En Don Jon el protagonista es un yanqui-cani que liga compulsivamente, folla compulsivamente y, como eso no le satisface, se masturba compulsivamente mientras mira porno. Cuando se echa novia (Scarlett Johansson), deja de cascársela y mirar porno pero no aguanta mucho tiempo y vuelve a las andadas, hasta que ella le descubre y monta el numerito. El tema de las novias/esposas/amantes que descubren que su chico se masturba además de follarlas y se escandalizan yo me lo he encontrado alguna vez. Y sin embargo los hombres que hacen eso -descubiertos o no- son creo que bastante numerosos.
Me gusta esa capacidad masculina de masturbarse sin gilipolleces. Tengan o no tengan compañera sexual, ellos se la menean tan campantes y sin comerse la cabeza. Me gustan los hombres que, teniendo una vida sexual satisfactoria con sus parejas, necesitan sus buenas macocas y lo hacen con desenvoltura en la ducha o mirando porno.
Me gusta muchísimo esa capacidad de los hombres de charlar sobre pajas. Recuerdo una fiesta con un grupo de gente que no suelo frecuentar y entre las que predominaban las mujeres pacatas. Con la fase de la euforia, se comenzó a hablar de pajas y de formas de pajearse. El cachondo de R. (de los pocos tíos cachondos del grupo) conminó a las mujeres a que reconocieran que ellas también se masturban, incluso teniendo pareja. Hubo muchas del sector pacato que dieron esos grititos de escándalo, de "no puedo creer lo que oigo" y a la vez de "sigue, sigue, que me emociono" (esa noche todas follaron). Ni siquiera con mis amigas, que no son nada pacatas, he hablado de nuestras masturbaciones así largo y tendido -y eso que hemos tratado un buen repertorio de temas sexuales.
Me gusta y me produce una curiosidad infinita esa costumbre añeja de las pajas colectivas en la adolescencia. Me han hablado de ellas y me admira esa capacidad de juego y exploración adolescente, en torno a una revista guarra y a ver quien se corre antes o a ver a quién le llega más lejos. Las mujeres somos más muermo en ese tema.
Y me gusta más aún saber que se pajean gracias a mi. Es un honor y no entiendo a esas melindrosas que se horrorizan de los ciberpajilleros. Ya he escrito del tema y de mi etapa ciberfolladora, cuando era tan divertido jugar a charlar y al autotoqueteo, a veces sin webcam, sólo a pelársela con frases calientes. Me gustaba todo ese camino hacia la excitación y el empalme y , a través de la webcam, ver las diferentes formas en que un tío es capaz de darle al manubrio. Que parece simple pero si una es observadora, no lo es.
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