viernes, 12 de diciembre de 2008

Dama en apuros

Cuando era pequeña yo vivía en la casa de mi abuela. Éramos multitud: mis abuelos, mi tía y mi tío aún solteros y en la planta de arriba, mis padres, mi hermanita pequeña y yo. Era una casa grande para la época y teníamos un patio colosal. Tenía un pozo en medio, rosales, un manzano esmirriado, un ficus enorme, lirios de agua y gladiolos.

El patio era el centro de mis juegos. A veces venían una prima segunda y una vecina, las dos de mi edad, para jugar conmigo. En realidad yo prefería jugar sóla pero si venían, era yo la que inventaba los juegos. Le echaba imaginación al asunto y las obligaba a seguirme el rollo. Uno de mis juegos favoritos era jugar a ser una princesa secuestrada, que me ataran y toda la pesca. Es un juego muy común, no quiere decir que todo niño que lo practique desarrolle luego tendencias sumisas. Eran juegos divertidos e inocentes, era jugar a princesas.

Había una imagen de la tele que me obsesionaba: era recurrente en las películas mudas. En aquel tiempo la televisión se dignaba a emitir películas antiguas en horario infantil. Muchos niños de mi generación recordamos ciclos de Charles Chaplin, de Buster Keaton, de el Gordo y el Flaco. La imagen que me obsesionaba era la de las "damas en apuros" secuestradas por el malo de bigotes y atadas a las vías del tren. Yo era pequeña pero algo se movía en mi cuerpo cuando veía esas imágenes: me excitaban, me gustaba imaginar que yo era atada de esa forma, brutalmente inmovilizada, gritar de miedo y ser salvada in extremis por el héroe.

El vídeo de The Muffs es una muestra de esas escenas.

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