jueves, 4 de febrero de 2010

Post sobre putas y zorras

Voy a escribir un post de putas y zorras. Hoy viene a cuento y estoy inspirada, pero claro, llevo un largo rato comiendome el tarro. Lo que no quiero es escribir el tópico post de putas y zorras, ya saben, ese en el que las sumisas nos ponemos estupendas y declaramos lo muy putas y zorras que nos sentimos ante nuestro Amo.

Cosa que -si el Amo es como debe ser- es la pura verdad. O sea, si el Amo es un tío machote que nos calienta hasta los huesos, pues es normal sentirse una como la más puta del lugar. Y que nos pongamos a decir esas cosas sucias y cochinas que no son nada originales pero que molan tanto.

Yo, cuando me pongo puta y zorrona, siento que la vida va como más fluida, no se explicarme. Es cosa de naturaleza y de genes. Yo tengo genes muy libidinosos, benditos sean. Es como sentir que las cosas están en su lugar, el sitio adecuado: hete aquí, yo, la lagarta con ganas de polla. Natural como la vida misma.

No se puede abusar, claro, queda feo. Yo tengo la boca muy sucia, digo cosas muy soeces, pero cuando vienen a cuento. Aquí mismo, en este blog, pongo tacos gordos. Escribo joder, carajo y cosas así, no muy dignas de una damisela. Pero con E. soy bastante comedida en mi vocabulario y en mis maneras, muy fina, muy culta, yo. Hasta que despierta a la bestia. Qué bien despierta E. a la bestia.

Lógicamente no voy a describir el proceso de cómo E. despierta a la bestia. Lo importante es el concepto: es como quedarse en pelotas en la playa. Corre el aire entre las piernas, no hay ropa que apriete ni corte la circulación, nadas tan libre y te fundes en el mar. Una cosa así.

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