sábado, 29 de noviembre de 2008

Ser ninfómana

Casualmente estoy leyendo Diario de una ninfómana. Compre la novela la semana pasada en el Eroski, más bien me abalancé sobre ella. Esta mañana E. me preguntó si me siento ninfómana. Enredé mi respuesta, mis sensaciones pero no creo que lo que le haya contado sea lo definitivo. Como siempre, tengo que madurar y meditar sobre el asunto.

La historia-creo que autobiográfica- que cuenta Valerie Tasso en su novela no tiene nada que ver conmigo. Ella se define ninfómana y busca en sus relaciones sexuales entenderse a sí misma. Hay momentos muy duros, horribles. Y leyéndola, en ocasiones, se percibe que no disfruta.

He buscado definiciones y explicaciones y o bien asocian el término a cópula o bien lo asocian a adicción. En la primera acepción se queda corto. Copular es una pequeña porción en la identidad que yo llamo ninfómana. En la segunda, se queda largo. Asocia la ninfomanía a infelicidad, insatisfacción y desequilibrio emocional.

No encuentro otra palabra y me gusta definirme como ninfómana, pero démosle un nuevo significado. ¿Por qué no? Estoy en mi territorio. Y a E. le gusta.

Sexo inherente, genético, molecular. Exhalado y respirado. Vivido. Más allá del orgasmo y el coito. Piel, latidos, ojos. La ropa que llevo, la forma de caminar, un aura. Sin artificios. Sin pendejadas.

Natural.

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