viernes, 21 de mayo de 2010

Guiris en la playa



Los guiris en la playa me han provocado muchísima ternura. Eran varias familias, y, lo confieso, no podía dejar de mirarles. No se si fui descarada. Son los genes de la abuela, que era tan mirona. Yo no podía dejar de mirarles.


Estaban más morenos que yo, absolutamente todos. Supongo que llevarían varios días al sol, aguantando levante por un tubo. Un grupo llevaba por lo menos siete críos, un bebito de meses y peques de todas las edades. Una madre era morena y delgaducha, la otra rubia y de rodillas regordetas -como las mías-. Un padre era flaco y de pelo castaño, el otro era un gigantón alopécico. Era el que más bulla metía, correteaba a las niñas por la orilla, se dejaba enterrar en la arena mojada -y estaba fría el agua condenada-, hacía castillos... Yo me agotaba solo de mirarle. Me prendaron aquellos guiris alemanes. Me los crucé varias veces y les reconocía siempre gracias al gigantón. Hasta sus vocales y consonantes germanas eran gigantonas.


En el otro grupo eran cuatro: padre, madre, niños y niña, bellísimos, perfectos, valhallianos. Envidiables. El padre, joder, qué bueno estaba, tenía un vozarrón alemán endiabladamente seductor. La madre era rubia y elegante, hasta bebiendo a morro de una botella de Té al Limón del Mercadona era elegante. Los niños, un calco de ambos, livianos, sutiles, delicados. Tenían narices afiladas, cabello lacio y brillante, eran teutónicamente esbeltos. Lo único que me molestó fue no entender ni papa de lo que decían... para una cotilla de primera eso es infernal.


Se les notaba lo faltos de sol que están. El día era de puñetero levante, la arena picaba con mala leche, metías los pies en el agua y te quedabas pajarito... pero ellos tan campantes en la playa, correteando, hasta el bebito de pocos meses estaba tan ricamente, sin viento que le molestara. En fin, que daba gloria verles.


Al anochecer me crucé con la rubia elegante. Llevaba un vestido negro y taconazos y caminaba como una ondina. Me puse detrás y me erguí para imitarla, pero yo no llevaba tacones y si mi ciática impertinente. Norte versus Sur, yo soy así de patética, qué envidia me provocaba la rubia.




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