jueves, 19 de febrero de 2009

Ser femenina, ser masculina

Cuando hacía teatro frecuentaba a gente de otros grupos. Como siempre me ocurre, me parecieron fascinantes y acabaron agobiándome. Siempre hablaban de lo mismo.

Pero mientras me fascinaron, dediqué mucho tiempo a observar a una actriz. Estaba preparando una obra con otras dos actrices más. Ella componía un personaje masculino. Era una mujer alta, se parecía a Ana Milán, la que hace de la borde Victoria en Cámera café. Recuerdo que nos comentaba cómo estaba preparando su personaje. Decía que se esforzaba en caminar y sentarse como lo hacen los hombres. Que intentaba pensar en masculino, miraba los culos de las mujeres e imaginaba qué piropos podría decirles.

Yo babeaba por un personaje así. Hacer de hombre sobre un escenario, qué maravilla. Meterme en la piel, los gestos, los actos de un hombre. Sentir que me miran como a hombre. Y sentirme más mujer que nunca siendo hombre unas horas.

Aborrezco ciertos comportamientos femeninos. Algunas veces me gusta ser algo machito, me gusta rodearme de amigos hombres y hablar con ellos. Me gustan las conversaciones de tíos, en la barra de un bar. Detesto ir de compras con amigas. Odio entrar en el lavabo de dos en dos.

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