viernes, 20 de noviembre de 2009

El tiempo elástico

El jueves estuve charlando un buen rato por teléfono con mi mejor amiga, mi querida amiga desde la infancia, AB. Creo que estuvimos de cháchara cuarenta minutos. (E. dice que eso es gallinacear. Con E. estoy aprendiendo un vocabulario nuevo que me encanta). A lo que iba, charlamos cuarenta minutos saltando de un tema a otro, blablabla, y mientras charlaba yo iba planchando. Me acabé un montonaco de ropa así de grande.

Filosofando con mi amiga, concluimos las dos que a más maduras (pero tremendamente guapas, que mi amiga, madre de dos niños, tiene un tipito arrebatador), menos nos cansamos. O que podemos con todo. O que no paramos desde la mañana temprano hasta la noche tarde. Al final nos dimos ese merecido subidón de autoestima de madres y trabajadoras que charlan una tarde tonta.

Hace un ratito me llamó por teléfono mi segunda mejor amiga desde la infancia, ES. El lunes es su cumpleaños. Tontaaaa, le dije, yo me acordaba. Lo cierto es que me acordé gracias a E, qué cosas. El caso es que menos mal que lo recordé porque mi segunda mejor amiga no perdona un olvido de cumpleaños.

Ayer charlé por teléfono con mi hermana la pequeña, que aunque tiene treinta tacos sigue siendo la pequeña. Tambien cuarenta minutos de reloj. El tema musical que he seleccionado me recuerda a ella. Es de cuando ella era una adolescente rebelde que en vez de estudiar se ponía a charlar con el novio desde el balcón. Como me empezaba a sentir vieja y no quería desfasar mucho le decía a mi hermana, Niña, ponme música de estos tiempos y me ponía lo que a ella le gustaba que eran Nirvana, Garbage y toda la pesca grunge, entre ellos los Smashing Pumpkins. Esta canción la quemé de tanto escucharla, cuánto me gustaba. Es del 96. Yo salía algunas noches, iba a conciertos, ya trabajaba en lo mío y me asustaba hacerme mayor.

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