Es una urgencia, o excitación, bien rara, la que siento. Llegó de pronto, con la semioscuridad y la certeza de que no hay que dar explicaciones. Yo desconfiaba y por eso me apresuré, ya digo que temía que el calor que tenía metido en el coño fuera un visto y no visto.
Pero no. Lo supe aprovechar y apuré cada minuto. Joder si los apuré. Primero cuatro, luego seis, luego, cuando miré de reojo ya eramos al menos doce.O catorce. No rozamos a ninguno, o quizás nos tocamos los dedos de los pies levemente. A mi no me hizo falta tocar a más y, según observé, cada dos iban a lo suyo, doce emparejados y sólo compartimos gemidos y ese magnífico sonido de chapoteo cuando una polla golpea y golpea. Y miradas, las mías aún a hurtadillas. Las de ellos, desde la cama, desde la puerta, asomando tras la cortina. Las miradas que redondean el placer. Te observan y se empalman y eso me empalma, a mi, mi coño y es un no parar.
El glorioso mundo de los gemidos. La mujer que estaba a mi lado gemía como una zorra y la morena de mi derecha gemía y balbuceaba. El glorioso mundo de los cuerpos, cada par a lo suyo pero con la energía brutal de compartir espacio, sin palabras, sólo el glorioso sonido de los cuerpos cuando follan y chupan.
2 comentarios:
No me da vergüenza reconocer que no sé si se trata de un relato erótico o de un recuerdo erótico, pero no creo tenga importancia. Sí estoy de acuerdo que las mujeres manejan mejor las apariencias, sobre todo en la penumbra, porque los ojos no saben mentir.
Para mi si tiene importancia. Si se tiene en cuenta la, digamos, "línea editorial" de este blog se sabrá la respuesta.
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