Cuando yo pillaba toda lectura que sonara a sumisión, me agencié La esclava instruida, que estuvo de moda hace unos años y la recomendaban aquí y allá. Tengo que advertir que de BDSM no hay nada en la novela y que parece más cosa de marketing tanto el título como la imagen de portada que se les ocurrió a los viciosillos de La sonrisa vertical. A mi eso no me importó, que no hubiera rollete BDSM, pero recuerdo que la novela me mosqueó. La he vuelto a releer, para ver si fue cosa de manías mías del pasado, pero no. El mosqueo sigue intacto.
No niego que tenga sus méritos, La esclava instruida, porque el autor es un caballero cultísimo y nos lo hace saber en cada página. A mi tanto despliegue de cultura no me molesta pero un pelín de originalidad no vendría mal. El protagonista va de Pigmalion con su amante y enumera tan campante los libros, la música y las obras de arte que le molan. Y es lo de siempre. Ópera y jazz. Tooodos los caballeros cultos empeñados en hacer de Pigmalion adoran la ópera y el jazz (ay, esos caballeros que te ponen como ejemplo el Nessum dorma para presumir que saben de ópera, pffff). Todos te citan a Borges. Y todos, toooodos, te ponen como ejemplo de cine clásico megaculto El tercer hombre que, a expensas de lapidación, yo afirmo que es una peli sobrevaloradísima. En fin, ABURRIDO.
Luego está el tema del sexo, ese gran problema que aqueja a todas las novelas eróticas y que las convierten en un tostón. La idea es describir escenas sexuales de manera amena y variada. Y eso, por mucho que lo aliñes con fresas, champán u otra piba -rubia y descocada- que ande por ahí, resulta A-BU-RRI-DO. Porque al final de todo, los protagonistas acaban:
a) copulando
b) teniendo sexo anal
c) teniendo sexo oral
Y no hay tu tía.
En la práctica divierte; como lectura, ABURRE. Por otro lado, en muchas novelas eróticas, como esta mismo, se producen momentos chocantes. Los protagonistas dicen frases eruditas -que nadie en su sano juicio le dice a su pareja en momentos de intimidad- y hasta citan a autores renombrados. Por ahí, bien, ya que estamos haciendo alarde de sabiduría. Pero, y esto es lo ridículín, proclaman cosas como "me corro, me corro, ahhh, me corro". Una cosa megaridícula. Es lo que tiene escribir una historia de folleteo. Que ponerle palabras queda absurdo y poco verídico. Me corro, me corro. ¿Eso se dice por ahí cuando la peña se corre? A mi, frases así, en las novelas, me proporcionan cero lujuria.
Y para acabar y quedarme a gusto: los orgasmos irreales. Los caballeros que escriben novelas del género erótico piensan que las pibas se corren con tres apretones al pezón. Las pibas ultracachondas que protagonizan sus novelas, se entiende. Y no. Ni con tres apretones ni con tres chupadas al glande del caballero. Yo entiendo que imaginar pibas así, que se corren de una manera tan elemental y con tan poco trabajo, es un gustazo. Y entiendo también que el género erótico se alimenta de fantasía, como las novelas de caballería, y sirven para un desfogue genital-manual, hasta ahí le veo mérito. Pero que no me la den con epatar a base de juntar cuatro frases con "coño" y cinco con "polla" y acabar con un "Córrete, ya!!!". Es, ya digo, ABURRIDO.
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