Kinito, el bebedor sonriente |
En cambio, me encantaba darle un buchito al vermut de mi padre, en verano. Mi padre le llamaba vermut pero era Cinzano con casera y una rodajita de limón. Cosa más amarga y rica no la hay. En verano también me daban vasitos de casera con un chorrito de vino. Yo me la bebía y me sentía mayor. Y hablo de cuando tenía siete u ocho años.
La bota del abuelo |
En Navidad, mis padres abrían una botella de sidra El Gaitero y nos echaban una copita, a mi hermana y a mi. Pensaban, ingenuos ellos, que la sidra, como sale de la manzana, no emborrachaba. Yo no recuerdo coger ni medio punto, pero esa copita molaba mucho, era como ser mayor.
Recuerdo borracheras, pero no la primera vez. Supongo que sería con la pandilla punki con la que salía en mi cutreciudad. De todas formas, nunca he estado tan borracha como para perder los papeles. Yo detestaba a esa gente que bebía sin degustar las copas. ¿La hora feliz? Qué asco me daba. Había gente que para amortizarla bien trasegaba un cubata tras otro a buen ritmo. Ya hablé del asquito que tengo a los cubatas.
No entiendo de vinos, pero me gusta beber una o dos copas con la cena. Prefiero el blanco al tinto. Me gusta la cerveza. No me gustan las bebidas dulces ni los combinados con Coca-cola. Durante una época tomaba Torres 5, hoy ya no podría. Tampoco me gusta el pacharán. Me encantan los vinos de Jerez y la manzanilla de Sanlúcar. Y un vino delicioso de Chiclana, el Gloria de las bodegas Sanatorio. Este lugar y la Taberna La Manzanilla en Cádiz son dos lugares clave en mi memoria.
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