Nuestro plan era cenar con vino blanco y, después de acostar a los niños, fumarnos un cigarrillo y charlar en el patio. Hay que aprovechar las pocas noches que nos quedan de conversación en el patio, bajo el jazmin, antes de que empiecen a ser desapacibles.
Un pequeño incidente que nos hizo reir y escandalizarnos a la vez nos llevó a contarnos cosas que nunca habíamos contado a nadie. Confidencias a medianoche. Tres, cuatro cigarrillos, porque las dos nos sentíamos vehementes, conscientes de que hablar, contar y escuchar era un bálsamo que pocas veces nos podemos permitir.
Es difícil encontrar buenos interlocutores. Hay quien te escucha un ratito y luego monopoliza la conversación contando sus batallas y obviando las de los demás. Hay quien escucha con condescendencia y nula empatía. Hay quien juzga, menea la cabeza juzgándote, utiliza tus secretos como arma arrojadiza en el futuro.
Pero anoche, en el patio, lo nuestro fue un intercambio limpio. Ella me contaba, yo le contaba y nos acostamos de madrugada. A las ocho ha cogido un taxi para la estación, apenas he tenido tiempo de darle un beso y un achuchón, ella siempre recibe mis besos y nunca los da, es como una seña de identidad, o una seña de la relación que nos une, la pequeña que siempre mimamos cuando está nuestro lado.
En realidad, ella lo único que nunca da en reciprocidad son besos.
Un pequeño incidente que nos hizo reir y escandalizarnos a la vez nos llevó a contarnos cosas que nunca habíamos contado a nadie. Confidencias a medianoche. Tres, cuatro cigarrillos, porque las dos nos sentíamos vehementes, conscientes de que hablar, contar y escuchar era un bálsamo que pocas veces nos podemos permitir.
Es difícil encontrar buenos interlocutores. Hay quien te escucha un ratito y luego monopoliza la conversación contando sus batallas y obviando las de los demás. Hay quien escucha con condescendencia y nula empatía. Hay quien juzga, menea la cabeza juzgándote, utiliza tus secretos como arma arrojadiza en el futuro.
Pero anoche, en el patio, lo nuestro fue un intercambio limpio. Ella me contaba, yo le contaba y nos acostamos de madrugada. A las ocho ha cogido un taxi para la estación, apenas he tenido tiempo de darle un beso y un achuchón, ella siempre recibe mis besos y nunca los da, es como una seña de identidad, o una seña de la relación que nos une, la pequeña que siempre mimamos cuando está nuestro lado.
En realidad, ella lo único que nunca da en reciprocidad son besos.
3 comentarios:
Qué bien has plasmado un momento mágico, que tal vez no vuelva a repetirse. Los planetas se alinearon quizá por última vez y jamás se repita la conjunción mágica de empatía, lugar, clima y estado de ánimo.
Qué lástima no haber seguido un poco más, pero ¿quién sabe?
Un beso grande
Es sencillo, íntimo, pequeño, y tan cercano..hermoso.
Fue un buen rato, sí señor.
Un beso a los dos.
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