sábado, 24 de octubre de 2015

Contra los espacios femeninos

El domingo estuve almorzando fuera y mirando a la gente que se sentaba en las mesas próximas, es una costumbre muy fea que tengo. En la mesa de mi derecha se agrupaban cuatro matrimonios mayores, ocho damas y caballeros de más de 65 años, arreglados de domingo. Como es habitual, los caballeros se sentaban a un lado y las damas a otro y aunque la conversación era animada y general, se advertía la complicidad masculina y femenina en cada grupo.

Yo huyo de la exclusividad femenina en los restaurantes cuando salgo a comer con un grupo de gente. Alguna vez me ha ocurrido que he llegado con retraso y las mujeres de la pandilla me han guardado sitio junto a ellas. Así de manera supersolidaria. Quién se niega a tanta bondad.

Me paso por una web de mujeres que una amiga enlaza en facebook. Un espacio femenino y entiendo que para muchas sea necesario pero a mi esas exclusividades me dan arcadas. La web que digo pretende ser un lugar de encuentro de almas sensibles, un sitio donde mujeres de todo tipo compartan afectos, cuidados, un espacio de reafirmación y emponderamiento... esas cosas. A mi tanta corrección  y tanta camaradería ya digo que me hace vomitar.

Entiendo que haya feminismos que abogan por los espacios no mixtos pero a mi esas cosas me recuerdan a cuando iba a mi colegio, que era público pero las niñas no se juntaban con los niños, ni siquiera en el recreo, -una línea imaginaria en el centro del patio nos separaba y ay de quién osara sobrepasarla. Tanta niña junta, y ahora, reunirme sólo con mujeres es una situación que me abruma.

Entiendo que existan esos feminismos que no desean compartir espacios con tipos que les resultan agresivos pero no comparto esa forma de acción feminista. ¿Es una especie de huida? ¿Se hace una mujer más fuerte mediante la exclusión? Me resulta muy insultante el concepto de hacernos fuertes mediante la huida o el rechazo de los otros. Tampoco entiendo que se monten espacios de esencia femenina como si las características de sensibilidad y afectividad no sean también masculinas. A mi nunca me gustó calificarme como mujer sensible frente a machos insensibles. Ni lo soy ni lo he vivido.

Me gustan los espacios compartidos con mujeres y sobre todo, con hombres. Espacios mixtos que les llaman. No se crean que lo hago con mucha frecuencia porque huyo de los agrupamientos pero en el trabajo y en los momentos de ocio prefiero mezclarme y, si se da el caso de recibir esos pequeños ataques micromachistas que surgen como las setas, prefiero reaccionar y enfrentarme a salir corriendo hacia un detestable espacio seguro y femenino.


domingo, 18 de octubre de 2015

Yo quería ser escritora


Pobre vieja máquina de escribir. En los noventa quedó arrinconada y nunca más la miré. Ha participado en varias mudanzas y por supuesto, en la última quedó arramblada en una estantería acumulando polvo, pero quién tiene la maldad de tirarla a la basura. Yo no.

Tiene unas teclas durísimas, las muy cabronas me hacían añicos los dedos índice de cada mano. Yo sólo se escribir con los índices y soy de golpear obtusamente las teclas, ya saben que le pongo pasión a todo. Así que cuando tenía que acabar alguno de aquellos inacabables trabajos de la carrera, con el tiempo justo, los pobres dedos índice míos terminaban desollados y muy doloridos.

Esa Olivetti baratita produjo trabajos de carrera muy chulos de sobresaliente. Y poemas muy tristes -ahora risibles- de suficiente pelao. No fue mi primera máquina de escribir. Con la primera compuse mi primer cuento a los once años cuando era una ecologista de las primigenias, joder, entonces nadie era ecologista y yo ya escribía feroces críticas a la deforestación. Mi cuento hablaba de un viejo roble sufriente (y en mi tierra no hay ni uno, que aquí lo que tenemos son alcornoques, pero suena menos poético) y lo mandé a un concurso de mayores, así, con dos ovarios: pero tras enviarlo por correo sentí tanta vergüenza que me desentendí y nunca más quise hablar del tema.

Ese ha sido mi problema como escritora. Que me da una vergüenza tremenda hablar del tema. Tengo una amiga del face que va a publicar su primera novela y lo proclama a los cuatro vientos de su muro. Yo admiro esa actitud. Claramente en el momento en que salga su novela ya tendrá a un número considerable de amigos del facebook dispuestos a leerla. Esa es la mentalidad de escritora que yo no tengo. Escribo a escondidas y me pregunto qué trauma infantil del carajo tendré para seguir siendo una anónima a mis años.

Pero ya saben (si me siguen leyendo, joder), soy una insociable y no me voy a bajar del burro.


viernes, 28 de agosto de 2015

Más sueños cortesanos

He vuelto a soñar que era una ramera, se ve que lo sueño cada tres años. Ha sido un sueño genial. Estoy todo el tiempo en un cuartito muy monacal, con sábanas blancas (me paso parte del sueño pensando que debo cambiar las sábanas pero no lo hago, como cuando sueñas que no puedes caminar y es un agobio). Soy la puta de un pueblo de mineros. No se si hay influencias oscurísimas de un Click de Manara que leí hace siglos. El caso es que tengo muy claro, en el sueño, que soy una currela más del pueblo y mi misión es satisfacer a los machotes que han acabado la faena del día.

Joder, ha sido un sueño fabuloso, pasan por mi cama al menos siete tíos, cada uno de su padre y de su madre y me pega cada uno un polvazo diferente. Mi temor en el sueño es que por la puerta asome un cabrón pero ná, los siete tíos que entran , a cada cual más diferente, se comportan como buenos caballeros folladores.

Todo muy profesional, que yo hasta cuando sueño soy muy capricornio. Era la fulana del pueblo de mineros y a cada tipo que entraba por mi puerta  le daba lo suyo. No aparece el dinero en mi sueño pero todo el tiempo se que es un trabajo. Lo hago con muchísimo gusto, ya digo que ser competente es mi lema. Así que todos se van muy contentos. Me ocurre lo mismo que en el sueño de hace tres años: disfruto sintiéndome la mejor puta del universo. La lástima es que en mi sueño, que ha sido bien largo, cada cliente aparecía bien definido, tengo la reminiscencia de diferentes cuerpos y gustos sexuales, pero al despertar ya se me habían desdibujado.

Lo bueno ha sido que he tenido siete orgasmos y desperté con ganas de más.

sábado, 15 de agosto de 2015

De vuelta en mi piso del centro

He soñado con mi piso del centro y como suele pasar, antes de despertar, justo antes, tenía la certeza de que todo era real. Que aquel piso existía aún y era mío. Soñaba y tenía por seguro con un refugio sólo para mi y veía un sofá junto al balcón y un dormitorio con cama gigante -y sólo mía-. Era mi viejo piso diferente, en mi sueño un apartamento de mujer blanca soltera. Diminuto. Autosuficiente. Chulísimo.

Soñaba que lo tenía escondido en mi memoria y lo recordaba de pronto. Entonces salía corriendo a meterme en él, o a cobijarme, tan ricamente. Y era como un oasis o un reposo del guerrero. Joder, durante todo el sueño, sabiendo que era y no era real, echaba de menos ese piso mío. Las sensaciones que vivía entonces. la evidencia de emancipación. Un anhelo de aventuras, hazañas, correrías muy locas.

Ahora mientras escribo y me esfuerzo por atraer la vieja nostalgia, creo que no lo echo de menos. Podría pasarme: añorar los cojines bien puestos, la tarde dorada tras las cortinas, una libertad de la hostia, cero excusas, cero deslices que disculpar. Lo que son los sueños. En realidad era un piso de mierda.

viernes, 14 de agosto de 2015

La ciudad escaparate

Me escapé a la ciudad escaparate y aunque suene a tópico intenté perderme por ella. Pero como soy tan eficaz y tan capricornio no lo conseguí. Coño si lo intenté pero perderse no es nada fácil. Y no soy tan imbécil como para culpar a los demás (hordas de turistas, esas hordas temibles). Sólo yo y tripadvisor tenemos la culpa: perderse resulta cansado y trajinar con el hambre de unos y la sed de otros. Y mira que había recovecos, callejuelas, placitas, fuentes encantadoras, tiendecillas ideales (tan veganas, tan solidarias, tan mainstream todas) pero no lo conseguí porque soy una cagada.

Me escapé y resultó ideal a pesar del sudor y mi miedo a perder el metro y que los demás se vayan sin mi y yo tirada en una estación cutre y solitaria. Ideal a pesar de mis manías con la comida y mi apatía con las fotos. Hice las fotos imprescindibles que apenas he compartido con tres personas (nada de face) y miré con desprecio a las hordas de turistas y sus selfies absurdos. Hasta deseé que algún capullo se cayera al mar. Fue una escapada ideal pero en ocasiones terriblemente hater.

Me escapé sin encontrar, me escapé y perdí los nervios que me ocasionan las maletas y las colas inhumanas, deseché los lugares a los que iban todos (al menos la mayoría) y no se lo conté a casi nadie. Un poquito aquí, al menos.

Me quedo sin fotos (diez, como mucho) y con la memoria de columnas esbeltas, la sorpresa de la playa, una plaza que me recordaba otras muy queridas, risas por torpe, risas de tanto mirar, la intención de perderme y casi lograrlo, cierta nostalgia, algo que nunca conocí.

jueves, 30 de julio de 2015

¿Encontraría a la Maga?



Yo he sido una artista en encuentros casuales. Cuando me vine a dar cuenta, noté que ya era un genio de la contingencia. Por supuesto, sin planificar. Hubo un tiempo en que me empeñaba en planificar casualidades y, como es normal, nunca lograba mi objetivo. Recuerdo mañanas de verano que con la excusa de salir a comprar el periódico -al kiosko más céntrico y alejado de mi barrio- elaboraba un plan minucioso de acoso y derribo. Eran agotadoras aquellas mañanas y llegaba casi siempre a casa con la prensa del día, sudorosa, decepcionada pero también con la certidumbre del paseo de la mañana siguiente.

Fue sólo un verano o dos. Luego me dejé llevar por lo que se me daba tan fenomenal y que había aprendido en la primera página de Rayuela. A veces tentaba a la suerte y componía rituales que una vez me dieron suerte. Un vestido, ese vestido que me proporcionó besos y dicha una tarde de septiembre. Una ruta específica, cruzar precisamente por cierto cruce y no mirarme en los escaparates. A veces mi ritual de supersticiones para lograr la casualidad bienhechora  era patético de veras.

Fueron dos o tres veranos. Hasta que dejé de pensar en las casualidades y éstas fueron dejándose caer de vez en cuando. En tardes de verano, en noches de primavera, en mañanas de otoño. Si me pongo a pensar cuándo suceden me sale una lista idiota y presuntuosa; no merece la pena destriparlas ni sacarle los engranajes. Suceden y lo hacen de la forma menos casual porque los encuentros casuales son lo menos casual de nuestras vidas.

viernes, 10 de julio de 2015

Verano mandala



Me compré un libro de mandalas para colorear. En la cola de la librería, una rubia miró mi libro, me miró a mi, miró al novio y resopló. No se si fue un resoplido de "vaya tía rara, las cosas que se compra" o un resoplido de "vaya tía molona, las cosas que se compra". Yo me inclino más bien por la primera opción porque creo que al resoplido le siguieron los ojos en blanco.

A mi me jodió un poco. A mi, aunque lo disimulo, me siguen jodiendo los resoplidos.

Mientras coloreo mis mandalas con toda la milimétrica paciencia del mundo y del verano entro en un estado zen muy chachi que, en realidad, no me sirve de gran cosa. Por ejemplo, aún no me explico con claridad por qué cerré este blog y tampoco me explico por qué hoy lo abrí. Voy improvisando colores y sigo el instinto que me pide azul, o me pide amarillo o me pide tonos rosados. Voy improvisando y sigo mi instinto que me pedía una página en blanco no para deshacer ni para borrar, sólo para disgregar cierto malestar difuso que no me explico pero estaba instalado tan campante.

Supongo que habré perdido todos los lectores pero confieso que no me perturba mucho.

Supongo que quiero nuevas páginas para colorear y hacerlo con cuidado y a conciencia.

Y sin resoplidos.


domingo, 17 de mayo de 2015

Sigue sin ser justo, George R. R. Martin

Aviso que este post contiene spoilers de Canción de Hielo y Fuego.

Cada nuevo capítulo de la quinta temporada de Juego de Tronos es un sinvivir. Sin señales de que R.R. Martin vaya a publicar en breve Vientos de Invierno, los guionistas se han puesto más chulos que un ocho y en la nueva temporada SE INVENTAN COSAS.

Ay, por qué te has muerto??


Como que muere Sir Barristan (lo cual es un spoiler muy muy cruel).

O como que Sansa se casa con Ramsay (que es bastante más lógico que con la pava que sale en el libro).

O como que Sir Jorah Mormont tiene la psoriagris (que es otra cabronada muy gorda porque ya presuponemos que nos va a durar dos telediarios)

Y lo malo es que las tramas inventadas o reorganizadas son MEJORES que las que ideó en un ya lejano día nuestro George. Parece que ese enorme embrollo de Danza de Dragones, los guionistas de la serie lo tienen más que superado. Han eliminado chorrocientos personajes, algunos muy inaguantables, y han aligerado de historias superfluas y liantas.

Lo malo es que para que George acabe con su gran follón -si no se deja influenciar por la serie- va a necesitar no dos, sino al menos tres libros más lo cual es una idea insufrible. Más aún si las teorías que circulan por internet sobre los desenlaces de todas las tramas son tan sugerentes y megachulas (yo también tengo algunas de cosecha propia que no diré). Si yo fuera George estaría cabreadísimo con tanta teoría porque en realidad todos los fans sabemos cómo va a acabar -a no ser que mate a todo lo matable, que también contamos con ello.

La larga, larguísima espera

Sea lo que sea, van cayendo los capítulos y aunque protesto con tanta licencia del guión, ya como que me voy resignando. Excepto que muera Sir Barristan el Bravo, eso ha sido muy cruel.



miércoles, 13 de mayo de 2015

no nos deja olernos

Levantar muros no tiene mérito, lo hace todo el mundo a todas horas. Muros de silencio, muros permanentes, muros de hormigón armado y esos sutiles muros de metacrilato. Jodido Kiko Veneno, yo me sabía aquel disco entero y lo cantaba día y noche. Jodido vértigo que no nos deja tiempo ni a olernos ni a cantar lo que antes cantaba ni siquiera a sentarme a escribir, jodido vértigo.


sábado, 25 de abril de 2015

Yo quería ser cantante

en una orquesta de feria.

Una tiene deseos a veces que no se explica y miren cuánto tiempo y cuánto trabajo me ha costado venir a soltarlo aquí.

Cuando en mi pueblo se estilaban las orquestas en las casetas de feria, yo envidiaba a las cantantes macizas sobre el escenario. También era consciente de que sería la única en aquella tesitura, es muy raruno desear ser una macizorra embutida en un traje de lentejuelas barato. Pachanguera no, yo he bailado con orquestas de repertorio muy digno que apenas ha tocado el palo de la pachanga. Cosas latinas elegantes, mucho de los ochenta y del pop sesentero, alguna cosita en inglés, aquellas orquestas de feria estilosas son las que me gustaban a mi.

Yo me recuerdo bailando con mis amigas e imaginándome en el escenario con mi coreografía, mis tacones y los músicos. Ah, los músicos, obviamente mi fantasía de ser cantante de orquesta de feria incluye un romance con el músico guapo. A mi me parecía una idea super, super romántica: ir de feria en feria todo el verano, sin más planes que cantar y besar a mi músico guapo. Que es lo que siempre a mi me ha gustado, hacer teatro, cantar canciones de moda, ser una frívola de buen corazón y enamorarme a lo bestia y sin aspavientos. Yo miraba a las cantantes de orquesta de feria y pensaba que eran un buen concepto de todo aquello, ese tontaina deseo adolescente.


jueves, 9 de abril de 2015

La contagiosa chifladura

M. es uno de los hombres más locos que he conocido, se que sigue estando avionado porque lo veo en facebook con un negocio utopiquísimo y encantador que tiene. Un loco arrebatador. Un chiflado de sonrisa eterna. Le adoro. No le veo nunca pero le adoro. Hoy he leído sobre él, qué cosa sorprendente, y descubro que no fui la única fascinada. 

A mi me gustaba un montón, no se lo dije ni se lo insinué jamás pero cuando estaba cerca me notaba eléctrica; M. te contagiaba la energía indomable que tiene. Cuando llegaba, era el centro, pero no de esa manera cargante y odiosa de acaparar una reunión, lo suyo era espontáneo, el tío más espontáneo y menos artificioso del mundo. Caía bien en un plis plas, decía tres o cuatro cosas de las suyas, con ese ceceo tremendo que tiene, y ya te tenía en el bote. 

Era un maestro de ceremonias perfecto, bordeaba el histrionismo sin meter la gamba, era un comediante, un atractivo bufón. Recuerdo aquel viaje que hicimos en pandilla, él se apuntó en el último momento y no fui yo la única que respiró con alivio. Todos le queríamos. Dos días completos con él, y no hacía falta que hiciera chistes todo el rato. M. sólo tenía que sonreír y ya estaba una a gusto. 

Hoy he leído sobre él y le he recordado. La última vez que le vi fue hace dos veranos y se había quitado aquella barba horrorosa. Iba con su novia del instituto, habían vuelto a juntarse tras muchos años cada uno por su lado, me contaron su historia de amor y algunas de sus movidas y fue de esas veces que encontrarte con alguien querido te da el subidón del siglo. Menudo granuja adorable. 


martes, 7 de abril de 2015

La ciudad elástica

Usábamos la ciudad a nuestro antojo. La ciudad a nuestros pies, ciudad elástica. Daba igual la hora, podían darnos las cinco de la madrugada y podíamos deambular a la hora absurda de las tres de la tarde, con todo cerrado, con nadie en la calle, sólo nosotros, la ciudad era nuestra.

Conocíamos bien sus esquinas traicioneras, donde el levante pega fuerte; nos quedábamos pasmados frente al escaparate de delicias gastronómicas -sin dinero para comprar-; poníamos nombre a los gatos que vivían bajo la muralla; dominábamos bajo qué soportal resguardarnos de la lluvia, en qué pastelería matar el hambre de media tarde, en qué bareto daban menús económicos de platos combinados.

Y nos besábamos. Cualquier lugar nos valía para besarnos, besos en cada tramo de aquel largo malecón, besos en todos los bancos de todas las plazas y en aquella esquina frente a la estatua de San Miguel, tan desvergonzados y tan victoriosos frente al arcángel que nos miraba sin decir ni pío. Nos besábamos en el autobús. Nos metíamos mano en los asientos de atrás y de madrugada, en las casapuertas. No teníamos conciencia de que nos miraran y si la hubiéramos tenido, nos habría dado igual. Éramos un par de insensatos con toda la primavera por delante.

jueves, 19 de marzo de 2015

Leyendo (libros de mil páginas)

Adoro tener entre manos un libro de seiscientas o más páginas; a mucha gente se le atraganta pero para mi es un plus, ese libraco que me espera al lado de la cama y junto a que suspiro pasar un rato antes de dormir. Adoro pasar páginas y comprobar que faltan muchas para el desenlace. Adoro el peso de los libros gruesos; ni comparación esa molestia gustosa entre las manos a la sosería del libro electrónico. Yo a veces leo en libro electrónico pero no hay color.

Adoro las buenas, largas historias. Cuando hablo de mi amor por esos libros gruesos me refiero a novelas-río, a sagas interminables, a novelones de aventuras y de fantasía, y a los viejos clásicos que nunca defraudan. Terminé hace días El jilguero, que me ha durado mucho como debe ser. Dicen recuerda a Oliver Twist, una de las primeras novelas largas que leí. Son recuerdos maravillosos, el pobre Oliver, el atractivo Conde de Montecristo, la desgraciada Fortunata. Ah, y los mohicanos, qué tristeza.

Yo me agarro a los libros de forma visceral. Si mientras lo hago, ellos me atrapan, me dejo hacer lo que deseen. Pero si son un bluff, un quiero y no puedo, una decepción, entonces, los guardo para otro día. Tengo libros que duermen y esperan que alguna vez vuelva a ellos. Otros están desterrados para siempre porque, desde la tercera página, no me despertaron pasión. Soy casquivana, los uso y los mantengo a mi servicio, olvido a los que no me sirvieron bien.

Ahora he empezado otra de romanos, da gusto volver a ellos de vez en cuando, volver a encararse con las venerables movidas del Imperio; no ofrecen literatura de postín pero no se si saben que eso me importa un bledo. Una traición bien pergeñada, el relato trepidante de una carrera de cuádrigas, intrigas y maldades variopintas, para mi eso no tiene precio. Son unas mildoscientas páginas y pesa lo que no está escrito.

Suspiro de amor.

jueves, 5 de marzo de 2015

Mi absurda filosofía del amor

Llevo más vida enamorada que sin estarlo. Podría calificarme como muy enamoradiza, si ese término no sonara tan frívolo. Podría sonar a coñazo supremo si entendemos estar enamorada como un estado de memez perpetua. Pero no creo ser tan tonta. Un poco sí, la tontería de las ingenuas; para estar permanentemente enamorada, hay que ser muy ingenua.

A mi me deprime mucho la gente a la que le cuesta enamorarse, la gente que va de durita. Para mi es tan sencillo que ya digo, puedo pecar de frívola o de insensata. Más aún me deprime esa gente que, llegada una edad y una pareja, declara vivir en un estado de tranquilidad -o pasividad- emocional. Esos que dicen que ya no volvieron a vivir el amor apasionado y ese rollo. Son como muy prudentes.

Yo soy muy prudente, cierto, pero no en temas de amor. Ahí yo siempre me he tirado de cabeza y sin red. Quitándome lo bailao. He conseguido buenos chichones y también buenas historias para contar frente al fuego -o al menos, para recordar antes de dormir-. También he aprendido a reírme un poco de la nostalgia, de lo que ocurrió y no volvió y de todo lo que nunca pasó. Es bueno reírse del amor.

Hace poco escribía sobre mi primer amor pero era mentira porque me enamoré por primera vez con siete años -era rubito y sale a mi lado en una foto de mi comunión. Era amor de verdad, un amor de renacuaja pero las sensaciones de flotar y levitar, sentir el sabor dulce en la boca, adorar canciones, cualquier canción, soñar despierta, olfatear las flores de naranjo como un milagro, mirarse al espejo, verse hermosa, todas esas emociones que reconozco tan bien aparecieron con siete años y, benditas sean, casi nunca desaparecieron. ¿Es o no es de ingenuas estar siempre así?

Soy una heteroamorosa. Soy incapaz, hasta ahora, de enamorarme de mujeres (otra cuestión es que las desee). Se diferenciar entre deseo y amor, aunque suelo llevarlos muy de la mano, realmente no me gusta desperdiciar ninguna ocasión emocional. También soy poliamorosa, se desenamorarme y volverme a enamorar, amar y desear dejar de hacerlo. No me gusta llorar de amor y menos aún me gusta enamorarme ciegamente (dejemos esas movidas atrás), tampoco me gusta ya ese estado de gilipollas que supone el encoñamiento. Yo ya se enamorame sin encoñarme. Son logros de la edad.

También me he enamorado después de fracasar, he hecho eso tan mal visto de a rey muerto, rey puesto, yo es que soy muy práctica y no me gusta sufrir por amor, es una especie de pérdida de tiempo y un insulto a la vida. Las sufrientes de amor yo es que no las soporto, no hay ninguna grandeza en amar a quien te desaira y es de ser muy desconsiderada con una misma y una pesada con los demás.

He tenido mis épocas cargantes y me he enamorado de gilipollas y de héroes, de utopías, amores breves y amores de largo recorrido, incómodos y huidizos, algunos destinados al fracaso desde el primer encuentro, absurdos, lentos y exasperantes. Pero otros han sido ciertos, veloces y a la vez formidables. Excepcionales. Desmedidos. Sin medida. Esos, que no acaben. No quiero, realmente, llegar a vieja y ser una  cutre.




lunes, 2 de marzo de 2015

Más sobre feminismo y BDSM

Leo este artículo en el Huffington Post y a continuación los airados comentarios que le hacen a la autora en twitter. Los comentaristas no entienden que se pueda ser sumisa y feminista a la vez pero es que el título lleva a engaño, porque la autora describe la relación que mantiene con su Amo pero apenas explica por qué es feminista; emplea, además, un tono lírico, ese de sumisa-muy-enamorada, que no ayuda demasiado a empatizar con ella si eres desconocedor del BDSM.

Narrar una relación BDSM en un tono poético no ayuda a explicar qué hay de feminismo en ella. Hablamos de amor, de cuánto nos subyuga el Dominante, de adoración y blablabla y ya estamos describiendo un vínculo de dependencia. Lógicamente en tales términos no podemos justificar una historia BDSM. En este blog siempre lo hemos dicho.

También hemos dicho que para embarcarse en una relación BDSM hay que ser maduro, sensato, hay que tener todos los frentes cubiertos, ningún miedo, complejo, nada de baja autoestima ni necesidad de ser aceptado. Hay que ser independiente en afectos y estable en emociones. No se puede buscar un príncipe azul, nadie que la salve a una, nadie que me ofrezca una vida que no pueda una solita conseguir. Y hay que ser feminista.

Es fácil defender el sexo en un contexto BDSM desde una perspectiva feminista. El dejarse utilizar como un objeto carnal es una opción sexual elegida libremente que me estimula y me provoca placer. Es un sexo que se habla, es un juego pactado, atado y bien atado (nunca mejor dicho). Sensato, seguro y consensuado, ya saben, que en mi forma de interpretarlo no tiene ambigüedad alguna. Ni tampoco pierde espontaneidad ni diversión.

El problema se me plantea para explicar de manera feminista otros aspectos del BDSM como el control y la servidumbre. Desde una perspectiva de juego sexual es fácil dejar que el Dominante controle la ropa del día, servir la comida puede ser un estímulo más en la relación que no interfiere en mi feminismo, dado que cumple con el objetivo de proporcionarme placer y excitación, está pactado con mi pareja y lo elijo libremente.

Pero, ¿y en un marco 24/7? ¿en un contexto de dominación/sumisión cotidiana, en una pareja estable y amorosa? Una historia más o menos como la que cuenta la sumisa del Huffington Post. ¿Hasta qué punto el amor por el Amo se convierte de dependencia y hasta qué punto el miedo a perder un vínculo tan fuerte y apasionado lleva a olvidar las elecciones libres y consensuadas?

Desde mi punto de vista para establecer un compromiso con tu pareja de tipo BDSM y con aspiraciones a 24/7 la idea del fracaso debe rondar constantemente. No en plan pesimista, no en plan, "esta historia no puede acabar bien". Entendamos el concepto "fracaso" como "probemos esta forma de relacionarnos y si no nos va bien, no pasa nada". Quitarle trascendencia (que no profundidad) al asunto, vaya.

Desde ese planteamiento yo entiendo ser feminista y sumisa (o incluso, esclava, esa palabrita tan molona y excitante). Un proyecto de pareja no finalista, como siempre digo aquí, usar el BDSM como medio y no como objetivo. Así, aquello del BDSM que teóricamente colisiona con el feminismo (el control, la servidumbre, la adoración) puede seguir siendo un instrumento placentero que se deja cuando ya no proporciona placer. Si esto ocurre (que, tarde o temprano, será lo más probable) no tiene por qué suponer el fracaso de la historia de amor; para la sumisa del Huffington Post puede que sí pero es que yo en su historia ya digo que leo mucha dependencia y poco feminismo. Allí donde ella dice que ser sumisa la transforma, la hace mejor, yo pondría: ser feminista me transforma, me hace mejor; como feminista, yo elijo la manera de ser feliz en el sexo y en mis relaciones de pareja y si, por un tiempo, la sumisión lo hace, bienvenida sea.




jueves, 26 de febrero de 2015

Mi top-ten de escenas musicales en películas no musicales

Iba a montarme un post de pelis musicales pero me estaba saliendo soso y leeento y se me cruzaron momentos musicales en películas de géneros diferentes. El requisito para figurar en la lista, aparte de gustarme a morir, es que sea un tema cantado, interpretado o bailado en la escena y no banda sonora acompañante. No se si me explico. En fin, que éstos son algunos de mis favoritos (pero, como siempre, no todos y no en riguroso orden)

10. Miss Hepburn cantando Moon river en Breakfast at Tiffany´s. No es una de mis películas imprescindibles, es más, en momentos le tengo muchísima tirria al personaje de Hepburn y su petardez extrema. Diría más, este dulcísimo y preciosísimo tema no va nada con el personaje de escort frivolona ideado por Truman Capote. Pero quién se resiste.

9. Cameron Diaz canta I just don´t know what to do with myself en karaoke. La muy cabrita de Julia Roberts en La boda de mi mejor amigo, que no soporta dejar de ser follamiga del alma, intenta jugársela a toda costa a Cameron. Me encanta este terrible karaoke porque todos hemos vivido algo así, yo en mis propias carnes, cantar un tema de manera inepta y que la peña te aplauda, venirte arriba del subidón y ser extremadamente feliz.

8. El inenarrable Duelo de banjos de Deliverance precede a una de las películas de mayor mal rollito de todos los tiempos. Sin espoilear demasiado diré que los amigotes urbanitas ya meten la pata desde el minuto uno, con Ronnie Cox empeñado en estrechar la mano del chavalín rarete. El ritmo del duelo, sin embargo, se mete en el cuerpo y es imposible olvidarlo. Endiablada.

7. La escena de El rapto del serrallo en Amadeus. Me ha costado elegir una escena de esta peli que, en mi opinión, no ha perdido ni fuerza ni belleza. Lo que ocurre es que aquí Salieri/Murray Abraham, brilla especialmente en su delirio envidioso, mezclando el fracaso artístico con el amor. Y El rapto del serrallo es una delicia; yo, que soy tan llorona, me quedo en este momento vibrante y paso un poco de puntillas en Don Giovanni.

6. Marilyn Monroe canta I wanna be loved by you en Con faldas y a lo loco. Quería poner alguna escena de comedia clásica y ésta no tiene desperdicio. La canción no es nada del otro mundo, lo interesante es lo que ocurre al fondo, en la banda: el tonteo de Dafne/Jerry con Mr Osgood, el botones queriendo sacar provecho de la noche, Tony Curtis de adorable caradura forever. El genio de Billy Wilder en menos de tres minutos, lo que dura una canción.

5. Almodóvar siempre pone temas chulos en sus películas y también me costó decidirme: Sara Montiel en La mala educación; Luz Casal en Tacones lejanos o el Dúo Dinámico en Átame. Pero yo siempre me quedo con  Lo dudo de La ley del deseo. Es mi película de Almodóvar favorita y es el final perfecto. Banderas y Poncela se besan, se derriten, el resto del personal aguarda expectante en la noche de verano, mueres de amor.

4 Kevin Kline baila I will survive porque ya no se aguanta más, en In and Out. Yo no entiendo por qué desaprovechan a un tipo solvente como Kevin Kline, que sabe de comedia y de drama (véanlo en La tormenta de hielo, que está sublime). En In and Out se luce como nadie y en esta escena usa, abusa y hace suyos todos los tópicos, hey, you sissy boy. Y quién nunca haya bailado con el I will survive no tiene alma.

3. El capitán Aubrey y el doctor Maturin interpretan a Boccherini en Master and Commander. Demos gracias a esta peli por descubrir a Boccherini al gran público y a Peter Weir por respetar el espíritu de las novelas de Patrick O´Brian. En esta escena el capitán Aubrey (que para siempre tendrá el rostro de Russell Crowe) se pone a tocar el violín como si tal cosa, después de ordenar perseguir una vez más al Acheron. La persecución sin sentido, sin final, absurda y mortal pero qué más da: ellos son caballeros del Imperio y no quieren ver la guillotina en Piccadilly

2.  Harrison y Kelly bailan Wonderfull world, en Único testigo, sí, otra de Peter Weir que lleva demasiado tiempo sin rodar. Es muy fácil enamorarse de esta escena sin trampa ni cartón. Podían haberse besado, el poli y la amish, pero no, ellos bailan en el granero, se miran con ganas, babean un montón, tiemblan y aprovechan el instante. Qué tremenda.

y para terminar

1. Los pringados cantan Always Look On The Bright Side of Life  en La vida de Brian. Hay que ser pringado y a la vez ingenuo de la vida para cantar mientras te mueres crucificado, rodeado de escoria. Pero, como dice la letra, la vida es absurda pero mola muchísimo ser el último en reír.  Háganlo su lema de vida y déjense de gaitas.

viernes, 20 de febrero de 2015

En el cerro



Una de las cosas que más me gustan de esta vida es tirarme en la hierba en los días del sol de invierno. A mi que me dejen de meditación y pajas mentales. A mi lo que de verdad me centra y me apacigua el corazón es tumbarme en la hierba. No hace falta que sea el paraje más maravilloso del mundo. Sólo que haya abundante verde, fresco y fragante, si puede ser con algunas flores amarillas. Bichitos que zumben alrededor y que el sol pique lo suficiente como para quedarme en camiseta.

De pequeña subía a jugar a un cerro que había tras mi casa. Parecía un cerro alto pero entonces yo sólo tenía seis, siete años. En realidad es una caca de cerro, enano y  ya se lo ha comido la ciudad. Pero tenía, en aquella época, todos los requisitos: hierba, flores -unas coloradas que se llaman conejitos, creo-, pajaritos, abejorros, toda la pesca.

En realidad yo no jugaba mucho, que siempre fui muy contemplativa, y prefería sentarme en lo alto del cerro a mirar la ciudad. Era fantástico estar allí arriba -a mi me parecía estar muy lejos- y oír pitidos de coches, ladridos, la voz alta de algún vecino. Me encantaba aquel barrio tan humilde y cercano y, sobre todo, adoraba contemplarlo desde lo alto, cada detalle de azoteas y ropa tendida, antenas de televisión, tejados de uralita.

Íbamos siempre las tardes templadas de invierno -impensable ir en verano- que son tan cortas y sólo se podía aprovechar a gusto una hora larga. Luego el sol se iba poniendo tras el cerro y había que bajar a merendar. Yo era muy pequeña pero recuerdo que me aferraba a cada sensación -olor de hierba, piar de jilgueros, zumbidos, ladridos lejanos, el color amarillo, el rojo, el azul- y notaba siempre una leve angustia. La certeza de que aquello tenía un final y era doloroso.

Ya digo que ni está ese cerro verde, ni la casa dónde yo vivía -aunque sí el barrio, que sigue igual- pero hay otros cerros y otra hierba y el sol sigue calentando de manera confortable, como este mediodía.

jueves, 12 de febrero de 2015

El tiempo, el frío

Este frío me hace olvidar. Detesto el frío, la humedad y olvidar fechas del calendario, olvidar anotar fechas en el calendario. Pasar días de un calendario que no se mueve y olvidar aquello importante que ocurrió, ese día, puñetero día, por celebrarlo de algún modo. Y olvidarlo.

El frío aletarga y por eso lo detesto, me entumece los dedos y, ay, quizás también el corazón. Yo digo que no, afirmo que no, que jamás, pero es obvio que olvido y si olvido es que alguna neurona (la neurona que jalea al corazón) se me habrá entumecido.

Qué odioso pensamiento.

Pero la que avisa no es traidora y por eso escribo esta entrada, para que el día que la revise (yo reviso mis entradas, qué pasa) caiga en la cuenta de eso que olvidé. Puede que me anime, entonces igual que ayer mismo, a repasar viejas fotos, viejas frases, viejos recuerdos. Joder, viejísimos.

jueves, 5 de febrero de 2015

Bailar y hacer el payaso

Tenía una cita para bailar y hacer el payaso, una cita casi obligatoria aunque le di mil vueltas a mil excusas para quedarme en casa. La tentación de hacer payasadas frente al miedo a hacer el ridículo espantoso. Busqué excusas y no encontré ninguna decente. Así que hice lo que siempre hago en los casos de temor e incertidumbre: dejarme llevar y que pase lo que tenga que pasar.

Para mi no es nuevo bailar y payasear porque ya he contado que soy actriz frustrada, reprimida, malograda, fracasada, inédita y no se me caen los anillos por hacer el mamarracho. Tengo que ponerme, eso sí, no soy la reina de la improvisación y si me entra el ataque de gran tímida, el resultado es nefasto. Las grandes tímidas (y pelín anacoretas) podemos pasar de la sobreactuación al pánico escénico en un milisegundo.

Pero en esta ocasión se trataba de bailar y hacer el payaso de una forma diferente y nueva, por lo que "el miedo a lo desconocido" me traía de cabeza. Fui, bailé, hice gansadas y en hora y media me sentí satisfecha, con la misión cumplida y ganas de más. Cuando pasan esas cosas, es una delicia vivir.

(esta mañana me he cabreado a cuenta de un capullo y aún -a las cinco menos cuarto de la tarde- me dura el cabreo. tengo que recuperar y por eso escribo)

En realidad en hora y media no ocurrió nada nuevo porque pensé y sentí lo que me esfuerzo por pensar y sentir cada día (no a todas horas, sería BRUTAL si fuera así siempre). Sólo que esa hora y media reafirma verdades, asienta certezas. La simplicidad, la ingenuidad, la franqueza y la alegría. Sentirla y compartirla aunque se le ponga a una cara de boba y de payasa.


sábado, 31 de enero de 2015

Sexo e interjecciones

En dos ocasiones, que recuerde, me han reprochado que follo de manera silenciosa. Dos hombres diferentes. Los dos coincidían en que mi ausencia de gritos y/o gemidos les bajaba la excitación. Es una cosa que jode mucho, que se lo digan a una. En mi defensa, que ocurrió cuando yo era una inocentuela que en el sexo no salía del sota-caballo-rey.

También puedo argumentar que en el sexo soy de una honestidad brutal y no creo haber fingido nunca. Si no tengo un orgasmo, no hago el paripé (aunque tampoco voy reprochándolo, ni haciendo un Yo Acuso, ni nada chungo). Si estoy a gusto y sólo a gusto, ya saben , esa sensación de "qué bien y qué agradable todo" pero no ando al límite, yo tiendo al silencio. Es que yo me lo tomo muy a pecho y me concentro de puta madre. Como casi todo lo que hago. Y yo, cuando me concentro, suelo estar callada, muy a lo mío.

(Otra historia es follar y estar con la mente en otra parte. Eso no mola nada y no tiene que ver con este post).

El caso es que si me acuerdo de lo callada que estoy y me pongo a hacer el paripé, es decir, a gemir y alborotar, me desconcentro y mal. A mi los ruidos folladores no me salen si estoy alerta. A mi es que el sexo me tiene que pillar con la guardia baja y los sentidos en superlativo. Entonces sí salen ruidos e interjecciones. Yo me doy cuenta pero como en plan acto reflejo. Salen muy bonitos sonidos, nada ensayados y nada copiados de vídeos porno.

El caso es que aquellos reproches que me hicieron no se han vuelto a repetir, porque salí de las cuatro reglas aritméticas y aprendí unas cuantas cosas más. Hasta he descubierto (en momentos breves de lucidez) que tengo un repertorio cortito pero resultón de gemidos, ruiditos, suspiros, murmullos, resoplidos, algo muy básico pero que cumple su función. Gritos, aullidos y sonidos con decibelios altos no, a ese nivel ni llego ni llegaré. Pero ya digo que no me lo han vuelto a recriminar.


jueves, 29 de enero de 2015

Primer amor

Tuve un sueño con Pako, que fue mi primer amor. Parece que no me canso de escribir de él y parece que no voy a dejar de soñar con él. Se me cuela como protagonista de año en año y, como debe ser, siempre aparece guapo, condenadamente guapo, maldita sea. Luego paso la mañana, casi el día entero, con cara de Antoñita la Fantástica.

Fue, como debe ser, un sueño erótico pero liviano. Nada de folleteo, ni desnudos ni nada. Un sueño muy de quinceañera. Besitos, besazos, morreos, toqueteos y algo que me entusiasma: el roce de su polla tras el pantalón. Adoro frotarme contra una polla empitonada y apretada dentro de los vaqueros. Aunque no fue Pako quien me lo enseñó, a pesar de ser mi primer amor.

Los primeros es lo que tienen: se les mitifica en un rincón del subconsciente y aparecen de manera traidora una madrugada, cuando los tienes olvidados y bien desatendidos. Y él merece toda mi desatención por majadero. Sólo buenos amigos. ja. Un mojón para "los buenos amigos", Ya he escrito por aquí que nunca he creído en la buena amistad hetero y a casi todos mis amigos varones he deseado follármelos.

Enamorarse por primera vez de un ente es lo que tiene. Divinizas. Es el Elegido, no sólo condenadamente guapo. Tiene carisma. Tiene un halo. Un fulgor que eclipsa al resto y la eclipsa a una. Sobre todo si, con diecinueve años, antepones eso de la belleza interior al resto. Ja. Otro mojón para la belleza interior. Pako era un sublime pero, como a todos, le tiraban más dos tetas que dos carretas. Y yo, en esa época, no lucía mucho mis tetas y me afeaba a conciencia por aquello de la radikalidad.

A Pako le quedaban del carajo los pañuelos palestinos. Era un antisistema cuando aún no usábamos esa palabra. Yo le vi con el pañuelo tapándole la besable boca en varias ocasiones y haciendo amago de tirar piedras a no recuerdo qué. No me digan que una pava de diecinueve (con sueños de sedición a cada minuto) no se iba a enamorar. Luego me he enamorado un buen puñado de veces más, yo soy así de inocente, y querría escribir que a mi primer amor lo mandé a la mierda. pero ya veo que no, Que sigo teniendo sueños ñoños con él y sigo haciéndome preguntas sensibleras.

Maldita sea. Es que era condenadamente guapo.

lunes, 19 de enero de 2015

El evento absurdo: las bodas de postín

Las bodas absurdas son las que empiezan con un traje de novia absurdo. En el barrio donde me crié de pequeña, un barrio humildísimo, las vecinas tenían la costumbre de salir a la calle a ver salir a la novia camino de la iglesia. Era la monda. La novia peripuesta, con el moño en tenguerengue y tambaleándose en tacones. Pues todavía hay trajes de novia que deberían estar penados por ley. Los trajes de repollo. Los corpiños. Los miriñaques. El escote palabra de honor. Dios. El escote palabra de honor debería llevar a la condenación eterna.

La ropa absurda de los invitados. Las pamelas XXL y los tocados finolis que no pegan en las parroquias de barrio donde suele casarse la gente que yo conozco. O los trajes de fin de año en bodas a las doce del mediodía. Yo he estado en bodas en el mes de agosto donde los caballeros iban con chaqué negro y corbatón hasta el cuello. Sudados. Coloradísimos. Esas barrigotas trajeadas y el termómetro a cuarenta. Una vez en una boda en Sevilla fue la rehostia. Hizo calor hasta las tres de la madrugada. Daba penita verlos, a los caballeros, que a esas alturas ya habían olvidado la compostura.

Los rituales absurdos que se hacen en las bodas. Tirar pétalos a la salida de la iglesia. A mi siempre me gustó tirar arroz, es lo suyo, lo divertido, lo guay. Zambombazos de arroz a los novios que te mueres de risa. ¿Quién fue el cursi que inventó lo de los pétalos? Y luego, los besos, no hay lugar donde se den más besos a gente que no volverás a ver en la vida que en una boda. La entrada de los novios al salón del convite, el brindis de los novios, los novios sentados a la mesa más aburrida de la sala (mirando de frente al personal, juas). El detallito a los invitados (antes ofrecían cigarrillos a las mujeres y puracos a los hombres, ahora regalan unas pijadas que te mueres) y los pobres novios saludando a troche y moche, de mesa en mesa, diciendo las mismas absurdeces.

La fuente de chocolate. Es la cosa más repugnante que he visto en mi vida.

La espada de la tarta. Y además hay sitios donde te ponen una tarta de pega para hacer el corte con la espadota. Con lo que me molaban de pequeña aquellas tartas de merengue de verdad, con sus novios de plástico en lo alto (cuando se casó mi tía me los dieron de regalo). Ahora ponen postres cursis de chocolate. O de tres chocolates, que es peor.

A mi, en realidad, lo que me gusta de esas bodas absurdas es el baile, porque a esas alturas de la celebración suelo estar feliz y pasota. Hago memoria y compruebo que en todas las bodas he acabado bailando y supersociable, incluso en las bodas donde sólo conocía a tres o cuatro. La barra libre, que tira mucho.

viernes, 16 de enero de 2015

Mi top-ten de videoclips épicos (y delos ochenta)

Todo el mundo sabe que los ochenta fueron los años de los videoclips, la gente de mi generación moríamos por esos videoclips chulos, donde la canción iba acompañada de su bonita historia. Esta es mi lista de favoritos, aunque no tiene por qué ser definitiva:

10. Come back and stay, de Paul Young. Cuenta una historia muy emotiva de chico-quiere-recuperar-chica. Paul Young lleva una camisa con mangas dobladas que es un amor. La canción, además, acompaña a una historia superintensa. El chico primero feliz con la chica y los suegris. La chica que encuentra a Paul con otra. Paul que tira al suegri por unas escaleras. Bofetón. La chica haciendo aerobic con mallas de los ochenta... Lo tiene TODO.




9.  Dancing with tears in my eyes, de Ultravox. Te cuenta una historia de apocalipsis nuclear: el protagonista guapo corre por las calles, llega a casa, abraza a su familia y luego todo explota, mueren y vemos viejos videos familiares. Es de llorar y por eso casa muy bien con la canción, que es megaépica.



8. New moon on monday, de Duran Duran. Te cuenta una historía chulísima, de las que a mi me gustan. Simon Le Bon forma parte de una especie de resistencia contra un régimen opresor y vive aventuras emocionantes con propaganda clandestina, sabotajes y guerrilla urbana, todo con el corte de pelo new romantic y gabardinas largas guapérrimas.




7. Wouldn´t it be good, de Nik Kershaw. De él ya no se acuerda nadie y es una pena, porque es una historia flipante. Nik llega agobiadisimo a su casa y viste un traje raro, teclea cosas en un prototipo de tablet y sufre mientras canta, no sabemos si por un amor roto o por la Humanidad. La canción es muy emocionante y acompaña al clip. Lo único malo: yo recordaba a Nik como más guapo y ahora veo que era uniceja.




6. I don´t like Mondays de The Boomtown Rats. Otro mito que se me cae, el de Bob Geldof, al que yo amaba desde The wall. Y ahora tiene cara de señora. Pero no importa, la canción sigue siendo emocionante desde la intro. El tema del colegio británico severo, rebelión en las aulas y toda la pesca siempre era muy agradecido y a mi tararearla me daba alas. Pero muchas.



5. Don´t leave me this way de The Communards. Adoro la voz en falsete de Jimmy Somerville. Lo adoro. Y toda la versión entera que es tan apoteósica, alegre y bailona. El vídeo tiene, además, la típica historia que empieza en modo misterioso (un rubio al que persiguen dos con pinta de la Stasi) y acaba en modo reivindicativo. Ay Jimmy, yo entonces no sabía de tu lucha.




4. Hold me now de Thompson Twins. Es una canción que me ponía irremediablemente melancólica. La letra suena melancólica, suena a amor no correspondido o abandonado, claro que yo en aquella época era una paranoica del AMOR. El cantante además me ponía tonta, no sé por qué en los ochenta los chicos con cara de bebé me enamoraban. También me molaba la rubia gélida, que no se si era la hermana Thompson melliza. Yo imitaba esa forma de bailar. Y los coros.



3. Only you, de Flying Pickets. Juro que tenía olvidada esta canción y la acabo de encontrar. Y resulta que fue LA PRIMERA. Me enamoré tanto con ella. Mi flipe en colorines adolescentes. Era imposible cantarla, con tanta voz a capella, pero yo siempre le ponía empeño. El vídeo es feísimo pero la canción sigue dándome penita y sentimiento.




2. Forever young de Alphaville. Es un temazo y un vídeo grandioso. Lo ves y vuelves a confiar en el género humano y en el sentido de la vida. Marian Gold emergiendo en la penumbra (también en falsete) te convence y sus dientes conejiles aseguran que todo es cierto: la gente adorable que resucita, que camina hacia LA LUZ. Es de lo más grande que vi en mi tele de los ochenta. Y el mono rojo que lleva Gold.



1. Take on me, de A-Ha. Debe estar en la primera posición de mi top-ten. La canción es puros ochenta. Morten no podía ser más guapo. La historia es preciosisima, trepidante y fantástica, ideal para adolescentes con pajarillos en la cabeza. Ver aquel vídeo por primera vez fue como una epifanía. Conozco a más gente que le pasó.


sábado, 10 de enero de 2015

Cádiz es una fiesta

Termina la Navidad y en Cádiz ya están metidos en otro jaleo. Este fin de semana empiezan con la ostionada, la pestiñada y la erizada que no son más que excusas para salir a la calle y empezar a meterse Carnaval en vena. Yo entiendo que mucha gente deteste el carnaval gaditano, incluso yo, algunos días del mes de febrero llego a estar harta. Se que el concurso de agrupaciones del Falla se hace interminable y que hay agrupaciones para matarlas. Se que hay agrupaciones que abusan del humor chungo y el bastinazo, y, sobre todo, agrupaciones que interpretan la crítica cómo una forma de hacer demagogia barata. Hay letras pretenciosas, músicas histriónicas y tipos aburridos. Y, sobre todo, se que a veces el humor y las letras se miran el ombligo, explotan el tópico y son de un chovinismo cargante.

Pero yo adoro el Carnaval gaditano y ya estoy deseando escuchar las coplas, volver a apasionarme con ciertos autores. Sobre todo, reír, reírme mucho.

La fina ironía gaditana, que le dicen y que es el ángel que tiene mucha gente de por aquí. Que no es exclusiva de Cádiz capital, ni siquiera de Cádiz provincia y es una forma de contemplar, analizar, enjuiciar la vida que pasa. Yo no se definirla, la ironía, el cachondeito, el arte. es algo que se vive y se lleva dentro, incluso hay malages que la tienen, sólo es cuestión de dejarse llevar.

Aquí la vida que pasa se mira de frente y por detrás, se le saca punta y se le da la vuelta. Hay carnavaleros que lo hacen muy bien, Gente que sabe criticar por derecho y no se calla ni debajo de agua. Gente que se ríe y nos hace reír de cosas que la gente seria se toma muy en serio. Salen en el concurso del Falla pero sobre todo, están en la calle, en Cádiz, los días de Carnaval. Da gloria salir a la calle esos días y volverse majareta.

Enloquecer en Carnaval. A más de uno (o una) le daba yo esa receta.


jueves, 8 de enero de 2015

Algunas cosas que hice

Hoy, dar muchos besos. Es el día típico que das muchos besos y preguntas que qué tal todo. Yo reniego muchísimo de la costumbre de dar dos besos. Si puedo, la evito. Me encantaría tirar del choque de manos, a mi me salen unos choques de mano rotundos y recios pero me dan pocas ocasiones de demostrarlo. En cambio, lo de los dos besos, hay gente que no mola zampárselos. Pero hoy yo tenía el día cariñoso y zampé pares de besos sin pensármelo mucho.

Dudas de qué leer. En dos días me he encontrado con un montonaco de libros chulos por leer (regalos de Reyes) y ando tonteando con unos y otros. Mientras acabo al inacabable Ken.

Series a medias. Empecé a ver American Horror Story: Freak Show y me encantaría terminarla pero soy una inconstante que ni siquiera se plantea retos de año nuevo. El Freak Show está chulísimo y da poquitín menos miedo que Asylum (que no acabé aún). También tengo a medias True Detective. Mi vida en serie es un CAOS.

Pelis: pocas y casi todas infantiles. Pero es que ando perezosísima para ver pelis.

Me encontré a J.J. después de siglos sin vernos (sólo en facebook). Charlamos un ratito sobre meditación, porque él la practica y me preguntó que si yo también (ay qué risa). Casi la misma charla la repetí días después con N. (meditación y otras yerbas) por lo que ando escamada con el tema. El caso es que ando leyendo cosas sobre meditar y memeces del tipo. Yo creo que es producto de tener cuarenta y siete. Si algún día hago alguna cosa raruna como biodanza, constelaciones o reiki, prometo contarlo AQUÍ.

He leído blogs nuevos que encontré enlazando unos y otros. Algunos son sólo de sexo. Los blogs que le dan sólo vueltas a temas de jodienda me aburren a morir, sobre todo esos que pretender provocar al personal (y no hay nada que me parezca más aburrido que provocar acumulando relatos sexuales). Otros son sólo de pena. He descubierto un blog tristísimo y sorprendente pero leerlo te produce una angustia que te mueres. Me gustaría darle un poquito de salero a la vida de su autor (dado mi síndrome Florence Nightingale) pero ya todos sabemos que a la gente triste le mola rebozarse en su tristeza para siempre amén. Y apenas he leído algún blog con sentido del humor (los memorables Vicisitud y sordidez hoy mismo) Muy poquitos para reír que son los que de verdad me gustan. Hoy más que nunca, la risa.