Estoy muy atareada leyendo novela negra. Terminé Un giro decisivo de Andrea Camilleri y he empezado con los cortos relatos de Un mes con Montalbano. Es tan fácil leerlos que cuando me meto en la cama suspiro de gusto. Joder con Camilleri, con esa carita de abuelete achuchable que tiene y lo cabronazo que es, así como su comisario Montalbano al que amo desde ya. Adoro la gula del comisario que es parecida a la de Pepe Carvalho (aunque no se parecen en mucho más) y es que a mi me pierden los hombres que saben apreciar la buena mesa.
También estuve enredada con Walter Mosley y ese mal bicho de detective llamado Easy Rawlins. También le adoro por malote, por mujeriego, por tío listo y porque en el fondo es buenísima gente. Y tengo en espera Con el agua al cuello, que es la primera novela de Petros Markaris sobre el comisario Jaritos. Otro tipo listo y amante de los buenos guisos griegos, es decir, un dechado de virtudes. A Leonardo Padura también lo tengo esperándome pero no tengo ni idea de lo que me aguarda. Será mi primer encuentro con sus novelas. Expectativas: sólo me permito el lujo de tenerlas con lo que deseo leer.
Y el bueno de Ken Follet. Ya sabrán el tocho que acaba de poner en órbita y que da fin a su trilogía sobre el siglo XX. Yo a Ken Follet le guardo fidelidad porque es un tipo que da lo que promete. Buenas historias que nunca aburren y personajes molones. Sí, es un maniqueo de cojones y sus malos son supermalos y no se redimen ni a la de tres, pero qué más da, si lo único que a mi me apetece es pasar un rato chulo entre las sábanas (pronto, mantas) antes de que se me cierren los ojos y caiga rendida.
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