Salimos de paseo al centro de la ciudad. Aquí llamamos el centro a una plaza, cuatro calles y poco más. Salimos no de compras -menos mal-, sólo a pasear, a ver las luces de Navidad y a tomarnos un chocolate con churros. Según vamos llegando al centro las luces se encienden y cuando llegamos a la plaza queda poco para el ocaso. La chocolatería está petada y no podemos tomarnos el chocolate -mejor, porque a estas horas seguro que se me indigesta- pero nos compramos un papelón de churros -¿quién dijo indigestión?- y nos sentamos a comérnoslo en un banco de la plaza.
Este año la plaza tiene luces bien bonitas -o yo me pongo tremendamente cursi en Navidad- y las mamás se despiporran haciéndole fotos a sus peques. Una madre hace gestos exagerados para que su bebé sonría para la foto y yo hago memoria: no, yo creo que jamás hice tanta morisqueta para que mis bebés sonrieran para la foto. Creo.
También se paran ante la fuente para las fotos varios grupos que vienen de comidas de empresa. Se les reconoce porque van peripuestos, ellas de taconazo y pelo recién planchado. Abundan los grupos de sólo mujeres. Empresas cien por cien femeninas, menudo aburrimiento, pienso.
Pasan cuatro chavales y reconozco a A., que como siempre va todo sonriente. Le saludo y le pregunto que qué tal le va. Me dice que bien pero no me lo creo mucho. A. es un gamberrete de sonrisa encantadora. A mi siempre me cayó bien aunque le he regañado mucho. Al rato vuelve a pasar, con sus tres colegas, y deja sobre un banco de la plaza una lata vacía de red bull. Cabroncete.
Volvemos a casa con las manos aceitosas y la barriga llena. La zona de bares de copas es un hervidero de esa gente de las comidas de empresa. Me entretengo mucho mirando a las chicas a la moda. Mi ciudad es muy cutre pero aquí cuando se sale se va a la última y superarregladisimo. Lo petamos, vaya.
La pandilla de A. vuelve a pasar a mi lado, van alegres de la vida, caminando rápido. Me adelantan y les veo pillar por una calle muy poco recomendable. Compruebo que la poca fe que tenía por A. la acabo de perder.
Llegamos y ya es de noche aunque apenas son las siete. Mi barrio está tranquilo, los vecinos aún no instalaron sus papanoeles ni sus niñosjesús en los balcones. Pero todo llegará.
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