viernes, 14 de agosto de 2015

La ciudad escaparate

Me escapé a la ciudad escaparate y aunque suene a tópico intenté perderme por ella. Pero como soy tan eficaz y tan capricornio no lo conseguí. Coño si lo intenté pero perderse no es nada fácil. Y no soy tan imbécil como para culpar a los demás (hordas de turistas, esas hordas temibles). Sólo yo y tripadvisor tenemos la culpa: perderse resulta cansado y trajinar con el hambre de unos y la sed de otros. Y mira que había recovecos, callejuelas, placitas, fuentes encantadoras, tiendecillas ideales (tan veganas, tan solidarias, tan mainstream todas) pero no lo conseguí porque soy una cagada.

Me escapé y resultó ideal a pesar del sudor y mi miedo a perder el metro y que los demás se vayan sin mi y yo tirada en una estación cutre y solitaria. Ideal a pesar de mis manías con la comida y mi apatía con las fotos. Hice las fotos imprescindibles que apenas he compartido con tres personas (nada de face) y miré con desprecio a las hordas de turistas y sus selfies absurdos. Hasta deseé que algún capullo se cayera al mar. Fue una escapada ideal pero en ocasiones terriblemente hater.

Me escapé sin encontrar, me escapé y perdí los nervios que me ocasionan las maletas y las colas inhumanas, deseché los lugares a los que iban todos (al menos la mayoría) y no se lo conté a casi nadie. Un poquito aquí, al menos.

Me quedo sin fotos (diez, como mucho) y con la memoria de columnas esbeltas, la sorpresa de la playa, una plaza que me recordaba otras muy queridas, risas por torpe, risas de tanto mirar, la intención de perderme y casi lograrlo, cierta nostalgia, algo que nunca conocí.

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