martes, 26 de noviembre de 2013

La insociable se sigue esforzando

No se imaginan cuánto. Si no entro a actualizar el blog es porque estoy socializando que te cagas. Unos ejemplos:

Me apunto a unas jornadas de formación. Yo las hago por amor al arte, de verdad de la buena. No por las horas del sexenio, que ya las tengo todas. Cada año me repito que no haré más cursos ni jornadas ni estaré en grupos de trabajo ni coordinaciones de nada, pero siempre pico. Lo malo de esos cursos es que nunca conozco a nadie. Fui a unas jornadas en un hotel, con sesenta colegas y no conocía a ni uno. Las jornadas son muy molonas pero las insociables sufrimos lo indecible con la pausa para el café. Yo odio las pausas para el café de la tarde porque ni tomo café a esas horas ni necesito descansar. Yo quiero que todo acabe cuanto antes y volver a mi cubil. La pausa del café de la semana pasada la llevé lo buenamente que pude: saludé a unas colegas que no conocía de nada pero eran de la ciudad donde trabaja mi hermana; me fumé un cigarrito por hacer algo, intenté acercarme a un grupito que hablaba en voz alta sobre problemas que se habían planteado en la hora anterior, pero no pegué la hebra con nadie. Un patetismo rayano en lo inmisericorde.

Me apunto al almuerzo de Navidad del trabajo . Este año hemos reservado un restaurante de los buenos. Si el plan hubiera sido repetir lo del año anterior, paso (cosa que hice el año anterior). Puse mi nombre en la lista y mientras lo hacía mascullaba, me voy a apuntar pero lo mismo ni voy. Juego el rol de LA IMPREDECIBLE.  También me apunté al amigo invisible y juro que el esfuerzo fue casi sobrehumano. Me tocó una compañera de las fáciles y ahí me libro, pero la angustia del día de INTERCAMBIO DE REGALOS no me la quita nadie. Claro que siempre es mejor participar que sufrir esa hora en soledad.

Tuve un día de fiesta de cumpleaños con mi pandilla de toda la vida (y algún agregado). Hice lo que siempre hago: montar el show , eso que a las tímidas sin vergüenza se nos da tan bien. Luego, el subidón extrovertido me dura un par de días donde lo flipo: charlo con todo el mundo, cuento anécdotas y me lanzo al mundo ancho y ajeno. A veces dudo de ser yo.

Como ven, hago un esfuerzo del carajo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...


Querida Mar: aseguro que debe existir algún tipo de gozo interior, aunque sea de orden masoquista, que te compele a comprometerte con esos eventos que parecieran tan alejados de tus gustos y de tu esencia.

Yo, que no soy de los más sociable tampoco y que cualquier reunión de más de dos personas me parece multitudinaria, debo reconocer que más de una vez salí contento de compromisos que en un principio me parecieron insoportables.

Tal vez tu historia sea distinta, pero insisto con la teoría masoquista.

Besos & abrazos

Mar dijo...

Querido Rock, todo se reduce a una cuestión práctica, los Capricornios somos prácticos ante todo. Ser sociable da buenos resultados (vitales, espirituales, vivenciales, llámalo cómo quieras). Compensa más ser sociable que quedarse en la covacha. Yo, a veces, me doy cuenta de eso. En invierno un poco menos, la verdad.

Un fuerte beso.