jueves, 11 de diciembre de 2008

Fases onanistas

Ya le conté a E. que comencé a masturbarme a los doce años. Recuerdo perfectamente aquel primer orgasmo, me llevé un susto. Placentero pero susto, porque fue mi primer orgasmo y no me lo esperaba así. Fue una sacudida brusca y rápida. Me había acariciado por encima de las bragas y fue tan rápido que parecía como si mi clítoris hubiera estado esperando meses para sentir aquello. En mi primera fase onanista me masturbé casi a diario. Nunca me miraba y apenas conocía mis genitales. Palpaba a oscuras y buscaba el centro que me daba placer. Me acariciaba tímidamente sin pensar en nada más.

Con el tiempo, como es natural, descubrí zonas e instrumentos para incrementar mi satisfacción. Utilicé espejitos de mano para explorarme y verme en pleno orgasmo. Aunque también fui espaciándome y dejé primar la calidad frente a la cantidad. Pasó la fase obsesiva y comenzó una fase refinada. Esperar momentos de tranquilidad, relajarse y buscar nuevas sensaciones. La aventura autoerótica.

Hubo también fases de apatía. Meses sin tocarme. Probablemente alguna descompensación hormonal que afortunadamente pasó.

Ahora hay un nuevo elemento añadido. Pido permiso a E. Es un bello ritual. Él tiene poder para permitir mi placer. Le informo, le cuento, le describo. Como E. es un hombre con los huevos bien puestos, me da permiso siempre. A Él le importa mi placer. Los buenos sementales cuidan de sus hembras. Y saben que estando satisfechas son más dulces, complacientes y dóciles. Así es como debe ser y como queremos que sea.

No hay comentarios: