jueves, 12 de noviembre de 2009

Temor, deseado temor

A veces E. me provoca temor. Digámoslo claramente: a veces E. me da miedo.

Me ofrece miedo.

Es su voz, el tono de su voz, lo que El me dice, el timbre metálico y acerado de su voz, las palabras duras y humillantes que salen de su boca.

¿Miedo? ¿Temor? Si, joder, un miedo increíblemente purificador, maravillosamente limpio.

Me modela y si se le antoja me provoca temor. Me sobrecoge. Me coloca ante un abismo. Nunca nadie se puso a tal altura, nunca nadie me puso en tanta desnudez. Llegar a tocarlo es poderoso, es enfrentarse por fin a lo que nunca nadie me puso delante.

No se trata de jugar, no son imposturas. Tampoco se trata de flirtear con sensaciones fuertes.

No se definirlo mejor, en estos momentos. Imagino que seguiré pensando en ello y en cómo explicármelo mejor.

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