viernes, 29 de junio de 2012

Finales de junio

El disco duro del portatil murio y ahora me avio, por unos dias, con este sistema operativo que no pone tildes ni esa letra parecida a la ene, tan de nuestro pais. Ruego por tanto me disculpen las faltas de ortografia y lo alambicado de algunas frases.

Hoy me di la pecha de llorar, algunas compis del trabajo se van a otros destinos y no se si volvere a verlas. Eso suele pasar todos los meses de junio, pero esta vez me ha resultado mas dificil la despedida. He llorado algo pateticamente y a moco tendido al despedir a C., a L. y a M. 

He tenido mucho trabajo y aun me quedan algunas cosas por terminar antes de las vacaciones. Ayer por la tarde pude ir por primera vez a la PLAYA y se repitieron los rituales de siempre. La direccion del viento. Nuestra compasion por aquellos de secano que no tienen playa por las tardes. Y el atardecer, el sol refulgiendo en el agua, las risas de los peques, la bendicion de la vida del Sur.

Hoy estoy sensible y algo llorona, quizas las hormonas, quizas el fin de una etapa, lo de todos los junios, quizas las expectativas del verano, estar con quienes quiero. 


viernes, 22 de junio de 2012

Vitamina E.

Siempre tengo problemas para adaptarme a junio.

Necesito supervitaminarme y mineralizarme.

Necesito un buen trago de vitamina E. Y antioxidarme. Electrizarme. Regenerarme.

sábado, 16 de junio de 2012

Princeps Senatus

En Las legiones malditas, Quinto Fabio Máximo es princeps senatus y un augur de los buenos. El tipo se pone en una colina de su villa a otear el cielo y adivina el futuro mirando a los pájaros volar. No falla una y se dedica gran parte de la novela a ponerle zancadillas a Escipión. Es un princeps senatus muy cabrón.

Después de escudriñar el cielo y tramar planes malvados, Quinto Fabio Máximo se va a su villa, da unas palmadas y aparecen las dos esclavas egipcias que tiene. Las viste, el muy cochino, con túnicas cortitas y transparentes.  A las dos, les dice cosas más cochinas aún y les promete que se lo van a pasar muy bien. Pero como es malo y sádico, su concepto de pasarlo bien es azotarlas con un látigo, que por lo visto todo patricio romano sabe manejar desde la cuna, endiabladamente bien.

El muy canalla disfruta azotando a sus esclavas. Las chicas lloran, el látigo les corta la piel y toda la pesca.... yo debería estar sufriendo mucho porque, joder, hablamos de la esclavitud en Roma y de un patricio cabrón. Una época infame y blablabla.

No nos entretengamos en psicología barata: el pasaje me excita y punto. No se si le ocurrirá lo mismo al resto de las mujeres masoquistas del universo, pero a mi, el jodido princeps senatus me ha puesto a cien.

jueves, 14 de junio de 2012

Aníbal, Sofonisba, Sífax y unos cuántos más


Pillé Las legiones malditas con una pereza enorme. Es un libraco así de gordo, el número dos de la trilogía de Escipión, el Africano de Santiago Posteguillo. El número uno lo leí en enero y acabé saturada de ab urbe condita. La novela es altamente maniquea. Catón es un tipo frío y calculador, malísimo y Quinto Fabio Máximo un energúmeno sádico que azota a las esclavas. Escipión es un crack y nunca pierde las batallas. Aníbal es el enemigo pero buena gente. Sífax es un númida salido y Sofonisba una víbora calentorra. Pero...

... hay batallas épicas.
... sangre, sudor, fuego, hierro.
... intrigas.
... hombres duros y valientes.
... Roma. Numidia. Hispania. Cartago.
... Delenda est Carthago.

jueves, 7 de junio de 2012

Lista de la compra


E. va al mercadona y no se percata de los daños colaterales.

E. prepara hígado para almorzar. Nada de filete de pollo. Vuelta y vuelta de hígado a la plancha. Yo, con cosas así, siento temblar las piernas.

E. me cuenta que ha comprado bananas.

Banana la que tú tienes, le contesto.

Yo puedo ser muy vulgar. Muy zorra y muy vulgar, pero ya digo que son daños colaterales.




lunes, 4 de junio de 2012

Reencuentro

En cinco años de carrera universitaria, mis profesores me enseñaron muy poco. Podría contar con los dedos de una mano y aún me sobrarían dedos, a los profesores que me enseñaron algo que mereciera la pena. Algunos se limitaban a dictar apuntes. Otros casi nunca aparecían y, cuando lo hacían, daban una clase magistral, sí, pero del único tema que dominaban. En cinco años de carrera yo aprendí de mis compañeros.

Éramos un grupo pequeño, unos quince, con las mismas ganas de divertirnos y aprender. Juntos viajábamos, viajes culturales-gastronómicos. Juntos íbamos a exposiciones, congresos y conferencias. Organizábamos comidas donde cada uno aportaba su especialidad -los huevos rellenos de V, las papas aliñás de M., las trufas de chocolate de A.-. Competíamos sanamente en lograr sobresaliente. Descubríamos bares con tapas exquisitas. Hacíamos juegos de campamento, larguísimas tardes jugando, haciendo confidencias, haciendo planes.

Después de veinte años, celebramos nuestro reencuentro. Nuestro delegado de clase hizo un brindis, dijo que con nosotros vivió los años más felices de su vida. Más tarde fuimos preguntando a los demás si era así, si aquellos fueron realmente los años más felices. Yo les dije que no, que afortunadamente he vivido otros años felices pero que aquellos años tuvieron una magia irrepetible, que no se volverá a dar. Y que el pasado sábado, logramos volver, por unas horas, a acariciar.