martes, 23 de febrero de 2010

Tele en blanco y negro

Todos los niños de mi generación veíamos mucho la tele. Yo recuerdo sábados enteros pegada a la tele, toda la tarde, desde La guagua hasta Los ángeles de Charlie. Los días entresemana también me pegaba mi buen rato de tele, con Maria Luisa Seco y Un globo, dos globos, tres globos. Y los viernes, El hombre y la tierra y el Un, dos, tres. La biografía de nuestra generación, en gran parte, se dibuja a través de la tele.

Recuerdo cuando salía Franco. Para mi era un vejete inofensivo, no sabía que pintaba en la tele. Pero en casa se le nombraba de forma rara y huidiza. Cuando murió fue un rollo porque cortaron la programación para poner solo imagenes de la gente desfilando ante su cadáver. Era aburridísimo, desesperante. En casa no se comentaba nada pero había como cierta expectativa en el aire.

Después la tele empezó a dar series con desnudos. Cuando se colaban unas tetas entre secuencia y secuencia, yo no sabía adonde mirar y en el salón flotaba un silencio culpable. Recuerdo una escena de Curro Jiménez, sin desnudo, pero que me pareció terriblemente erótica -cuando yo no sabía qué era el erotismo-. Se veía a Curro besando el brazo de una dama, desde la muñeca hasta el cuello y el tío lo hacía con tanta lascivia -y en horario de tarde-, que aún la recuerdo con alegría y alborozo.

El 23-F fue tele. La tarde aquella me resultó emocionante, los tiros y la tensión de los locutores. Luego no hubo tele y si transistores, mi tío llegó asustado y mi padre decía cosas raras, que daban miedo. Fue emocionante. Pero lo mejor fue el día siguiente: no hubo cole y si mucha tele. Pusieron una película especial que encantó a todos los niños. Danny Kaye hacía de boxeador y aprendía a boxear al ritmo de El Danubio Azul. Qué risa. Todos los niños, al día siguiente, lo comentábamos en el cole y hacíamos el Bom, Bom, Bom, Bom. Fue una de las pelis más divertidas que recuerdo.

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