la morena de mi derecha gemía y balbuceaba. El glorioso mundo de los cuerpos, cada par a lo suyo pero con la energía brutal de compartir espacio, sin palabras, sólo el glorioso sonido de los cuerpos cuando follan y chupan.  

domingo, 10 de agosto de 2014

Hombres que se masturban

En Don Jon el protagonista es un yanqui-cani que liga compulsivamente, folla compulsivamente y, como eso no le satisface, se masturba compulsivamente mientras mira porno. Cuando se echa novia (Scarlett Johansson), deja de cascársela y mirar porno pero no aguanta mucho tiempo y vuelve a las andadas, hasta que ella le descubre y monta el numerito. El tema de las novias/esposas/amantes que descubren que su chico se masturba además de follarlas y se escandalizan yo me lo he encontrado alguna vez. Y sin embargo los hombres que hacen eso -descubiertos o no- son creo que bastante numerosos.

Me gusta esa capacidad masculina de masturbarse sin gilipolleces. Tengan o no tengan compañera sexual, ellos se la menean tan campantes y sin comerse la cabeza. Me gustan los hombres que, teniendo una vida sexual satisfactoria con sus parejas, necesitan sus buenas macocas y lo hacen con desenvoltura en la ducha o mirando porno.

Me gusta muchísimo esa capacidad de los hombres de charlar sobre pajas. Recuerdo una fiesta con un grupo de gente que no suelo frecuentar y entre las que predominaban las mujeres pacatas. Con la fase de la euforia, se comenzó a hablar de pajas y de formas de pajearse. El cachondo de R. (de los pocos tíos cachondos del grupo) conminó a las mujeres a que reconocieran que ellas también se masturban, incluso teniendo pareja. Hubo muchas del sector pacato que dieron esos grititos de escándalo, de "no puedo creer lo que oigo" y a la vez de "sigue, sigue, que me emociono" (esa noche todas follaron). Ni siquiera con mis amigas, que no son nada pacatas, he hablado de nuestras masturbaciones así largo y tendido -y eso que hemos tratado un buen repertorio de temas sexuales.

Me gusta y me produce una curiosidad infinita esa costumbre añeja de las pajas colectivas en la adolescencia. Me han hablado de ellas y me admira esa capacidad de juego y exploración adolescente, en torno a una revista guarra y a ver quien se corre antes o a ver a quién le llega más lejos. Las mujeres somos más muermo en ese tema.

Y me gusta más aún saber que se pajean gracias a mi. Es un honor y no entiendo a esas melindrosas que se horrorizan de los ciberpajilleros. Ya he escrito del tema y de mi etapa ciberfolladora, cuando era tan divertido jugar a charlar y al autotoqueteo, a veces sin webcam, sólo a pelársela con frases calientes. Me gustaba todo ese camino hacia la excitación y el empalme y , a través de la webcam, ver las diferentes formas en que un tío es capaz de darle al manubrio. Que parece simple pero si una es observadora, no lo es.

lunes, 4 de agosto de 2014

Azotes

Adoro ser azotada. No se cómo etiquetarme. Si tengo algo de spankee lo sería de una manera muy poco ortodoxa. También ignoro si es muy de sumisa-como-Dios.manda este gusto mío por los azotes sin entrega ni hostias. Probablemente me vaya mejor la etiqueta de masoquista, aunque no disfruto de cualquier dolor, no en cualquier momento.

Lo cierto es que las etiquetas me importan un carajo.

Adoro el dolor seco, intenso y rápido de unos azotes en el culo. Nunca me han puesto agujas y no es algo que yo desee. Imagino que el de las agujas es un dolor lento y exasperante, joder, me va la acción. Adoro gemir y retorcerme de dolor y de gusto mientras soy azotada.

Adoro perder el control. No me resulta fácil, soy la abominable mujer calculadora, un saco de perversión bien dominado y dirigido. Una buena azotaina obra milagros en mi carácter. Adoro las azotainas terapéuticas.

Adoro examinar las marcas en mi culo y el picor que permanece en la piel. Frotarme las nalgas y suspirar satisfecha.

Adoro la incertidumbre, el aviso de la próxima nalgada, adoro la voz que advierte y el deseo, la excitación, el placer que procede de ella.

No me excitan  los rituales, ni hacer de niña mala, no me excita actuar, me gusta ser azotada con seriedad y con risas, es una mezcla extraña que emana de la naturalidad. Tal y como me gustan a mi los azotes, una prolongación natural del sexo, el juego, la piel.

Sobre todo, adoro saber que  mi culo es objeto de deseo. Mi culo redondo y generoso que no es para nada perfecto porque los años pesan, pero aún así sigue siendo deseado, manipulado, sodomizado, toqueteado, acariciado. azotado.




domingo, 27 de julio de 2014

La esclava instruida y otras del género erótico

Cuando yo pillaba toda lectura que sonara a sumisión, me agencié La esclava instruida, que estuvo de moda hace unos años y la recomendaban aquí y allá. Tengo que advertir que de BDSM no hay nada en la novela y que parece más cosa de marketing tanto el título como la imagen de portada que se les ocurrió a los viciosillos de La sonrisa vertical. A mi eso no me importó, que no hubiera rollete BDSM, pero recuerdo que la novela me mosqueó. La he vuelto a releer, para ver si fue cosa de manías mías del pasado, pero no. El mosqueo sigue intacto.

No niego que tenga sus méritos, La esclava instruida, porque el autor es un caballero cultísimo y nos lo hace saber en cada página. A mi tanto despliegue de cultura no me molesta pero un pelín de originalidad no vendría mal. El protagonista va de Pigmalion con su amante y enumera tan campante los libros, la música y las obras de arte que le molan. Y es lo de siempre. Ópera y jazz. Tooodos los caballeros cultos empeñados en hacer de Pigmalion adoran la ópera y el jazz (ay, esos caballeros que te ponen como ejemplo el Nessum dorma para presumir que saben de ópera, pffff). Todos te citan a Borges. Y todos, toooodos, te ponen como ejemplo de cine clásico megaculto El tercer hombre que, a expensas de lapidación, yo afirmo que es una peli sobrevaloradísima. En fin, ABURRIDO.

Luego está el tema del sexo, ese gran problema que aqueja a todas las novelas eróticas y que las convierten en un tostón. La idea es describir escenas sexuales de manera amena y variada. Y eso, por mucho que lo aliñes con fresas, champán u otra piba -rubia y descocada- que ande por ahí, resulta A-BU-RRI-DO. Porque al final de todo, los protagonistas acaban:
a) copulando
b) teniendo sexo anal
c) teniendo sexo oral

Y no hay tu tía.

En la práctica divierte; como lectura, ABURRE. Por otro lado, en muchas novelas eróticas, como esta mismo, se producen momentos chocantes. Los protagonistas dicen frases eruditas -que nadie en su sano juicio le dice a su pareja en momentos de intimidad- y hasta citan a autores renombrados. Por ahí, bien, ya que estamos haciendo alarde de sabiduría. Pero, y esto es lo ridículín, proclaman cosas como "me corro, me corro, ahhh, me corro". Una cosa megaridícula. Es lo que tiene escribir una historia de folleteo. Que ponerle palabras queda absurdo y poco verídico. Me corro, me corro. ¿Eso se dice por ahí cuando la peña se corre? A mi, frases así, en las novelas, me proporcionan cero lujuria.

Y para acabar y quedarme a gusto: los orgasmos irreales. Los caballeros que escriben novelas del género erótico piensan que las pibas se corren con tres apretones al pezón. Las pibas ultracachondas que protagonizan sus novelas, se entiende. Y no. Ni con tres apretones ni con tres chupadas al glande del caballero. Yo entiendo que imaginar pibas así, que se corren de una manera tan elemental y con tan poco trabajo, es un gustazo. Y entiendo también que el género erótico se alimenta de fantasía, como las novelas de caballería, y sirven para un desfogue genital-manual, hasta ahí le veo mérito. Pero que no me la den con epatar a base de juntar cuatro frases con "coño" y cinco con "polla" y acabar con un "Córrete, ya!!!". Es, ya digo, ABURRIDO.

viernes, 25 de julio de 2014

En brazos del hombre maduro

Nunca he explicado mi atracción por los hombres maduros. Ninguna de mis amigas ha tenido relaciones con hombres tan mayores como los que he conocido yo. Algunas supieron de esas relaciones pero nunca profundizamos en ellas. Por eso ignoro si llegaron a juzgarme o a tildarme de loca. 

Yo nunca estuve obsesionada con hombres maduros, no iba buscando ese prototipo. Tampoco buscaba referencias paternas, nada de fantasías edípicas y chorradas así. Ni buscaba un protector en el que refugiarme y consolarme. Ni mucho, ni muchísimo menos, una especie de tutor o educador, nada de un guía cultural que me iniciara en libros o arte. Nada de eso. Siempre fui demasiado soberbia. Por eso me irritan a veces ciertas novelas de caballeros maduros que instruyen a sus amantes jóvenes. Me subleva ese prototipo de jovencita bellísima y viciosa que recibe instrucción y sexo maduro a partes iguales. 

Yo nunca fui bellísima. Y siempre me las di de instruida. Los hombres maduros con los que me relacioné alguna vez fueron retos. Entre nosotros quise establecer una confrontación, siempre, no solo de cuerpos, sino de ideas y de saberes. Suena terriblemente cursi, pero así me excitaba yo. Un hombre maduro podía ser una oportunidad de enfrentamiento y dialéctica: su experiencia y mi juventud, he ahí lo que yo buscaba. Empaparme de experiencia y enfrentarla  con mi visión ingenua de la vida. Podíamos hablar horas, ellos y yo y el sexo era secundario.

Es cierto que fantaseaba con un sexo experimentado. Fantaseaba con que mis hombres maduros me aportaran saberes eróticos y exóticos, los hombres maduros son una fuente de expectativas que pocas veces se cumplen. Sin embargo, nunca consentí que me defraudaran esas expectativas no cubiertas y relegué el sexo a un papel secundario y siempre a iniciativa suya. Mis amantes maduros me provocaban instinto maternal. Yo adoraba consolarles, cuidarles, escucharles, ser su paño de lágrimas y ellos así lo manifestaban. Buscaban una joven maciza y ardiente, sí, pero también alguien en quien volcar sus miedos, sus pequeños dramas caseros. 

Yo buscaba experiencia. Aprender de sus vidas. Les observaba como a insectos, era un poco entomóloga yo, les sorbía las vivencias, me aferraba a ellas, empatizaba de manera brutal. Era fácil y nuevo para ellos. Me gustaba sorprenderles con mi candor (a veces miserablemente impostado), me gustaba ofrecerles mi corta experiencia pueril y a menudo de una simplicidad abrumadora. A ellos, mi simplicidad se la ponía dura y yo bien lo sabía. 

Probablemente les exigía demasiado, no a nivel sexual, sino afectivo y ninguna relación tuvo larga trayectoria. Ellos eran mi banco de pruebas literario, les mandaba cartas de amor, poemas atrozmente doctos, le reclamaba con disimulo, sin decirlo a las claras, complicidad y devoción a partes iguales. Lo mismo que ofrecía yo. Yo era muy joven y muy diestra en el arte de crearme expectativas. 



 

lunes, 21 de julio de 2014

Amor efímero (o el mejor polvo)

Los mejores polvos tienen fecha. De septiembre de 1991, por ejemplo. Ya es triste que el mejor tenga tantos años y a día de hoy sea insuperable. Yo creo que lo tengo un poco mitificado. Pero no me voy a poner aquí a desglosar los buenos polvos que me han echado porque no es mi estilo. Hoy toca escribir sobre ese polvo mítico de principios de otoño que recuerdo tan bien.

Se bien por qué lo tengo colocado en la categoría de El Mejor. Fue obra del gran AMOR efímero que toda biografía que se precie debe tener. Miren qué efímero: de agosto a diciembre de 1991. Cuatro meses de mierda. Pongamos que nos vimos, mi gran AMOR efímero y yo, una media de dos veces en semana. Treinta y dos días de AMOR a polvo y medio por día de media resultan cuarenta y ocho polvos en cuatro meses. Que más que gloriosos eran impacientes. Desesperados por el poco tiempo. Porque los dos sabíamos que lo nuestro era breve. Lo bueno si breve... así es cómo fue.

 Él no era un gran follador. Que los años y la mala vida le pesaban. Pero yo era joven y muy voraz y le contagié mis ganas. Él me lo decía así (y me recitaba a Machado). No era un gran follador pero le ponía ganas y me obligaba a decirle frases guarras. Porque le costaba trabajo empalmarse, por la mala vida, ya digo. Pero a mi me importaban un carajo sus problemas de erección. Yo le amaba con toda la pasión de los AMORES efímeros.

Él le ponía ganas, incluso más que yo, porque con todo lo cabrona que soy, a menudo yo me hubiera conformado con mirar las estrellas y darnos besitos frente al mar. Aquella tarde de septiembre yo iba convencida de que sólo daríamos un paseo por el bosque. Un paseo bucólico por un bosque que, incluso en verano, estaba verde y fragante. Un paseo con su perrillo, una monada de perrillo de una raza chula con un nombre chulo y que trotaba feliz a nuestro lado. Él nos guiaba, al perrillo y a mi, nos llevó junto al río, se desnudó y se metió en el agua. Lo que es el AMOR. Que los ríos me dan miedo (por las pozas profundas y el cieno y los bichos) pero no dudé en desnudarme y correr junto a él.

Luego también fue iniciativa suya sacarme del agua y tumbarme sobre una roca para follarme. Con los cuerpos mojados y brillantes. Bajo los árboles de septiembre, con el rumor de hojas, con el perrillo trotando por ahí, con el miedo a que apareciera cualquier pastor, con el rumor del río, con el aroma de la tierra y de su cuerpo, con el calor de la piedra que me magullaba la espalda a cada ataque, con sus gruñidos y sus besos que siempre dolían, con la fragilidad del placer a su lado, el tiempo breve, la tarde que acababa y yo debía volver a casa y él a la suya. El amor salvaje y exasperado por mi juventud, por su vejez, por el miedo a perdernos, como así fue, por cómo olía, cómo sabía, cómo me quería.

lunes, 21 de abril de 2014

Sexo oral y roles

Hay que quitar literatura al sexo oral. O, al menos, usar la literatura como complemento y no como problema. Hay gente que usa su rol dominante para justificar su aversión a comer coños o pollas. Porque se supone que hacerlo es signo de sumisión. Vulgar excusa de aquellos que no saben o no quieren practicar sexo oral (que se lo practiquen ya es harina de otro costal, ¿eh picarones?)

Ya lo he escrito otras veces: no me gusta la gente que aborrece comer coños (o pollas), y tampoco soporto a aquellos que lo hacen mal y con desgana, como trámite para el follar. No me voy a repetir.
Cuando juego a ser sumisa, me gusta practicar felaciones forzadas, me excita que me agarren del pelo o la cara y me obliguen a tragar, que me impidan separarme, que me digan lo puta que soy y blablabla.  Disfruto tanto con ese juego que pierdo la noción del tiempo. Sólo soy una boca mamadora.

Pero también me gusta, en ocasiones, dominar (sin ser Dominante). Jugar con la polla, lamerla, sacarla de la boca y hacer como que estoy cansada y que lo dejo para otro día. Jugar con el culo, meter un dedo o un dildo, retrasar el placer, controlarlo. No se si estos juegos los toleran los Amotes serios: si no es así, ellos se lo pierden. Igual que se pierden el placer de un cunnilingus y lo jodidamente controlador que puede llegar a ser, si se hace bien, si se tiene paciencia.

Ay, la paciencia. Comerse bien un coño (o una polla) requiere paciencia. Técnica, si, y experiencia, toda; pero benditos los que comen coños con toda la paciencia del mundo y no se cansan ni resoplan, sino al contrario, disfrutan como locos. Yo exigo paciencia para mi coño, y que lo traten como se merece. Quiero la misma dedicación que yo tengo cuando soy la que da placer oral, ni más ni menos.

Y al carajo con los roles.     

jueves, 10 de abril de 2014

Librepensadora librefolladora

Como tener una personalidad equilibrada. Cómo vencer al desánimo y la depresión.Aprender a manejar la ira. Cómo controlar los nervios, las adicciones, las melancolías. Cómo meditar, reflexionar, manejar los pensamientos y alejar a la gente tóxica.

Cómo ser una madre perfecta. Cómo alimentar a los hijos. Aprender a manejar a hijos adolescentes. Controlarles sin que lo noten, los peligros de las redes sociales, los berrinches, la lactancia natural, el colecho, el método Estivill. Cómo ser una mala madre, que paradójicamente consiste en ser una madre buena.

Cómo vivir en pareja, cómo sobrevivir al fin de la pareja, cómo encontrar pareja, cómo ser feliz con o sin pareja. O cómo dormir sin pesadillas, cómo soportar un duelo, qué comer para no morir de cáncer o de un infarto al corazón. Tomar o no tomar leche de soja, hacerse vegano, comer proteínas para cenar o mejor carbohidratos, running, pilates, yoga.

Y cómo ser políticamente correcto, o preferiblemente, políticamente incorrecto, o cual es -alucinen- más correcto. Qué música conviene, qué películas, qué ropa, qué libros se debe leer, a quién retwittear, dónde viajar para demostrar la incorrección política. Activismo, lenguaje inclusivo, incluir, respetar o no respetar, qué consumir, dónde no consumir y ser aceptado en sociedad.

(Pásate por el coño todo lo anterior y ya eres una librepensadora de las buenas)

Lo que me conviene para follar y ser feliz, para follar más y mejor, tener una vida sexual completa y no aburrirme. Tener sexo duro. Tener sexo anal. Tener tres, cuatro, cinco orgasmos seguidos. Tener juguetes, tener el coño depilado o sin depilar.. Ser monógama, ser bisexual, ser bollera, ser heteroflexible, ser bicuriosa, ser poliamorosa, follar con o sin amor, cuánto hay que follar para ser feliz. Hablar. Poner velas. Hacer cenas románticas. Escapadas en pareja. Probar masajes, aromas, dildos, vibradores, antifaces. Hablar.

(Y librefolladora)

domingo, 6 de abril de 2014

Sueños de seductor

Aquí donde me ven, tan talentosa, yo no se seducir.

Me planteo una seducción erótica y muy sexy, una seducción al uso, y se me pone un nudito en la boca del estómago. Yo nunca he hecho una cosa así.

Yo soy muy bruta. Nunca he seducido a hombre ni a mujer poniendo ojitos. O con esas artes que tienen algunas del toqueteo. Yo es que soy una cortada con el toqueteo cuando no tengo confianza. Ya digo, cuando he seducido lo he hecho de dos formas. A lo bruto. O sin darme cuenta, en plan inconsciente.

La inconsciencia seductora a mi siempre me ha funcionado, pero al ser inconsciente siempre me he dado cuenta cuando el sujeto ya estaba seducido. Así que no se muy bien cómo me funciona. Los seducidos me daban pistas. A unos les seducía lo ingenua que soy. Otros que les daba morbo. Les juro que no se dónde coño tengo el morbo a veces, pero hay quien me lo encuentra.

Cuando he ido a seducir a saco, unas veces me ha salido bien y otras ha sido desastre. Pero es mi manera. Directa y sin medias tintas. Nada de ojitos. Nada de cruce de piernas y languidez. Yo siempre he tirado por la vía de enfrente y hubo veces que me estrellé,  pero otras fue un triunfo. Pero yo creo que eso no fueron seducciones sino más bien ir a muerte y que fuera lo que Dios quiera. Yo soy un poco suicida en el AMOR.

Pero sí, me gustaría ser capaz de ser una mujer seductora. Acariciar con la mirada. Poner morritos. Mantener una conversación sensual y descarada. Ser sexy. Ser provocativa. Ser picante. Para mi, eso de "ser picante" es un mundo. Yo me se la teoría del "ser picante" o "ser provocativa" pero del dicho al hecho va un largo trecho. Para mi, pronunciar frases con un mínimo de erotismo en voz alta, sin ponerme colorada ni balbucear, es toda una proeza; ni se imaginan lo cortada que soy en distancias cortas, sobre todo si me gusta el que tengo enfrente. Si elaborar una frase seductora ya me cuesta un mundo, hilvanar una conversación mínimamente sexy es una agonía.

No se seducir y envidio a las seductoras. Yo las miro de reojillo e intento asimilar sus técnicas pero no, es un ridículo y una impostura. Porque soy demasiado alta, o transparente y no se fingir. O demasiado tímida o insegura. Cualquier excusa me vale.

viernes, 4 de abril de 2014

Los primeros besos

No se si es un vídeo chulo o que soy una sentimental. Miro el vídeo de First Kiss y me emociono. Ya lleva tiempo siendo viral y además forma parte de una campaña de publicidad pero da igual, yo me emociono como una idiota. Y recreo esos puñeteros y apetitosos besos primeros. Me pone cachonda y melancólica, jodido vídeo.

El primer beso de todos los primeros lo di junto a una casapuerta, de noche y de despedida. En vez de despedirme como siempre, con un piquito ñoño, él me zampó un beso con toda la lengua que fue el primero de mi vida y duró desgraciadamente poco. Cuando llevas tanto tiempo deseando esa boca, el primer beso sabe a gloria aunque sea un beso de mierda.

Hubo un primer beso larguísimo junto a una ventana en verano. Piensas en lo bien que besas, cabrón, en los vecinos que estarán poniéndose finos con este beso inacabable y lascivo, en lo que vendrá después. Que deseas que también sea inacabable y lascivo.

Hubo un primer beso en un coche aparcado. En realidad hubo varios primeros besos en coches y en polvódromos, que son etapas que no deben faltar en toda buena memoria sexual. Los primeros besos en coche se dan de manera clandestina y son deliciosos por cutres. Él -siempre conduce él- te lleva al polvódromo como disimulando -aunque los dos sabemos que vamos al lío- y pone música en el radiocassette. La música de follar, se entiende. Luego hay manitas y ojitos libidinosos. Él cuenta un poco su vida y te dice cosas bonitas para ponerte tierna (lo cual no hace maldita falta). Y luego el primer beso. Un poco incómodo porque estas medio torcida en el asiento del coche y porque es el primero y siempre sorprende.

También hubo un primer beso junto a una barra de bar, rodeados de gente que cantaba la misma canción, una y otra vez y entre morreo y morreo también la canturreábamos nosotros dos. Y un primer beso bailando lento, que fue un beso-fantasía y se hizo real, aunque hoy me de un poco de risa (por el lugar y por la canción).

Hubo un primer beso que fue el último. Hubo un primer beso que dio comienzo a segundos, terceros y mil más. Existe un primer beso que nunca fue. Y un primer beso que soñé. Hay un primer beso que deseaba y llegó por fin. Hubo un primer beso planificado y uno o dos primeros besos premeditados, no por ello menos sabrosos.

La sorpresa. Los labios, la lengua que se hunde, las manos que te atrapan la cabeza o te abrazan la cintura, el nuevo sabor a saliva, el primer beso horrendo que esperas mejorará con el tiempo, el primer beso superlativo que esperas sea siempre así y maldita sea, pocas veces se repitió, el primer beso lleno de ansiedad, el aliento que hace segundos era desconocido, primeros besos que se quedaron en nada aunque prometían mucho, primeros besos que no esperaba y trajeron la vida que con la que soñé.