domingo, 2 de noviembre de 2014

Lúdico masoquismo

Yo no soy del lado oscuro. Tuve mi época radikal y me gusta vestir de negro porque me sienta bien pero el que haya leído algo de este blog sabrá que soy más bien simple y naif. No naif de poner corazoncitos y florecillas sino una ingenua de ver la vida abierta, inmensa, digna de aprovechar. Y el vaso medio lleno.

Mi forma de ver, hacer y practicar el sexo tiene también ese componente ingenuo y afectuoso, que salta sin comeduras de tarro de una esquina a otra del tablero. He tenido mis temporadas de mente torturada, como toda hija de vecino y mis temporadas de amor y sexo sufriente, ese de las múltiples aristas y espacios incomunicados. Un coñazo.

La edad. Es que es un gustazo cumplir años y volverse escéptica, moderada, suave, relativista y cachonda. Cumplir años y mantener la pasión pero sin lloreras (excepto el tránsito menstrual, tan catártico e higiénico). Por eso, cuando juego con mi personalidad masoquista me gusta divertirme.

Yo, ya saben, soy cualquier cosa menos perversa. Cuando leo las palabras "perversión"y "oscuridad" asociadas a la palabra "masoquismo" me saltan las alarmas, esas que me suelen saltar cuando el estereotipo llama a la puerta. Yo soy una masoquista por transgresión y en estos tiempos la mayor anarquía viene del lado de la risa. No me gustan los extremos, me gusta reírme tras una sesión de azotes, frotarme el culo, lloriquear, llorar y reírme después porque hay endorfinas sueltas y revueltas y el tiempo es breve y joder, cómo lo hemos aprovechado.

Soy sobre todo clara, obtusa, simple, sin ángulos, sin bordes cortantes (aunque a menudo mi claridad es bruta y puede dañar). Me gusta enfrentarme a la tarea de conocer mi cuerpo y domar el dolor. En el juego sadomasoquista no usamos falsos misticismos, ni expiamos culpas ni  angustias. No hay secretos oscuros, no hay lejanos traumas de la infancia, no hay vacíos ni sentidos en corrupción. Hay física, hay química, hay luz, hay la belleza formal de los cuerpos que sudan y los movimientos secos o voluptuosas. Hay control, autocontrol, dominio, racionalidad dentro del dejarse llevar. Un mundo hermoso. Y divertido.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro, no estás hablando de una relación D/s permanente en la cual, de pronto, un montón de componentes psicológicos pueden estar influenciando, por ejemplo, unos azotes (y dependiendo por qué se estén dando/recibiendo, lógicamente).

Aquí es el disfrute, per se.
Y eso, sentirse así de libre, para hacer o dejarse hacer, es una sensación deliciosa.

Buena semana, Mar :)

Mar dijo...

Hablo de una relación permanente que a veces es D/s, otras S/M y otras vainilla que te mueres. La idea es aprovechar las cosas buenas que la vida te va poniendo delante. ¿Para qué quedarse con un único modelo de relación?

Gracias por venir. Y buena semana.

Anónimo dijo...

Si no interpreto mal eres una especie de ecléctica de la vida, y dentro de ello del placer sexual.

Yo tampoco estoy con los extremos, pero es porque yo soy así y no porque elijo serlo.

Yo soy de los que creen que pocas cosas se eligen libremente, que si bien potencialmente existe la libertad, en la práctica son tantos los condicionamientos -fundamentalmente internos- que son ellos los que optan.

Si eres ecléctica lo eres porque así es tu personalidad y seguramente lo aplicas en todos los aspectos de tu vida.

Saludos

Mar dijo...

Tú lo llamas eclecticismo y yo disfrutar de la vida. Más epicúrea que hedonista.

También creo en la libertad de elección y muchísimo menos en el condicionamiento. Ya ves, optimista hasta el fin.

Un saludo.