jueves, 25 de marzo de 2010

Sobre bodas y sobre mi angustia social

Ayer salí un rato con la gente del trabajo. Lo justito para tomarme un gin-tónic con parsimonia -y me sobró tiempo-. Cuando hago vida social (en compañía de personas que no son mis íntimas-amigas-de-toda-la-vida) yo soy bastante nefasta. Me suelen pasar dos cosas, patéticas a muerte:

Una: en grupo, no digo ni pío. La gente cuenta sus cosas, blablabla, anécdota tras otra pero yo, leche, no sé cuándo meter baza. Es muy patético, ya digo, porque además, yo, que poseo sinfin de anécdotas para contar, cuando hago vida social me quedo en blanco. (Aunque reconozco que el gin-tónic ayuda, sobre todo el segundo).

Dos: cuando el grupo se va disolviendo y yo me quedo medio a solas con algun/na compañero/a del trabajo, mi brillo social se desvanece instantáneo. Me quedo más en blanco que antes. Si antes no decía ni pío, ahora no digo ni mu. Por eso, cuando en un grupo, la gente empieza a irse -a hacer pipí, a contestar un sms, a pedir otra copa, a saludar a uno que ha visto- yo me busco desesperadamente una excusa, para pirarme también. O directamente, me piro.

Ya digo que suelo ser del tipo antisocial (por eso, jamás iría a una quedada BDSM, y a un local BDSM menos, ni loca, que me muero de la angustia. Bueno, si E. me llevara y me permitiera pasar ultradesapercibida, me lo pensaría, nada más que por colimbrear).

Pero a lo que iba, ayer no fue el gin-tónic, es que mis compañeras son estupendas, y me sentí la mar de bien. R. se casa con I., esa fue la gran noticia y estuvimos fantaseando un buen rato y hablamos de bodas y bodorrios. Me encantan las bodas (hay barra libre y música). La mejor boda que recuerdo fue la de mi amiga ES, que acabamos en un karaoke. A mi me ponen el micro por delante y La chica ye-yé y ¿quién dijo que esa chica era tímida?Pero esa boda no cuenta porque en ella estaban todas mis-amigas-íntimas-de-toda-la-vida.

Lo cierto es que a media tarde estuve a punto de decidir no salir. Por si llegaba y me quedaba arrinconaíta en un rincón. Y siempre me pregunto si esa angustia de no encajar en sociedad le pasará todo el mundo o sólo a unos elegidos, como yo. Esas veces en que todos hablan, blablabla, menos una, ay, por Dios bendito, que parece que todo el mundo la mira a una y piensa, la pobre, qué solita está. Yo creo que le pasa a más gente, pero que nadie quiere reconocerlo.

Por eso a veces pienso -una frivolidad como un castillo, pero es lo que hay- que me gustaría casarme de blanco y tener un megabodorrio nada más que por ser el centro de atención, que todos quieran darme charla y no me quede solita en un rincón.

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