Conocí a RJ en una página de contactos estrictamente BDSM y fui su sumisa-guadiana. ¿Tres meses, cuatro? RJ desaparecía y volvía a mi vida su antojo, confiado en que yo permanecía aquí.
Se algunas cosas íntimas de su vida, algunas magníficas, algunas despertaron mi más profunda compasión. Me parecía admirable.
Fue una atracción rápida y unos inicios exultantes. Larguísimas horas de messenger. Nunca cibersesiones. Qué ridiculez. Largas conversaciones sobre política e historia en las que luchábamos por brillar. Una noche me confesó que yo era su primera sumisa con la que hablaba de Historia a su nivel. En realidad yo tenía más nivel que él. Por supuesto, hay despecho en mis palabras.
Largas conversaciones en las que hablábamos sobre Dominación. Aprendí mucho con él. Formas, protocolo, paciencia. Ay, paciencia. Me dio su collar. Abomino de esa entrega rápida de collares. RJ entregaba collares para satisfacer su ego. Mi ego también estaba satisfecho, como es lógico.
Él si tuvo la clave, la que no hallé con Santiago. Aprendí a manifestar mis deseos y mis necesidades. Algunos días era una sumisa que flotaba en una nube. Leía, escribía. Drogada de sumisión. Enganchada al móvil.
Desapareció en Navidades, me quité su collar, volvió a aparecer en Carnaval, volvió a ofrecerme su collar. Pidió perdón. Qué delicia ver arrastrarse a un Dominante.
En febrero pasamos 26 horas juntos. 26 horas que rozaron la perfección, un encuentro minuciosamente planeado, mágico. 26 horas de entrega física y emocional. Largas conversaciones, risas, afecto. Se sorprendió conmigo. Mis besos, mis caricias, mi docilidad, mi pasión. ¿Cómo entregarse sin afecto, sin amor?
Sádico, brillantemente sádico. Perfecto conocedor de técnicas dolorosas. Yo ansiaba conocerlas todas. Fui disciplinada y complaciente. Orgullosa, engreída, le tenía en mi mano. Me despedí de él en la estación de autobuses de Sevilla, lloré un poco, ese día, los siguientes, le amaba, le amaba, le amaba.
Su collar me lo arranqué con furia. De la misma manera furiosa en que cayó del pedestal de Amo.
Olvidadizo, se olvidó de mi.
Moon river, cantada por Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, fue una canción que escuchamos juntos, un par de ocasiones.
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