martes, 30 de diciembre de 2008

Dedos abiertos

A mis hermanas siempre les hizo mucha gracia mis pies. Como se puede observar tengo los dedos gordezuelos. El dedo gordo es todo un poema. Es gordo, como su nombre indica, bien gordo. Y el dedo meñique es para mondarse. Chiquitín y regordete. Es una bolita de carne.

Pero lo que más gracia les hace a mis hermanas es la gran movilidad de mis dedos. Son increíbles, al menos eso dicen ellas, porque hasta que me lo dijeron yo no había reparado en el detalle. Sobre todo el rechoncho dedito meñique. Soy capaz de moverlo de manera independiente al resto de los dedos. Como si tuviera vida propia.

Yo no les presto mucha atención a mis pies, porque es la parte de mi cuerpo que me gusta menos. Tengo un 40-41. Como decía la abuela Paca, son pies arreglados al cuerpo, claro. Unos pies chiquititos en mi resultaría ridículo. Así que el tamaño no me preocupa -ahora, de adolescente sí-. Lo que me incomoda es que no son unos pies delicados de damisela. Son anchos, acomodados a zapatos bajos. Y sobre todo, los dedos-bolitas -excepto el gordo que es bolaza-. No son muy delicados, no.

Pero, como digo, los puedo abrir a la perfección, se mueven como criaturitas con vida propia. E. lo podrá comprobar cuando me ensarte.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Estos días

Estos días me levanto tarde, hacía años que no me ocurría algo así. Despierto hacia las siete, pero un poco más tarde caigo otra vez adormilada. Llevo desde el día de Navidad levantándome a las diez. La mañana pasa rápido.

E. también se levanta tarde y está con sueño. Me habla perezoso. Deja que yo le cuente cosas. A veces desvarío un poquito. Esta mañana llegué a cantarle un cuplé. El de las jipis de los Yesterday. Ya no tengo ni verguenza.

Y es que es fácil dejarse llevar con E., contarle cosas y cantarle pamplinas. Escucha, bromea. Es un bromista, me toma el pelo pero también me deja que se lo tome a Él. Cosas del seny.

Estos días transcurren tranquilos. Llueve -y ha aparecido una gotera junto a la mesa de mi ordenador, ay-. Estuve con mis hermanas, con mis primos y con mis amigas. Estrené un vestido violeta, he cumplido 41 años.

martes, 23 de diciembre de 2008

Mi torpeza en los argumentos

No me gustan las personas que se declaran apolíticas. No voy a disertar sobre el tema, que no merece la pena; es sólo que me da pie para admirar a E. un poco más si cabe. A veces le escucho explicarme sus opiniones políticas y me quedo pasmadilla. También envidiosa, todo hay que decirlo. Envidio su capacidad de argumentación, tan clara y minuciosa.

Me gustaría saber argumentar como Él y poder explicar mis opiniones, que las tengo. Opuestas, en ocasiones a las suyas. No por ganas de discrepar por discrepar, o por retarle o por enfrentarme. Qué absurdo. Es por el simple placer del debate. Y por mostrarle mis pensamientos, quizás mostrarle mi capacidad de pensar y opinar como animal político... la manía de no aparentar ser una más.

Pero, agggg, no me salen los argumentos. Balbuceo, me bloqueo y concluyo pensando que no merece la pena. Además, peco de simplicidad en mis pensamientos. No lo considero algo negativo, la simplicidad tiene su encanto, el encanto de lo naif. Simplicidad en mis ideas políticas y religiosas. Sencillez y probablemente verguenza de no mostrarme complicada y abstracta. No soy muy abstracta yo.

Como muestra del lío que me he hecho y que corto ya -y ya sabemos ambos uno de mis motivos para cortar- este vídeo, de una de las mejores películas que se han filmado jamás:

lunes, 22 de diciembre de 2008

Una relación sencilla

Estuve leyendo la historia de la esclava Olga en clubsumision. Conociéndome como me conozco, yo no debería leer esas cosas porque se me ponen los dientes largos. Me entra la competitividad y el querer ser más chula que un ocho y la mejor... En fin, cosas mías del tipo inaguantable.

Pero estoy aprendiendo. Al principio de nuestra relación me agobiaba y agobiaba a E. En verano tuve unos días de bajón. Le planteé que lo nuestro no era relación ni nada. Yo ansiaba ser una supermegaesclava. Ansiedad. Impaciencia. Pura irracionalidad veraniega. E. es increíble (¿cuántas veces lo he escrito ya?, babeo por Él). Aprendí de Él, me dió una soberana lección. Aprendo de Él cada día y ni me planteo comérmelo con papas.

Nuestra relación es sencilla. E. utiliza mucho esa palabra y he aprendido a amarla. Sencilla. No se si se parece a otras, no se si es única o diferente o especial. Esta mañana pensábamos los dos cómo habría sido de conocernos con veinte años. Él piensa que nos habríamos casado. Quizás yo habría sido una especie de esclava Olga. O quizás no.

Me gusta fantasear con Él. Me gusta la realidad que tengo con Él. Me gusta pensar en un largo camino. Con Él.

(He encontrado un tema de los Tijuana in Blue que quizás le guste. Se titula Rebelión medieval. Y nosotros dos bailando. Yo llevo mis pantalones ajustados y los aretes...Usted, mmmmm, ya me contará que lleva puesto, si lo desea)

domingo, 21 de diciembre de 2008

Él con dieciocho años

Tengo una foto de E. con dieciocho años. Viste pantalón corto de deporte. Sus piernas aparecen fuertes y duras. No describiré más, me lo guardo para mi, hay sensaciones que si se describen desmerecen mucho.

Él dice a menudo que si me hubiera conocido a esa edad se habría fijado en mi. Guau, yo, al menos, en Él si me habría fijado. Me gusta imaginar cómo era. Me gusta cuando me cuenta cosas de sus dieciocho, veinte años. Me entra una terrible ternura. ¿Le habría deseado? Probablemente si. Tiene un cuerpo increíble, fuerte (un cuerpo joven en esa foto aunque ahora me gusta más).

¿Me habría resultado atractiva su forma de comportarse? Él me cuenta cómo actuaba, cómo seducía. Me gusta imaginarlo seduciendo. También imaginarlo entre sus amigos, de fiesta. Las cosas que se hacían a los veinte.

Hace un par de días me contó cómo alucinó la primera vez que vio en la tele un videoclip de Nirvana. Me derrito como una tonta cuando me lo imagino así.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Besos

Placer obsceno.

Disciplina.

Educación.

Servicio.

Humillación.

Dolor.

Obediencia.

Control.

E. lo puede tener todo. Es su voluntad. Puede hacer o no hacer. Soy su esclava.

Besos.

Soy su esclava enamorada.

viernes, 19 de diciembre de 2008

La atracción del dolor

Recuerdo cuando leí Historia de O, con veintitantos años. No es una maravilla literaria y nunca he podido leerla entera -lo cierto es que la novela erótica me aburre un poco. El caso es que me iba directamente a los fragmentos donde O es azotada o humillada. Prescindía de lo demás, un soberano rollazo (insisto, literariamente). Como pasará a la gran mayoría de sumisas masoquistas, me excitaba rabiosamente. Y al mismo tiempo, me sentía muy culpable e inmoral.

Siempre he fantaseado con ser azotada. Durante mucho tiempo he rechazado tales fantasías. Siempre era una imagen, unos instantes de recreación en ella y rápidamente mi Superyó actuaba.

Al principio, cuando comenzaba a explorar en páginas BDSM, siempre manifestaba que recibir dolor era un límite para mi. Qué tremenda impostora. Yo exponía, muy dignamente, que no aceptaría ninguna actuación dolorosa hacia mi persona. Menuda gilipollas. Lo estaba deseando. Y temía desenmarcarar mi masoquismo. Me gusta recibir dolor físico. No le doy explicación. No me provoca orgasmos ni nada de eso. Lo que me provoca es una brutal liberación. E. sabe de qué hablo. A Él también le supone liberación, desde la otra perspectiva.

Soy masoquista y no le doy demasiadas vueltas ni explicaciones, es mi naturaleza. No me desvivo por recibir dolor físico. Si no lo tengo, no sufro. Si lo recibo, bienvenido sea.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La boca seca

Esta mañana ciertas palabras de E. me secaron la boca. El paladar y la lengua completamente secos. Ni gota de saliva.

Escuché llena de asombro algo que desearía hacer conmigo. Me sentí esponja -seca, esponjosa, todo es posible junto a Él. Asimilé las ideas que me expuso con su voz, tan clara, tan cercana. E. es maravillosamente descriptivo y minucioso. Sabe crear la imagen adecuada para que yo, su esclava, pueda recrearla con facilidad.

La imagen me secó la boca, me estalló dentro, me humedeció el coño.

Ha sido una mañana muy intensa. Preciosa mañana de diciembre. Estuve pensando, más tarde, que la imagen que me ofreció esta mañana es similar a deseos que siempre han pasado fugaces por mi mente. Él me ofrece terribles y bellísimas posibilidades. Un espacio y tiempo lleno de maravillas.

(A mi si me gustan ciertas canciones de los 80, ya escribiré otro día sobre ello. E. sabía -¡es que tengo que quererle!- esta mañana que la canción y el vídeo de abajo me encantan. Con esos diecipocos años que tenía, imaginaba a mi héroe rescatándome del malo. Yo también era -soy- una soñadora.)

lunes, 15 de diciembre de 2008

El mundo en sus manos

E. tiene la capacidad y la inteligencia de saber qué hacer. Se que es la primera vez en muchas cosas para Él. Y tiene la soberbia humildad de solicitar que le ayude.

¿Cómo no voy a admirarle? Lleva la esencia de Amo en la sangre.

Siendo así Él me tiene en sus manos.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Dama en apuros

Cuando era pequeña yo vivía en la casa de mi abuela. Éramos multitud: mis abuelos, mi tía y mi tío aún solteros y en la planta de arriba, mis padres, mi hermanita pequeña y yo. Era una casa grande para la época y teníamos un patio colosal. Tenía un pozo en medio, rosales, un manzano esmirriado, un ficus enorme, lirios de agua y gladiolos.

El patio era el centro de mis juegos. A veces venían una prima segunda y una vecina, las dos de mi edad, para jugar conmigo. En realidad yo prefería jugar sóla pero si venían, era yo la que inventaba los juegos. Le echaba imaginación al asunto y las obligaba a seguirme el rollo. Uno de mis juegos favoritos era jugar a ser una princesa secuestrada, que me ataran y toda la pesca. Es un juego muy común, no quiere decir que todo niño que lo practique desarrolle luego tendencias sumisas. Eran juegos divertidos e inocentes, era jugar a princesas.

Había una imagen de la tele que me obsesionaba: era recurrente en las películas mudas. En aquel tiempo la televisión se dignaba a emitir películas antiguas en horario infantil. Muchos niños de mi generación recordamos ciclos de Charles Chaplin, de Buster Keaton, de el Gordo y el Flaco. La imagen que me obsesionaba era la de las "damas en apuros" secuestradas por el malo de bigotes y atadas a las vías del tren. Yo era pequeña pero algo se movía en mi cuerpo cuando veía esas imágenes: me excitaban, me gustaba imaginar que yo era atada de esa forma, brutalmente inmovilizada, gritar de miedo y ser salvada in extremis por el héroe.

El vídeo de The Muffs es una muestra de esas escenas.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Fases onanistas

Ya le conté a E. que comencé a masturbarme a los doce años. Recuerdo perfectamente aquel primer orgasmo, me llevé un susto. Placentero pero susto, porque fue mi primer orgasmo y no me lo esperaba así. Fue una sacudida brusca y rápida. Me había acariciado por encima de las bragas y fue tan rápido que parecía como si mi clítoris hubiera estado esperando meses para sentir aquello. En mi primera fase onanista me masturbé casi a diario. Nunca me miraba y apenas conocía mis genitales. Palpaba a oscuras y buscaba el centro que me daba placer. Me acariciaba tímidamente sin pensar en nada más.

Con el tiempo, como es natural, descubrí zonas e instrumentos para incrementar mi satisfacción. Utilicé espejitos de mano para explorarme y verme en pleno orgasmo. Aunque también fui espaciándome y dejé primar la calidad frente a la cantidad. Pasó la fase obsesiva y comenzó una fase refinada. Esperar momentos de tranquilidad, relajarse y buscar nuevas sensaciones. La aventura autoerótica.

Hubo también fases de apatía. Meses sin tocarme. Probablemente alguna descompensación hormonal que afortunadamente pasó.

Ahora hay un nuevo elemento añadido. Pido permiso a E. Es un bello ritual. Él tiene poder para permitir mi placer. Le informo, le cuento, le describo. Como E. es un hombre con los huevos bien puestos, me da permiso siempre. A Él le importa mi placer. Los buenos sementales cuidan de sus hembras. Y saben que estando satisfechas son más dulces, complacientes y dóciles. Así es como debe ser y como queremos que sea.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Relatos eróticos

No me parece sencillo escribir buenos relatos eróticos. Yo no soy capaz, creo que hay que ser muy cauto con las palabras y equilibrar bien para no caer ni en la cursilería ni en la ordinariez. Y equilibrar las líneas argumentales para no caer en tópicos ni en malabarismos sexuales.

Una vez tuve que escribir uno y parece que me quedó bien. Fue en un curso de educación sexual -un curso sobre técnicas de educación sexual-. Nuestro monitor nos puso la actividad de escribir un relato erótico y yo improvisé una historia sobre bragas mojadas. Le gustó al monitor (que por cierto, era guapo), de hecho dijo que era el relato que más le había gustado y mientras lo decía me miraba con cierta intensidad. Por supuesto durante todo el curso -que duró un par de meses- tuve fantasías eróticas con el monitor.

Esta mañana E. me contó algunos encuentros sexuales, con más detalle que en otras ocasiones. Voy avanzando. Sólo tuve una pizca de celos retrospectivos. Le imaginé en aquellos encuentros, ya digo que fue minucioso en ciertas descripciones. Le imaginé, le imagino ahora y me pongo caliente. Joder, E. está muy bueno. Tiene un cuerpo muy deseable. Deseo, babeo por su cuerpo.

Tiene una mente morbosa, más morbosa que la mía. Saber que yo doy rienda suelta a la oscuridad me llena de orgullo. Babeante. Ya digo que voy avanzando. Escuchar sus palabras precisas describiendo sus cópulas; imaginar su rostro, su cuerpo follando; grabarme en la mente las fantasías que hasta ahora no ha realizado; son bellísimos relatos eróticos que me cuenta. Soy la receptora. Elegida.

martes, 9 de diciembre de 2008

Él entra cada mañana

Edward Hopper, Evening wind, 1921.

Le espero cada mañana. Dos llamadas y entra. Bucea en mis pensamientos, me permite hablar, me permite escucharle, me permite estar callada.

Conozco perfectamente el sonido de su respiración y unos ruidos preciosos que hace cuando busca y conecta los auriculares. Conozco diferentes matices de su voz. Conozco cómo articula sus palabras, cómo pronuncia. Pronuncia muy bien la Ch.

En ocasiones no me explico bien, me embarullo. Hago ruiditos y onomatopeyas. Él ya sabe que soy muy onomatopéyica. Chas, chas, chas (pero no tan bien pronunciada como Él). Me deja hablarle y otras veces me impone silencio. Y ya tenemos códigos íntimos, bromas cotidianas. Conozco su risa, que es muy suave.

El placer de escuchar sólo su respiración, cada mañana, como un viento cálido.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Cuando desaparecen las kas

No me emociona pertenecer a un colectivo, ya salí muy escaldada de los tiempos de militancia política, con tantas kas radikales y mosqueos gratuitos. A veces, en aquella época me preguntaba por los orígenes de tanto cabreo. Una de mis coleguitas feministas estaba permanentemente cabreada con su padre. Vamos, le odiaba. Y pretendía que las demás flipáramos cabreadas con ella. A mi no me salía natural. Ni ese ni muchos otros cabreos y ese fue uno de los motivos de mi huida del activismo.

Poco después me recomendaron La exagerada vida de Martín Romaña, la novela de Bryce Echenique. Ay, cuánta empatía con el gran Martín, que seguía a su novia troskista en el París del 68 sin importarle una mierda el tema, sólo por puro amor.

Por puro amor.

Así que sigo siendo feminista, pero a mi bola. Sin cabreos. Sin kas. Y allá fuera. Me hace sentir muy satisfecha, porque no rindo cuentas a ningún colectivo políticamente correcto. Además, me excita saber lo que piensa hacer E. con su esclava feminista.

Esta mañana E. me comentó, además de lo anterior, otros proyectos para conmigo. En realidad me los tarareó. Y le salió una voz casi clavadita a la de Evaristo. Pero más bonita.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Naturalidad en la sumisión

Del pintor británico William Morris, miembro de la Hermandad Prerrafaelita, es esta Reina Ginebra. La reina se ciñe el cinturón con la mirada baja y pensativa.

Escribir sobre sumisión es complicado porque es tema que se presta a las florituras. Salen palabritas monas y babeantes, superficiales. Odiaría que me pasara a mi. Es un reto escribir sobre sumisión.

Antes de E. ser sumisa era una pose. Mis necesidades sexuales pasan por la sumisión y hasta ahí llegaba. Simple sumisión sexual. Ir más allá no entraba en mis planteamientos. Bajar la mirada, callar, aceptar pensamientos discrepantes con los míos, nunca. E. bien sabe cómo empecé.

Antes de E. no hubo auténticos Dominantes. Con Él ser sumisa es natural. Lleva la esencia del Dominante en las venas y en los testículos, no es pose, no actúa. No es un saco de órdenes. No hay teatro. Él fluye, lo siento cada día. Hay mañanas en que está adormilado y habla en susurros, hay mañanas de bromas y tonterías de enamorados y hay veces en que salta como el Lobo que es. Cuando le sale de los huevos.

Ya no sólo me pongo caliente cuando se abalanza, dando dentelladas.

martes, 2 de diciembre de 2008

Leyendo Tribus de Gor

Anoche estuve releyendo la única novela sobre Gor que tengo: Tribus de Gor (es un lío, ni se qué lugar ocupa en la serie). La releía por encima, de una manera anárquica y deteniéndome en las escenas con kajira por medio.

Pensaba yo anoche, qué pedazo de desalmados esos goreanos. Tratan a las kajiras como ganado, arropándose en esa frase enigmática -que ni John Norman entiende- Gor no es justo, Gor es Gor. Pero también pensaba que, si le quitas la manía de ir vendiendo kajiras como se vende una vaca, si le quitamos esa desagradable costumbre... tampoco son malos chicos.

Antes de conocer a E. ya había leído cosas sobre Gor, lo que aparece aqui: http://www.mundogor.com/

Me resultaba un tema exótico y me gustaba mirar las posiciones de las kajiras. Muy instructivas. Pero nada más.

Ahora E. me llama kajira. Pienso en Él y perfectamente puedo imaginarle como Señor de Gor. Es que le viene ni pintado: ese cráneo rapado, la barbilla orgullosa. El tórax amplio, las caderas estrechas, las piernas fuertes. Su carácter, los conceptos e ideas que me va desgranando, el espacio y tiempo ideal en que querría moverse, ese espacio y tiempo que me ha acogido. Nuestro espacio y tiempo.

La segunda vez que hablamos aparecieron imágenes goreanas. También comentamos algo sobre Conan, que, aunque no tiene que ver con Gor, tiene una imaginería que podría ser similar. Al menos me gusta pensarlo así. Ésta es la escena que da comienzo a Conan, el Bárbaro. Una escena impresionante.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Impresiones de mi primer viaje

Sólo he estado una vez en Barcelona, a los cinco años. Fui con mis padres y dejamos a mi hermana de un año con los abuelos, cosa que me dejó muy triste. Recuerdo bastante bien el viaje como una sucesión de imágenes y sensaciones. Me gusta recordarlo, fue mi primer viaje.

En la Plaza de Cataluña correteaba a las palomas mientras esperaba a alguien. El Zoo, recuerdo ver a Copito de Nieve durmiendo en un rincón, rodeado de sus hembras y recuerdo a un mono que me enseñaba la lengua, qué risa. El Tibidabo, un teatro de autómatas, la montaña rusa, unas tacitas que giraban. Churros bañados en azúcar, un desayuno único, en una cafetería con taburetes rojos. Un funicular cuesta arriba.

Nos alojamos en casa de unos amigos de mis padres. Me pusieron a dormir en el cuarto de una niña de mi edad, que me daba patadas por la noche y me desvelaba. Una madrugada me levanté y en el salón encontré a la mamá de la niña. Me arropó en el sofá y me quedé dormida. Yo detestaba a aquella niña, era odiosa. Me aguantaba las ganas de llorar, por culpa de la niña y porque echaba de menos a mi hermanita. Me quejaba de dolor en el pecho y me llevaron al médico. Me diagnosticaron simple tristeza.

Recuerdo maravillosamente bien el viaje de vuelta, en barco. Ya no existe esa línea que unía Barcelona con mi ciudad. Me bañé en la piscina. Comí pollo asado con patatas fritas. Dormí en un diminuto camarote. Paseé por cubierta y vi una película. Recuerdo el mar dorado, al atardecer.

Ahora se que no fue un viaje de placer. Mi padre acudió a entrevistas de trabajo, hubo serias posibilidades de irnos a vivir a Barcelona.

Yo era una niña fantasiosa y marisabidilla. Quería ser bailarina de ballet. Barcelona me pareció una ciudad mágica, llena de asombros. Magia, quizás me crucé con E. en el Tibidabo. Quizás Él y yo estuvimos juntos mirando el circo de autómatas, ese otoño.