lunes, 5 de diciembre de 2011
Trimilenaria
Cadiz sigue vieja y luminosa, hasta en las calles estrechas. O eso me parece a mi que la miro con buenos ojos. Entré al Mercado y ahora ya no es ese amasijo de puestos de fruta y pescado. Ahora todo está limpito y diáfano, casi no parece un mercado.
En el exterior es otro cantar. Todo igual. Delante del Merodio, el puesto de erizos de siempre. Una cola asi de larga para comprar churros. Los mismos -o parecidos- julais en la esquina de Correos. Y los cuatro puestos de chamarileros. En domingo hay más. Tengo un montón de libros que he comprado en puestos así. Era mi ritual dominguero: trastear en los puestos del Mercado, comprar un par de libros que quizás no leyera nunca, unas cervezas en la calle Zorrilla y a veces, al cine. Eran domingos perfectos, si no había que estudiar.
El sábado, en ese puesto de la foto, una vieja se iba sin pagar. El trapero se reía entre dientes. Señoooora. Y la vieja, ay qué despiste.Si, si, pensaba yo. En el puesto de enfrente vendían Holas del año de la pana. Con portadas de la boda de la niña de Rocío Jurado y de cuando se murió Lola Flores. Pero la mayoría de los trastos que se venden son cosas grimosas, como los payasitos de Lladró. O la concha-cenicero rosa de la izquierda. Es el Cádiz trimilenario.
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