En 1986 conocí a Pako, con k -él utilizaba la k por sonar a cosa radikal, en aquella época era cosa trasgresora-. El tiempo que supe de su vida fue estudiante de COU, vendedor callejero de pulseras, monitor de actividades infantiles, activista político radical -con k- y finalmente sé que estudió para fisioterapeuta. Ahora no se qué hace.
Yo adoraba en sentido literal a Pako y él se dejó adorar todo el tiempo que pasó conmigo. No éramos novios, ni mucho menos, éramos coleguitas, durante unos años yo fui su mejor coleguita. Me acosté con él en dos ocasiones, las dos un desastre, absolutos desastres.
Probablemente el rencor es lo que más me sale al escribir sobre mi Pako de mi alma. El hecho de que día si, día también tu coleguita amado te cuente sus penas amorosas con tipas más feas y masculinas que una misma alimenta el rencor. Ver su cara tan preciosa mirando extasiado a una rubia de habla fina -castellana-, alimenta el rencor más aún. Escucharlo follar en la habitación de al lado con una feminista medio machorra -y pasárselo mejor con ella que conmigo, que estoy más buena- agrava el rencor acumulado.
Y no debería ser así. Pako era -es, aunque ahora un poquito barrigón- muy guapo: rubio, alto, patas largas, manos diestras, labios carnosos y bien dibujados. Tocaba la guitarra y derretía a las nenas -jipis-. Tenía un pico de oro. Militaba en grupetes radicales -con k- y defendía los ideales revolucionarios que a las chicas de COU encandilan. Ecologista, okupa, artesano, aventurero, carismático.
Vive en otra ciudad, hace más de dos años que no le veo. Que yo sepa tiene un hijo. A su madre si la veo con cierta frecuencia, es una mujer muy agradable. Hubo un tiempo en que en mis fantasías la llamaba "suegra", cosas del primer amor.
Cádillac solitario es el tema que más me recuerda a Pako. La cantó una noche a la guitarra. Yo era un charquito de babas a sus pies. Fue en 1986, o 1987.
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