lunes, 18 de mayo de 2009

Happy

El sábado vi Happy-Go-Lucky a conciencia. La protagonista, Poppy, es una mujer feliz y, al principio molesta. Va de buen rollo -aunque no es odiosa como Amélie- e intenta que todos aquellos con quienes se cruzan compartan su bienestar. Insisto, al principio molesta. Normalmente atraen más los personajes desagradables, secos y huraños. Pero Mike Leigh sabía lo que se hacía. Pone a Poppy en confrontación con su profesor de autoescuela, el tipo más inmundo de la historia. Poppy me dejó de molestar.

Hago mis deberes, a continuación. Pienso en lo fácil que es dejarse llevar por el ceño fruncido, pienso en que más fácil aún es ... ¿cómo lo escribo? ¿Por qué suena tan estúpido e infantil escribirlo? Escribir ser buena, ser amable, ser simpática, ser feliz, mostrarse feliz. ¿Por qué, a veces, me da la impresión de que es una especie de esfuerzo, como si mostrarse radiante, agradable, al menos, sea algo hasta ingrato?

El buen rollo no vende y si vende es a costa de personajes bobalicones como Amelie -la detestable-. No se por qué narices cuela más mostrarse sufridor. Cuela y es más fácil y se ve acompañado de cosas tan reconfortantes como la compasión de los demás. Y si nos mostramos felices, no cuela. No cuela nada. Te miran raro, se escaman, o piensan que eres boba. Te miran con suficiencia y de forma agorera. Ay, los agoreros. Son más detestables aún que la propia Amelie.

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