miércoles, 28 de diciembre de 2011

Etílica

Kinito, el bebedor sonriente
El candié es una bomba: oloroso de Jerez con una yema de huevo y azúcar. Mi madre me lo daba con ese vino de la foto, yo le llamaba el kinito, porque creo que lo anunciaban en la tele con ese mozalbete pelirrojo. El candié te cae al estómago como una patada ardiente. Era algo terrible: mi madre se apostaba junto a la puerta de casa y no me dejaba salir para el cole hasta que no me lo bebía todo. Decía que estaba en edad de crecer. El calor te bajaba por el esófago y mientras bajaba, yo pensaba que prefería quedarme enana a tener que tragarme eso de nuevo. Y en realidad sabe bien, sólo que quema. Quema y te deja ahíta por horas.


En cambio, me encantaba darle un buchito al vermut de mi padre, en verano. Mi padre le llamaba vermut pero era Cinzano con casera y una rodajita de limón. Cosa más amarga y rica no la hay. En verano también me daban vasitos de casera con un chorrito de vino. Yo me la bebía y me sentía mayor. Y hablo de cuando tenía siete u ocho años.

La bota del abuelo
Mis abuelos bebían a diario. Mi abuelo materno siempre se tomaba uno o dos vasitos de vino para comer. Nada de copas, y con vino del barato. Mi abuelo paterno bebía en bota. Era alucinante: mi abuelo se ponía la bota en alto y se echaba el chorrito al gaznate. Te quedabas pasmá viendo al abuelo tragar y tragar vino sin derramar ni gota, podía estar como minuto y medio traga que traga. Yo creo que alguna vez me dio a probar, no estoy segura.

En Navidad, mis padres abrían una botella de sidra El Gaitero y nos echaban una copita, a mi hermana y a mi. Pensaban, ingenuos ellos, que la sidra, como sale de la manzana, no emborrachaba. Yo no recuerdo coger ni medio punto, pero esa copita molaba mucho, era como ser mayor.

Recuerdo borracheras, pero no la primera vez. Supongo que sería con la pandilla punki con la que salía en mi cutreciudad. De todas formas, nunca he estado tan borracha como para perder los papeles. Yo detestaba a esa gente que bebía sin degustar las copas. ¿La hora feliz? Qué asco me daba. Había gente que para amortizarla bien trasegaba un cubata tras otro a buen ritmo. Ya hablé del asquito que tengo a los cubatas.

No entiendo de vinos, pero me gusta beber una o dos copas con la cena. Prefiero el blanco al tinto. Me gusta la cerveza. No me gustan las bebidas dulces ni los combinados con Coca-cola. Durante una época tomaba Torres 5, hoy ya no podría. Tampoco me gusta el pacharán. Me encantan los vinos de Jerez y la manzanilla de Sanlúcar. Y un vino delicioso de Chiclana, el Gloria de las bodegas Sanatorio. Este lugar y la Taberna La Manzanilla en Cádiz son dos lugares clave en mi memoria.




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